Dr. Strange, (o el man crush con Benedict Cumberbatch). drstrange1Saquémonos rápidamente esto de encima. Doctor Strange: Hechicero Supremo es una gran película. Punto. El desarrollo, ritmo, y guión del film son sólidos y, sí bien acotados, no presentan fisuras. Aparte de eso, hay que añadirle un personaje ya de por sí más que interesante. Con tanto súper poder, súper armadura y la mar en coche, un tipo que habla del multiverso, (que no es lo que nos venden algunos políticos), viajes astrales, magia, hechizos, reliquias y armas conjuradas, es algo bienvenido y que se siente como una bocanada de aire fresco dentro del género. Y por sobre todo esto, es con queridisimo Benedict, que todo lo que toca lo hace oro. Su interpretación no tiene fallas ni fisuras, como todo lo que generalmente hace. Creo que en definitiva, la mitad de la película es su interpretación. Y es una gran mitad en una muy buena película. Completan Tilda Swinton como The Ancient One, que no sólo cambio de sexo para la adaptación cinematográfica, sino que ademas cambió de nacionalidad. Ahora es Celta, cuando antes era Tibetano. ¿Por qué el cambio? Simple. Si fuera Tibetana, la película no entraría al mercado Chino, perdiendo millones y millones en tickets, ¿cachái?. Completa el trío de actores de primera Mads Mikkelsen en el rol del villano Kaicelius, un poquito desaprovechado pero absolutamente disfrutable en todos los minutos que esta en pantalla. La bendición de la ignorancia: Doctor Strange: Hechicero Supremo cuenta la historia desde el principio, como toda primera parte que se precie de tal. Si bien sé que The Ancient One atravesó cambios, no sé que otros hubo, porque como la mayoría de la gente, no tengo idea sobre Doctor Strange. Y esto juega a favor, porque de lo que estamos hablando acá es de la película en cuestión. Quizas haya cambios que los fanáticos no van a aprobar, y será peor para ellos, porque se pierden de disfrutar un gran film. Doctor Strange es un cirujano recontra reconocido, con mucho dinero, y un ego sobredimensionado (tema recurrente de la película), que tiene un accidente de auto, y se rompe las manos mas allá de toda esperanza de recuperación. Habiendo gastado toda su fortuna en cuanto tratamiento occidental exista, finalmente Strange decide recurrir al oriente y buscar una legendaria orden que, según le dijeron, lo puede ayudar a sanar a través del espíritu. Así es como nuestro científico e incrédulo Doctor termina transformándose en un Maestro Hechicero Supremo, y en el camino, encontrándose con una pelea y un enemigo mucho mas grande que el control de sus manos. Dormammu, una especie de Galactus/Parallax que consume mundos, genialmente interpretado por… Benedict Cumberbatch, (gran elección de dirección), será quien amenace esta vez con terminar con nuestro planeta. La bolsa vomitera y el playlist conocido Dos cositas me resultaron un poco, digamos, no tan agradables. En primer lugar, hay mucho de psicodelia, caleidoscopio y escenas estilo Inception. El tema de ellas es la velocidad y vertiginosidad de las mismas, las cuales en algunos momentos con el 3D pueden marear hasta al más experimentado, pero es apenas un detalle. Eso si, estas escenas son realmente espectaculares a nivel visual, por momentos recuerdan a lo que hace Cyriak. Por otro lado Michael Giacchino pareciera que hizo copy/paste de otra de sus banda de sonido, algo que resalta en los momentos en que Benedict Cumberbatch aparece corriendo y es imposible no relacionarlo su trabajo en Star Trek Into Darkness. Sobre las escenas extra: Como siempre al terminar la película tendremos el standard en las producciones de Marvel y a ver si la aprendemos de una vez por todas: la primera escena extra viene después de los créditos animados. Siempre Marvel pone una secuencia de créditos animados con la temática de la peli. Una vez terminados estos, vendrá la primera escena extra. Luego vendrán unos largos minutos de créditos en texto, insoportables. Y una vez concluidos estos, vendrá la segunda escena extra. Esa es la forma en que Marvel lo hace y Doctor Strange: Hechicero Supremo no es la excepción. Así que quédense hasta el final. Conclusión: Doctor Strange: Hechicero Supremo es una demostración de que a veces más de lo mismo, si está bien hecho y se le encuentra una vuelta de tuercas, funciona. Perdónenme la analogía, pero el Nutella no cansa a nadie y siempre tiene el mismo sabor. La misma se puede decir de Marvel, ya que si tiene pocas pifiadas es porque sabe reinventarse a tiempo. Benedict Cumberbatch es una gran incorporación al universo marveliano, lo mismo que su gran Doctor Strange, al que no puedo esperar para ver interactuando con otros personajes.
(Stephen Strange recibe un papel con el nombre "Shambhala") - ¿Qué es esto?. ¿Mi Mantra? - No. Es la clave del WiFi. ¡No somos salvajes! Formidable. Existían millones de maneras en que Doctor Strange podía ser un fracaso estrepitoso y ocasionar la caída en desgracia del Universo Cinemático Marvel - ya fuera porque un mago no es un personaje tan interesante o espectacular como lo es un superhéroe; o que se enredara con sus propias palabras al disparar toneladas de mitología creada sobre la marcha; o que el mismo Benedict Cumberbatch resultara tan estoico y pedante que no estuviera a la altura de otros carismáticos intérpretes de personajes Marvel; o que un director proveniente de un género tan despreciado como es el terror (Scott Derrickson) no pudiera manejar la premisa con el mismo vuelo artístico que otros talentosos cineastas reclutados para el MCU; e incluso que lo visual fuera una simple regurgitación de los efectos especiales de Inception (un detalle que todos temían desde el lanzamiento del primer trailer) -, pero el filme de Scott Derrickson no sólo se da maña para salir airoso de todos estos desafíos sino que se convierte en lo que posiblemente sea el capítulo mas original e inteligente del Universo Marvel. Doctor Strange: Hechicero Supremo es una gozada para los ojos y para las neuronas, ya que se las apaña para fusionar conocimientos ancestrales, teorías New Age y cuestiones existenciales de manera altamente inspirada, creando una épica de trasfondo trascendental sin abandonar el formato del cine de superhéroes. Es tan potente lo que Derrickson ha conseguido aquí, que me parece imposible superarlo - o al menos igualarlo - en una posible secuela. El personaje de Stephen Strange es fruto de la febril imaginación de Steve Ditko, un tipo que ha dado a luz toneladas de personajes interesantes como Mister A, Question, Blue Beetle, Capitán Atom (si no les suenan todos estos personajes de Charlton Comics, entonces fíjense en quienes se inspiró Allan Moore para crear los caracteres de Watchmen) y, desde ya, ese ícono del mundo de la historieta que es Spiderman (en conjunción con Stan Lee). En 1963 (cuando surgió la tira) ya existían otros magos en el mundo del entretenimiento, caso del comic de Mandrake el Mago (creado por Lee Falk en 1934), o el extenso serial radiofónico Chandú el Mago, el cual fue emitido desde 1932 hasta 1950 y tuvo dos exitosas adaptaciones cinematográficas. Mientras que estos personajes eran básicamente detectives de serial condimentados con un toque exótico como es el ilusionismo, Stephen Strange resultaba mas un hechicero con super poderes misticos - en la onda del arturiano mago Merlín -, el cual era alimentado por crípticas teorías cosmológicas que creaba Ditko para la tira. Nunca fue un pionero de ventas, ni siquiera cuando obtuvo su propia revista en 1968. Cancelada y revivida varias veces, Doctor Strange tuvo un sinnúmero de reinterpretaciones, llegando incluso a jugar en el rol de villano y ser un aliado del Doctor Doom. Un detalle curioso es que, entre todas las propiedades intelectuales de Marvel, Doctor Strange resultó ser una de las mas populares para ser adaptada al cine - quizás porque el público, en los años 70s y 80s, digería mas facilmentel la idea de un mago que la de un superhéroe -. En 1978 rodaron un piloto para TV protagonizado por Peter Hooten, el cual tuvo la mala suerte de ser emitido en el mismo horario que la megaexitosa miniserie Raíces, razón por la cual no lo vió casi nadie y el proyecto terminó siendo cancelado. Después llegaría 1992 y los hermanos Albert y Charles Band decidieron llevar el personaje a la pantalla grande... lástima que se le vencieron los derechos justo antes de rodarla. Obligados por el tiempo y la inversión realizada, los Band decidieron reciclar el libreto sobre la marcha, cambiando detalles de la historia y el nombre del personaje, y dando a luz Doctor Mordrid, la cual es considerada una adaptación (extraoficial) muy potable del personaje. Y por último llega este filme de Marvel por el cual pasaron interesados de la talla de Alex Cox, David S. Goyer, Wes Craven, Chuck Russell y Stephen Norrington a lo largo de 20 años. Varada en el development hell desde 1984, Doctor Strange sólo pudo tomar vuelo cuando Scott Derrickson (responsable de la remake de Ultimatum a la Tierra, El Exorcismo de Emily Rose y Siniestro, entre otros filmes) se hizo cargo del proyecto. El resultado final puede definirse como el mas Nolanesco de los filmes Marvel - por lo intelectual y por lo visual -; y si bien Derrickson toma la imaginería visual de Christopher Nolan de Inception como punto de partida, la expande a la enésima potencia al intercalar - en sus ciudades plegables y mutantes - portales interdimensionales de todo tipo y color, universos paralelos y criaturas de existencia imposible. La primera media hora es un drama denso, inusualmente serio para lo que son los filmes Marvel (lo único equiparable sería la tristísima intro de Guardianes de la Galaxia, la cual apenas duraba cinco minutos en pantalla). Muchas reseñas apuntan a Doctor Strange como un reciclado mas dramático de la primera Iron Man - tipo arrogante que recibe un severo golpe en su autoestima y descubre su destino de salvador de la humanidad después de sobrevivir una experiencia traumática - pero, aún en sus estadíos iniciales y nada heroicos, el personaje de Robert Downey Jr era infinitamente mas digerible que el pedante Stephen Strange, el cual se cree Dios sobre la Tierra a la hora de operar, y al cual nadie lo soporta. Es imposible simpatizar con semejante cretino al cual ni siquiera su amante tolera - Rachel McAdams, mas un adorno bonito que un caracter con peso en la historia -. Strange se pega un hermoso palo con su Lamborghini, se revienta las manos (la escena donde se despierta en el hospital y descubre que tiene empotrados 11 clavos de titanio en sus dedos es impactante), se entera de que no puede volver a operar (y eso que era un neurocirujano de la gran siete, inventor de técnicas revolucionarias, famoso y podrido en dinero), y entra en estado de desesperación después que los meses (y las cirugías) pasan sin generar el mas mínimo cambio en el irremediable temblor que afecta a sus manos. A Strange le pasan el dato de un discapacitado que volvió a caminar de manera milagrosa, y el tipo descubre que el paciente hizo una temporada en un misterioso templo en los Himalayas. Al principio el escéptico Strange viaja al templo, choca con la regente del mismo - la siempre andrógina Tilda Swinton en un papel que rebosa carácter y sabiduría - y mantiene una deliciosa discusión sobre ciencia, misticismo milenario y culturaNew Age, en donde el mal carácter del doctor termina por tirar todo por la borda. El tema es que Strange tiene una mente brillante y una aptitud innata para la magia, y debido a que el templo ha entrado en guerra con un monje renegado (Mads Mikkelsen, fantástico como siempre) que ha robado las instrucciones de un rito secreto y planea entregar al planeta a una entidad de la Dimensión Oscura a cambio de poder e inmortalidad, la desconfiada Swinton debe enrolar a Strange para contar con sus talentos a la hora de enfrentar a los rebeldes. Para cometer su misión Mikkelsen y sus acólitos deben destruir tres santuarios ocultos en las ciudades de Nueva York, Londres y Hong Kong, tras lo cual los escudos místicos del planeta caerán y la entidad vendrá a tragarse a la Tierra. Es por eso que Strange recibe un curso express de magia, el cual acelera soberanamente debido a su brillantez y a su capacidad de devorar información que lo apasione. En poco tiempo Strange llega al sector de ritos prohibidos de la biblioteca del templo, y empieza a descubrir cosas que ni siquiera su mentor Mordo (Chiwetel Ejiofor, siempre adecuado en lo suyo) estaba enterado en todos los años de residencia que pasó en el templo. oferta software de sueldos Cuando Benedict Cumberbatch llega a Nepal es cuando el filme entra en los carriles propios de Marvel, esas rutinas a prueba de balas que hacen grandes y disfrutables a sus filmes. El cinismo de Cumberbatch comienza a materializarse en ironías muy cómicas - que van desde el password del WiFi del templo (!) hasta las bromas sobre Wong, el bibliotecario que tiene un solo nombre y que Cumberbatch compara con Adele -, en donde el inglés sí empieza a canalizar (aunque de manera mas medida) a Robert Downey Jr. Por otra parte, para que la magia no sea algo tan aburrido como hacer con las manos movimientos raros (e invisibles) en el aire, la gente de efectos especiales ha decidido materializar los ritos en forma de simbolos de fuego plagados de caracteres intrigantes, los que van desde escudos hasta espadas de diseño pintoresco. El otro punto que dispara la adrenalina del filme es cuando Mikkelsen y sus huestes comienzan a atacar los santuarios, momento en el cual la imaginería visual de Inception (en una versión hipercafeinada) comienza a materializarse en pantalla. Dimensiones paralelas (o espejo), la posibilidad de deformar edificios, convertirlos en gigantescas máquinas de picar, doblar ciudades enteras, alterar la gravedad, crear agujeros de gusano y saltar a otra ciudad / universo son parte de la parafernalia de efectos especiales que inundan el filme y resultan formidables. Hay una secuencia notable en donde Strange pelea con los villanos y los va tirando en distintas partes del planeta a través de una puerta mágica que, según como se gire la llave, visualiza desiertos, selvas, montañas u otras ciudades del globo. Por otra parte Cumberbatch gana dimensión de héroe y toda nuestra simpatía cuando se le pega el Manto de Levitación - una capa con vida propia que elige a su poseedor y que machaca a golpes a varios de los esbirros de Mikkelsen (hagan de cuenta que es la versión badass de la alfombra mágica de Aladdin) -, la cual es una máquina de generar gags. Entre eso, las ciudades plegables y las peleas mano a mano en el mundo de los espíritus - hay una escena notable en donde Benedict Cumberbatch yace moribundo en la sala de urgencias de un hospital y su espíritu (que flota en el lugar) tiene que molerse a palos con el de Scott Adkins para evitar que éste termine de rematarlo (para lo cual se tiran con todo tipo de cosas materiales que haya en el lugar, lo que le da la impresión (a los humanos inocentes que presencian el evento) de que se trata de un violento fenómeno Poltergeist) -, son razones de más por las cuales Doctor Strange, Hechicero Supremo resulta ser un coctel alucinógeno tremendamente original y adictivo. No sólo Scott Derrickson brilla en la dirección sino que su libreto es genial por la simplicidad y credibilidad de las explicaciones, ya que es tremendamente didáctico al detallar una tonelada de mitología inventada exclusivamente para el personaje. Muy pocos guionistas tienen semejante capacidad para poner en autos al público sobre la existencia de un vasto y complejo universo de ficción, enseñarnos sus reglas y hacer que funcione de manera creíble. El único antecedente que se me ocurre es el de Peter Jackson en su Trilogía del Anillo ofertas software de gestion produccion Doctor Strange, Hechicero Supremo es otro hito Marvel. Es menos familiar y juvenil que sus títulos de superhéroes, pero desborda intensidad y originalidad. Quizás sea el filme mas innovador e inteligente que ha dado el Universo Marvel hasta ahora - lo que hemos visto hasta ahora no deja de ser aventuras de matinée hechas con gran altura y mucho talento que siguen carriles ya conocidos -, simplemente porque se mete en un terreno desconocido, crea sus propias reglas, y sale airoso. Y, con la deliciosa secuencia post créditos con Thor, el personaje termina de integrarse con pasmosa gracia al resto del Universo Marvel, mas aún cuando uno considera que el amuleto preferido de Strange contiene una de las Piedras del Infinito: una pista que abre la puerta para que el personaje - y todo el panteón cinematográfico Marvel - descollen con toda su furia en la próxima película de los Vengadores, cuya espera se me hace tan larga como desesperante.
Una película alucinante y exótica de visión obligatoria en pantalla grande no sólo para los amantes de los cómics, sino que para todos aquellos que gustan ver cine de altísima calidad. Es excelente por donde se la mire. Los efectos especiales tienen cierta semejanza con la película....
Aquellos familiarizados con el MCU sabrán con qué se irán a encontrar a la hora de otra película en el universo. Los hitos en este armado colectivo destacan por comenzar o cerrar una fase, o por contener un suceso extraordinario para la linea narrativa de Marvel Studios. Lo que significa que en mayor o menor medida los films no distarán mucho en su estructura, sería muy extraño encontrarse con una producción que desafíe las características fundamentales del estudio. Esto no quiere decir que la compañía y sobre todo Kevin Feige, el padre de todo esto, no hayan hecho un maravilloso e inteligente trabajo para construir un andamiaje sólido y prácticamente sin agujeros, con un tono característico e hilos que de a poco se van uniendo entre sí, tomando los recaudos necesarios para achicar el margen de error.
DOCTOR STRANGE: HECHICERO SUPREMO. El prestigioso neurocirujano Stephen Strange parece tenerlo todo: talento, juventud, fama, dinero y el respeto de sus colegas. Pero su burbuja se rompe cuando sufre un terrible accidente de autos que termina provocándole múltiples fracturas, incluida las de sus delicadas manos. Buscando rehabilitarse y poder volver a practicar la medicina, su camino se cruzara con el de las artes místicas, conociendo un nuevo mundo de posibilidades más allá de la mente humana, pero también lleno de amenazas tanto de este mundo como de otros universos. Marvel Studios sigue actualizando su universo cinematográfico y ahora nos trae uno de los personajes más esperados tanto por los seguidores de los comics como para el publico casual que se quedó sorprendido al ver los avances de Doctor Strange: Hechicero Supremo, donde se nos presentaba un héroe bastante fuera de lo convencional visto en este subgénero hasta el momento. Si son lectores de historietas, no hace falta que les presente a Doctor Strange; pero si solo siguen a estos personajes en sus adaptaciones a la gran pantalla, queda todo bastante claro en la sinopsis. Marvel Studios se anima a poner en pantalla por fin el factor magia en su mundo, y así dando un enorme paso hacia adelante con la tan soñada Infinity War, donde veremos a todos estos personajes en pantalla. ¿Pero de verdad es esta película tan buena como se viene leyendo, pese a que Marvel Studios vuelve a repetir la fórmula? Si, definitivamente. El esqueleto argumental ya lo vimos varias veces y es el típico film de inicio de personaje, donde este pasa de ser un arrogante a redescubrirse y terminar sacando todo su potencial. Pero si este film destaca es porque debe ser uno de los mejores actuados en lo que se refiere a cine de superhéroes. Benedict Cumberbatch nació para dar vida al Doctor Strange, y en esta ocasión vuelve a mostrar que es uno de los mejores actores del momento. No podemos no nombrar a la gran Tilda Swinton quien le saca todo el jugo posible a su personaje de mentor ambiguo (aunque algún fan saltara a llorar por el cambio de sexo sufrido en la adaptación), y hasta Mads Mikkelsen destaca pese a que Marvel Studios vuelve a darnos un villano bastante simplón. Solo tenemos una nota negativa, y es Rachel McAdams, quien tiene el personaje peor escrito y termina siendo una mujer florero sin demasiado lugar en la historia. Pese a que es obligación que películas con tan grandes presupuestos tengan buenos efectos especiales, esta ocasión debemos alabarlos y hasta puedo decir sin dudar que si en los próximos Oscar, Doctor Strange: Hechicero Supremo no está nominada en las categorías de los apartados visuales, estaríamos hablando de un robo; porque sin dudas hay secuencias que lo dejan a uno sorprendido por la cantidad de cosas que hay en pantalla y que ninguna se vea mal ni poco trabajada, todo sin sacarnos el foco de la acción. Doctor Strange: Hechicero Supremo es la muestra clara que cuando se tiene en claro lo que se quiere hacer, pese a que se esta sobreexplotando demasiado el sub genero, aun se pueden sacar películas que sorprendan y gusten a expertos como al espectador casual. Mientras tanto este redactor no ve la hora de ver al Doctor Strange ya interactuando con los Vengadores. Ah, y aunque se redundante, quédense hasta el final porque hay dos escenas post créditos.
Hoy todo parece posible en el mundo de las películas basadas en cómics, pero los lectores asiduos nunca pensamos en Doctor Strange como un personaje que merecía su propia película. El Sorcerer Supreme siempre fue un segundón indescifrable. El puede hacerlo todo. No hay reglas, no hay una definición clara de los poderes, los demonios, ni las dimensiones. Una realidad flexible. Esta nueva película de Marvel dirigida por Scott Derrickson parte desencadenada de la continuidad reciente del (*) Marvel Cinematic Universe, y toma en principio el modelo de Iron Man (2008) la película que lo inició todo. Aquí también hay un canchero y engreído genio que parece tenerlo todo, lo pierde para rápidamente comenzar su camino del héroe. El casting es perfecto. Benedict Cumberbatch como el fanfarrón doctor del primer acto, resulta tan encantador y divertido hasta que gradualmente se muestra impetuoso y excesivo. Chiwetel Ejiofor como Mordo funciona como un contrapunto constante, con toda su intensidad embotellada bajo control. La crítica comprensible que el papel del Ancient One, no sea -como en los cómics- un hombre oriental, se olvida al ver a Tilda Swinton traer una ligereza y naturalidad inesperada al rol. El film tiene muchas de las mismas fallas que las otras películas de Marvel Studios. Rachel McAdams, como antes Natalie Portman en Thor y Gwyneth Paltrow en Iron Man, es escasamente utilizada y su personaje carece de sustancia real, está ahí para asistir al hombre protagonista. El antagonista, el gran Mads Mikkelsen, es sólo un escollo en el camino de nuestro héroe, genérico en su villanía como casi todos los malos de Marvel. Y sí, también está el recurso del rayo azul en el cielo, que amenaza con aniquilarlo todo. Pero nada de esto estropea el placer puro de la experiencia. Desde la primera secuencia de la película, una set piece de acción salvaje que juega con el estilo Inception (C. Nolan, 2010), está claro que Marvel aprovecha al máximo la falta de reglas inherente en la historia del hechicero. La trama se despliega dentro de un mundo mágicamente manipulado donde las paredes pueden doblarse, manejarse y modificarse, los portales pueden abrirse y llevarnos a lugares extraños o familiares y las armas y armaduras pueden manifestarse en el aire. Ningún truco es excesivo y cada nueva secuencia introduce una nueva forma de mostrarlo. Todo lo sobrenatural en Doctor Strange tiene los pies sobre la tierra. Cuando los hechizos transforman el mundo, las cosas se mueven y reorientan de manera espectacular, se siente material y con respaldo físico inclusive cuando se rompen las reglas de la física. El suelo se dobla, multiplica, desplaza y pliega en formas incalculables. Desde la primera Matrix (Lana y Lilly Wachowski, 1999) no se ha visto el concepto de “no hay reglas” llevado a un extremo cinematográfico tan satisfactorio. Sí, esta es otra película con historia de origen, pero interesante, con apuestas reales y un viaje convincente. Bien equilibrada con la versión de las viñetas, siempre jugando entre la ciencia y el misticismo, con un guión tan sólido y seguro de sí mismo que incluso se permite algunos temas más profundos acerca de la eterna lucha humana contra el tiempo y la entropía.
