El amor de Dios muere joven. Las transformaciones que ha atravesado David O. Russell a lo largo de los años ponen en evidencia una enorme capacidad de reinvención como pocas veces se ha visto en el Hollywood reciente, talento que el neoyorquino sin dudas sabe extrapolar hacia la misma esencia de sus personajes y su trasfondo concienzudamente inestable. A esta altura del partido podemos dividir su carrera en tres períodos que responden a matrices narrativas específicas: en primera instancia tenemos las comedias negras de raigambre indie, Secretos Íntimos (Spanking the Monkey, 1994) y Flirteando con el Desastre (Flirting with Disaster, 1996), luego sobrevino una etapa de mínimo éxito comercial y vuelco hacia el humor absurdo en las ácidas Tres Reyes (Three Kings, 1999) y Extrañas Coincidencias (I Heart Huckabees, 2004), hasta finalmente desembocar en nuestra maravillosa contemporaneidad. Superando todo lo hecho en el pasado, en su madurez el cineasta se sumó a tantos otros colegas y consideró oportuno un giro hacia un clasicismo irreverente que -en gran parte- contiene aquellos ingredientes tradicionales aunque hoy dosificados en su justa medida. Si bien la estética documentalista de El Ganador (The Fighter, 2010) dio paso a la neurosis expositiva de El Lado Luminoso de la Vida (Silver Linings Playbook, 2012), la que a su vez derivó en la presente Escándalo Americano (American Hustle, 2013); en realidad este renacimiento mainstream posee un eje en común vinculado al haber acumulado la experiencia y sabiduría suficientes para administrar con eficacia los recursos disponibles y conservar la independencia creativa. Es decir, a pesar de que Russell mantiene su fama de lunático y pendenciero, en los últimos años supo reunir un séquito estable de colaboradores.
Escandalo americano es un film audaz, lleno de vida y super entretenido para seleccionar sin lugar a dudas la próxima vez que vayas al cine. Sus casi 140 minutos de duración pasan volando no sólo porque la historia en sí es interesante sino por su fluida narración e impecable dirección. La ambientación, vestuario, peinado y maquillaje realizan un retrato fabuloso...
El delicado sonido de la caída. La belleza de las buenas historias siempre se encuentra en los pequeños detalles que construyen un gran cuadro, en la búsqueda del punto justo que expresa un concepto y en las actuaciones atrapantes que hipnotizan, generando una obra de arte que en raras oportunidades captan la esencia de una época expresando cuestiones universales. Escándalo Americano (American Hustle, 2013), el último film del excelente y meticuloso director y guionista David O. Russell (The Fighter, 2010; Silver Linings Playbook, 2012), narra los pormenores de una operación del FBI contra varios políticos de Nueva Jersey basándose en una operación policial real de fines de los años setenta y principios de los ochenta.
Cierre de la trilogía del retazo. Escándalo Americano es una película de retazos, como lo es casi todo el cine de David O. Russell. Narrativamente sus historias suelen empastarse, como sucede aquí, en este cuadrado de personajes unidos por la codicia y (otra vez sopa) “el sueño americano”. Lo interesante es que parece haber algo más, en la superficie se siente que Russell tiene más interés por las conexiones entre sus personajes que por la trama, de ahí que la placa de “algunas de estas cosas sí sucedieron” sea lo primero que vemos. La necesidad es lo que teje la unión de sus personajes, como sucedía también en The Fighter y en El Lado Luminoso de la Vida. Precisamente desde The Fighter, Russell es el mimado del ala más conservadora de Hollywood, es la apuesta para mantener viva la idea del cine clásico estadounidense, ya lo hicieron con Ron Howard: lo llenaron de premios, de presupuestos fastuosos pero se equivocaron, su cine nunca superó la mediocridad. La realidad concreta es que para las recientes nominaciones de los Oscar, Rush fue ignorada por completo, la confianza se rompió. Russell es el que llega para mostrarse como un director que hinca en conflictos familiares pedregosos o en temáticas sensibles de una manera particular. La cualidad estilística de sus films es un conglomerado de otros cines. Escándalo Americano tiene un poquito de Scorsese, en los zooms y paneos violentos a corta distancia, también algo de esa narración que P. T. Anderson suele esconder en una trama autoral (confundida a menudo como inconducente).