La metafísica de la sanación En el universo cinematográfico agotado de los superhéroes, definitivamente Doctor Strange (2016) supera a los últimos bodrios de DC, léase Batman v Superman: El Origen de la Justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, 2016) y Escuadrón Suicida (Suicide Squad, 2016), pero al mismo tiempo sigue recorriendo la senda monótona y deslucida de los productos previos de Marvel, en los que no existen rasgos autorales de ningún tipo y sólo prima una lógica serial que responde a una supuesta necesidad -craneada por los timoratos y tecnócratas del marketing, los que en buena medida están a cargo hoy por hoy de los estudios hollywoodenses- de cortar a todos los eslabones con la misma tijera. Con el séptimo arte reducido a un formato televisivo de explotación perezosa que renuncia a las novedades o a decir “algo”, los blockbusters actuales caen una y otra vez en la indiferencia. Dicho de otro modo, lo realmente patético del asunto es que esta clase de films respeta a rajatabla -y desde un fundamentalismo de ribetes delirantes- un esquema cansador que lo único que hace es ofrecer un eterno bucle de la misma estructura narrativa, los mismos personajes y la misma desconexión total con cualquier elemento mínimamente vinculado con la praxis mundana (nadie reclama un retrato de la cotidianeidad, pero tanto escapismo hueco y arrogante habla tanto de la falta de ideas del mainstream norteamericano como de la actitud que se pretende vender al público bobalicón que consume y convalida sus productos). Así como los CGI suplantaron a los actores y las transgresiones políticas brillan por su ausencia, no es de extrañar que Scott Derrickson en Doctor Strange se haya tenido que amoldar a las exigencias del caso y termine entregando un trabajo anodino y derivativo. El realizador y guionista, aquí totalmente desperdiciado/ pasteurizado, es un especialista en terror y su carrera hasta la fecha se dividía en dos opus dignos, El Exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose, 2005) y El Día que la Tierra se Detuvo (The Day the Earth Stood Still, 2008), y dos mucho más interesantes, Sinister (2012) y Líbranos del Mal (Deliver Us from Evil, 2014). Más que centrarnos en el eje del relato, en esencia un médico egocéntrico que se inicia en la hechicería como un mecanismo para recuperar la movilidad de sus manos, las cuales fueron “destruidas” en un accidente automovilístico, en esta ocasión conviene explicitar los componentes de la fórmula: el trasfondo es una mezcla del de Harry Potter (magia, pedagogía, secretos oscuros, villanos ancestrales, etc.) y el de la saga Iron Man (poder, soberbia, individualismo, apertura escalonada hacia el prójimo, etc.). A decir verdad, la propuesta podría haber sido peor considerando los chistecitos bobos que Marvel gusta introducir de manera compulsiva en sus películas, no obstante Derrickson mantiene en todo momento un tono amable que no abusa de las tragedias ni tampoco cae en esa autoparodia tan común en el Hollywood de nuestros días. El desempeño del elenco es un gran punto a favor, con Benedict Cumberbatch a la cabeza como el personaje del título y un séquito de secundarios de calidad que levantan la vara (Mads Mikkelsen, Chiwetel Ejiofor, Tilda Swinton, Rachel McAdams y Michael Stuhlbarg). Aun así, la metafísica de la sanación y todos esos clichés dramáticos siguen aburriendo desde su inocuidad y aportan al déjà vu general que produce el film, a lo que se suman las recurrencias del apartado visual y el hecho de que las secuencias de acción le deben mucho a El Origen (Inception, 2010)…
Stephen Strange es un neurocirujano muy reconocido por su labor, pero también es bastante arrogante y engreído que vive en un lujoso departamento en Nueva York,pasa gran parte de su día en el hospital velando por la salud de sus pacientes. Drásticamente su vida cambia al sufrir un accidente automovilístico que lo deja gravemente herido, por suerte se recupera, pero no del todo. Ha perdido el uso de ambas manos, esto para él es un gran problema ya que no podrá realizar más su labor de cirujano. Se entera de que aún existe una nueva oportunidad y que podrá recuperar el uso de sus extremidades, para eso debe emprender un viaje en el cual se topará con Ancestral, una mujer que lo ayudará y también entrenará, enseñándole que existen otras realidades en la tierra y en todo el universo. El MCU (Marvel Cinematic Universe) saca a la luz la segunda película de la fase 3, ya que su antecesora fue “Capitán América: Civil War”, pero aquí redoblan la apuesta y presentan a un nuevo héroe en la historia, se trata del Doctor Strange, personaje creado por Stan Lee y Steve Ditko en 1963, la misma dupla que dio origen a Spider-Man un año antes. Doctor Strange explora algo que hasta ahora no se había visto en un film de su género, en donde se relacionan lo mágico, lo místico y lo psicodélico. Scott Derrickson viene de dirigir películas como “El Exorcismo de Emily Rose”, “Sinester” o “Líbranos del Mal”, films de terror, se ve que los ejecutivos de MARVEL lo vieron como una buena opción para llevar a cabo este proyecto y que lo hace de buena manera. Al igual que la dirección, la parte actoral del elenco se destaca como uno de los mejores del MCU, tenemos a Benedict Cumberbatch (Sherlock), Chiwetel Ejiofor (12 Años de Esclavitud), Rachel McAdams (Diarios de una Pasión), Tilda Swinton (Las Crónicas de Narnia) y como el antagonista principal Madds Mikkelsen, quien es muy recordado por la serie televisiva “Hannibal”. Benedict Cumberbatch se pone la capa y da una buena interpretación del hechicero, al principio algo engreído pero con el correr de los minutos vemos que es capaz de sacar a flote su lado más carismático. También están bien logrados los personajes de Mordo y Ancestral, interpretados por Chiwetel Ejiofor y Tilda Swinton. Por desgracia los que menos se destacan en la película son Rachel McAdams como Christine Palmer, se nota que solo es el interés amoroso del protagonista en la película y que mas allá de eso no aporta nada en la trama. También es muy desaprovechado el antagonista que es interpretado por el talentoso Mads Mikkelsen, este sigue siendo uno de los más grandes errores de MARVEL, el desperdicio que le da a los malos de la historia, haciéndolos algo descartables. A nivel visual la película es sorprendente y lleva a este héroe a niveles fabulosos y que tenemos suerte de ser inmersos en el, vemos viajes astrales y también somos parte de la lucha en donde los edificios se distorsionan transformándose en un campo de batalla. La película fue filmada con cámaras IMAX, eso aumentara la experiencia cinematográfica a un máximo nivel, digno de ser disfrutado. Lo bueno: Benedict Cumberbatch como Stephen Strange, haciendo una buena interpretación del personaje, otros destacables son Chiwetel Ejiofor y Tilda Swinton, los efectos especiales están bien logrados en todo momento, otro de los puntos fuertes es la música del compositor Michael Giacchino, las referencias de los comics y el cameo de Stan Lee presente como siempre.En lo posible tratar de verla en los formatos 3D o IMAX 3D. No salgan de la sala sin ver sus dos escenas postcreditos. Lo malo: La misma falla que en toda película de MARVEL, sus antagonistas son muy desaprovechados y el humor lo sacan a uno del buen climax generado en la película.
Marvel volvió a los cines con Doctor Strange, con todo lo bueno y lo malo que eso implica. Afortunadamente, esta vez el bien le gana al mal, pero por poco. La megacorporación se decanta por la magia y hechicería para traer un film con la promesa de mostrar un rincón más oscuro de su universo. Con Scott Derrickson en la dirección y Benedict Cumberbatch con la capa de levitación puesta, ¿es ésta la propuesta diferente que tanto prometió y vendió el estudio? Contrario a lo que se especulaba respecto a la trama, esta es una película sobre el origen del personaje. Cómo el doctor Stephen Strange, un neurocirujano adicto al éxito, descubre las artes arcanas para fines egoístas pero termina cambiando su camino por uno más altruista, digno del futuro Hechicero Supremo. Y aunque ya las historias de orígenes estén gastadísimas, el resultado final escapa de los clichés y presenta una fórmula conocida pero que funciona. El elenco que presenta el filme puede funcionar a un nivel superficial, porque otorga color y dinamismo, pero en un segundo análisis, muchas figuras no terminan de cerrar con la historia. El problema más a la vista es el personaje de Rachel McAdams, quien interpreta a la enfermera Christine Palmer, el cual no sirve más que para fomentar el crecimiento del protagonista, sin lograr tridimensionalidad narrativa. O un clásico marvelita, el villano sin profundidad o con la suficiente para dar sentido a la trama. Mads Mikkelsen hace un digno trabajo, pero en términos de calidad, Kaecilius no termina de transformarse en un personaje memorable. Quedará en el limbo del olvido junto con otros villanos de la franquicia como Ronan o el Mandarín. Otra cosa a la que nos tiene acostumbrados Marvel Studios es a la comedia desmedida. Y ya cansa. Con tanta promesa de una película diferente a las demás, se comete el error de siempre: humor forzado que no adiciona nada. Los chistes pocas veces son vehículos narrativos de la personalidad del personaje, como sucedía por ejemplo en la primera Iron Man. La presentación de personajes es algo a remarcar dentro de los logros del film. Si bien esto denota que el guión está bien construido, también es gracias a las interpretaciones de los actores. Aunque ninguno de los actores interpreta a los personajes originales de las historietas, sí hacen un gran trabajo con la versión adaptada para el Universo Cinematográfico de Marvel. Por ejemplo, Stephen Strange no tiene el complejo de Dios con el fue creado por Steve Ditko y Stan Lee en sus primeras historias. Esta versión, como la mayoría de las versiones de las películas, está más edulcorada, lo que no significa que Benedict Cumberbatch no haga un gran trabajo con este papel. Pero por más bien que estén presentados los personajes, la realidad es que esta primera historia del Doctor parecería ser una promesa de lo que se vendrá. Pocos personajes se ven realmente desarrollados, simplemente existen y no hay crecimiento dentro de la trama para algunos. La película da la sensación de dar lo justo y necesario con su historia, por más giros interesantes que tenga, lo cual no está mal, pero es jugar seguro. Marvel ya demostró con Guardianes de la Galaxia (2014) que salirse de la regla le funcionaba. Esta era una película para jugar con los límites y salirse del status quo. El film escapa a algunos clichés del género pochoclero y presenta varios giros argumentales que le dan personalidad, gracias a la metida de mano del mismo director. Derrickson se destaca por su labor con la elección de planos en las escenas de acción: las secuencias más espectaculares parecen salidas de un viaje psicotrópico digno de las viñetas de Steve Ditko, famoso por ser uno de los pioneros en el arte psicodélico. Las estructuras arquitectónicas, los ríos y autos se desdoblan para crear un cuadro muy similar al estilo del artista M.C. Escher, con perspectivas retorcidas. Todo esto le da una personalidad, pero no la suficiente para destacarse del resto de sus hermanas en el MCU. Si algunos creían que Doctor Strange: Hechicero Supremo sería la nueva Guardianes de la Galaxia de Marvel, ya pueden cerrar esas dudas. Strange tiene la misma calidad a la que Marvel tiene acostumbrado al público, grandes valores de producción, montones de guiños y buenas actuaciones. A eso hay que sumar un buen guión y una impresionante dirección, pero los males de siempre y una oportunidad perdida le pesan. Esta película podría resumirse mejor como una promesa por una mejor secuela, una promesa disfrutable.
Un film que te lleva a otra dimensión. “Dr. Strange, Hechicero Supremo” es un festín audiovisual. Los efectos especiales inundan la pantalla, a veces demasiado, pero debemos decir que no sólo están muy bien hechos, sino que también están muy bien logrados. De verdad, es de lo mejor que he visto en materia de CGI (imagen generada por computadora). Los efectos especiales son casi un personaje más, por momentos protagonistas del film. Pero hablemos de Dr. Strange. Un médico excéntrico, con dinero y prestigio profesional tiene un accidente de tránsito (escena muy bien rodada) y a raíz de ello pierde la movilidad total en ambas manos. El querer curarse, como sea, lo lleva a Nepal a visitar un templo en donde aprende a ser “mago”. No un mago que “saca trucos de la galera”, más bien algo más complejo. Como personaje, Dr Strange proviene de un comic de Marvel, creado por Stan Lee y apareció por primera vez en 1963. Para mi gusto, esto de tener como poder la magia, que además es un “poder” que no nació con él o se activó a raíz de un hecho puntual, sino que lo aprendió, mucho no me seduce. Sin embargo, el film desarrolla el origen de Dr. Strange y resulta muy interesante. Ver a Benedict Cumberbatch en el papel de Stephen Vicent Strange, un médico especializado en neurocirugía, es un placer. La transición, el aprendizaje y el camino hasta convertirse en Dr. Strange resultan atractivos. Tilda Swinton, en el papel de Ancestral ha logrado una excelente composición, su trabajo es tan potente y su personaje tan intrigante y misterioso, que opaca en ocasiones al propio Dr. Strange. Dr. Strange tiene muchísimos e inesperados momentos de comedia. Cumberbatch es el encargado de dosificar, la mayoría de las veces, ciertos gags que a mi gusto son acertados. La versión cinematográfica plasma muchas imágenes del comic con bastante exactitud llevados al extremo visual, realmente para ver en 3D y alucinar junto a Dr. Strange en su “viaje”. La película sin dudas da lugar a una segunda parte, en donde veremos al personaje instalado como Dr. Strange con su porte, capa y elegancia luchando contra sus enemigos.
Marvel suma un nuevo personaje a su repertorio y, esta vez, expande un poco más su universo cinematográfico agregando un toque de mística al conjunto. El resultado es la misma fórmula de siempre: una fórmula que no maravilla, ni agrega nada a un género que, ahora sí, parece estancado. Scott Derrickson, acostumbrado al cine de terror de bajo presupuesto, es el director encargado de presentar en sociedad al doctor Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), un cirujano con aires de grandeza, brillante, aunque un poquitín megalómano. A Cumberbatch el papel le calza a la perfección porque está acostumbrado a este tipo de personajes, pero la historia la vimos mil veces, con otros colores, otras formas y otros villanos. Marvel no puede (y no quiere) escapar de la estructura de fábula heroica, del chiste forzado y los antagonistas genéricos. “Doctor Strange: Hechicero Supremo” (Doctor Strange, 2016) tiene todos los elementos para convertirse en un gran relato dramático y, de paso, jugar con el universo mágico, pero se queda en el personaje y en un par de trucos visuales que, a pesar de ser impresionantes, no justifican el todo. Derrickson y su coguionista Jon Spaihts nos cuentan una historia de origen a medias, la de Strange que, tras un accidente automovilístico pierde el uso de sus manos -su herramienta fundamental de trabajo- y hará lo que sea para recuperar su prestigio. Tras descubrir que un ex paciente parapléjico recuperó la movilidad, Stephen se dirige a Kamar-Taj en los Himalayas para aprender un tipo de curación muy diferente. El buen doctor debe dejar su ego de lado e intentar abrir su mente a un mundo de posibilidades y dimensiones alternas. Un poco renuente al principio, el Ancestral (Ancient One) –Hechicero Supremo, interpretado por Tilda Swinton- se niega a introducir al doctor en las artes místicas debido a su falta de fe y arrogancia, por así decirlo. Strange está destinado para convertirse en mucho más que un simple galeno, aunque él no lo vea todavía. Mientras Stephen se entrena junto a otros y va adquiriendo habilidades, Kaecilius (Mads Mikkelsen), un hechicero renegado y sus seguidores, están urdiendo un plan para desatar el poder de la Dimensión Oscura sobre la faz de la Tierra. El resto, pueden imaginárselo. Lo más interesante, desde le aspecto visual, son las diferentes dimensiones que construye Derrickson. Las comparaciones con “El Origen” (Inception, 2010) son inevitables, aunque acá todo se exacerba a la enésima potencia y con bastante psicodelia de por medio. Molesta que el villano sea tan chato, que Strange sea todo un superdotado a la hora de aprender estas nuevas disciplinas y que el humor, casi infantil, arruinen los menores momentos de la trama. Por lo demás, Doctor Strange es una película correcta, como todo en el universo cinemático de Marvel. La diferencia es que acá no hay superhéroes con poderes, sino un planteo muy diferente para combatir las fuerzas oscuras. La historia no puede escapar a la moraleja, y a la falta de un personaje femenino de peso. Swinton no cuenta porque cumple el papel de mentor y hechicero, y a Rachel McAdams apenas le dan unos insignificantes minutos en pantalla. Una película de origen, a la altura de “Ant-Man: El Hombre Hormiga” (Ant-Man, 2015), que promete mucho más para el futuro (o sea, una infinidad de secuelas) y la posibilidad –muy cercana- de conectarse con sus compañeros superheroicos. Marvel se vuelve a dormir en los laureles y pierde una nueva oportunidad para contarnos una gran historia, diferente, y dejar que sus directores se la jueguen también desde lo narrativo.
Un neurocirujano sufre un accidente automovilístico y parte hacia una comunidad donde se instruye en la batalla en contra de fuerzas oscuras. La nueva creación de Marvel pone la pólvora en lo visual y tiene un buen desempeño de Benedict Cumberbatch. Los estudios Marvel presentan a su nueva criatura, Doctor Dr. Strange: Hechicero supremo, basada en el personaje creado por Stan Lee y Steve Ditko en 1963. Acá el choque de dos mundos está por comenzar de la mano del director Scott Derrickson, el mismo de El exorcismo de Emily Rose y Sinister, entre otras películas de terror. El Doctor Strange -Benedict Cumberbatch, visto en El código enigma y muy cómodo en su rol para el cine mainstream- es un prestigioso neurocirujano que cree tener todo bajo control, pero sufre un grave accidente automovilístico y sus manos quedan inutilizadas. En busca de respuestas y de una cura, con su ego golpeado, parte hacia Kamar-Taj, en Nepal, una comunidad donde se instruye en la batalla en contra de fuerzas oscuras y ocultas que quieren destruir el mundo. Allí aparecerán Mordo -Chiwetel Ejiofor- y la mítica Ancestral -Tilda Swinton-, con quienes unirá fuerzas contra el antagonista Kaecilius, encarnado por Mads Mikkelsen. En ese rico entramado entre el universo de la magia y el mundo actual y moderno, al cual se accede a través de portales, se libra la acción de la película. El aspecto visual es, como siempre, irreprochable en este tipo de producciones, con efectos sorprendentes que modifican la concepción del mundo, con escenografías que se transforman bajo los pies de los protagonistas y la Capa de Levitación, otro personaje más dentro del film. El ahora convertido en superhéroe libra su propio combate y mantiene intacto el espíritu de curar a través de la medicina. Los toques de humor tampoco faltarán cuando Doctor Strange ingrese con su cuerpo moribundo a la clínica y se encuentre con su médica de "confianza" -Rachel Mc Adams-, o cuando el espectador vea a Stan Lee en sus acostumbrados cameos, leyendo un libro a bordo de un tren. Después de los créditos hay dos escenas agregadas que adelantan también el peso que tendrá el personaje central en el universo de Los Vengadores. Entre cuerpos astrales, agujeros temporales y dimensiones paralelas, la eterna lucha entre el Bien y el Mal dice nuevamente presente, desarrolla la historia del protagonismo con el tiempo suficiente que ocupa la primera parte para desembocar luego en una verdadera batalla campal donde los efectos son los protagonistas. La película convence con su parafernalia visual -pormomentos resulta abrumadora y tiene ecos de El origen, de Nolan-, y mantiene el interés gracias a la presencia de Cumberbatch como el hombre que combate con su propio ego y se convierte en el nuevo salvador del mundo. Los seguidores de Marvel no saldrán defraudados y seguirán a la espera de más aventuras.
Marvel Studios se tiró por fin a la pileta para llevar a la pantalla grande una historia totalmente distinta a las que nos tiene acostumbrados. Por fin dejó de lado la fórmula reiterativa y agotadora de sus películas para poner en juego la magia, la mística y psicodelia. Sin dudas un gran paso para lo que nos espera de aquí en adelante hasta llegar a Infinity War, donde veremos a todos los personajes juntos. Pero hablemos un poco de quién es Doctor Strange. Nunca fue un pionero de ventas de cómics (ni siquiera cuando obtuvo su propia revista en 1968). Fue cancelada varias veces, tuvo varias versiones y si no se trata de un lector compulsivo de cómics, es probable que el simple espectador lo desconozca. Doctor Strange es uno de los pocos personajes cuyo nombre como superhéroe es el mismo que como civil y lo de doctor no es un alias casual: Stephen Strange es un exitoso neurocirujano con un enorme ego, codicioso e insufrible. De la noche a la mañana su carrera se desbarranca cuando sus hábiles manos quedan destrozadas a causa de un accidente de auto. Luego termina viajando a Tibet, donde le aseguran que vive un anciano capaz de curar los daños en sus manos. El anciano resulta ser un maestro de las artes místicas y aunque al principio se muestra escéptico, Stephen Strange termina convirtiéndose en su discípulo. Tras una serie de pruebas, el ex-cirujano se convierte en el nuevo hechicero supremo, un defensor encargado de proteger la Tierra de amenazas sobrenaturales. Y aunque Doctor Strange no es un personaje tan popular como Iron Man o el Capitán América, en realidad se cuenta entre los más poderosos del Universo Marvel. Su capacidad para manipular energías le otorga un abanico de habilidades sencillamente impresionantes: puede proyectar su espíritu fuera de su cuerpo, posee poderes adivinatorios, de teletransporte, ilusionismo, viaje dimensional y manipulación mental. También puede invocar criaturas de otros planos y proyectar energía mágica de diferentes tipos. Ahora volvamos a la película. Doctor Strange: Hechicero supremo está dirigida por Scott Derrickson, experimentado realizador de películas de terror, pero del cual dudábamos acerca de si se daría mañas para salir airoso de este desafío. Y el resultado probablemente lo ubique dentro de las mejores tres películas más originales e inteligentemente logradas del Universo Cinematográfico de Marvel. Doctor Strange es una película inspirada desde su guion, sus actuaciones y sus efectos especiales. Fusiona teorías New Age, con conocimientos ancestrales y existencialidad sin olvidarse que estamos frente a una película sobre de superhéroes. En la primera media hora del film estamos frente a un intenso drama (inusual para las películas de Marvel) para luego sí arrancar con la acción más particular de este género: cuando Benedict Cumberbatch (Doctor Strange) llega a Nepal, es cuando se hace más disfrutable la trama. Cumberbatch comienza a hacer uso del cinismo del personaje y a desplegar ironías muy cómicas (como el password del WiFi como las bromas que le realiza a Wong, el bibliotecario). En esta parte debemos decir que finalmente Marvel no intenta encajar un chiste tras otro y se toma su tiempo para que fluya con naturalidad. El guion es creíble en todo el proceso de intentar explicar a este nuevo personaje (la parte de la mitología podría haber sido muy complicada de exponer), pero Jon Spaihts junto al mismo Scott Derrickson, supieron tener la capacidad para poner al público poco experimentado en lugar y enseñar las reglas de este nuevo universo. Benedict Cumberbatch forma parte de lo mejor del casting perfecto de Marvel: sus gestos, sus ritmos al momento de hacer uso de las palabras, lo elevan demasiado. Es indiscutida su labor. Otro personaje que se luce es el encarado por Tilda Swinton, el cual trajo aparejado mucha controversia dado que en cómic se trata de un anciano ancestral. Y es probable aquí encontremos los mayores desaciertos: Rachel McAdams es relegada a una dama de compañía, con poco interesante para aportar a la historia (aunque mantiene escenas graciosas) y Mads Mikkelsen no tiene la fuerza que debería, muy a pesar de sus dotes actorales. Está desaprovechado en su totalidad y Marvel no le da el peso suficiente al villano de turno. Por último dejamos a los efectos visuales. Podemos mencionar que no están a la altura revolucionaria de lo que significó Matrix (1999) o El origen (Inception, 2010), pero son muy significativos. En ningún momento se pierde foco en la acción y vemos viajes astrales, distorsión en los edificios transformándose en un campo de batalla… La experiencia cinematográfica en esta película nos transporta a otro nivel, donde no se ven por ningún lado los hilos colgando. Comenzando por la elección de Benedict Cumberbatch como Stephen Strange y continuando con lo difícil que resultaba adaptar este cómic, Doctor Strange es la película más distinta de Marvel/Disney y realmente es algo que debemos celebrar. No volvieron a caer en el guion facilista y encaja perfectamente manteniendo el curso de la narración en todo momento. Bienvenido sea este cambio.
La magia del cine Cuando parecía que todas las trasposiciones de las historietas de Marvel habían llegado a un punto sin retorno tras Deadpool (2016), en donde el irreverente héroe rojo bordea el ilícito y se maneja dentro de un límite muy fino entre el delinquir y el hacer bien, llega Doctor Strange: Hechicero supremo (Doctor Strange: The Sorcerer Supreme, 2016), película de Scott Derrickson (Líbranos del mal) que no sólo logra imponer su conocimiento de género, sino que principalmente, eleva este tipo de producciones a otro nivel, y construye un film familiar con una lograda producción. La historia de cómo el Dr. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), un excéntrico cirujano multimillonario, amante de los lujos y la buena vida, debe asumir tras un accidente una nueva manera de relacionarse con el mundo, dejando de lado su ego y comenzando a depender de los demás, principalmente de su novia (Rachel McAdams), es sólo el puntapié inicial para una propuesta que tiene como epicentro la sabiduría budista y una conexión física para construir una sólida propuesta visual y narrativa. Mientras el Dr. avanza con algunas mejoras en su fisiología, su cabeza, impecable por cierto, sigue tratando de comprender cómo puede hacer para volver el tiempo atrás a ese instante en donde todo era perfecto y él podía ser dueño de sus actos. Al enterarse que una persona recibió una tratamiento particular para poder volver a caminar, se embarca sin decirle nada a los suyos a encontrarse con esa especialista (Tilda Swinton) que le habilita la posibilidad de viajar en el tiempo y de alguna manera, volver a recuperar su potencial y capacidad para seguir adelante. Pero como “todo gran poder conlleva una gran responsabilidad” ese fortalecimiento corporal lo lleva a ser parte de la resistencia y tratar de detener un siniestro plan para destruir la tierra. El guión del propio Derrickson, más Jon Spaihts y C. Robert Cargill, profundiza en el humor que la serie original de Stan Lee y Steve Ditko proponía y se apoya en el nivel actoral de un elenco de lujo que apuesta a trabajar sus personajes con una solvencia y una calidad que impacta. Doctor Strange: Hechicero supremo llega para que el universo Marvel se recargue con una película que más allá de su sólido elenco eleva la propuesta con un potente desarrollo visual, que recuerda por momentos a films clásicos de género, pero también a propuestas más recientes como El Origen (Inception, 2010) o Interestelar (Interstellar, 2014).
En los últimos años, Marvel Studios consolidó una indiscutida fórmula de éxito, pero sabe qué partes de la ecuación tocar para que el resultado siga alegrando a los fanáticos. Doctor Strange: Hechicero Supremo (Doctor Strange, 2016) así lo confirma. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), un talentoso y arrogante cirujano de Nueva York, sufre un accidente automovilístico que perjudica su principal herramienta de trabajo: las manos. Dispuesto a todo para recuperarse, prueba infinidad de procedimientos médicos, siempre en vano. La última oportunidad lo lleva a Nepal, donde supuestamente residen monjes capaces de hacer sanaciones milagrosas. Allí conoce a Ancestral (Tilda Swinton), que le revela un mundo más allá de lo real; un mundo pleno de magia, de héroes… y de villanos, empezando por Kaecilius, hechicero renegado con planes demasiado lúgubres. Una serie de entrenamientos y lecturas harán del otrora escéptico Stephen no sólo un hombre poderoso sino un nuevo superhéroe. A diferencia de las historias de Los Vengadores (con excepción de Thor), aquí no hay elementos de ciencia ficción ni tecnología avanzada sino que la espectacularidad viene de la magia. Los viajes astrales, la manipulación del tiempo, y el espacio están a la orden del día. Las secciones de edificios y ciudades enteras doblando o flotando remiten a las imágenes más alucinantes de El Origen (Inception, 2010). No es la única película de Christopher Nolan a la que asemeja: la incursión del protagonista en tierras lejanas y su duro entrenamiento recuerdan al comienzo de Batman Inicia (Batman Begins, 2005). Pero no se queda en meras copias y sigue siendo un film cien por ciento Marvel, con acción, drama en dosis justas y buena cantidad de humor. Los antecedentes de Scott Derrickson no lo hacían el candidato perfecto para encargarse de un tanque Marveliano, mucho menos de uno que involucra a un personaje tan emblemático de la compañía. Su carrera transita mayormente el género de terror, y la única superproducción que dirigió, El Día que la Tierra se Detuvo (The Day the Earth Stood Still, 2008), basado en el clásico de los ‘50, no es demasiado memorable. Sin embargo, en Hellraiser: Inferno (2000), El Exorcismo de Emily Rose (The Exorcist of Emily Rose, 2005) y Sinister (2012) y Líbranos del Mal (Deliver Us from Evil, 2014), Derrickson presenta a individuos que se mueven entre el mundo real y un universo alterno, muchas veces de naturaleza oscura. En el caso de Strange, el tormento ocasionado por el accidente le permite buscar una cura más allá de la ciencia y se conecta con su lado místico. Gracias a su desempeño como el doctor y mago, y al igual que Chris Pratt en Guardianes de la Galaxia (Guardians of Galaxy, 2014), Benedict Cumberbatch empata en carisma y presencia a Robert Downey Jr como Tony Stark/Iron Man. Cumberbatch tiene clase cuando sufre, con salidas graciosas y a la hora de combatir contra sus adversarios. También están muy aprovechados la siempre excelente Tilda Swinton (en un papel originalmente masculino; hoy resulta difícil pensar en otra persona para ese papel), Mads Mikkelsen, Benedict Wong y Chiwetel Ejiofor, quien encarna a Mordo, uno de los buenos que comienza a cuestionarse los valores de quienes considera sus mentores y amigos. Como era de prever, Rachel McAdams queda en su segundo plano; su rol de colega y ex pareja de Stephen aparece en momentos cruciales, pero así y todo quedó a muy poco de ser un decorado más. Lo mismo Michael Stuhlbarg, de escasa participación, y Scott Adkins, aunque puede hacer gala de su destreza a la hora de pelear. Doctor Strange: Hechicero Supremo presenta el costado místico de Marvel, pero sin abandonar la gracia, la espectacularidad y el heroísmo, y catapulta cinematográficamente a un personaje que ya encanta a los espectadores. Y sí, también hay dos escenas postcréditos.
Antes que nada aclaro que si bien soy muy comiquero nunca tuve en mis manos una historieta de Doctor Strange así que mi opinión y conocimiento sobre el personaje es totalmente virgen. Con este film Marvel llega a las 14 películas como estudio desde el estreno de Ironman en 2008 y terminó de afirmar una cuestión que vengo señalando desde hace un tiempo: el uso de la misma fórmula comienza a cansar un poco. ¿Cuál es esa fórmula? El utilizar la misma estructura que vimos en la primera aventura de Tony Stark una y otra vez en los guiones y además el exceso de humor para cortar secuencias de acción y/o escenas dramáticas. Se arruinan muchos climas de esa manera. Pero claro, ¿Quién se atrevería a matar (o si quiera cuestionar) a la gallina de los huevos de oro? Marvel está más fuerte que nunca tanto en recaudación como en aceptación tanto de los fans como de la crítica. Han construido un imperio que parece que no se puede cuestionar y quien se atreve a hacerlo es acribillado en el mundo virtual… En fin, solo señalo un tema de desgaste porque a pesar del mismo no hace que este estreno sea malo en lo absoluto. El film es muy entretenido, tanto que pasa muy rápido y en gran parte es por el carisma indiscutido de Benedict Cumberbatch. Otro casting perfecto de parte de Marvel, tanto que poco y nada importan sus co-protagonistas a tal punto que se deslucen Rachel McAdams y Mads Mikkelsen. Por su parte Tilda Swinton está muy bien en un papel que trajo mucha controversia porque en el comic el personaje que interpreta es un anciano oriental. Y en cuanto a los efectos visuales claro que son excelentes pero no coincido en que son reveladores y que cambian las reglas del juego sino más bien se tratan de una escalada a lo hecho por Christopher Nolan en El origen (2010). El director Scott Derrickson tomó el “manual de estilo de Marvel” y lo siguió al pie de la letra para brindar un buen producto pero sin ningún tipo de sello personal o aspiración. Doctor Strange es una buena película de superhéroes que dejará más que satisfechos a los fans de siempre y a los instantáneos que aparecen cada vez que sale una propuesta así, pero que carga con un agotamiento que estaría bueno que el Estudio corrija ya que vamos a seguir teniendo dos estrenos por año durante mucho tiempo más.
SORPRESA Y DIVERSIÓN El personaje creado por Stan Lee (aparece brevemente en el film) dibujado por Steve Ditko acorde a la época: psicodélica, de prácticas alucinógenas, de fascinación por lo fantástico. El inicio de los sesenta. Y en esos dibujos se basaron los efectos especiales que lucen el trabajo de 49 profesionales, 3000 diseños y 40 maquetas. Una inversión millonaria para un tanque que es el inicio de una saga. Se filmó en Londres, Nueva York, Katmandú y Hong Kong y se fabricaron sets inmensos, de 1200 metros cuadrados. Todo para los universos paralelos, multiverso y dimensiones alternativas. El resultado es una muestra de efectos especiales realmente fascinantes, algunos recuerdan sin dudas el mundo de “El origen” de Cristopher Nolan, y a The Matrix, que ocupan buena parte de la película. El protagonista es perfecto, un Benedict Cumberbatch que responde al personaje egocéntrico en desgracia (un cirujano cerebrovascular que en un accidente se lastima sus manos y no puede ejercer) que va en busca de un cura y resulta transformado en superhéroe con capa que le permite levitar y todo. Cumberbatch es a Strage, lo que Robert Downey jr. a Ironman y Ryan Reynolds a Deadpool: único e irreemplazable. Con humor, sarcasmo y en plena transformación de ser insoportable a imprescindible para el mundo. Un superhéroe distinto, original y atractivo. Lo acompañan Chiwetel Ejiofor, Rachel MacAdams, Benedict Wong, Tilda Swinton y siguen los nombres. Dirige Scott Derrickson. El resultado es pura sorpresa y diversión de marca mayor.
Abriendo las puertas de la percepción. La película de Scott Derrickson revitaliza el alicaído subgénero de superhéroes con su incursión en el universo de la psicodelia. Toda energía tiende a agotarse con el tiempo. Es una ley física, una de las que rigen el universo y que también puede aplicarse al cine. Por ejemplo, a las películas de superhéroes, ese virtual subgénero que reúne en sí mismo elementos de lo fantástico, del pulp, de la ciencia ficción, a veces también de la comedia o del drama –incluso ambas a la vez– y hasta del relato mítico. Las hay buenas, otras mediocres, varias bastante malas y un puñado de ellas son grandes películas. Dentro de ese selecto grupo debe incluirse a Doctor Strange, hechicero supremo, de Scott Derrickson, construida con un poco de todos los elementos enumerados más arriba, pero que también le aporta a la fórmula, como detalle distintivo y novedoso, la inclusión de lo místico. Claro que habría que definir qué significa “una gran película” y qué es lo que se entiende cuando se califica así a alguna de ellas. Aunque es imposible acordar una definición absoluta, para el caso alcanza con decir que una gran película puede ser aquella que consigue poner los recursos técnicos y narrativos del cine al servicio de contar con eficiencia una historia, sin manipular ni subestimar al espectador y aportando una mirada propia y original, ya sea desde el relato o desde su forma, aún cuando su punto de partida no necesariamente lo sea. Todo eso se cumple acá. El doctor Stephen Strange es un neurocirujano estrella, una celebridad de la medicina, a quien un accidente de tránsito que casi le cuesta la vida le deja las manos arruinadas. Como un pianista, las manos son instrumentos vitales en su profesión y el narcisista doctor Strange siente que sin ellas su vida dejó de tener sentido. Hasta que se entera que en un áshram en el Tíbet puede encontrar una solución para su problema más allá de las ciencias en la que confía. Interpretado por el inglés Benedict Cumberbatch, el doctor Strange comparte muchas de las características con las que Robert Downey Jr. construyó su Tony Stark en Iron Man. El humor, el sarcasmo y grandes dosis de egomanía son las herramientas de seducción que hacen que el personaje resulte a veces algo irritante, pero siempre encantador. Junto a títulos como Guardianes de la Galaxia (2014), Ant-Man (2015) o Deadpool (2016), Doctor Strange forma parte de la última camada de films de superhéroes producidos en base a personajes de esa fábrica de la historieta que es Marvel Cómics. Todas ellas parecen una respuesta a la crisis producida con el estreno de Los Vengadores: La era de Ultrón (2015). Dirigida por Joss Whedon, aquella película marcó un punto de quiebre que parecía indicar que en efecto toda energía tiende a agotarse y que eso era lo que estaba pasando con el género. Esquemática y reiterativa, La era de Ultrón puso en apuros al modelo del relato de superhéroes, repitiendo recursos y estructuras que hacían evidente que en ella había más cáscara que contenido. Para pasar el mal trago, los responsables de las franquicias de Marvel en el cine (los estudios Disney y Fox se reparten el catálogo del sello) empezaron a apostar por personajes menos populares que les permitieran renovar las formas y aportarle aire fresco a los relatos. Original y estimulante, Doctor Strange aborda el universo de lo místico y lo espiritual, territorio virgen dentro del género. Si en la mayoría de los personajes el poder se vincula a la potencia física o mental, en el caso de Strange tiene su origen en la capacidad de aprender y en la voluntad de aceptar la finitud para trascender el mundo material. Un trabajo arduo para quien se formó en el terreno de las ciencias fácticas. O como le dice a la milenaria maestra interpretada por Tilda Swinton: “Viste el mundo a través de un agujero y te pasaste toda la vida tratando de agrandar ese agujero”. Uno de los aciertos del film reside en su habilidad para abrir las viejas puertas de la percepción de las que hablaba Aldous Huxley e ilustrar el universo al otro lado del agujero. Para ello se permite recurrir a la psicodelia, estética propia de los años ‘60 en los que el personaje fue creado. El resultado es visualmente asombroso y permite disfrutar de una experiencia infrecuente en el cine. Otro enorme punto a favor tiene que ver con el lúdico desenlace en el que, para derrotar a un enemigo invencible, Strange pone a su favor la forma en que el tiempo es percibido, como si se tratara de Bill Murray en Hechizo de tiempo. Y toda cita a Hechizo de tiempo, cuando está bien realizada, representa en sí misma un enorme valor agregado.
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El superhéroe que domina los secretos de las artes místicas Doctor Strange: Hechicero Supremo, película basada en el cómic concebido en 1963 por Steve Ditko y Stan Lee (la misma dupla de El Hombre Araña), es un nuevo intento de Disney y Marvel por seguir expandiendo el universo de superhéroes. La apuesta esta vez salió bien, ya que el film dirigido y coescrito por Scott Derrickson (El exorcismo de Emily Rose, Sinister, Líbranos del mal) bebe de múltiples fuentes reconocibles, pero le agrega elementos visuales, narrativos y dramáticos que lo diferencian de otras propuestas recientes del género. El impecable prólogo presenta a Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), un neurocirujano arrogante y narcisista cuya brillante carrera se derrumba cuando choca su Lamborghini y sus manos quedan seriamente afectadas. El protagonista entra en una zona depresiva que incluye maltratos a su servicial colega Christine Palmer (Rachel McAdams) hasta que se entera de que en Nepal hay una suerte de sociedad secreta liderada por Ancestral (una hechicera celta interpretada por una Tilda Swinton aquí totalmente pelada) que domina los secretos de las artes místicas. Strange iniciará allí un largo proceso de recuperación y aprendizaje hasta convertirse en el Hechicero Supremo al que alude el subtítulo de estreno local. En la trama -que incluye escenas rodadas en Londres, Nueva York, Katmandú y Hong Kong- habrá enfrentamientos con el malvado de turno llamado Kaecilius (Mads Mikkelsen), quien también fuera formado por Ancestral, y la aparición de buenos secundarios como Mordo (Chiwetel Ejiofor) y Wong (Benedict Wong). El Strange de Cumberbatch tiene muchos atributos que lo ligan con el Tony Stark de Robert Downey Jr., los diálogos remiten por momentos a la filosofía con toques new age de Matrix (pero sin tanta solemnidad) y los efectos visuales (con un buen aprovechamiento del 3D) van en la línea de El origen, de Christopher Nolan, aunque aquí también hay varias secuencias surrealistas y alucinatorias dignas de un trip lisérgico en la era del LSD. Como siempre, también hay un cameo del mítico Stan Lee y dos escenas en el medio y al final de los créditos de cierre. A quedarse, entonces, en la butaca unos minutos más.
A la altura de las mejores de Marvel La película inicial de este nuevo superhéroe comienza siendo todo un disfrute. No es una regla infalible, pero suele cumplirse: las película de iniciación de los superhéroes suelen ser las mejores. No sabemos qué le deparará el futuro al Dr. Strange, pero este primer capítulo, donde se cuenta cómo el neurocirujano Stephen Strange se transforma en un Vincent Price volador, de capa y poderes mentales, está a la altura de las grandes producciones de Marvel. Doctor Strange está a tono con los tiempos que corren: en la era de la neurociencia transformada en la nueva autoayuda, he aquí un neurocientífico que encuentra la iluminación en el Tíbet y le da un vuelco a su vida, combinando sus rigurosos conocimientos previos con la apertura del tercer ojo. Manes, Bachrach y compañía lo adorarán. Aquí se habla tanto de neurotransmisores como de chakras, de energía, de espíritu: “Los Vengadores protegen al mundo de amenazas físicas. Nosotros, de amenazas místicas”, le explican al azorado Strange en el monasterio tibetano antes de su mutación. ¿Suena a cachivache? Pues no. De hecho, lo más disfrutable de la película está en todo lo que ocurre ahí, en las montañas asiáticas. Mucho tiene que ver con el poder de la elegancia británica: Tilda Swinton, la mentora, y Benedict Cumberbacht, el aprendiz, forman una dupla perfecta. También, con que hay buenas dosis de humor -con las referencias pop habituales en Marvel- intercaladas con las enseñanzas filosófico-espirituales. Algunas de las cuales son más interesantes de lo que aparentan: “Los pensamientos le dan forma a la realidad”, dice la mentora. Otro punto a favor es que las peleas, ese ingrediente tan ineludible como tedioso en este tipo de películas, son bastante novedosas. De impronta psicodélica, tienen una estética que recuerda a Escher (como en Origen, de Christopher Nolan, los edificios se hunden, los planos giran y el suelo pasa a ser el techo), a Fantasía, de Walt Disney (hay una increíble capa con vida propia) y a los dibujitos animados más delirantes de Looney Tunes. Para sintetizar la combinación de acción y misticismo de Dr. Strange, quizá baste con contar que hay un combate entre dos cuerpos astrales. Lo que falla es el villano. Kaecilius (Mads Mikkelsen, el danés de la serie Hannibal y La cacería) nunca parece una amenaza real: aquí quizá se les fue la mano con los chistes (después de todo, esto no es una comedia como Deadpool). Por eso, la segunda mitad de la película, en la que Dr. Strange debe salvar a la humanidad, no está a la altura de su etapa de aprendizaje. No se la puede tomar en serio. Lógico: la verdadera lucha de este superhéroe místico es contra su ego.
Con el carisma ante todo Hablar de Marvel en el cine casi siempre se reduce a hablar de fases y universos expandidos. Pero si bien justamente ese es el aspecto que más se incita a analizar, me parece mucho más acertado ver sus obras como parte de una antología. Muchas historias – inevitablemente unidas entre sí – que dan cuenta de la reinterpretación de distintos personajes bajo la mirada de un contexto actual globalizado, regido por la instantaneidad de las nuevas tecnologías y el mandato del mercado internacional. Por fuera de la discusión sobre la fidelidad de la historieta, Doctor Strange es la continuación de la sólida hegemonía Marvel dentro de las adaptaciones comiqueras, a base de mantener la fórmula que los posicionó en lo más alto: Personajes carismáticos, grandilocuencia visual y un mínimo hilo conductor que pueda asegurar la calidad de exportación. Sin embargo, esta fórmula se encuentra lejos de estar estancada cuando Kevin Feige y compañía saben precisamente qué componentes tocar para que siga pareciendo tan fresca como siempre, incluso con una estructura genérica: La revelación de un poder oculto, la redención del héroe y un villano con sus motivaciones de vida eterna, clásicas de cualquier film de superhéroes. Es por eso que la clave del hechicero supremo está en los detalles. La historia de cómo Stephen Strange, un cirujano renombrado por su talento y arrogancia, se sobrepone a un accidente automovilístico que le inutiliza las manos y termina superando sus limitaciones físicas a partir de la fortaleza espiritual, no podría haber brillado si no fuera la incorporación de un elenco notable. La participación de actores de corte más dramático, hasta con experiencia en teatro clásico, como Benedict Cumberbatch, Tilda Swinton o Chiwetel Ejiofor hacen que suene increíble que una película de superhéroes pueda ser sustentada por ellos tres desde un aspecto más terrenal como la interpretación y los diálogos por sobre los efectos especiales. No me malinterpreten, el CGI sigue siendo una parte fundamental de la experiencia esotérica que significa este mundo de magia y portales místicos, y lógicamente se roba el protagonismo durante los momentos de acción ingrávida al mejor estilo Inception (2010). Pero pasando por alto que los impresionantes escenarios cósmicos lleguen a opacar en gran medida el interesante mensaje de auto superación que recorre el film, las sensaciones finales se hacen mucho más valiosas cuando no todo se reduce a explosiones y trompadas. El Doctor Strange personificado por Cumberbatch toma mucho de la entrañable impronta soberbia de su otro gran rol en la serie Sherlock, y esto lo posiciona como un superhéroe más astuto y precavido que sus compañeros de editorial. Aun comparándolo con el Iron Man de Robert Downey Jr. Strange sale ganando al hora resolver disputas de la manera más inteligente cuando tiene todas las de perder. Esto también se justifica en la naturaleza reflexiva de su compañero Mordo (Ejiofor) y su mentora, la Ancestral (personificada por Tilda Swinton). Siendo un gran acierto para este tipo de papeles comúnmente interpretados por hombres, el caso de la inclusión de Swinton en esta producción no deja de ser curiosa. Originalmente, el personaje del Ancestral era retratado en la historieta como un anciano maestro originario de Nepal con rasgos tradicionalmente orientales. Lo que generó semejante cambio (de género y de color de piel) se traslada a la injerencia que tiene el mercado chino para la industria cinematográfica hollywoodense en la venta de entradas y la delicada situación política-territorial que existe entre el gigante asiático y gobierno nepalés. No obstante, a pesar de que la actriz británica le otorga un encanto distinto a un personaje atravesado siempre por los estereotipos, este tipo de modificaciones dan cuenta de otro tipo de occidentalizaciones que ostenta Marvel en sus producciones por fuera de las cuestiones comerciales. El mejor ejemplo se ve en una de las escenas más conocidas, repetidas en los trailers y aplaudidas en todas sus funciones: El aguerrido Mordo le entrega un papel al inexperto protagonista con la enigmática palabra Shamballa escrita en él. Confundido, Strange le pregunta si ese sería su mantra y termina aún más sorprendido cuando le responden “Es la clave del Wifi. No somos salvajes”. Más allá de las risas y la complicidad del guion con el público actual naturalizado con el internet, queda implícita que la noción de salvajes que se tiene por estos lados es justamente la que el universo de Doctor Strange intenta defender a partir de las enseñanzas espirituales ajenas a las nuevas tecnologías. Este prejuicio no deja de ser una curiosidad cuando la mayor parte de la población mundial nunca realizó una llamada telefónica. Marvel siempre será Marvel con su visión occidental del mundo. Especialmente si toda la película se basa en la cultura oriental y los principales santuarios místicos mencionados en el film se encuentran en Nueva York y Londres (?). Sin embargo, estos detalles culturales no dejan de ser comunes en cualquier estreno proveniente del país del norte, así que difícilmente se pueda condenar a la película en su totalidad sólo por ser parte de una industria prejuiciosa por principio. En palabras generales, Doctor strange deja un poco de lado esa impronta juvenil del remate efectivo y la explosión fácil que tanto caracteriza a Marvel. Y lo bien que hace. El fundamento espiritual que hay detrás de los poderes y las rivalidades es una grata sorpresa dentro de un género, que al menos a simple vista, viene en piloto automático. Todo esto, sumado a la acertada elección de Benedict Cumberbatch para reinterpretar a un personaje icónico, es lo que definitivamente hace del film lo mejor que haya sacado la casa de las ideas hasta ahora. “No vencemos nuestros demonios. Sólo los dejamos atrás”, explica La Ancestral con sabiduría para referirse a la mejor manera de superar los miedos. Los villanos siempre vuelven. Una metáfora perfecta para asegurar que Marvel ya debe estar pensando en la secuela.