Es verdaderamente una pena que American Hustle llegue a las salas luego de la explosiva El Lobo de Wolf Street, ya que ambas tienen como basamento principal la codicia humana y la ambición por cumplir el mentado sueño americano. La nueva película del asombroso David O. Russell, uno de los directores más aclamados por la crítica en estos últimos, no tiene la potencia furiosa del film de Scorsese sino mas bien juega dentro de las líneas sutiles de la comedia y la estafa, en una habilidosa narración que no es inventiva pero se refuerza con un elenco totalmente avasallante. La historia de American Hustle quizás es lo que menos haga ruido en las semanas venideras, basada ligeramente en un hecho real en donde el FBI se unió a un estafador de relativamente poca monta para atrapar a políticos fraudulentos aceptando sobornos. Dentro de este marco, el protagonista es Irving Rosenfeld - un genial Christian Bale luciendo nuevamente su compromiso físico para con el personaje - quien a través de una vida dura irá aprendiendo el oficio de engañar para sobrevivir. En su camino se cruza Sydney, una mujer que le cambia por completo y lo llevará hacia límites insospechados. Como apuntaba antes, el estilo de comedia buscado por Russell es mas puntilloso y titilante que el de Scorsese en su orgía por Wall Street. A través de personajes narrando las acciones o de situaciones incómodas hilarantes, American Hustle va tejiendo su cuento moral en una comedia inteligente, quizás demasiado para su propio bien. Para estar prevenidos, si quieren entrar a ver una nueva Wolf, saldrán decepcionados, pero más allá de la trama, lo que pesan aquí es el elenco. En un nivel entre lo realista, lo grotesco y lo paródico, las actuaciones desbocadas de Christian Bale y el coqueto y ambicioso agente del FBI Richie DiMaso de Bradley Cooper - con dejos todavía de su papel en Silver Linings Playbook - son puntos álgidos y muy refrescantes, tienen buena química, y ambos buscan superarse el uno al otro. Más que los hombres, son las mujeres las que se llevan la gloria actoral. Amy Adams se encuentra fantástica interpretando a Sydney, la compañera de Bale que comparte sus ansias de sobrevivir a cualquier precio. Ya sea con un exquisito acento inglés o sin él, Amy nunca tuvo un papel más lleno de aristas y dimensiones, ni tampoco estuvo tan inspirada en un papel que además le permite lucir atuendos imponentes y lujuriosos, con escotes desorbitantes que le hacen honor a su exhuberante cuerpo. La no tan inesperada sorpresa es el papel secundario que recae en Jennifer Lawrence, la nueva chica mimada por la crítica y el público, quien le cierra la boca a más de un escéptico con su arrolladora Rosalyn. Como la esposa trofeo insegura y volátil, Jennifer demuestra todo el potencial actoral que a su corta edad ya la ha llenado de premios, en escenas que simplemente quitan el aliento, ya que Lawrence encierra en su actuación dos caras: puede ser terriblemente aterradora como terriblemente sexy. El elenco, en líneas generales, es estupendo, y un prodigio que le vale al director un gran aplauso por dirigir a sus personajes con mano fuerte. La placa al inicio explica que algunas de estas cosas pasaron de verdad, lo que le permite a Russell tomar los personajes escritos por Eric Warren Singer y revertirlos hasta un punto de no retorno, donde están a sus anchas en los alocados años '70 y sus acciones más que razonables se antojan extremas y hasta grotescas. No por nada hay escenas excelentes como el momento en la disco, o una Jennifer cantando a viva voz Live and Let Die, filmadas con intrusión por un director que sabe como conducir una historia a buen puerto. Y si bien el film es considerado una comedia, hay escenas dramáticas muy interesantes que descubren el interior de los personajes, además de una escena específica - una reunión mafiosa - captada con gran suspenso. American Hustle es, difícilmente, una comedia para cualquier público. Su trama es interesante, pero nunca llega a cautivar, no así sus personajes, fabulosos por donde se los vea. Quizás su empuje apuntado hacia los premios quede en evidencia en muchas secuencias, pero el talento de David O. Russell no se puede desestimar, aunque su ambición sea equiparable con la de sus maravillosos y heridos protagonistas.