FANTASIA Más allá de los kilos de marketing y los excesos de campañas de difusión de dimensiones globales, hay detrás del fenómeno Marvel en el cine al menos una serie de gestos interesantes, que permiten ver cómo cada película es pensada incluso más allá de su función de producto recaudador. Es decir, después de ocho años de estrenar películas a razón de dos por año, ese universo de historias que se cruzan y se retroalimentan sigue funcionando a pesar de las variantes en tonos y registros que cada película -inevitablemente- impone: está claro, y por más que haya elementos similares, no es lo mismo una película de Iron-Man que una de Thor o una de Capitán América. La gigantesca franquicia es pensada como un todo con múltiples conexiones, pero no por eso deja de tener (salvo excepciones, pienso en Iron-Man 2) un valor por unidad; cada film es importante y genera en la acumulación un conjunto que fluye con una lógica impecable, algo que casi no tiene parangón ni siquiera en el circuito de cine de autor. Todo esto se observa también en Doctor Strange: hechicero supremo, nuevo personaje que se incorpora al universo cinematográfico de la compañía con un muy buen primer paso. Otra cosa que se observa con singular claridad en Doctor Strange: hechicero supremo es la facilidad que tiene esta gente para instalar personajes nuevos, lográndolo sin quebrar la lógica general: en la historia que se cuenta todos estos personajes habitan el mismo universo, y por más que haya elementos que nos lleven a pensar en lo hiperbólico del asunto, nunca dejamos de creer en lo que está pasando en la pantalla. Hay un verosímil ajustadísimo. Pero además, es evidente que Marvel va renovando el aire de la franquicia cada tanto, con símbolos que se repiten, pero con la conciencia del respeto que se debe sostener sobre los viejos mitos. El Strange de Benedict Cumberbatch, por cuestiones psicologistas, es una criatura que tiene mucho del Tony Stark de Robert Downey Jr.: el mejor en lo suyo, arrogante, individualista, solitario, clase social alta. Sin embargo, mientras Stark tiene que hacer un descubrimiento personal que tiene que ver con él mismo como parte de la estructura capitalista (por eso se convierte en una máquina, máquina que a su vez está construida con los propios materiales de su imperio industrial), Strange hace un descubrimiento que es también interior pero tiene que ver más con lo espiritual y con un saberse parte de una estructura mucho más subjetiva y universal cuanto mística. En ambos personajes prima la pérdida de lo individual por sobre un bien superior, ese es su proceso educativo en el mundo Marvel. Doctor Strange: hechicero supremo es la nueva Iron-Man, es la que viene tal vez a imponer nuevas criaturas para seguir rizando el rizo. Y si usted es de los que creen todavía que todo no es más que una pavada, vea nomás lo que están haciendo Warner y DC Cómics… Una parte fundamental del éxito comercial y artístico de Marvel está relacionado con la empatía y la conexión con el espectador, a partir de una decisión que tiene que ver con algo indispensable: el casting. Veamos, en Doctor Strange: hechicero supremo tenemos a Benedict Cumberbatch, Chiwetel Ejiofor, Tilda Swinton, Mads Mikkelsen, todos nombres consagrados incluso en otro perfil cinéfilo que podrían estar haciendo tranquilamente películas de autor en Europa. Pero no. Y dejemos de lado el cheque voluptuoso que deben haber recibido, porque lo que se ve en pantalla es una energía y un carisma arrollador, incluso un espíritu festivo de gente grande que se divierte disfrazándose de hechicero, mago, villano o lo que sea. Es desde ahí, desde esas presencias que por el peso de sus nombres propios nos piden algo de respeto, que Marvel trafica sus ideas y que incluso se acerca a un público externo al cómic. Porque está claro, las películas de Marvel ya son patrimonio del cine y cada vez más (a pesar de los guiños hacia los fanáticos) se valen por sí solas. En Doctor Strange: hechicero supremo el cásting vuelve a ser perfecto y esa sensación está pautada por la idea de que no pareciera haber otro actor capaz de interpretar a esos personajes. Por los tráilers y por la propia materia que compone al personaje, la película de Scott Derrickson supera incluso las limitaciones que uno suponía. Es decir, todo el elemento espiritual y new age está presente y tiene su peso en la trama, pero queda relegado a un plano lateral e incluso sobre el final se le da un interesante giro que la aleja del solemne libro de autoayuda con acción y aventuras que podría haber sido. Pero el logro principal del director es construir una película que aprovecha el dispendio de CGI a su favor, algo que no siempre sucede en este tipo de propuestas, construyendo imágenes de una belleza absoluta y reimaginando los chiches visuales de una película como El origen llevándolos a una instancia que el propio Christopher Nolan nunca pudo hacer. Si en aquella lo imaginativo era aplastado por la recurrencia a la explicación típica del director, aquí esas imágenes se suceden con un sentido plástico que le suman otra dimensión a la aventura. Y ese espíritu lúdico, que se observa también en la construcción del anti-héroe existencialista de Strange y en la actuación del imprevisible Cumberbatch, es un juego constante con las posibilidades de la fantasía. Si bien tiene sus lagunas narrativas y su repetición algo molesta, Doctor Strange: hechicero supremo aparece como la película de Marvel más libre, imaginativa y despojada, la que menos hace evidente sus finos hilos de factura industrial.
Crítica emitida por radio.
Doctor Strange, el nuevo héroe de Marvel El universo fílmico de Marvel se sigue extendiendo y ahora es el turno de conocer al personaje más místico de la franquicia Stephen Strange es un cirujano exitoso, rico y engreído que ve como su mundo se derrumba cuando tras un accidente automovilístico pierde la movilidad de las manos. Apesadumbrado pero sin darse por vencido viaja al Tíbet para descubrir que es mucho más que un simple médico, que su destino es convertirse en un Hechicero Supremo. Doctor Strange: Hechicero supremo es muy diferente a las anteriores cintas de Marvel, aquí la historia se mueve en un terreno que va de lo metafísico al misticismo. La utilización de los escenarios digitales (muy parecidos en algunas secuencias a los utilizados por Nolan en El Origen) combinados con las locaciones reales, le da al filme un toque psicodélico. El director Scott Derrickson nos introduce en la historia a través de estos decorados que se mueven como caleidoscopios y también siguiendo las peripecias del personaje principal, un Benedict Cumberbatch impagable, cínico e irónico pero carismático también, al que el papel le sienta de maravillas. Por supuesto el elenco que lo acompaña no decepciona: Rachel McAdams, Chiwetel Ejiofor y Tilda Swinton, a quienes hay que sumar a uno de los mejores villanos que nos ha dado el estudio: Mads Mikkelsen (es por lejos, junto al Loki de Thor, el más interesante de los chicos malos de la fábrica de superhéroes creada por Stan Lee). En síntesis, Doctor Strange: Hechicero Supremo, es una película entretenida, muy original, bien narrada, visualmente deslumbrante, con un tono surrealista que atrapará no sólo a los fanáticos de las viñetas.
Se le podrá objetar muchas cosas a Marvel pero en materia de calidad y entretenimiento es una compañía que está a años luz de la competencia. Doctor Strange consigue introducir al público un superhéroe clase B, que nunca generó pasión de multitudes y tuvo un origen inusual (ver nota), y al mismo tiempo complace a los fans del cómic con numerosos guiños sobre eventos y futuros personajes que podrían aparecer en el cine. El director Scott Derrickson encontró el balance perfecto en esta cuestión y su película le hace justicia a un cómic muy especial que en su momento elevó los contenidos creativos de este arte a otro nivel. La historia de Strange introduce la magia en el universo cinematográfico de Marvel y la aparición del personaje va a tener repercusiones importantes en los filmes de otros superhéroes. Los Vengadores pasan a ser justicieros de cabotaje, que se dedican a minucias pasajeras como la salvación del planeta Tierra, mientras el Doctor lidia con la supervivencia del universo. Strange viene a cambiar las reglas de juego en estas películas y trabaja la magia a través de los contenidos esotéricos y místicos que son los elementos que hicieron tan especial a este particular hechicero. Me hubiera gustado que Marvel se la jugara un poco más en lo referido al despertar espiritual de Stephen Strange que parece muy contenido, como si el estudio hubiera tenido miedo de mencionar muchas veces la energía de los chakras en la trama o que el film resultara demasiado místico. De todas formas el relato del director Derrickson compensa esta cuestión con algunos momentos memorables. La escena en que el personaje de Tilda Swinton toca con su pulgar el entrecejo de Strange (la apertura del tercer ojo para los que están en el tema) y lo introduce en otro plano de conciencia califica entre de los grandes momentos cinematográficos del año. Se trata de una secuencia impactante en el que suceden varias cosas a la vez. Por un lado la satisfacción sublime de ver que detrás del film hubo un director que entendió el cómic que trabajaba y le rinde homenaje a toda la psicodelia hermosa que caracterizó las historias de Strange. Al mismo tiempo sumerge al espectador que no conocía al superhéroe en una experiencia lisérgica que tiene más magia que la nueve películas que se hicieron con el mundo de Harry Potter. Caber destacar que los cambios que le hicieron a la historia, por motivos políticos y comerciales, no afectan como uno hubiera esperado al tratamiento del personaje. En la trama original Strange obtenía sus poderes en el Tíbet a través de un maestro chino. En la película cambiaron el escenario por Nepal, ya que de otro modo el film hubiera sido prohibido en China y Marvel perdía un mercado enorme. El Anciano en este caso es una mujer de origen celta y aunque el personaje tiene características diferentes, Tilda Swinton brinda una gran actuación donde mantiene la esencia del mentor de Strange. La película está sostenida con un gran reparto donde Benedict Cumberbatch se adueña por completo del superhéroe para ofrecer una interpretación impecable. El personaje está muy bien desarrollado y marca una clara diferencia en el conflicto personal que vive con Tony Stark, quien tenía un concepto similar en la historieta. El actor danés Mads Mikkelsen tiene muy buenos momentos en el rol del villano y aunque Kaecilius no tiene el carisma de Loki, al menos es funcional a la historia y sus motivaciones no sólo son válidas sino que tienen sentido. Algo que no vimos en Batman vs. Superman, Escuadrón suicida y la última entrega de los X-Men. Más allá del tratamiento de los personajes, Doctor Strange es una propuesta de fantasía que ofrece un espectáculo imponente en lo referido a las secuencias de acción, donde la magia y las diferentes dimensiones juegan un papel clave. Desde la puesta escena visual el trabajo de Derrickson es impecable y si hay un estreno que este año no podés dejar pasar en 3D es este, ya que el formato enriquece el trabajo del director. Mi gran objeción con esta película y su principal defecto pasa por el gran parásito de Marvel que es el tratamiento del humor. Es hora que empiecen a bajar unos cambios con esta cuestión porque no sólo es irritante, sino que además es un modo de subestimar al público. Esta manía que los personajes tienen que ser chistosos para llegar mejor a los espectadores que no consumen cómics es una estupidez insostenible. Hay diálogos humorísticos de esta película que son penosos de ver porque se nota que están forzados. Tampoco hay que irse al extremo del cine depresivo de Zack Snyder, más bien se trata de buscar un equilibrio. En Doctor Strange hay varios momentos donde el humor no fluye con naturalaridad en los diálogos y se podía haber evitado porque el personaje no lo necesita para ser atractivo. Cabe destacar que esto es un problema que excede al trabajo del director Derrickson y Benedict Cumberbatch, ya que es un problema que también afecta los cómics. Hoy la mayoría de los héroes de Marvel parecen haber cursado un seminario de stand up con Jerry Seinfeld y es molesto. Más allá de esta cuestión, Doctor Strange es junto con Deadpool la gran película de cómics de este año que introduce con éxito al público general un personaje apasioanante. Ya pasó el infumable conflicto de origen y el camino que tiene por delante el Maestro de las Artes Místicas es muy prometedor.
El universo Marvel sigue desempolvando personajes menores nacidos de la imaginación de Stan Lee, llevándolos del cómic a la cámara y haciéndolos jugar entre ellos. La última incorporación es Doctor Strange, un nombre fantástico, literario, para una figura está a la altura de la circunstancia. Un cirujano tan brillante como arrogante, que sufre un accidente terrible y pierde, con sus manos heridas, la capacidad para seguir operando. Que es lo mismo que decir que su vida, en plena productividad y éxito, se termina tal y como él la conoce. Interpretado por el talentoso Benedict Cumberbatch (Sherlock), a la cabeza de un elenco con mayoría de acento británico como el suyo -Chiwetel Ejiofor, Tilda Swinton, Benedict Wong-, Strange tiene la, ejem, rareza suficiente como para resultar a la vez atractivo y misterioso, vulnerable y egocéntrico. Cómico, con un gesto mínimo, o intimidante, con esa voz increíble que supo animar al dragón Smaug en El Hobbit. Su búsqueda lo llevará hasta Katmandu donde le han dicho que hay alguien con poderes suficientes como para devolverle los suyos. Allí conocerá a una especie de raro monje que lo llevará hasta una sacerdotisa calva -Swinton-, fuente de sabiduría junto a la que entrena en mágicas artes marciales. Más pronto que tarde lo veremos intentando controlar una capa que levita y enfrentándose, en ida y vuelta por los pliegues de las distintas dimensiones del universo, con el villano Kaecilius -el danés Mads Mikkelsen, de Hannibal, con maquillaje en plan antifaz macabro. El director Scott Derrickson toma con gusto la invitación a la psicodelia colorida que ofrecen el hechicero y su grupo, gente capaz de abrir surcos en la realidad con sólo mover un brazo, o de atravesar una ciudad doblándola en partes, en trucos visuales tomados de Incepction, de Christopher Nolan, pero llevados aquí a un juego más lúdico y espectacular. Con un humor muy particular, que se toma el pelo a sí mismo y a la ridiculez de todo el asunto, Dr Strange consigue, a pesar de la estructura casi obligada de los films de superhéroes hacia la gran acción final, divertir y entretener transmitiendo una sensación fresca, de libertad y desparpajo. Será que los superhéroes menos conocidos y con menos "presión nostálgica" de los fans, pueden permitirse mezclar, sin solemnidades y en un mismo vaso, orientalismo zen, hechicería y vengadores. Y que les quede sabroso.
La ultima película del MCU del año, nos trae a Dr. Strange, un personaje a conocido en el mundo de los cómics pero tal vez novel para la gente que no los lee para introducirnos en el mundo de la magia. Antes de seguir con la critica en si quiero aclarar que la película me gusto, pero a medida que pasaron los días me empezó a gustar menos. Tal vez de ahí que vaya a parecer que son solo negativas las cosas que aquí se plasmen. El guión de la película es la básica historia de origen. Es decir, nos plantea la historia de nuestro héroe desde su inicio. Este es el primer problema. Ya hemos visto tantas historias de este tipo que nos aburren. Sabemos a donde van, sabemos donde terminan y todo lo que pasa en el medio, ya que los personajes de los cómics en general no son muy diferentes entre si, lo que los distingue en todo caso son los poderes o el mundo en el que viven. Un punto a favor para destacar es lo visual. Esta es la primera película de Marvel en mucho tiempo que sorprende en ese sentido. Si bien por momentos parece una copia de “El Origen”, es muy novedoso. Pero eso genera otros problemas. En primer lugar es reiterativo hacia el final y se pierde esa sorpresa inicial. Y además, me dio la sensación que no se animaban a ir en profundidad en ese mundo tan basto y desconocido. El hecho de tener que meter a este nuevo personaje y la magia en el universo Marvel, hace que tengan que recortar ciertas cosas, y parezcan hasta anticlimáticas. Esa creación que tanto nos gusto al principio de estas películas, esa sensación de que estos héroes habitan en nuestro mundo, le corta las alas a las posibilidades que un mundo donde existe la magia nos podría dar. Ese tono de película de Bourne en el que han incluido a los superhéroes le juega en contra a una cinta que, de haberse animado a ir a fondo con el material, podría haber sido un antes y después en este tipo de cine, para quedarse en una película sobre la media del genero, pero no mas que eso. En cuanto a los actores no hay nada que discutir, excepto que creo que están desaprovechados, sobre todo Madds Milkensen, que podría haber hecho algo muy superior, mas no sea si no le hubieran maquillado los ojos al punto de quitarle expresión a uno de los actores que mas puede hacer sin hablar siquiera. En conclusión, la película es buena, mas por lo visual que por otros motivos y vale la pena verla en el cine, sobre todo en 3D.
Doctor Strange: los caminos a Katmandú Marvel se vuelve psicodélico, y el cambio no le sienta nada mal. Teniendo en cuenta la sobredosis de superhéroes de Hollywood, el cirujano convertido en hechicero tibetano Dr. Strange es un personaje distinto que da lugar a una historia con una imaginería visual que se aparta de la de los típicos héroes surgidos del cómic. Benedict Cumberbatch es Steven Strange, un cirujano experto en problemas imposibles de médula espinal y experimentos neurológicos, pero también un ególatra soberbio. Cuando sufre un terrible accidente automovilístico y no puede operar más, gasta toda su fortuna en sucesivas operaciones que no lo curan del todo, por lo que, frustrado, termina en Katmandú buscando algún tipo de sanación espiritual a la que no le tiene mucha fe. Eso hasta que la implacable sacerdotisa Tilsa Swinton, que se roba cada escena, lo sacude con unos viajes astrales que parecen surgidos de "Estados alterados" de Ken Russell. El director Scott Derrickson viene del cine de terror, por lo que no encara el film desde la acción sino más bien desde los puntos de vista fantásticos derivados de la trama, logrando imágenes fuertes con duelos mágicos en medio de edificios y calles distorsionadas y paisajes caleidoscópicos. Este aspecto es el fuerte de "Doctor Strange", y su punto débil es el exceso de diálogos y explicaciones esotéricas que, a veces, se pasan un poco de rosca, lo que de todos modos no impide que la película tenga buen ritmo narrativo, sobre todo durante su primera hora. Más allá de este y algún otro detalle que no la vuelven del todo uniforme, "Doctor Strange" tiene buenos toques de humor dementes en medio de imágenes antológicas, más algunas situaciones notables, como cuando el protagonista hace un viaje fuera de su cuerpo para supervisar su propia operación quirúrgica.
MARVEL APUESTA POR LA MAGIA Strange no tiene superfuerza, no corre muy rápido, no tiene armas indestructibles y no vuela. No en el sentido convencional, al menos: la capa lo lleva a él y no al revés. La mayoría de los mortales que no son cercanos al universo del cómic probablemente no conocían al que es, sin duda, uno de los héroes más poderosos de Marvel. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es un neurocirujano con tanta habilidad como narcicismo. Un accidente automovilístico lo deja con las manos incapacitadas y la moral por el suelo. La medicina tradicional, a la que dedicó su vida, flaquea y apenas le permite algo de movimiento. Se entera de un lugar al otro lado del mundo donde podría encontrar una cura: Kamar-Taj. Sin embargo, al llegar no encuentra un centro de recuperación, sino un santuario donde descubre la magia y a criaturas de otros planos que quieren perturbar el nuestro. Scott Derrickson (Sinister, Líbranos del mal) se alejó del cine de terror para adaptar el cómic del Hechicero supremo. La historia está muy bien llevada por sus protagonistas, que adquieren en la mayoría de los casos la profundidad necesaria. Cumberbatch se destaca, como no podría ser de otra forma: su interpretación es similar a la de Holmes, aunque menos estructurada y más divertida. Tilda Swinton como El ancestral fue una apuesta irreprochable habiendo visto el producto final, a pesar de la polémica que levantaron su género y sus raíces celtas por no corresponderse con el personaje de la historieta. Algunas historias que relatan el origen del héroe pueden volverse tediosas, sobre todo porque el esquema tiende a repetirse. Sin embargo, la temática fuera de lo común y los toques de humor acertados hacen que la trama avance sin problemas. Apenas hay algún punto donde el guión no cierra del todo, pero queda opacado por los excelentes efectos que hubieran hecho imposible una película live-action de Strange de este calibre apenas unos años antes. Las imágenes creadas por computadora son extremadamente vistosas y hacen valer la pena ir al cine; tal vez trabajos así sean el verdadero remedio contra la piratería. No obstante, llega a ser un arma de doble filo, cuando a veces no se sabe a dónde mirar porque todo llama la atención y la vista se pierde entre todo lo que pasa al mismo tiempo. El punto débil, como tantas otras veces, es el antagonista y sus motivaciones. Tampoco es tan grave, Kaecilius (Mads Mikkelsen) las tiene, tiene un por qué hace lo que hace, pero el no haberle dedicado casi nada a su origen personal lleva a la sensación de que falta algo. Por otro lado, el maquillaje que tuvieron que usar él y sus súbditos es, cuanto menos, discutible. Parecen más el cisne negro que invadidos por un poder oscuro y terrible. Por último, lo infaltable de la mano de Marvel: el cameo necesario de Stan Lee, bastante más evidente que en otras películas y las escenas post-créditos. Por supuesto, no hay que adelantar nada, pero está bueno aclarar que son el punto justo para introducir a Strange de lleno en el universo ya construido. DOCTOR STRANGE: HECHICERO SUPREMO Doctor Strange. Estados Unidos. 2016. Dirección: Scott Derrickson. Intérpretes: Benedict Cumberbatch, Tilda Swinton, Chiwetel Ejiofor, Rachel McAdams, Mads Mikkelsen, Amy Landecker, Scott Adkins, Michael Stuhlbarg, Benedict Wong. Guión: C. Robert Cargill, Joshua Oppenheimer, Thomas Dean Donnelly. Dirección de fotografía: Ben Davis. Diseño de producción: Charles Wood. Diseño de vestuario: Alexandra Byrne. Montaje: Wyatt Smith. Producción: Kevin Feige. Producción ejecutiva: Alan Fine, Charles Newirth, Louis D’Esposito, Stan Lee, Stephen Broussard, Victoria Alonso. Duración: 115 minutos.