Un cuento moral que seduce… pero no enamora David O. Russell se ha convertido sobre todo en los últimos dos años en el gran mimado de la Academia de Hollywood y de los críticos estadounidenses con una propuesta y un estilo que pueden considerarse como herederos de Martin Scorsese y Paul Thomas Anderson. Estamos, sin dudas, ante un narrador ingenioso, punzante, cool, con una gran destreza narrativa para articular las múltiples aristas de sus historias, trabajadas siempre de la mano de actores seductores e “intensos”, pero que para mi gusto no llega a concretar ese gran cine que tantos colegas norteamericanos aclaman (el film promedia ¡90/100! en Metacritic). En la misma senda que Buenos muchachos, Casino y Boogie Nights (y con ecos del clasicismo de Raoul Walsh y Preston Sturges), Escándalo americano se propone como un relato moral, una mirada descarnada sobre las relaciones peligrosas entre la mafia y la política, sobre la hipocresía, la corrupción, la impunidad y la doble moral de la sociedad estadounidense, sobre el surgimiento de los nuevos ricos, sobre la contracara de esa "tierra de oportunidades", de ascenso social, pero también de supervivencia del más apto en un mundo dominado por una creciente violencia y traiciones cruzadas. No vale la pena adelantar demasiado del argumento, que arranca en el mítico Hotel Plaza frente al Central Park neoyorquino en abril de 1978 (otro realizador de moda fascinado por los años '70), pero Escándalo americano tiene que ver con mega emprendimientos inmobiliarios en Atlantic City, operaciones encubiertas del FBI, políticos populistas en actividades non sanctas, fraudes financieros, mujeres que están siempre en segundo plano pero terminan dominando a los hombres, gangsters de poca y no tan poca monta, y hasta falsos jeques árabes. Escándalo americano es un film sobre la puesta en escena, pero no tanto sobre la puesta en escena del cine sino sobre las estrategias que montan los propios personajes en sus múltiples engaños (hay algo, lejano, de Nueve Reinas en el procedimiento). Estamos frente a una película sobre el artificio, sobre el tráfico de influencias, sobre la manipulación para ganarse la confianza y aprovecharse luego de la misma para concretar diversas estafas, sobre las falsas lealtades, las alianzas por conveniencia que todos saben -o al menos intuyen- se pueden resquebrajar en cualquier momento. Más allá del innegable talento del director de Tres reyes, El ganador y El lado luminoso de la vida hay algo demasiado cínico, caprichoso y canchero en su ambiciosa acumulación de capas, de saltos temporales, de diferentes narraciones en off, de ese universo de música disco, Duke Ellington y Paul McCartney, en sus personajes masculinos -británicos, italianos y judíos- sobreactuados y no del todo verosímiles (Amy Adams y Jennifer Lawrence están mucho mejor que Christian Bale y Bradley Cooper). El film tiene, además, bastante de ese cálculo, de esos guiños “para ganar el Oscar”: que Christian Bale haya tenido que subir 20 kilos para su personaje y así pueda mostrar su generosa panza en pantalla, que Jennifer Lawrence tenga su momento a pura pose erótica y su pasaje musical (canta Live and Let Die), y así… La película, quedó dicho, es bastante fluida, se sigue con interés, tiene unos cuantos pasajes imponentes y se sumerge con gracia en el espíritu de época setentista, pero también deja la sensación de quedarse por momento a mitad de camino entre el drama familiar, la tragicomedia de época, la denuncia económica y política, el thriller psicológico y el film-noir. Es un film con ínfulas y astucia, es cierto, pero con esos atributos no alcanza para convertirla en una obra maestra sino “apenas” en una buena (o muy buena) película.
Engaño a la americana Un escándalo que sacudió a los Estados Unidos es llevado a la pantalla grande y ya tiene 10 nominaciones para la próxima entrega de los premios Oscar, incluyendo el de mejor película. Este dato podría no significar mucho en otros casos, pero en Escándalo Americano (American Hustle) cobra otra dimensión por tratatarse de una historia sólida que cuenta con excelentes intérpretes y un director aplaudido como David Russell, el mismo de El ganador y El lado luminoso de la vida. Ambientada en los años 70 y con la operación Abscam llevada adelante por el FBI, la trama muestra al estafador Irving (Christian Bale, quien engordó varios kilos desde Batman para lograr este papel) y a su amante birtánica Sydney (Amy Adams, más seductora que nunca) envueltos en una serie de estafas relacionadas a obras de arte y obligados a trabajar para Richie DiMaso (Bradley Cooper), un agente del FBI que busca su propio triunfo y reconocimiento. También hace su aparición la esposa de Irving, Rosalyn (encarnada por la explosiva Jennifer Lawrence, de Los juegos del hambre), un ama de casa aburrida de la rutina que abre la boca más de lo debido cuando todos son impulsados al mundo de la mafia, sobornos a políticos y engaños varios que son registrados por cámaras ocultas. Hasta Carmine Polito (Jeremy Renner), el padre de "familia" perfecto verá tambalear su propio mundo. Una operación encubierta al mejor estilo de Argo con una correctísima ambientación de época, narrada de manera visceral con idas y vueltas, un montaje frenético y una cámara que panea y entierra a los personajes en un torbellino de celos, engaños, seducción y apariencias engañosas. En ese sentido resulta muy eficaz la escena en la que el "equipo" intenta engañar junto a un "árabe"camuflado al capomafia encarnado brevemente por Robert De Niro o el comienzo con Irving pegándose mechones de pelo frente al espejo. La magistral banda sonora de Danny Elfman aporta el clima necesario y es más que oportuno escuchar el tema Live And Let Die!, cantado ferozmente por Rosalyn frente a su pequeño hijo en medio de un relato que impulsa su marcha con su cóctel de drama, suspenso, denuncia y humor. Escándalo americano es una historia de estafadores pero también una de amor con mujeres despechadas y hombres de conducta "non sancta", pero todos atravesados por una dualidad que los hace más atrapantes. El espectador encontrará que las dos horas y veinte se pasan volando.