Demasiadas piñas para tanta espiritualidad Doctor Strange (2016) es la decimocuarta entrega del universo cinemático de Marvel y no es un hecho menor, porque si bien la marca registrada queda a las claras en esta nueva película, los chistes en referencia a la cultura pop y a la autorreferencia del propio universo empiezan a sonar redundantes.
La pantalla bajo el efecto de las drogas Para hablar de la nueva película de la factoría Marvel/Disney es fundamental hacer un breve repaso por la historia de los cómics estadounidenses: hacia fines de la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1950 aproximadamente, la denominada Edad Dorada de los Cómics llega a su fin cuando decaen la popularidad de los superhéroes y las ventas. Con el fin de la guerra, los superhéroes carecían de enemigos contra quienes batallar –ya que los villanos principales solían ser nazis y japoneses– y el mercado comienza a privilegiar las historias de terror, romance o intriga policial. Por el otro lado, para 1954 la industria del cómic comenzó a autorregularse gracias a la Comics Code Authority (Autoridad del Código de Cómics, en su traducción literal), como respuesta al pánico que había generado la publicación del libro La Seducción de los Inocentes (Seduction of the Innocent) por el doctor Fredric Wertham así como las audiencias en el Congreso sobre las altas tasas de delincuencia juvenil; según este señor, los cómics eran una mala influencia para los niños y jóvenes norteamericanos, por lo que las editoriales comenzaron a publicar historias ridículas que sólo podían ser atractivas… para niños. La autocensura impuesta sumada a la creciente popularidad de la televisión, llevaron a la industria del cómic estadounidense a una crisis editorial. Sin embargo, en 1956 DC Cómic –la única editorial que publicaba todavía aventuras de superhéroes, o sea, de Batman, Superman y la Mujer Maravilla– condujo un experimento: resucitó a uno de sus superhéroes, Flash, y al funcionar, continuó reviviendo a otros personajes de la década de 1940. Con interés del público renovado en los superhéroes, en la década de 1960 aparece Marvel con una nueva propuesta sobre cómo abordarlos: desde un lugar más humano, con problemáticas sociales, económicas, políticas, raciales, cotidianas, al igual que cualquier lector. En este contexto surgen numerosos personajes que hoy integran las filas de Los Vengadores o han aterrizado en el cine y la televisión: El Hombre Araña (1962), El Increíble Hulk (1962), Thor (1962), Iron Man (1963), los X-Men (1963), Daredevil (1964), y por supuesto, Dr. Strange (1963). Cada publicación tendrá alguna particularidad, y el caso del doctor más famoso de Marvel no es distinto: Stephen Strange es un neurocirujano de renombre mundial que, tras un accidente automovilístico, pierde la total funcionalidad de sus manos y sale en busca de una cura que le devuelva su capacidad de ejercer la medicina. En su viaje conoce a The Ancient One o “El/La Ancestral”: el uso del neutro en inglés para el nombre de este curioso personaje no es un dato menor, ya que la falta de género le otorga una mayor mística. En el film está encarnada por Tilda Swinton, y será la encargada de expandir la percepción del protagonista para entrenarlo en el conocimiento de las artes místicas. La década de 1960 inaugura un nuevo tipo de personaje, un nuevo tipo de héroe: la del tipo común con problemas. Sí, Stephen Strange tiene memoria fotográfica y un talento increíble como médico, pero carece de poderes propios. Se convierte en súperhéroe gracias al acceso que ciertos conocimientos le otorgan sobre otros planos de la realidad. Es decir, el ñoño estudioso definitivo. Desde el lado visual, Steve Ditko y Stan Lee –dibujante y guionista respectivamente– procuraron crear un estilo único y característico para la publicación. Tanto el contexto histórico –recordemos que, en la década de 1960, fumar marihuana y experimentar con LSD eran moneda corriente– como la vinculación con la magia por parte de Dr. Strange, tendrían una vital importancia a la hora de generar un estilo visual. De esta manera, la impronta de la publicación sería de imágenes psicodélicas e increíbles. Uno de los mayores logros del nuevo film de Marvel es mantener dicha impronta visual, ya que es una característica fundamental la posibilidad de los personajes de acceder a planos alternativos de la realidad o universos de pesadillas e inimaginables. La película claramente ha utilizado la mayor parte de su presupuesto en tener los mejores efectos a su disponibilidad, ya que las realidades a las que debe acceder Strange deben ser –y son– visualmente poderosas. Una escena en particular, visualizada en IMAX, logra marear (bien) al espectador, objetivo que toda imagen caleidoscópica debe conseguir. Dr. Strange, Hechicero Supremo (Dr. Strange, 2016) es una traducción poco feliz para el nuevo film de Marvel ya que, en otras palabras, es un spoiler caminante. Si no le hacemos caso, la película posee un guion bien estructurado que le da un aire fresco a las nuevas películas de superhéroes. Parte de esto es gracias a Benedict Cumberbatch, quien se calza en la piel del personaje como un traje hecho a medida, y demuestra –una vez más– su inagotable talento actoral, luego de lucirse en series como Sherlock y The Hollow Crown, y films como Expiación, deseo y pecado (Atonement, 2007), El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy, 2011) y El código enigma (The Imitation Game 2014). El resto del elenco –Mads Mikkelsen, Chiwetel Ejiofor, Benedict Wong y Rachel McAdams– está a la altura del protagonista, y poseen el tiempo justo y necesario en la pantalla. El film es una muy buena adaptación del personaje, y una nueva y gran oportunidad para volver a conectarse con el género cinematográfico de superhéroes, luego de un polémico año dónde se destaca casi exclusivamente Deadpool. El hechicero será una gran adición a Los Vengadores: La Guerra del Infinito (Avengers: Infinity War), con estreno en 2018. No queda otra que esperar.
Bajo el hechizo de Marvel. Continúa la expansión del Universo Marvel y con esta interesante apuesta presenta un punto de quiebre que abre nuevos caminos para desarrollar todo lo que la compañía tiene para dar. Tan atractiva para fans como para neófitos en materia de cómics es este filme basado en el personaje creado en 1963 por Stan Lee y Steve Ditko. El doctor Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es un prestigioso cirujano, de renombre internacional, egomaníaco, frío e inconmovible a quien el destino le tiene preparada una sorpresa que será un golpe mortal a su ego. Sus herramientas más preciadas, sus manos, se verán gravemente afectadas en un accidente reduciendo al engreído doctor a la nada misma, quitándole la razón misma de su existencia. Atribulado y sin consuelo médico, Strange busca la solución en otras tierras, alejado del mundo que conoce y ha disfrutado, debe enfrentarse a un conocimiento más profundo, lidiar con su propio ser, entregarse a un maestro que le enseñe a existir en otro plano, uno místico. El relato es meticuloso y rico en el inicio, cuando nos presenta al personaje principal pero se apura y ahorra detalles para mostrar el largo proceso por el que Strange debe pasar hasta convertirse en el Hechicero Supremo, sin embargo esto es reparado gracias a la formidable interpretación de Cumberbatch y algunos guiños del guión acerca de las virtudes del doctor. Paralelamente al conflicto padecido por Strange, la humanidad se ve amenazada por un hechicero dispuesto a torcer el rumbo de la civilización. Tal como se explica en el filme, mientras los Avengers se dedican a defender al planeta de amenazas físicas, los hechiceros la defienden de amenazas místicas, y para eso se prepara Strange. En lo visual el filme es avasallante, consigue colocar al espectador en un estado psicodélico gracias a los efectos visuales que subvierten toda lógica física; los juegos de planos tridimensionales se justifican ampliamente por las características propias de este personaje nacido en la época donde la psicodelia asomaba, y la distorsión de los sentidos era buscada de diversas formas y por diferentes métodos. "Doctor Strange" es una acertada adaptación del cómic, ofrece una entretenida aventura, momentos divertidos, otros asombrosos, y un conjunto de actuaciones a cargo de soberbios intérpretes como el nombrado Cumberbatch, Tilda Swinton y Mads Mikkelsen, para quienes claramente no existen papeles menores y dan lo mejor de sí para el entretenimiento más puro.
Hoy Marvel introduce un nuevo super héroe con Stephen Strange,el Doctor Strange interpretado por Benedict Cumberbatch. Después de que su carrera se destruyera, un brillante pero arrogante cirujano comienza un nuevo camino, cuando un hechicero lo toma como aprendiz y lo entrena para defender al mundo del mal. Doctor Strange viene a poner otro clima al universo creado por Disney/Marvel, añadiendo la faceta mística de los comics, aunque lejos de lo construido en Captain America: Civil War; de alguna manera se acerca mas a Guardianes de la Galaxia o AntMan, con el desdoble de universos y posibilidades. Tiene un elenco exquisito, Benedict Cumberbatch se amolda al personaje pero este también se acomoda a caracteristicas ya vistas como en Sherlock. El resto del elenco brilla, Tilda Swinton y Chiwetel Ejiofor, levantan mucho la vara de Marvel. Quedan un poco desaprovechados Rachel McAdams y Mads Mikkelsen. Visualmente la película es fascinante, con algunas escenas similares a Inception, pero sin perder la comicidad de un film de superheroes. La construcción del universo espejo es algo para ver en pantalla grande, más de una vez. Y la música que acompaña de Michael Giacchino, hace una sincronía justa con las imágenes.
“Doctor Strange: Hechicero Supremo”: un superhéroe entre la ciencia y la fe El Dr. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es el mejor neurocirujano del mundo. Su gran capacidad y habilidad son sólo comparables con su enorme ego y pedantería. No tiene amigos, ni relaciones amorosas, ni siquiera sabe cómo tratar a los pacientes a los que atiende y salva. Lo único que le interesa a Strange es ver cuál es su próximo reto y qué tan difícil puede ser. Pero un accidente automovilístico cambia su vida para siempre, ya que lo deja sin poder controlar sus manos. El doctor agota todos sus recursos en busca de alguien o algo que lo pueda curar, pero el único que podría lograr ese milagro es él mismo. Cuando la medicina tradicional falla, se ve obligado a buscar una cura y esperanzas en un lugar impensado: una comunidad aislada llamada Kamar-Taj. Rápidamente va a descubrir que ese lugar no es un centro de sanación común y corriente, sino un recinto en donde también se aprende a batallar contra las fuerzas oscuras que quieren destruir nuestra realidad. El líder es el Ancestral (Tilda Swinton), una enigmática y sabia figura que ha salvaguardado los secretos de las artes místicas durante un largo tiempo para este propósito. Al conocer a Stephen Strange, la centenaria sabia ve el potencial del ex-cirujano y accede a mostrarle otro costado de la realidad: el camino místico de la magia. En poco tiempo, Strange, armado con sus poderes mágicos recientemente adquiridos, se ve obligado a elegir entre volver a su antigua vida de riqueza y estatus o dejarlo todo para defender el mundo como el mago más poderoso del planeta. Es julio de 1963, en las páginas del número 110 de la revista “Strange Tales”, hace su debut el “Doctor Extraño”, un personaje que se convertiría en un Hechicero Supremo de las artes místicas. Creado por Stan Lee (sí, tiene un cameo en el filme) y Steve Ditko, su apariencia fue inspirada en el actor Vincent Price y de hecho su nombre completo es Stephen “Vincent” Strange. Este superhéroe es el protagonista del largometraje número 14 de Marvel Studios, y marca el capítulo dos de la Fase 3 del Universo Cinemático de Marvel. Pero más allá de estos títulos, también es una muestra de que esa compañía puede tomar a cualquier personaje de los cientos que tiene, que no necesariamente sea tan popular para la gente común, y generarle interés y atractivo al público. Tienen los años y la experiencia a cuesta para haber logrado eso, ¿no? Seamos sinceros, el mundo entero espera cada año a la próxima película de superhéroes, y eso es un logro inconmensurable. “Doctor Strange: Hechicero Supremo” (Doctor Strange, 2016) tiene todo lo bueno de las películas de Marvel, y más: un gran personaje, una trama atractiva, la dosis de acción necesaria, unos efectos especiales deslumbrantes, el humor con el timing justo y un elenco perfecto que se completa con Chiwetel Ejiofor, Rachel McAdams, Mads Mikkelsen y Benedict Wong. Hay tres nominados al Oscar (Cumberbatch, Ejiofor y McAdams) y una ganadora del premio (Swinton). Este es un largometraje que cubrió todos los puntos, y lo hizo con creces. Cumberbatch destila talento mostrando a un personaje que debe cambiar, mostrando cómo un hombre de ciencia se convierte en uno de fe, y al mismo tiempo atraviesa esos dos mundos. Como en toda película de Marvel, hay referencias y guiños para los fanáticos, pero nada tan trascendente que el espectador común se pierda o deba saber. Quédense pegados a sus butacas porque hay dos escenas postcréditos, una que le da pie a la próxima película de este universo y de la cual no diremos mucho más para no quitarles la sorpresa. Doctor Strange asciende al podio de lo más alto en el género de superhéroes, y no necesitó usar ningún hechizo para eso. Bah, eso creemos.
Otra película Marvel de superhéroes, pero también otra cosa. Más allá de que el director Scott Derrickson tiene muy buenos filmes sobre lo sobrenatural y lo místico (El exorcismo de Emily Rose, Sinister, por ejemplo), no es aún un “autor”, pero sin dudas cuaja con este personaje quizás desconocido en nuestro país, uno de los más delirantes (gracias al dibujante Steve Ditko) creados por Stan Lee. El superpoder de este señor es la magia: ha sido un cirujano playboy y egocéntrico, perdió el uso de sus manos y viajó a Oriente a convertirse, magia mediante, en otra cosa. Y uno puede pensar que va a haber superpoblación de misticismo, pero no: esta es una de las películas más físicas, literalmente, realizadas en mucho tiempo. Porque es no sobre lo metafísico, sino sobre la propia materia y el tiempo del mundo, lo que permite que la ironía estalle en humor muchas veces disparatado y deudor del cine mudo (la capa de levitación es el gran comic relief de 2016). Pero lo que hace que Strange valga la pena, más allá de cómo se divierten Cumberbatch y Swinton, son las secuencias de acción donde se tuercen el espacio y el tiempo de modo vertiginoso y psicodélico sin que el espectador deje de compender lo que sucede. Esas ciudades multiplicadas, dobladas, retorcidas, o la secuencia en la que nada es más peligroso para la integridad física que el mundo andando hacia atrás en el tiempo son proezas no solo técnicas, sino también narrativas. En ese placer abstracto y puro de lo extraordinario radica el motivo para ver el film.
Crítica emitida por radio.
Crítica emitida por radio.
Este cirujano es un ser egocéntrico, egoísta, arrogante, no goza de buenas cualidades en lo personal eso si es un gran profesional, como nunca es tarde y un accidente lo hará cambiar su personalidad e ira aprendiendo, este es uno de los tantos mensaje y con situaciones cómicas y dramáticas. Muy buenas actuaciones de: Cumberbatch, Tilda Swinton, Chiwetel Ejiofor, Rachel McAdams y el danés Mads Mikkelsen. El film goza de una gran estética, es entretenida y atrapante. Posee efectos especiales excelentes e imágenes interdimensionales, momentos fuera de tiempo y espacio, como los que introdujo Christopher Nolan en “Origen” (2010) e “Interstellar” (2014), entre otras. Se dice que aprovechan la energía extraída de otras dimensiones del universo para hacer magia. La acción y la aventura se despliega por: New York, Londres y Hong Kong. Hay que quedarse hasta el último crédito porque hay escenas extras.
La mística para creer En Doctor Strange (2016), el soberbio cirujano Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), luego de haber de sufrido un grave accidente y no haber podido encontrar soluciones en la medicina, cambia su rumbo en la búsqueda de respuestas que trascienden el plano de la realidad a la que estaba acostumbrado. En su camino por formarse y consolidarse como el Hechicero Supremo, debe superar errores del pasado, contradicciones y a un temeroso enemigo. Siguiendo la misma línea de producción editorial de Marvel Studios -films dinámicos, personajes carismáticos, acción y chistes que rebajan el dramatismo para que resulte asequible para toda la familia- Doctor Strange es un film contundente que explora un lugar casi recóndito: las artes místicas. Luego de haber pasado por la tecnología (Iron Man - 2008), la historia (Captain America - 2011), la mitología (Thor - 2011), el espacio (Guardians of The Galaxy - 2014), la ciencia (Ant-man - 2015) y problemáticas sociales y culturales (Daredevil - 2015, Jessica Jones - 2015 y Luke Cage - 2016), llegó el turno de explotar todos los recursos de la magia y lo metafísico con el Hechicero Supremo. Doctor Strange es una montaña rusa de efectos visuales, mundos paralelos y revelaciones que sorprenden tanto al personaje como al espectador. El escepticismo es el principal obstáculo que debe sortear Stephen Strange para luego adentrarse en un terreno revelador que cambia su manera de percibir el mundo. 14859676_10154617758697673_715049348849711631_o La narrativa siempre se mantiene fluida e interesante a través del camino de aprendizaje por parte del Doctor, en un clima intenso y peculiar, producto de la fotografía, la puesta en escena y la música. Más allá de adaptar una historia directamente relacionada al mundo oriental en el marco occidental, Doctor Strange sube la vara de los films del estudio posicionándose como una de sus mejores entregas. El director Scott Derrickson (Sinister - 2012) mantuvo el camino cómodo, fructífero y certero del productor Kevin Feige, en la fórmula de realizar una película de superhéroes que alcanza otro escalón, gracias a la interacción desarrollada por cada una de las partes. Estas aristas, entre el cast, el aspecto visual al mejor estilo Inception (2010) como también lo fue la dirección-guión, logran hacer de Doctor Strange una película contundente, atrapante y diferente, a pesar de cargar con el peso de ser un film introductorio que debe explicar de manera solvente los orígenes y motivos del protagonista. Como le alerta Mordo (Chiwetel Ejiofor) al Doctor antes de entrar al templo de la Ancestral (Tilda Swinton) -"Debes olvidar todo lo que creías saber" -, la película hace lo propio con el espectador: deberá dejar de lado lo anteriormente visto en películas del género para adentrarse de lleno en el/los mundos del Hechicero Supremo. En el camino del aprendizaje de las artes místicas, Stephen Strange se topa con obstáculos, villanos, y seres de otras dimensiones que superan su percepción, aunque su mayor enemigo son los prejuicios impuestos por sí mismo. El diverso cast es otro punto a favor: tanto Tilda Swinton como la Ancestral, Chiwetel Ejiofor como Mordo y el propio Mads Mikkelsen como el villano Kaecilius, forman un buen apoyo en el círculo íntimo de Benedict Cumberbatch para desarrollar distintas facetas de Stephen Strange. Aunque fue una decisión arriesgada, Swinton desarrolló una gran interpretación echando por tierra el prototipo del anciano, como el maestro y sensei avejentado y masculino. Su personaje es un claro ejemplo de lo que pretende Doctor Strange como film: las realidades/verdades de cada uno cambian dependiendo con qué espejo se vean. strange-empire Tal vez el punto que catalogue a Doctor Strange como una película que supera a las producidas anteriormente por el estudio Marvel es el acierto, -como en su momento fue Robert Downey Jr. con Ironman- de Benedict Cumberbatch como el Doctor Stephen Strange. El carisma de Cumberbatch hacen que Strange se mimeticen muy bien, apropiándose del personaje desde el primer momento. Eleva y lleva a otro nivel a un personaje cargado de contradicciones, soberbia y egocentrismo. Para cerrar efectivamente, la primera escena post-créditos revela un gran anticipo de lo que vendrá en el universo Marvel y las siguientes películas (Thor: Ragnarok - 2017), mientras que la segunda es el puntapié para un futuro cercano del Doctor Strange.
Doctor Strange: misticismo para principiantes Esta nueva película de Marvel Studios no hace foco en los superhéroes sino en lo oculto; y hechiza con su imaginería visual ilimitada. Parece que la cosa viene por el lago mágico del cine y por eso en dos semanas llegaron a las pantallas locales dos filmes centrados en las artes místicas. El jueves pasado fue el debut de Newt Scamander, el heredero de Harry Potter, y esta semana llegó Doctor Strange, el personaje al que los Vengadores recurren cada vez que enfrentan un peligro que no se soluciona con trompada o rayos. Marvel Studios demuestra en esta ocasión que lo suyo no son sólo los superhéroes sino que es capaz de adaptar con buena fortuna a cualquiera de sus personajes, cualquiera sea su habilidad. En este caso, y sin salirse del universo en el que conviven los mencionados Vengadores, Spider-Man y los personajes de las serie de Netflix (Daredevil, Jessica Jones y Luke Cage), la historia hace foco en el lado místico de esta Tierra en el que se revela que un grupo de hechiceros cuida el planeta de sucesivas invasiones encaradas por poderes más allá de la comprensión humana. Es precisamente en este mundo en el que surge Stephen Strange, un cirujano con el ego más inflado que Tony Stark (Robert Downey Jr.) que, tras sufrir un grave accidente en el que queda incapacitado para ejercer su profesión, busca la sanación por métodos poco tradicionales. Sin embargo, luego de darse cuenta de que Strange tiene la notable capacidad de aprender con suma facilidad todo lo que se tiene que saber acerca de lo sobrenatural, una milenaria hechicera a la que se conoce como "Ancestral" (Tilda Swinton) decide convertirlo en uno de sus aprendices más importantes y le enseña a dominar las fuerzas que controlan el tiempo y el espacio con la esperanza de que se convierta en guardián de alguno de los templos diseminados alrededor de la Tierra que sirven como bases de operaciones para la secta y detenga Kaecilius (Mads Mikkelsen), un oscuro mago renegado que busca favorecer la llegada de un demonio denominado Dormammu. El director Scott Derrickson, que hasta ahora se había despachado con algunos llamativos títulos del género de terror (El Exorcismo de Emily Rose, Sinister y Líbranos del Mal, entre otras) de exiguo presupuesto, despliega una inusitada imaginería visual favorecido que no deja de sorprender minuto a minuto por lo arriesgado de la propuesta. A no malentender: los fanáticos de Marvel que van a ver una película del personaje sin conocer su historia se llevarán una gran (y grata) sorpresa al ver como el realizador se las ingenia para transformar el nudo de la historia en una gran clase de misticismo para principiantes, merced a unas secuencias muy bien explicadas. Derrickson (y los guionistas que también tienen gran parte de la responsabilidad) no sólo están a la altura de las circunstancias sino que además superan las expectativas con una narrativa muy bien equilibrada que lleva a espectador del drama a la acción con una exquisitez que apenas puede notar. Hay unos planos que en el tráiler recuerdan a El Origen de Christopher Nolan pero que en el film se sustentan por sí mismos y que vistos en 3D (o mejor aún, en 4D) son realmente impresionantes y valen la pena la diferencia del precio en la entrada. A nivel actora, Doctor Strange cuenta con la inigualable presencia de Benedict Cumberbatch, ese actor que supo actualizar a Sherlock Holmes sin perder la esencia del personaje y se convirtió en el actor "de moda" en el círculo freak internacional, que en esta ocasión no sólo simula un acento norteamericano a la perfección sino que logra alcanzar el nivel de carisma de los demás actores que trabajan en estas películas como Robert Downey Jr. o Chris Evans. El resto del elenco cuenta con nombres de lujo como los ya nombrados Swinton, y Mikkelsen, y tiene además en sus filas a la siempre simpática Rachel McAdams, Chiwetel Ejiofor, Benedict Wong y Benjamin Bratt, entre otros. Por supuesto que también se puede encontrar en Doctor Strange el típico humor marveliano (todos los personajes siempre tienen algún remate gracioso que decir en los momentos de tensión y siempre caen simpáticos) y cuenta no sólo con el obligatorio cameo de Stan Lee (el creador de todo este negocio) sino también dos escenas extras entre los títulos y que obligan a quedarse hasta el final para ver cómo conecta todo esto con la próxima película de Los Vengadores.
Abre tu mente Pasaron 53 años desde que Doctor Strange apareció por primera vez en el número 110 del cómic Strange Tales (1963) para defender la humanidad ante amenazas místicas. Hoy estamos ante el pleno apogeo del movimiento oriental espiritual, donde afloran los mantras y las palabras de salvación como consuelo. El mundo se cae a pedazos, consecuencia de los abusos del hombre en la naturaleza en pos de un incesante consumo materialista. Es en este mismo mundo donde llega a las salas una propuesta acertada dirigida por Scott Derrickson y protagonizada por Benedict Cumberbatch, que adapta el cómic con el objetivo de reflexionar sobre nuestro aquí y ahora. Sí, sabemos que el Universo es definido por la ciencia como la unidad espacio-tiempo de todas las formas de la materia, energía, átomos y galaxias, sostenidas por leyes físicas que las mueven. Sin embargo, los fanáticos del género fantástico afirman que existe otro universo: El Universo Cinematográfico Marvel (UCM), creado por el editor de historietas estadounidense, Martin Goodman, bajo el nombre Timely Comics en 1939 y rebautizado en 1961 como Marvel Comics. Allí habitan un sinnúmero de criaturas de apariencia humana con poderes extramundanos anclados en la fortaleza de alguna destreza humana. Tal es el caso de Bruce Banner, más conocido como Hulk, cuyo genoma humano en combinación con la exposición a los rayos gamma y los nanomeds incrementan su fuerza; a él se suman Anthony Edward “Tony” Stark, más conocido como Iron Man, quien construye una súperarmadura de hierro con la que escapa de la Guerra Fría y combate el terrorismo. Por último pero no menos importante, Capitán América. Estos poderes, que anualmente reinventa la editorial bajo el propósito de salvar la humanidad del caos con la finalidad de construir un mundo mejor, convierte a sus personajes en superhéroes idolatrados por miles de generaciones que no sólo comparten sus ideales e imitan su vestuario sino que, cual fieles peregrinos, siguen sus andanzas tanto en los cómics como en la pantalla grande. En este escenario de fanatismo y ansiedad hoy debuta el nuevo personaje de la familia Marvel Comics, el neurocirujano Stephen Strange, más conocido como Doctor Strange, que buscará alterar las leyes que rigen la realidad. La trama, a grandes rasgos, gira en torno a cómo este neurocirujano, laico, millonario, de gran intelecto, es admirado profesionalmente por sus colegas con quienes se muestra como una persona exitosa que todo lo puede y todo lo sabe. El Dr. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) de nula vida social, se jacta de dichoso por su habilidad para manejar sus propias emociones -producto de su profesión- y, en consecuencia, no involucrarse sentimentalmente con nadie. Se piensa autosuficiente y no tiene deseos de cambiar. Sin embargo, un buen día, sufre un grave accidente de tránsito donde queda unos minutos inconsciente y al despertar manifiesta poderes místicos. Este giro de 180 grados cambia su vida por completo. Así es como su sanación depende únicamente de un milagro: abandonar su gran ego para pedir ayuda y salvarse. Así el guión desafía y apela, de manera introspectiva, a lo más profundo del ser para apartarse de la ciencia y redescubrir que la fuerza interior que lleva consigo pero ignora, a veces, es el único camino de sanación. Es entonces cuando en este marco místico aparece su mentora, Tilda Swinton, en el monasterio Tibetano. Ella lo guiará al camino de la iluminación pero será él quien deberá lograr, convicción mediante, confiar en sus poderes para hacer realidad su deseo y transformar la realidad. ¿Cómo? Guiando correctamente su mensaje al universo para que surta efecto. Así Stange, conocerá el camino de la iluminación y en conjunción con sus conocimientos obtendrá la apertura del tercer ojo. Mutará de aprendiz aséptico e inexperto en la materia a poderoso hechicero bajo la tutela de un místico, el Antiguo Uno (Tilda Swinton) gracias a quien conoce el camino de la autoayuda mediante el poder curativo de palabras como Dharma (que significa protección), Sutras (enseñanzas a través de los siglos llevadas por sus discípulos), Jarma (Energía transmitida por el acto de las personas), Nirvana (estado de liberación Sangha (Comunidad) y Bardo (estado de transición entre la vida y la muerte) que netamente apelan al interior del ser. ¿Podrá Dr. Strange salvarse? Aquí, en esta dimensión mágica y ancestral donde todo es posible amerita hacer una observación detallista y positiva del arte visual, cuya producción se luce haciendo uso y abuso, del bueno, de la tecnología para lograr impactantes escenas en las montañas asiáticas y el monasterio tibetano, permitiendo así que el espectador se sienta partícipe de la historia. Estos magníficos efectos visuales están a cargo del gran del diseñador francés Stephane Ceretti, supervisor de Efectos Visuales (VFX) de Capitán América: El Primer Vengador (Captain America: The First Avenger, 2011), Thor (2011) y Guardianes de la Galaxia (Guadians of the Galaxy, 2014), película con que logró su nominación al Oscar. Aquí, nuevamente, saca a relucir su formación en artes y física para mezclar a la perfección, la misma magia creativa que utilizó en la saga Matrix (1999) y también en Harry Potter y el Cáliz de Fuego (Harry Potter and the Goblet of Fire, 2005). De esta manera logra la estética experimental que posee el cómic original de 1963 -época en la que Estados Unidos vivía una etapa de movimientos anti bélicos, violencia política y el uso de drogas alucinógenas que derivó en expresiones como el arte psicodélico-y junto al director Scott Derrickson, recuperan la impronta del dibujante Steve Ditko y mantienen la esencia del cómic, creado y escrito por Stan Lee, logrando que la magia del film rodado en Londres, Nueva York y Hong Kong se mezcle con el mundo físico, como las locaciones de los dibujos. En esta línea de detalles psicodélicos observamos planos al estilo “Escher” -como en El Origen (Inception, 2010) de Christopher Nolan donde los edificios se hunden, los planos giran y el suelo pasa a ser el techo) en los momentos de acción y lucha. Y si observamos, aún más bajo lupa el arte propuesto, cabe destacar la utilería y el vestuario ya que la famosa capa de levitación del superhéroe es un elemento clave para el personaje. Al igual que el mundo de Harry Potter y Avatar (2009), los elementos eligen al mago, tienen vida propia y personalidad. En este caso se crearon más de 18 capas reales con la ayuda de Framestore para que la tela mágica se sienta como un personaje real, al igual que en Guardianes de la Galaxia y lo lograron con creces. Párrafo aparte merece el protagonista, Benedict Cumberbatch, que logra a la perfección meterse en la piel de un personaje tan complejo y de fuerte personalidad. Su impronta fue vital para esta película así como Robert Downey Jr., fue para hacer de Tony Stark en Iron Man (2008). A él le sigue su mentora, la actriz Tilda Swinton, que podría haberse lucido más en su rol pero que su look le quedaba fantástico. Los gags de sus diálogos hacen de esta historia una buena combinación. Otro punto a favor fue la elección del villano, Kaecilius -interpretado por Mads Mikkelsen, el danés de la serie Hanibbal-, presente en las peleas con el hechicero. Sin embargo, el combate entre dos cuerpos astrales queda en un segundo plano para remarcar que el eje del film marcar que la verdadera lucha es contra su ego. Así, a grandes rasgos es Doctor Strange, la nueva joyita de Marvel Comics que no sólo es sinónimo de garantía de confianza para sus adeptos sino que también se amplió al mundo místico y mágico, en conjunto con Walt Disney Company. Su director, Scott Derrickson, claramente entiende el juego y toma la posta. Avanza hacia una nueva dimensión, poco explotada, para iluminar la nueva era. ¿Logrará ganar las buenas vibras de su público? Esperemos que no siga los pasos de El Hombre Araña (Spiderman, 2002) con una saga que deforme la originalidad narrativa ni tenga una secuela con actores que alejan al público sino que supere, con creces, el legado de Capitán América que fue récord mundial de ventas en 2011. ¿Un consejo? Si les atrapó este Universo Marveliano no se levanten de la silla hasta que enciendan las luces, hay una escena final que deja el final abierto. ¡Bravo, Marvel!
Un nuevo superhéroe de Marvel y van. En este caso, se trata de uno un tanto más original y desconocido, un neurocirujano que sufre un accidente y termina ingresando a una especie de secta en la que aprende milenarios poderes. Benedict Cumberbatch y Tilda Swinton le dan un toque de humor e ironía británica a esta superproducción. Durante su primera mitad, DOCTOR STRANGE es uno de los filmes de Marvel más originales dentro de su producción reciente, cambiando de escenarios, tipos de efectos visuales y con actores y personajes un tanto más complejos que los habituales, un poco a la manera de lo que sucedía con ANT-MAN, pero a gran escala. Si bien la historia de origen del doctor en cuestión que encarna Benedict Cumberbatch tiene varios puntos de contacto con las de Iron Man o Batman, el personaje en sí –un cirujano talentoso y multimillonario al que un accidente automovilístico lo deja incapacitado para seguir trabajando–, el universo que lo rodea es muy distinto al de Avengers. En principio. Strange viaja a curarse de sus temblores y huesos rotos a un templo en Nepal y allí descubre a una extraña pero poderosa secta que le permite acceder a ciertos secretos, en una especie de versión New Age/Orientalista de los X-Men que pueden curarlo a su manera. Pero en un momento, promediando la trama, las idas y vueltas de su aprendizaje (bien matizada con momentos de humor) desaparecen de la escena con la llegada del villano de turno (Mads Mikkelsen). Y si vieron varias películas de Marvel ya saben cómo sigue esto: 40 minutos de combates demenciales con efectos apilados sobre efectos apilados sobre efectos, cada vez con mayor grado de complejidad (los giros gravitacionales de INCEPTION son apenas una inspiración) y delirio. Sobre el final, acaso, con la escena más berreta de toda la película (un especie de extraño combate filosófico en el espacio exterior que parece calcado de un comic y armado en papel maché) la película recupera una gracia e intriga que había perdido en sus vuelos de Londres a Nueva York y a Hong Kong. DOCTOR STRANGE no es lo mejor de la escuderia Marvel pero está lejos de contarse entre sus peores ejemplares. Hay una maquinaria ahí, comandada por Kevin Feige, que funciona casi de memoria y que lleva a que ninguna película pueda salir del todo mal. Pero el problema es que tampoco salen del todo bien. Es otro superhéroe a meter en el equipo de la compañía, un equipo que a esta altura está más lleno que vagón de subte en hora pico.
Modelo para armar Las escenas de acción de Doctor Strange: Hechicero supremo son lo más interesante pero el guión no nos hace interesarnos por los personajes. La decimocuarta película del Marvel Cinematic Universe nos presenta al Dr. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), un neurocirujano tan genial como soberbio -ecos del Dr. House- que luego de un accidente de auto en el que termina con heridas irreversibles en las manos, queda imposibilitado para operar. En busca de una cura milagrosa, llega a Katmandú, al templo de Kamar-Taj, donde una especie de sacerdotisa (Tilda Swinton) le revela la existencia de otras dimensiones y, en definitiva, lo transforma en el superhéroe Doctor Strange. Doctor Strange: Hechicero supremo es la típica película “de orígenes” y recuerda un poco en su primera mitad a Batman inicia (Christopher Nolan, 2005). En este caso Ra’s Al Ghul es la Ancient One (que en los comics era un anciano varón, transformado acá en la particular Swinton) y Cumberbatch le da a su personaje una simpatía e ironía mucho mayores que las del solemne Bale de Nolan. Si intentamos individualizar esta película dentro del enorme caudal del Marvel Cinematic Universe (que incluye también cinco series ya estrenadas), hay que decir que lo supuestamente original viene del lado de los efectos especiales que ilustran el costado lisérgico del universo del Doctor Strange: como si los escenarios fueran una maqueta desarmándose, paredes que se transforman en techos, pisos en paredes, ladrillos que se deshacen y demás. Digo lo de “supuestamente” original, porque hay dos precursores claros: la película El origen (otra vez Nolan, 2010) y los dibujos del artista holandés M. C. Escher. Más allá de eso, que explota sobre todo en el tramo final y le da al siempre aburrido tercer acto de estas películas un relieve e intensidad algo mayores, se agradece que Doctor Strange tenga una historia sin demasiada conexión con el resto del Universo Marvel. Acá los fans pondrán el grito en el cielo y me retrucarán con la existencia de unos cuantos easter eggs. Está bien, los hay, pero en ese sentido es una película hecha y derecha, mucho más cercana a Ant-Man: El hombre hormiga (Peyton Reed, 2015) o a Guardianes de la galaxia (James Gunn, 2014) que a otras que son casi como un capítulo inseparable de otros como Capitán América: Civil War (Anthony & Joe Russo, 2016). Lo que sí le falta a Doctor Strange: Hechicero supremo -y más si la comparamos con las recién mencionadas Ant-Man y Guardianes…- es un guión más consistente, que nos haga creer que los personajes son seres humanos -aunque sean sobrehumanos- con sus dramas, deseos y objetivos. Está muy claro esto si vemos el conflicto de Scott Lang (Paul Rudd) con su hijo en Ant-Man, que en definitiva es lo que nos importa más allá de las peleas superheroicas, y tratamos de buscar algo parecido acá, no lo vamos a encontrar: ni siquiera el love interest de Strange, Christine Palmer (una desperdiciadísima Rachel McAdams), tiene algún peso en la historia. Y aunque no haya una conexión fuerte con el resto del Universo Marvel, sí se mencionan a los Avengers y así se da una pista de para dónde va todo: menos Iron Man y Capitán América (menos mundo “real”) y más Thor y Strange (más “otros mundos”). En lo personal, me interesa menos. Pero la clave está en el guión: el de Strange no ayuda a que la lisergia y el delirio tengan algún anclaje en sentimientos de este mundo.
Impresiones sobre un mundo ajeno Cuando se estrenaron las Batman de Tim Burton a nadie parecía importarle demasiado -bueno, seguro que sí a los productores- que el encapuchado interpretado por Michael Keaton fuera un personaje de DC; nadie mencionaba eso, o yo no me acuerdo. Hoy en día, ante cada película de superhéroes, se suceden las conversaciones de que si el universo Marvel esto, que si DC no puede con lo otro, que a ver cuando agregan a tal personaje, que el crossover de aquello podría ser mejor o peor. Confieso que aprendí a leer antes de ir al colegio primario, y que lo hice con historietas: la trinidad Andanzas de Patoruzú, Correrías de Patoruzito y Locuras de Isidoro. Pero no leía, con cuatro o cinco años, cómics de Batman o Superman o Capitán América. Más grande, como a los seis o siete, tampoco, más bien me gustaba Condorito, y cosas que salían en Anteojito o Billiken. Y después Mafalda, e Inodoro Pereyra, y Snoopy (Peanuts). Y otras cosas después, pero nunca me tentaron los superhéroes en papel. Me gustan Maus, Ghost World, Calvin & Hobbes, Manara, pero no superhéroes. Nunca pude. Sin embargo, veo casi todas las películas de superhéroes que abundan e inundan desde hace tiempo. Celebro que haya gente con el conocimiento específico sobre los cómics, pero no me cuento entre ellos. Veo las películas con ojos distintos, más ignorantes en ese aspecto. Así, puedo decir que dos de las mejores de superhéroes que se hicieron en varios lustros son Iron Man 3 y la última de los X-Men, la de este año (la primera de Los Vengadores se me desdibujó con el tiempo). Me fijo en otros aspectos -espero- y menos en que si DC o Marvel tal o cual cosa. Y así llegamos a que vi Doctor Strange en la privada de hace un par de semanas, y me sorprendió que no todo el mundo estuviera moderadamente entusiasmado. En lugar de entusiasmo leve, lo que dominaba en aquellos con los que hablé era algo así como una sensación -con tintes graves- de cansancio ante otra película de Marvel que explica al héroe, su surgimiento, etc, y que fuera ostentosamente la primera de una serie. Notaba eso yo también, pero me importaba poco, tal vez porque cuando aparezca la dos ni me voy a preocupar de refrescar la uno, ni de hacer el cruce con no sé qué otra. El aspecto más serial de ciertas zonas del cine actual me deja frío, como me pasa con el mundo de las series. Quiero ver películas, que tengan sentido en sí mismas. Más allá de algunas cuestiones generales -como saber que Rocky no le ganó a Apollo en la 1 para ver la 2 con mayor expectativa- otros detalles me parecen menos relevantes, o directamente irrelevantes. Y si son relevantes, te acepto un flashback para que me los recuerdes, ¡pero no me hagas revisar la dos para ver la tres cinco años después! Vuelvo a Doctor Strange. Me divertí bastante en mi inconsciencia de relaciones entre personajes y orden jerárquico, sin saber a cuál había que respetar más o menos y a cuál había que seguirlo con atención porque después muta para otro lado: básicamente, la película cuenta con orden y ritmo sostenido -y sin ponerse frenética- el proceso de conversión de este señor egotista en superhéroe. Lo hace con fluidez, y no es tímida a la hora de meterse en un mundo esotérico, espiritual, chamánico, o lo que sea. Ciencia occidental versus sabiduría oriental ancestral, etc, contado con una claridad notable para el movimiento, con abundancia de humor y con los ojos de Rachel McAdams, que son ideales para películas en la que hay que explicar amor en pocos segundos. No sé qué más quieren. Y si quieren más, ahí tienen ese batido de un montón de cosas -incluido western y screwball comedy- llamado Iron Man 3, de uno de los directores fundamentales del Hollywood actual (Shane Black), o la última de los X-Men de Bryan Singer, otro de ellos. Sí, podría chequear en la Internet en pocos segundos cómo es que se llama la última de los X-Men, y también leer una lista de los personajes de DC y de los de Marvel y aprenderla de memoria (bueno, esto último no creo que pueda hacerlo). Pero les ofrezco esta mirada más interesada en el cine que en las historietas, o cómics, o novelas gráficas, en esta nota que no chequeó ni uno solo de los datos o los nombres en la web. Sí, impresionismo crítico, como pasa casi siempre. Y, en ese sentido, como Mads Mikkelsen es un actor que no me resulta simpático, me gustó que hiciera de villano.
"Doctor Strange": la apuesta más entretenida de Marvel Divertida y desquiciada, “Doctor Strange” sorprende de principio a fin. El ADN de Doctor Strange es el humor. No como superabundancia de chistes que alivian la tensión (Iron Man), o como cancheras líneas de diálogo (Los Vengadores), y menos como parodia de superhéroe (Deadpool). Cada segundo aquí es humorístico en sentido radical, estamos ante una película que se rehúsa a tomarse en serio, que desconoce las cláusulas del género. Lejos de una provocación gratuita, Doctor Strange se propone ser libre y descarada, quiere alimentarse de la imaginación por vía intravenosa, intuyendo que cualquier pincelada solemne, cualquier subtrama altisonante, cualquier búsqueda de coherencia, desaceleraría este principio irracional. Por su tono delirante y estructura líquida, el filme podría considerarse un contrapunto de Marvel. Lo recomendable es abandonar prejuicios y entregarse al goce. Ya nadie podrá bajarse de esta road movie lisérgica, la más acabada experiencia sensorial que haya dado el cine mainstream en años. Descomponiendo toda lógica, Doctor Strange evita darle rigor a los conceptos que maneja, por caso la física cuántica, las artes esotéricas y las filosofías orientales. A estas teorías se las piensa como plastilinas a moldear según la potencialidad del divertimento. Habrá viajes astrales, gente levitando, seres inmortales, manipulación del tiempo y del espacio; podría decirse que Doctor Strange es el reverso de El Origen o Interestelar, esas creaciones de Christopher Nolan falsamente complejas. Doctor Strange es aparatosa sin perder de vista su locura, y allí está el secreto de su persuasión. La sorpresa acaba siendo mayúscula tras repasar la filmografía del director, Scott Derrickson, un artesano del terror sin demasiada impronta: El exorcismo de Emily Rose (2005), Sinister (2012), Líbranos del mal (2014). Aunque también sabemos que Marvel apostó fuerte con este título, facilitándole a Derrickson infinitas herramientas y licencias. La inversión se nota y justifica: cada escenario deja al espectador boquiabierto, los efectos especiales son omnipresentes, colosales y ordenados; las paredes se contraen, las ciudades se curvan, el centro de gravedad cambia, pero sabemos qué está pasando y en dónde. Encima la música de Michael Giacchino, con travesuras de rock progresivo y atonalidades, ayuda a que las secuencias se transformen en videoclips esquizoides. El casting es exacto: Benedict Cumberbatch como Stephen Strange es una fuente de ironía que se manifiesta hasta en el arqueo de una ceja. Rachel McAdams encarna lo opuesto: amabilidad y frescura, mientras que Tilda Swinton como psicopedagoga ancestral logra matices de ambigüedad que rompen el maniqueísmo del género. Quien se desaprovecha bajo un maquillaje de Aquadance es Mads Mikkelsen, pero el elenco en su conjunto posee la misma sintonía, se rinde ante el desenfado del filme. Doctor Strange regala dos horas de comicidad y alucinación que deben verse en 2D por una razón simple: la hipersaturación propia del filme, con esos lentes oscuros, desconcentra, inclusive marea; de la seducción pictórica pasamos a torpes golpes de efectos que no le aportan nada a esta imperdible aventura psicodélica.
Magia de la buena y en estado puro Suena “Interestellar overdrive”, la suite psicodélica sobre la que Pink Floyd construyó su leyenda. En el cameo de rigor, Stan Lee aparece riéndose a los gritos con “Las puertas de la percepción”, de Aldous Huxley, entre las manos. Marvel le dio pantalla a uno de sus superhéroes más fascinantes y complejos apelando al tono narrativo ideal. “Doctor Strange” derrocha magia desde la imaginería visual, de lo mejor que concibió el estudio, pero también desde la construcción de los personajes y el devenir de la historia. Es, a no dudarlo, una de las mejores películas del MCU (Marvel Cinematic Universe). Stephen Strange es un cirujano tan exitoso como arrogante y egocéntrico. Un accidente lo obliga a replantear su vida y termina en Nepal, descifrando los arcanos más profundos de la mano de Ancestral, a quien Tilda Swinton encarna en otro de sus magníficos juegos de androginia. Strange va adentrándose en los secretos del multiverso mágico junto a Mordor (el oscarizado Chiwetel Ejiofor) y Wong (Benedict Wong, el soberbio Kublai Khan de “Marco Polo”). El villano al que deben enfrentar es Kaecilius, un hechicero renegado que -cómo no- persigue la vida eterna y vive en la piel de otro gran actor: Mads Mikkelsen. El reparto es notable. Scott Derrickson, cuyo debut en Hollywood fue al frente de “El exorcismo de Emily Rose”, propone un viaje más allá de los límites del tiempo y el espacio. Ese es el derrotero que recorre Strange para encontrarse a sí mismo y, de paso, salvar el mundo. Tan intrincados e irresistibles como los cuadros de Escher, los planos imposibles sobre los que se mueven los protagonistas de “Doctor Strange” representan un derroche de creatividad. Tan valiosa como esta ingeniería visual es la decisión con la que Benedict Cumberbatch se apropia de Strange para hacerlo creíble y meterlo de lleno en la factoría cinematográfica de Marvel. Es un superhéroe diferente y en esa particularidad radica la atracción que genera. Hay Strange para rato.