Algo más que una estafa Escándalo americano, nuevo opus del neoyorkino David O. Russell, quien también escribió el guión junto a Eric Singer, es algo más que un ejercicio de estilo sobre estafadores apenas inspirada por un hecho real donde estuvo involucrado el FBI conocido como operación Abscam, que tenía por objeto desenmascarar la corrupción con el pago de sobornos a políticos para llevar a cabo negocios relacionados con el juego, entre otras pequeñeces. Los pilares en los que se sustenta esta película con gran cantidad de nominaciones a los Oscars y recientemente ganadora de los Globos de Oro, que sigue llamando la atención a críticos extranjeros, gente de la industria y afines para aparecer como una de las favoritas, se cimentan en dos componentes: un elenco notable (muestra acabada al llevarse dos Globos de oro sus respectivas actrices y el reconocimiento a todo el reparto en los SAG, premios que entregan los actores) y un ritmo narrativo prolijo aunque no complejo pero que gana vigor por conocer al dedillo hacia dónde pretende llegar porque no intenta ubicar al espectador en el incómodo lugar de víctima, que a la larga termina siendo engañada por la manipulación lícita de la puesta en escena, sino que lo introduce en el rol de testigo y cómplice de un plan de diferentes niveles de engaño, condicionados fundamentalmente por las emociones de sus partícipes, elemento significativo que para los cánones de este tipo de propuestas por lo general aparece poco desarrollado u opacado por el principal objetivo de una estafa: timar a la víctima. Para ello O. Russell construye con paciencia y verosimilitud un triángulo amoroso en cuyas aristas se encuentra una pareja de estafadores financieros, Irving Rosenfeld y Sydney Prosser, interpretados con enorme solvencia y carisma por Christian Bale (esta vez con las manos vacías en los Globos de oro pero nominado a los Oscar) y Amy Adams respectivamente, quienes hacen de la estafa un verdadero arte pero caen en las redes de Richie DiMaso (Bradley Cooper), un ambicioso agente del FBI que les condiciona la libertad a cambio de la participación activa en un operativo de enormes dimensiones. A ese triángulo, de cuyo vértice principal encarnado por Amy Adams se desprende el mecanismo de la seducción como parte del juego de manipulación se le adosan una serie de subtramas lo suficientemente atractivas para desarrollar personajes secundarios independientes y que constituyen desde su presencia el caldo de cultivo para que la misión transite por distintos niveles de complicaciones. Desde ese punto de vista particular, la presencia de Jennifer Lawrence, involucrada afectivamente con Irving pero trastocada desde lo psicológico, es esencial para que la trama fluya y crezca en tensión. No es habitual que en un film con alta presencia masculina sean las mujeres quienes lleven a los hombres de las narices, sin contar que más allá de su encanto natural y sexapeal incipiente piensen una jugada antes en el tablero de las casualidades y causalidades. El otro aspecto a destacar y ya hablando estrictamente desde la formalidad es el estilo cinematográfico que se respira en cada plano de Escándalo americano, film que hace honor a la impronta híbrida del cine de los 70 con algo de noir pero sin abandonar el sello del director y su lugar de narrador desde las imágenes, los encuadres y la elección de la banda de sonido, elementos que hacen a un combo atractivo que no va a defraudar a espectadores exigentes.