Un superhéroe místico Un nuevo y atípico superhéroe fue lanzado a la pantalla. La primera película de la franquicia, además de tener en marcha cuatro secuelas sobre este personaje creado por Stan Lee en los años 60, deja abierta la puerta para desarrollar en el futuro subtramas y personajes secundarios. Aunque los efectos generados por computadora ya son un protagonista más, en este caso Stephan Ceretti, responsable de casi todos los tanques de los últimos años como "Harry Potter", "Thor" o "Guardianes de la galaxia", fusionó la geografía plegable al estilo de "Animales fantásticos y dónde encontrarlos" o "El origen", con la psicodelia de los 60 y los bucles temporales de "Miss Peregrine y los niños peculiares" o "Hechizo del tiempo". Doctor Strange es un neurocirujano tan brillante como arrogante que después de un accidente pierde la posibilidad de usar sus manos. Decepcionado con la medicina tradicional, alguien le dice que en un templo de Katmandú podría estar la cura, pero allí, además de renunciar a su vanidad, descubrirá que la ciencia es sólo una parte del conocimiento. Strange (Benedict Cumberbatch) y Ancestral (Tilda Swinton), su mentora y una especie de suma sacerdotisa del tiempo y la mente, encabezarán, además, una lucha contra el líder de una facción al servicio del mal. Humor, un héroe excéntrico, acción y dos muy buenos intérpretes completan este filme que promete acción por unos cuantos años y que, como siempre en la línea de Marvel, tiene una intervención de Stan Lee en una breve y cómica escena en la que lee su propio trabajo.
Marvel lo hizo de nuevo "Doctor Strange: Hechicero Supremo" trata sobre un neurocirujano que luego de un accidente automovilístico no puede mover sus manos. Por lo que se ve obligado a buscar una cura en una comunidad aislada y adquiere poderes mágicos. Un gran largometraje de inicio de saga que muestra efectos especiales que quieren escaparse de la pantalla. Mientras DC Comics parece no encontrarles la vuelta a las producciones cinematográficas basadas en sus historietas, por más que tengan como protagonistas a superhéroes ya famosos, Marvel se alimenta de los fracasos o intenciones fallidas de su contrincante y estrena filmes que van desde lo irreverente ("Deadpool", "Guardianes de la Galaxia") hasta lo normativo y coral (la saga "Capitán América", "Los Vengadores") y bichos raros como "Ant-Man", siempre en una línea de composición clara y entretenida (aunque mantiene en un rincón oscuro la siempre fallida "Los cuatro fantásticos", debe decirse). Y, entre tanta diversidad, llega una producción que le da una vuelta más a este engranaje de superhombres: el "Doctor Strange: Hechicero Supremo". El neurocirujano Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es un vanidoso millonario amante de los lujos y los desafíos en el quirófano. Su fama en el ámbito médico lo deja especular con cuál será la vida que salve y le otorgue más aptitudes de "dios". Todo cambia cuando un accidente en el que casi muere lo priva del control de sus manos que tanta gloria le dieron como médico y ni siquiera su colega y ex novia (Rachel McAdams) puede lidiar con él. Al enterarse de que un paciente que no podía caminar -al que él había rechazado por considerar su caso irrecuperable- logró curarse, va a verlo para que le diga quién fue el que lo curó. Lo espera un largo viaje al Himalaya y conocerá a un extraño grupo, el Kamar-Taj, liderado por Ancestral (Tilda Swinton), quien le enseñará que este mundo sólo es una realidad entre muchas. A través de la filosofía budista, hechizos e invocaciones milenarias, obtendrá un entrenamiento místico que escapa a todos los hechos que conocía en su vida. De esta manera obtendrá poderes psíquicos, la proyección astral o la teletransportación, entre otros conocimientos. Sin embargo, cuando todo este nuevo universo sea demasiado para él y entienda que no puede volver a su antigua vida, un ex alumno de Ancestral aparecerá para intentar destruirlo. Filme que entusiasma Por momentos, "Doctor Strange" es un filme épico que recordará a "El origen" de Christopher Nolan, pero a pesar de la complejidad de las estructuras se encadena al guión y nunca dejamos de ver que estamos en presencia de un héroe en descubrimiento de sus poderes, por lo tanto se verá un tanto torpe, pero divertido. Un gran largometraje de inicio de saga que muestra efectos especiales que quieren escaparse de la pantalla y una gran actuación de Cumberbatch.
2016 supuso ser un año con pocos aciertos en lo que se refiere al MCU (el universo cinemático de Marvel).Tanto con sus films –la algo fallida Civil War- como también con sus series –la segunda temporada de Daredevil no estuvo al mismo nivel de la primera en su desarrollo y la serie de Luke Cage resultó ser un fracaso olvidable en su totalidad- el universo creado comenzó a desmoronarse. Por suerte, con la llegada de Doctor Strange el director Scott Derrickson se convierte en un hechicero supremo de la cinematografía que, con su magia visual, de momento logra reconstruir y salvar el MCU. Con un prólogo inicial lleno de misticismo y un despliegue visual que maravilla entre secuencias de acción, el film presenta en parte el tono estético y dinámico a manejar. Uno que va más allá de su similitud “a lo Inception de Nolan” y que manipula los terrenos que rodean a los personajes al dotarlos de una dimensión nunca antes vista en otros de los films de la franquicia. Como si se tratara del propio Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), el film da un salto abismal y ofrece abrir el tercer ojo de todo espectador que quiera arriesgarse a vislumbrar que hay detrás del velo, entrando al plano astral que este film supone ser al lado de los otros que componen a este universo cinematográfico, perteneciente a este mundo de sagas pero manteniendo un carácter en gran parte independiente del resto. Strange es un experto neurocirujano tan egocéntrico como talentoso (por momentos se lo puede visualizar a Cumberbatch como un Gregory House lejos de las adicciones) que verá su mundo cambiar drásticamente al sufrir un accidente que daña por completo las manos que antes salvaron tantas vidas. Su búsqueda por una cura lo termina llevando a lo más recóndito de un templo en Nepal donde, tras un largo entrenamiento bajo el tutelaje de la Ancestral (Tilda Swinton), aprende los secretos místicos de un mundo totalmente distinto al que conocía. Es interesante presenciar cómo el desarrollo del film se toma su tiempo para narrar el viaje iniciático del héroe -el entrenamiento y las distintas revelaciones que formarán parte de su aprendizaje pertenecen a toda la primera mitad de la trama- y cómo lo logra de manera siempre ágil y diferenciando los aspectos y el tono entre la vida de Strange antes y después de su incursión al misticismo. Si bien todo lo que tiene que ver con la temática mística, espiritual e incluso lisérgica es lo más destacable de la trama, la misma cuenta con ese aspecto al parecer infaltable de los films de Marvel Studios: la comedia. El problema es que lo que puede resultar simpático y producir esporádicas carcajadas, termina volviéndose cansino al adquirir una presencia cuasi constante que interfiere y desentona con la identidad del film. Algunos de dichos momentos humorísticos funcionan muy bien pero es la cuantiosa cantidad que se hace presente lo que termina agotando su recurso y se convierte en un mero exceso, un elemento tóxico que atenta un tanto contra el poderío temático y visual de Derrickson. Es en la segunda mitad del film donde la constante humorística se fortalece (para mal) y ciertos elementos narrativos pierden su fuerza ante ello (también para mal). Sin embargo, el viaje que tanto héroe como villano emprenden- el peligroso fanático Kaecilius (Mads Mikkelsen siempre genial en cada momento en pantalla pero también algo desaprovechado siendo un actor de su talla)- continúa en todo su transcurso con una fuerza que maravilla con su notable presencia, la cual nunca cede del todo ante los ataques destructivos que se autogenera el propio film. Secuencias que vislumbran el plano astral de Strange -una locura totalmente lisérgica que maravilla, divierte y aterroriza a la vez, dejando entrever un poco la identidad del director que proviene del género de terror- y las batallas entre él y Kaecilius son el disfrute máximo que toma como excusa una historia para alcanzar niveles de perfección cinematográfica donde lo visual y el entretenimiento ganan por igual. Todo dado entre saltos entre teletransportaciones, deconstrucción del tiempo-espacio y dimensiones con aspecto de teleidoscopio que sumergen todo elemento en un deleite de la retina. Tras una seguidilla de producciones no tan exitosas en su desarrollo, Doctor Strange sale airosa con tan solo algunos traspiés. Algo inevitable entre tanta manipulación del espacio y el conocimiento cósmico. Quizás, con una búsqueda aún más centrada en la temática fantástica, el director pueda con una segunda parte evitar caer en un bucle temporal donde la comedia, cual devoradora de mundos, consuma su talento y el de su personaje principal. Solo el tiempo, y tal vez el espacio, lo dirán.
Sin lugar a dudas, Doctor Strange se convirtió rápidamente en una de las películas más esperadas del año. A pesar de no ser uno de los personajes más conocidos del Universo Marvel, los diferentes avances/teasers/trailers/publicidades de Sprayette, junto a la figura de Benedict Cumberbatch (Sherlock, Star Trek Into Darkness) como protagonista, preanunciaban que se trataría de una película un poco diferente al resto de las obras basadas en cómics que venimos viendo. Y sí, estuvo programada en el Festival Internacional de Mar del Plata dentro del panorama "Autores". Porque no es un mero tanque pochoclero, es algo más. La película arranca haciéndonos una breve introducción de la rutina y el carácter (insoportablemente altanero) del Doctor Stephen Strange: un talentosísimo neurocirujano cuyas manos no fallan a la hora de meter bisturí en los sesos de la gente. Y tampoco falla su precisión para diagnosticar. El tipo es un genio, pero está subidísimo al caballo: las vidas que salva son simplemente casos de éxito en su carrera, como si a Maru Botana le saliera bien una torta o a Roberto Piazza un vestido. La profesión es lo que le da sentido a su vida, pero sólo por la enorme ambición que profesa de ser el mejor. Tras una introducción a la que no le sobra ni le falta nada, manejando en la ruta sufre el accidente que le cambiará la vida: vuelca con su auto y sus manos quedan completamente destrozadas. A pesar de las palabras y el apoyo de su incondicional compañera, Christine Palmer (Rachel McAdams), Strange no puede evitar quedar destrozado por dentro: su carrera ha finalizado. Y nada de rendirse o dedicarse a otra cosa: el doctor se cansa de buscar tratamientos para recuperar su pulso. Es así como conoce el caso de un paciente irrecuperable que volvió a caminar y, buscando la misma solución, sigue sus pasos hasta Kamar-Taj, un lugar oculto en Nepal. Y es aquí donde paro de contar lo que pasa tan detalladamente y repaso por arriba, porque si bien conocía al personaje, el no saber prácticamente nada de la trama me permitió disfrutarla a cada minuto. Básicamente, lo que sucede en el templo oculto de Kamar-Taj es que, a través de las enseñanzas de Ancestral (Tilda Swinton), Strange va accediendo a diferentes niveles de conocimiento y con ello se va transformando en hechicero. Partiendo de la mente y de la concentración, descubre que puede transformar el tiempo, la materia, las leyes de la física, acceder a un plano astral hasta entonces para él desconocido. Y este mundo, tal como le explica el simpático bibliotecario Wong (Benedict Wong), también tiene amenazas que lo acechan. Strange sólo quería arreglar sus manos para volver a su rutina, pero descubre que hay algo más grande, que en un lugar radicalmente opuesto a la ciencia se podrá someter a desafíos mayores. La película transcurre en la actualidad y sabe hacer convivir nuestro mundo tecnológico con el mundo más ancestral y espiritual al que accede Strange. De hecho, esta temporalidad marca con más fuerza aún el hecho que nuestro amigo decida probar un tratamiento alternativo: no es lo mismo la medicina actual que la medicina existente en 1963, año en que debutó el cómic. Asimismo, es también esta brecha temporal (porque si bien pasa todo en el presente, la puerta que abre Ancestral no es sólo a otro aspecto del mundo, sino también a un tiempo espiritual diferente) es lo que permite gran parte de los gags. El humor (algo de lo que siempre me quejo, sí) no molesta en absoluto, sino que al contrario, está bien ubicado con el tono general de historia. El hecho de poder trabajar en un género un poco más cómico y que efectivamente funcione también tiene que ver con el personaje: al no ser archiconocido y de primera línea (oh la ironía, es uno de los más poderosos), permite el chascarrillo sin que ningún fundamentalista aduzca que es una falta de respeto y pida en Change.org la censura de la película. El acierto número uno de la producción es Benedict Cumberbatch en el papel de Doctor Strange. Más allá de lo físico, sabe encarnar los diferentes matices del personaje, porque claramente detrás de la altanería que le demuestra al mundo no deja de ser un tipazo. Debo confesar que en los primeros minutos temí que fuera un "Doctor House con poderes" (si empezamos a trazar similitudes con el personaje popularizado por Hugh Laurie, no terminamos más), pero por suerte va por otro lado. Y sí, en determinados momentos las miradas logran recordarte a Vincent Price, actor en el que está basada la apariencia física del personaje creado por Stan Lee y Steve Dikto. Desde el tratamiento del humor a través de los diálogos hay determinadas frases, latiguillos, que una cosa son escritos y otra cosa son con la impronta de Cumberbatch encima, lo que llama fuerte al tribuneo. Por suerte, en el Festival no está "mal visto" gritar y aplaudir cuando amerita, y ameritó varias veces. El otro caballito de batalla de la película son, sin lugar a dudas, los efectos visuales, que tienen olor a Oscar. Como decíamos anteriormente, los hechiceros pueden manipular tiempo, espacio y acceder a dimensiones y universos paralelos, entre otras cosas. El punto de partida para la composición visual es infinito. De ahí en más, los colores elegidos en cada espacio, la minuciosidad de texturas y detalles, todo, todo es absolutamente increíble. Los espacios que no son los que habitamos se ven con el mismo realismo que las calles de Londres o el quirófano del hospital. A nivel narrativo, además de una presentación justa, el resto de la acción se desarrolla naturalmente, sin huecos en el guión que te distraigan de la trama ni arbitrariedades. La única falencia quizás es que no termina de generar un buen clímax. Quizás porque el foco se pone más en presentar al Doctor que al enemigo, o por la falta de algún obstáculo mayor a la hora de la resolución, pero se pierde un poco la identificación generada con el protagonista; te despegás ligeramente y dejás de sentir la magnitud real del problema al que se enfrenta. VEREDICTO: 9.0 - EL DOC LLEGÓ PARA QUEDARSE Incluso con un tercer acto que se desinfla un poquito, Doctor Strange demuestra que los superhéroes en el cine aún tienen mucho para dar. "En el cine", dije. En la sala. Si ves una bestia como ésta en la pantallita de la compu, merecés tomar birra caliente y sin gas por el resto de tu vida.
Dr. Strange no tiene los músculos de Hulk, el caché de Iron Man, un martillo mítico como arma ni la moralidad intachable del Capitán América. Su poder es la magia. Lo cual, a priori, lo posiciona como el mejor héroe para animar fiestas infantiles, pero no tanto para salvar al mundo de los villanos más malos. Felizmente Marvel/Disney sabe aprovechar el potencial de los héroes que decide adaptar y convierte a uno de los personajes menos cinematográficos de los comics en lo que seguro será protagonista importante en las próximas entregas de la franquicia. Basta con quedarse luego de los créditos (¿cuándo no? ¡Es una película de Marvel!) para entender el rol que le tocará asumir en un futuro cercano. Esta vez los ejecutivos de Disney tenían la difícil tarea de no solo evitar reiterarse y mantenerse frescos luego de tantas entregas del universo Marvel, sino también de trasladar al formato cinematográfico un héroe cuyo poder es proyectar mandalas mágicas en el aire, encantar objetos, abrir portales, conjurar hechizos y conseguir que en ningún momento pensemos en Harry Potter mientras lo hacían. Ah, y como si fuera poco, lograr una estética que no resulte ridícula, porque para ser sinceros lo que se ve en los comics de Dr. Strange plasmado en pantalla grande de seguro de hubiera visto... bueno, raro. Los recursos caleidoscópicos y psicodélicos que se ven en las páginas del comic, con algunos ajustes de por medio y redoblando la apuesta de lo hecho por Christophen Nolan en El Origen, conforman una identidad visual única puesta al servicio de un guión al que no le sobra nada. La película funciona como introducción del personaje al Universo Marvel y también adquiere relevancia a nivel individual. Seguro la idea fue otorgarle una historia propia que sirva como trampolín para luego llegar a los Avengers, pero en el proceso Dr. Strange se convierte en uno de los mejores films del MU que vale por lo que es, sin excusas. Y esa sigue siendo la gran diferencia entre esta compañía y la que se encuentra en la vereda de enfrente apresurando y mezclando historias que no valen a nivel individual y tampoco generan tanto interés por las producciones venideras.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
La historia del cine es algo más que una colección de nombres destacados (como quiere el autorismo). También hay una historia de las formas que surgen y se desarrollan en el tiempo más allá de la voluntad de directores, guionistas y productores. La película de superhéroes es una de esas formas. La madurez de un género puede medirse observando una relación inversamente proporcional entre el nivel general de sus productos y la presencia de directores famosos. Los últimos trabajos de Marvel están a cargo casi siempre de directores poco o nada conocidos por fuera de la industria que modelan con paciencia el mundo de sus ficciones sin preocuparse por dejar una marca autoral, y el resultado es un montón de películas notables. Distinto es el modelo de DC, que consiste en traer nombres importantes (como Nolan o Snyder) que aplastan a los personajes bajo el peso del propio estilo y la grandilocuencia. Doctor Strange supone un nuevo capítulo en esa feliz serie cinematográfica que viene alumbrando Marvel. Stephen Strange es un neurocirujano canchero y ególatra que parece controlar a la perfección su vida y a quienes lo rodean. Pero en los relatos se suele castigar la arrogancia, así que la desgracia no tarda en visitar al protagonista: un accidente automovilístico le cuesta la movilidad en sus manos, que ahora son solo una masa temblorosa incapaz de realizar las proezas quirúrgicas del pasado. El personaje conserva en buen estado el resto del cuerpo, pero la pérdida del dominio táctil lo enloquece y conduce a la desesperación; la cámara hace incontables planos de esas manos inservibles; se ven manos que se niegan a obedecer a su dueño, que dejan caer cosas, que no pueden manipular una máquina de afeitar. Un drama bressoniano. Después vienen la conciencia del error propio, el cambio interno, el arribo a un lugar secreto resguardado del mundanal ruido y el esperado renacer como héroe improvisado que debe enfrentar a las fuerzas del mal, que traen consigo nada menos que una dimensión monstruosa que viene a la Tierra a devorarla y a sumarla a su reino tenebroso. Scott Derrickson no parece haber dirigido otra cosa que terror, sin embargo, Doctor Strange se mueve con precisión a través de la magia, el exotismo y las peleas del cine de aventuras. Versatilidad del artesano que puede desplazarse a gusto por distintos géneros. La película es capaz de balancear el misticismo de la trama con el timing de la comedia sin que uno anule el otro: los diálogos sobre los planos astrales y el tono de sabiduría oriental que colma el santuario es un insumo que la película trabaja con cuidado sin llegar a la caricatura ni a vender un orientalismo new age. Por su parte, los gags funcionan a la perfección, aunque en forma bastante más discreta que en Ant Man, Deadpool o las Iron Man (las otras comedias de Marvel). La película encuentra ese tono anfibio de aliento típicamente clásico y puede sostenerlo durante casi dos horas; se trata de un virtuosismo cada vez menos frecuente que opera borrando sus propias huellas; la máquina del cine se oculta para dejar en el centro de la escena las peripecias del relato. Sin embargo, hay algunos momentos donde la película se permite exhibir su propia factura, por ejemplo, cuando Strange es sometido a un tour intempestivo por los planos de la existencia, y sobre todo durante los combates, cuando los personajes manipulan el espacio y lo transforman en toda clase de trampas y obstáculos para sus rivales. Lo primero recuerda claramente a 2001: Odisea del espacio, aunque sin la seriedad ni el ascetismo exagerado de Kubrik, y las imágenes de los edificios colapsando unos contra otros, como si fueran un maravilloso mecanismo de piezas móviles, hace acordar a algunas imágenes de El origen, solo que allí los protagonistas gastaban más tiempo en explicar esos prodigios desde los diálogos que en utilizarlos de manera cinematográfica, mientras que en Doctor Strange se aprovecha el recurso y se lo transforma en un habitual campo de batalla en el que se miden los bandos de héroes y de villanos con poderes mágicos y técnicas de lucha sobrenaturales que ejecutan sobre escenarios mutantes e inestables. La generosidad visual de la película y el pudor del director a dejar ver su huella se perciben también en las performances de los actores, que saben mantenerse dentro de los límites de sus papeles: Rachel McAdams acepta componer a una enfermera algo gris y asustadiza, renunciando al brillo habitual de sus personajes; Benedict Cumberbatch respeta uno por uno los tics del héroe arrogante pero de buen corazón a lo Indiana Jones (o cualquier otro aventurero estereotípico); Mads Mikkelsen continúa investigando la manera de darle vida a malos despiadados reduciendo la gestualidad a niveles pocas veces vistos, en un minimalismo que remeda, aunque sea lejanamente, los “modelos” de Bresson; Tilda Swinton hace a una líder espiritual sin caer en la solemnidad y hasta se permite ser simpática, ofrece una buena cantidad de sonrisas y regala sus gestos andróginos de siempre. Todos ocupan el lugar que les corresponde sin correrse ni un milímetro, anteponiendo el funcionamiento general del relato por sobre cualquier lucimiento personal. Si no fuera por algunos efectos que delatan la técnica digital, uno podría pensar que está viendo una película clásica, de esas que rebozaban confianza en sus historias y que nunca se permitían dudar de la buena fe de los relatos.
Éste nuevo acercamiento al mundo del comic de la mano de Marvel, no aporta nada nuevo, el texto se establece como la remanida, por anticuada, lucha entre el bien y el mal. Incluso desde lo meramente visual ocurre lo mismo a lo largo de todo el relato, si en un principio produce algo de asombro, con universos que se parten en dos y se vuelven a unir dando lugar a otras formas. Todo señalado de manera literal y metafórica, no dejando fuera el espacio y el tiempo, todo para provocar una cataratas de sentidos, sensaciones, esto desde la técnica, con los muy buenos efectos especiales y visuales, el problema mayor es que la repetición del recurso termina hastiando. Lo mejor del filme se encuentra en los primeros minutos, la mencionada técnica, la presentación del personaje principal y algunos laterales. El Dr. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es el mejor neurocirujano del mundo, megalómano, demasiado seguro de si mismo, desprecia al resto de sus colegas neurocirujanos por considerarlos inferiores, Su colega, y pareja esporádica, la Dra Christine Palmer (Rachel McAdams), especialista en urgencias, intenta infructuosamente encontrarle algo de humano, aunque más no sea compasión. Pero no, esa pelea está perdida. Todo cambia (sino fuese así no habría película) cuando el gran doctor tiene un accidente automovilístico en el cual destroza de manera casi irreparable sus manos. Su cerebro les dará ordenes de precisión, que no podrán cumplir. Perdido en la posibilidad de reconstruir su vida, extraviado su horizonte y sus sueños, no encuentra alivio en ningún parámetro de la vida cotidiana, hasta que por casualidad descubre un personaje que, desahuciado como él, había recuperado su vida anterior, todo un milagro, asi Jonathan Pangborn (Benjamin Bratt), es quien le dará el nombre del milagro. The ancient one (Tilda Swinton) atiende en Asia, y hacia allá va nuestro héroe sin saber a qué se enfrentará, es quien le hace ver que hay un mundo que desconoce, que está dentro suyo, su potencial, el camino de una mística ancestral, a la que en principio descree, como buen hombre de ciencia que se precie de tal, hasta que se convence, pero ya es tarde. La buena anciana, no lo quiere. Todo esto en el primer cuarto del filme. Así de rápido. Ayudado por Mordo (Chiwetel Ejiofor) será aceptado y emprenderá el camino de la recuperación, lo que no deja de lado que en poco tiempo se establezca como un gran maestro, todos en ese lugar están esperando al “Hechicero Supremo” para que derrote de una buen vez por todas al mal en esencia pura, corporizado en Kaecilius (Mads Mikkelsen), en realidad una oveja descarriada, cualquier semejanza con Satanás es pura coincidencia. Pero nuestro héroe, más allá de su característica de personalidad, es, hay que decirlo, vanidoso, egocéntrico, altanero, presumido, y también es una buena persona. Es un galeno, pero no necesitó realizar el juramento hipocrático pues se considera el nuevo Hipócrates del siglo XXI, no puede matar, él está en esta tierra para salvar vidas, no sólo actúa en consecuencia, lo dice, es parte de uno de sus parlamentos, demasiado redundante. En la buena secta, ya que se manejan como tal, están esperando la llegada del Hechicero Supremo, si se remite al subtitulo del filme, la incógnita le será revelada, el resto es previsible al extremo. Buenas actuaciones, buen diseño y montaje sonoro, cuidado en los efectos especiales muchos espejitos de colores, y muy poco guión. Un filme que ya se puede considerar de formula que, a estas alturas de los acontecimientos, demuestra estar agotada.
Se trata de Stephen Strange (interpretado por Benedict Cumberbatch), un brillante pero sumamente arrogante neurocirujano que, tras sufrir un accidente automovilístico, pierde la precisión de sus manos debido a un problema neurológico. Por ésto, y muy a su pesar, se ve obligado a abandonar la medicina. En busca de una cura definitiva, y tras gastarse hasta el último centavo de su incontable fortuna, se dirige hacia el Tíbet, más precisamente a una comunidad aislada llamada Kamar-Taj, una especie de centro de sanación donde conoce a Mordo (Chiwetel Ejiofor) y a El Ancestral (The Ancient One). A diferencia del comic, en el film dirigido por Scott Derrickson (“Sinister”, “El Exorcismo de Emily Rose”) es una mujer (Tilda Swinton fue la elegida para este papel). Este personaje es quien introduce al protagonista en las artes místicas, el mundo oculto de la magia, las dimensiones alternativas (hay un par de escenas muy bien logradas que parecen salidas de “El Origen/Inception”). Con los nuevos poderes mágicos que ha adquirido, Stephen pronto se ve inmerso en la línea de combate contra fuerzas oscuras que amenazan con destruir nuestra realidad y deberá elegir si vuelve a su antigua vida de riqueza y estatus, o deja todo atrás para defender el mundo como el hechicero más poderoso del universo. El villano de turno, Kaecilius, está interpretado por Mads Mikkelsen (“Hannibal”), y el interés romántico de Strange, la Dra. Christine Palmer, está a cargo de Rachel McAdams. El film es muy entretenido y, como en todas las películas de Marvel, su argumento tiene muchas líneas de humor. Párrafo aparte merecen los espectaculares efectos visuales. Atención al final porque hay dos escenas post-créditos; una de ellas se conecta con la quinta producción de la fase en cuestión: “Thor: Ragnarok” (3 de Noviembre, 2017), la tercera película en solitario del ‘Dios del Trueno’.
El Doctor Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) se calza los guantes para operar y pone un hit disco para hacerle una apuesta a uno de los asistentes. Es “Feels So Good”, de Chuck Mangione; el asistente dice que es de 1978 según Wikipedia y Strange insiste en que el hit es del ´78 pero el tema salió en el ´77, y gana. “¡Qué pavada!”, se queja una asistente; “¿Cómo pavada?”, le responde Strange: “¡Es el primer hit que entra al top 5 interpretado por un flugelhorn!”. Esta perla de diálogo aparece al principio de Doctor Strange, y no habrá otra igual. Es atípica para un film de Marvel, y el film es atípico en sí. “Feels so good, feels so good”, exclama entusiasmado el doctor, brillante y cínico, capaz de los implantes más inverosímiles, pero a la vuelta del hospital sufre un choque y pierde la movilidad de los dedos, tan hábiles para operar. Y la medicina alopática (y futurista) no le dará la solución; la solución está en un monasterio de Katmandú. El doctor viaja al monasterio y tiene una trifulca con una misteriosa sacerdotisa (Tilda Swinton, rapada); la mujer le dice que abandone su ego si quiere curarse, que busque en su espíritu. Strange responde con una venenosa carcajada de escéptico, y la sacerdotisa le da una patada de kung fu que lo saca de su cuerpo y lo lleva de viaje astral. Convencido y convertido en alumno capaz de trucos semejantes (lanza fuego con las manos, flota, etcétera), la sacerdotisa y su fiel asistente Mordo (Chiwetel Ejiofor, de 12 años de esclavitud) luego lo convencen para luchar del mismo lado (el de la magia buena) contra Kaecilius (Mads Mikkelsen), un alumno renegado que busca derribar los tres portales (en Londres, Nueva York y Hong Kong) para dominar al mundo y conseguir la eternidad. Así, lo que empezó como Doctor House termina como una mezcla de The Matrix, Star Wars e Inception, con luchas de encapuchados que portan espadas mágicas, abren puertas a otras dimensiones, vuelcan edificios como alfombras y demás fantasías del universo digital. Con todo lo estrambótico, Doctor Strange es un espectáculo visual atractivo con el aporte inusual de tres actores británicos. En cine, Marvel sigue por delante de la alicaída DC.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Mundo visual con vida propia El Marvel Cinematic Universe (MCU) se va consolidando como proyecto a largo plazo, y como una definitiva segunda vida audiovisual para varias de las franquicias de la Casa de las Ideas; licencias del pasado los obligaron a prescindir de algunos personajes gloriosos (X-Men, Spider-Man hasta hace poco, Los Cuatro Fantásticos), por lo cual la apuesta fue hacia adentro: hacer popular el Universo Marvel que le gusta a los marvelianos. Así personajes como Iron-Man, Thor, Ant-Man, Capitán América y Vengadores históricos como Visión, Hawkeye, Viuda Negra y Bruja Escarlata (Hulk siempre tuvo su popularidad) se convirtieron en las estrellas de una historia que se mueve por ciclos, que rematan en una cinta de Los Vengadores (en acuerdo con Netflix, están haciendo algo parecido con sus “vigilantes”, que se van cruzando en series propias y ajenas: Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage, Elektra, Punisher y Puño de Hierro). Al mismo tiempo, y manteniendo la unidad, los cerebros detrás del grupo han apostado por diferentes perfiles en cuanto a directores. Así, Kenneth Branagh llegó a “Thor” para poner el clima de drama shakespeareano; Peyton Reed (el de “Durmiendo con mi ex”, “Sí, señor” y la mítica cinta de porristas “Bring It On”) le puso el tono de comedia a “Ant-Man”, de la mano del protagonista Paul Rudd (que participó del guión); Jon Favreau (cercano al cine de acción) dirigió las dos primeras “Iron-Man”; y Joss Whedon (el cerebro que se adelantó una década con “Buffy la Cazavampiros”, y que se dio el gusto de participar en “Máxima velocidad” y “Toy Story”) quedó para dirigir las dos primeras “Los Vengadores” y agregar escenas escondidas aquí y allá, para dar sentido al conjunto. Aprendiz de maestro Dicha la parrafada anterior (ya podemos ver esas líneas de trabajo después de dos ciclos), vamos al punto: el personaje poco conocido, al menos hasta ahora, elegido para arrancar la etapa que rematará en “Los Vengadores 3” es el Doctor Strange, el maestro místico de la Marvel. E1 - DOCTOR STRANGE.jpg Y querían para llevar a cabo el proyecto a un director de terror (no malo, sino del género). Intentaron con Fede Álvarez, el que hace poco se lució con la sorprendente “No respires”; ante la negativa, fueron por Scott Derrickson, realizador de cintas muy “del palo” como “El exorcismo de Emily Rose”, “Líbranos del Mal” y la intensa “Sinister”. Pero acá Derrickson sorprende, porque pega el salto de la oscuridad como herramienta a un despliegue visual con pocos precedentes, con todas las luces y sombras que hagan falta. Vamos a la historia. Stephen Strange (sí, el apellido ya tiene chiste, que las ediciones españolas mataban como “Stephen Extraño”) es un magistral neurocirujano, con un ego sobredimensionado y un humor particular. Es una especie de Tony Stark del arte de curar: millonario, famoso, se mueve para la gloria personal. Pero como a Tony, también le llega su epifanía trágica: un accidente de auto acaba con la estabilidad de sus precisas manos. Sin solución para su problema, creyendo que su vida está terminada, un fisioterapeuta le cuenta de un caso milagroso de rehabilitación. Al final logra dar con el recuperado, que lo envía a investigar a Kamar-Taj, un lugar cerca de Katmandú, en Nepal. Allí llega a un templo místico liderado por Ancestral (The Ancient One) un personaje que aquí apostaron a cambiar de sexo, de hombre a mujer peladita, secundada por el maestro Mordo. En medio de su propia crisis (que derivará en la trama de la película) deciden aceptar a Strange, porque ven un potencial en él. Así, el que fue a curarse se verá metido en una guerra multidimensional contra el hechicero Kaecilius y el peligro que quiere conjurar sobre nuestras ignorantes cabecitas. Todas las dimensiones ¿Cómo contar visualmente las andanzas de unos maestros en el arte de moverse entre las dimensiones y los planos de la existencia? Derrickson se apoya en el diseño de producción de Charles Wood, la dirección de arte encabezada por Ray Chan y la fotografía de Ben Davis para hacer explotar un mundo visual vivo, en movimiento. Por encima de la estática grandilocuencia del Asgard de “Thor”, y sin nada que envidiar a la lección cinemática de los planos secuencia de “Los Vengadores 2” (punto para Whedon), el equipo creativo de “Doctor Strange” se luce especialmente en la “dimensión espejo”, donde los hechiceros alteran la realidad sin modificar nuestro plano: así, molduras, parquets, columnas y paredes se mueven como si fueran la versión animada de los grabados de M.C. Escher, el artista holandés que supo jugar con tramas y perspectivas para que se confundan figura y fondo, adentro y afuera, arriba y abajo. Porque también se perderá el arriba y abajo, con alguna influencia visual de “El origen” de Christopher Nolan, con sus ciudades plegadas sobre sí mismas; y también hay algo de “Interestelar”, otra apuesta de Nolan, en la concepción del Multiverso, con su particular paleta de colores. También, en el clímax (extraño formato de clímax para una película marveliana) alguien se acordará de “Al filo del mañana” y su loop temporal: punto para los guionistas (el realizador junto a Jon Spaihts y C. Robert Cargill). Pequeños y grandes gestos La elección de Benedict Cumberbatch como Strange es clave: con excepción de su particular actuación en “Agosto”, se ha lucido en personajes de gran ego y facetas oscuras, y su “Sherlock” televisivo agrega a eso un costado de humor inglés que le viene bien en este personaje, para dar el toque de “humor Stark” del MCU, aunque más atildado que el de Robert Downey Jr. Encuentra el punto medio entre el sabio y el novato en las nuevas artes. Tilda Swinton es otro desafío fuerte: apostaron a cambiarle el sexo a Ancestral (tuvieron que sacarle el artículo en la traducción) pero poniendo las fichas a la potencia andrógina de esta eficiente intérprete de pequeña figura, que puede decir mucho con los más mínimos gestos (el esbozo de una sonrisa, un pequeño ladeo de cabeza) y al mismo tiempo prestarse junto a sus compañeros al despliegue físico de la acción. Mads Mikkelsen como Kaecilius es una buena elección: fue Hannibal Lecter en televisión y villano de Bond (“Casino Royale”) así que sólo con su cara sin maquillar demasiado le creemos que es capaz de mandar nuestra realidad a la porra. Con Chiwetel Ejiofor lo que le cambian a Mordo (que acá no es barón) la etnia, y el intérprete logra construir un hechicero atribulado, incapaz de controlar “sus demonios”, aunque haya creído mucho tiempo que sí: acá también hay ambigüedad, aunque Mordo quiera aclarar las cosas. Rachel McAdams es una actriz de talento, pero su Christine cumple la función de anclaje terrenal del buen Stephen, como cuando pusieron a Natalie Portman como interés romántico de Thor. Christine es humana en serio, médica de vocación, y se preocupa por el doctor como nadie en el mundo. Benedict Wong (el Kublai Khan de “Marco Polo”) completa el staff principal como precisamente Wong, el bibliotecario de Kamar-Taj, vigilante de secretos rituales. “Doctor Strange” es un gran comienzo para la tercera etapa del MCU, y las taquillas lo confirman: sería el mejor debut de un personaje individual de Marvel. Mientras tanto, podemos sonarnos los nudillos: lo que viene tiene que ver con martillos y melenas rubias, mientras siguen apareciendo Gemas del Infinito. Hay un Guantelete que espera.
Vídeo Review
El Tony Stark del Multiverso El universo cinematográfico de Marvel logra triunfar nuevamente con su fórmula de entretenimiento ya consolidada y recontra validada por el público. Si bien la receta ya es muy obvia y comienza a dar algunos signos de agotamiento, los directivos aún se las arreglan para sumar valor y elementos frescos al modelo de cine de acción que proponen. En este caso el mayor acierto de todo el film es su protagonista, el enorme Benedict Cumberbatch, que se come el personaje y lo dota de carisma infinito. No me había entusiasmado tanto con un casting en este tipo de films desde "Iron Man" con otro gigante, Robert Downey Jr. Los personajes ficticios, Stephen Strange y Tony Stark, comparten ciertos rasgos de personalidad que son imposibles de no comparar. El Loki de Tom Hiddleston está muy bien, al igual que el Hulk de Mark Ruffalo o el Capitán América de Chris Evans, pero la elección de Benedict Cumberbatch como Doctor Strange es simplemente genial. Acompañan muy bien Chiwetel Ejiofor, Rachel McAdams y Benedict Wong. Otro aspecto muy positivo es la "fumadez" de la historia, en gran parte mérito de los creadores Stan Lee y Steve Ditko, pero hay que reconocer que llevar semejante mundo mágico a la gran pantalla no era tarea fácil y sin embargo tanto los guionistas como el director, Scott Derrickson ("Sinister"), lo logran con mucha habilidad. Supieron combinar sus conocimientos con la poco flexible fórmula de Marvel y cocinar un éxito que tiene olor a nuevo cuando en realidad todos sabemos que ya tiene un buen camino andado. En el plano de los efectos audiovisuales no hay nada que objetar. Espectacular. Lo que me resultó más flojo de este film, que repito me pareció muy consistente en su generalidad, tiene que ver con los villanos principales. Dormammu y Kaecilius me dejaron gusto a poco, con motivaciones poco trabajadas. Otro personaje que no me voló mucho la cabeza fue The Ancient One interpretado por Tilda Swinton (amo a Tilda Swinton) y eso que es una actriz que respeto muchísimo. Coincido que el lavado de etnia no quedó bien y se veía forzado en pantalla. Creo que "Doctor Strange" es una de las mejores películas de Marvel. Tanto fans como espectadores ocasionales se van a entretener un montón con esta historia. De todas maneras Marvel debería comenzar a arriesgar un poco más y hacer evolucionar su fórmula que se va haciendo cada vez más obvia y repetitiva.
Marvel sigue expandiendo su universo cinematográfico; agregando más personajes que, eventualmente, terminarán uniéndose en esos megalómanos mash-up que suelen armar. Esta vez, como sucedió con Guardianes de la Galaxia, aguarda un personaje no tan conocido por el amplio público; Doctor Strange, quien también, hay que decirlo, posee características que lo diferencian del tipo de superhéroe que recurre a todo tipo de arma violenta para salvar al mundo de esa amenaza latente y permanente en que se encuentra en esas películas (y “un poco” en la vida real también). El primer aparente cambio en las intenciones detrás de los productores lo encontramos en la elección del director. Scott Derrickson es un reconocido realizador de la nueva camada del terror, El Exorcismo de Emily Rose, Sinister, y Líbranos del Mal (hay por ahí también una secuela de Hellraiser, pero obviémosla) lo centraron como un creador interesado en ambientes oscuros y cierta carga de dramatismo que acrecentaba la tensión sin sobrecargarla. Lo más parecido que Derrickson puede haber hecho a esta película es el remake de El día que la Tierra se detuvo, y mejor no recordemos los resultados que obtuvo en esa oportunidad. El co-guionista (junto a Derrickson), Jon Spaihts, también proviene de zonas oscuras con títulos como Prometeo. ¿Marvel buscó enseriarse? Del argumento conviene no adelantar demasiado, más alá de quienes conozcan al personaje, ya que este presenta varios cambios respecto a su par en viñetas de papel. Benedict Cumberbatch (otro signo de que buscaron a un actor de caracteres loables) es Stephen Strange, un neurocirujano, tan exitoso como egocéntrico que sufre un terrible accidente, dejándole como secuela, la inmovilidad de sus manos. Abatido y sin encontrar una solución dentro de la medicina tradicional, descubre una comunidad que le promete solucionar aquel “inconveniente”, mediante la práctica de la hechicería. Kamar-Taj abre un mundo nuevo dentro del universo de Strange, y muy pronto comenzará a utilizar esos poderes de hechicería más allá de lo que había pensado, para fines altruistas, convirtiéndose en el héroe que da título a la película. Cumberbatch se apodera del personaje y es casi imposible que ya lo imaginemos con otro rostro, muchos de los logros de la película, y lo que la hace diferente, en definitiva, se deben a él. Posee la cantidad necesaria de carisma, rigor y excentricidad para que compremos a su Doctor en todas sus etapas, que las irá quemando bastante rápido. En el resto de los personajes comenzamos a vislumbrar que sí, por más que se pretenda un cambio, estamos frente a otra película del MCU. Desde que se craneó esta idea de tejer una gran red entre películas, y Marvel en sí mismo tomó las riendas de su producción cinematográfica – acrecentado cuando Disney se hizo cargo – podemos ver que las estructuras de sus producciones son bastante similares, con héroes centrales muy llamativos, pero periféricos que no logran nunca estar a la talla. Ni la mujer interés romántico, ni el sidekick, ni los villanos, llegan a ser memorables, o algo más que excusas para que los héroes realicen las acciones necesarias. En un elenco secundario integrado por Mads Mikkelsen, Rachel McAdams, Chiwetel Ejiofor, Tilda Swinton, entre otros, todos se encuentran haciendo algo correcto, de manual, con las limitaciones de un guion que no les permitirá desarrollarse. Otro asunto crucial que la gran empresa comiquera no pareciera dispuesta a resignar es el humor, como sea. Se apunta a una historia más compleja, de multi universos, engaños, tiempos continuos, y todo tipo de parafernalia hechicera; pero en las resoluciones todo se aliviana y se remata con gags, y una personalidad que lo asemeja, quizás más de lo debido, al Tony Stark de Robert Downey Jr. Impactante desde lo estético y con enfrentamientos que, sí, recurren a la violencia, aunque probablemente más estilizada; estos serán los puntos más fuertes de la propuesta, junto al protagónico, en donde se muestra un cambio de rumbo. La mano de Derrickson aparece cuando se decide “bajar un cambio”, o mirar hacia otro lado que no sea el bombardeo videoclipero; está, aunque no deje una marca fuerte. Doctor Strange prometía un giro radical en el estilo Marvel luego de varios signos de cansancio en sus últimas películas. El cambio existe, no es un giro de 180°, quizás ni siquiera uno de 90°, pero por algo se empieza; solo queda ver cómo lo reciben la multitud de fanáticos.
Doctor Strange: Hechicero Supremo es una de las mejores películas (a nivel técnico, actoral y guión) de toda la factoría Marvel/Disney hasta hoy.
Hay pocas compañías que dominen el mundo como Marvel: Lo vienen haciendo desde hace muchísimos años y, más precisamente, desde el 2008 con la aparición de la primera aventura de Tony Stark que pavimentó el camino para que el MCU (“Marvel Cinematic Universe”) se complemente de a poco con las aventuras en solitario de cada personaje que lo compone. Ocho años después, llega a la pantalla grande “Doctor Strange”, un personaje adorado por muchos e ignorado por otros, que tiene su oportunidad de redención con esta gran película. Lo primero para destacar de la misma es que, quizás, sea la película con menos contenido Marvel de todos los films de la compañía. Sea por su temática, sea por sus efectos especiales, o inclusive el tema que aborda, la aventura de Stephen Strange es algo que no tiene igual dentro de este ciclo cinemático. Por eso es que el film se destaca dentro de todo este repertorio de películas y, mucho más importante, por sí sola: “Doctor Strange” es una película que tiene los clásicos condimentos del inicio de una historia con mostrarte cómo es la personalidad del héroe, cómo es que abre los ojos y descubre que hay cosas más importantes que uno mismo y su llegada a ser una figura que todavía tiene mucho que aprender. La gran parte de este disfrute es por todo su sólido elenco: Benedict Cumberbatch es la opción perfecta para el personaje y le aporta un toque único, Rachel McAdams cumple como el interés amoroso del protagonista, Mads Mikkelsen se hace disfrutar como villano y muchos de los elogios van para Tilda Swinton, con un personaje arriesgado que conllevó mucha controversia. La historia, el punto más importante de la cinta, quizás no sea del disfrute de todos por muchos factores. Puede ser comprensible pero yo no los noté, disfruté plenamente de cada minuto que me mostraban y me dejaba llevar por las reglas que se establecían dentro del mundo de la metafísica y la hechicería, ya que todo está contado de tal manera que lo entiendas a la perfección y lo disfrutes. Párrafo aparte para los efectos visuales, de los que se está diciendo mucho por tener cierta comparación con “El Origen” (a pesar de que aquellos efectos sólo se presentan en una escena en particular) , pero a pesar de eso, los mismos cambian todo lo que mostró dentro del Universo Marvel e incluso dentro de las películas de superhéroes, haciendo que se disfrute al máximo y recomendando inusualmente su visión en 3D. Excelentes dentro de este aspecto. No me quedan más maneras de hacer énfasis en la siguiente frase: ¡VAYAN A VER DOCTOR STRANGE! Si les gusta la Ciencia Ficción, si les gusta Marvel, si les gusta el personaje, si les gusta el cine en general…no deberían perderse esta opción que califica como lo mejor de la compañía en años Puntaje: 5/5