Mi nombre es: “El fin no justifica los medios” American Hustle empieza por la mitad de la película, pero inmediatamente los primeros 30 minutos nos muestran cómo fue que los personajes llegaron ahí. Irving Rosenfeld (Christian Bale) era dueño de una cadena de tintorerías, casado en un matrimonio sin salida con Rosalyn (Jennifer Lawrence), con su hijo adoptivo como rehén. A pesar de esa fachada, Irving era un estafador de ligas menores, tanto en obras de arte como en préstamos financieros a sujetos desesperados por sus deudas. Sin embargo, logra aumentar el volumen de su negocio delictivo cuando se involucra con Sydney (Amy Adams), por la habilidad y el convincente personaje que ella crea (Lady Edith Greensly) para atraer clientes desesperados al chantaje. Sin embargo, el agente del FBI Richard DiMaso (Bradley Cooper) los atrapa y los amenaza con la cárcel, pero les brinda una escapatoria, al utilizarlos para atrapar al alcalde de Nueva Jersey, Carmine Polito (Jeremy Renner), en una operación que irá creciendo en su magnitud y en sus redes a lo largo del film. Hemos visto muchas películas de estafas y engaños, en cierta medida American Hustler se diferencia por la forma de narrar la historia y por los giros constantes que tiene la trama. La referencia obvia son las películas de Scorsese, pero es en “Casino” donde más puntos de contacto hay, aunque se diferencia en uno clave, la manera en la cual esa decadencia del poder y del engaño llega a emerger y tocar fondo en una misma cinta. En el film de Scorsese el contexto es más glamoroso, mientras que la sensación falsa de estar en la cima del mundo y de la impunidad era más palpable; en cambio en American Hustler siempre fueron pelagatos que se quedaron a mitad de camino. Quizás lo que más se destaca de American Hustle como historia es la representación del sueño americano en decadencia y como farsa. A pesar de eso, la moraleja final y la ética de Hollywood nunca quedan al margen en este tipo de cintas. La demostración que no existen seres humanos buenos y malos sino que los matices nos rodean constantemente es valorable, pero en estas películas siempre terminan de la misma manera, sin caer en detalles. En otro artículo hablaremos más acerca de este punto. Los actores, el vestuario y la música son excelentes. Christian Bale lleva muy bien su papel, encarna la decadencia y el ánimo de mediocre estafador con humos de grandeza. La ambición de Bradley Cooper logra el objetivo de despreciar su rol y personifica como nunca la frase: “el fin no justifica los medios”. Jennifer Lawrence hace un gran papel que va de menor a mayor, quizás hay mucho humo alrededor de ella, debido a que cualquier cosa que haga es catalogada para un premio, pero en cierta forma lo justifica por la forma de llevar a cabo su propuesta actoral. Ni hablar de la seducción de Amy Adams que en la tensión sexual con Bradley Cooper demuestra que no hacen falta escenas de sexo explícito para provocar. Es una gran historia llena de pequeños momentos geniales: la mini actuación de Robert De Niro, los pasajes entre Bradley Cooper y su jefe Stoddard Thorsen (Louis C.K.) o la relación de amistad incómoda entre Irving y Carmine Pollito (Jeremy Renner). La película es tan dramática y con tantas tensiones circulando que estos momentos agrandan el goce. Osea, tiene todo para que el espectador vaya a la sala y la disfrute. Ahora, si hay algo en lo que no convence es que todo esto es lo mismo que le vimos a Scorsese en sus mejores momentos. Cuando ves algo repetido tantas veces, hay algo que no cierra y hace ruido, pero tampoco hay que quedarse con eso. Nos hemos acostumbrado a ver películas premiadas que no justificaban su premio o críticas a la sociedad norteamericana que se quedan a mitad de camino. Puede que Escándalo Americano sea en sí mismo un engaño en todo sentido por toda la parafernalia mediática que hay detrás de ella, como en cierta forma pasó con Argo, pero cuando hay un buen trabajo que cierra por todos lados, tampoco hay que ponerse del lado del crítico crónico. Por Germán Morales
Una inmensidad gris Si hay un tipo de películas que los amigos de Hollywood han explotado hasta el hartazgo es el de los estafadores o “con man”. Cada año se estrenan unas cuantas, que tienen mas o menos la misma estructura: Se planea un gran golpe (generalmente por circunstancias ajenas a los protagonistas), se reúne al equipo, se planifica, se ejecuta, en el medio las cosas comienzan a salir mal PERO hacia el final se viene el giro “inesperado” y en realidad era todo parte del plan. ¡What a twist! ¡No me la veía venir! Bueno, hacia esos lares es donde se embarca David O. Russell (o El loco David, como le decimos los amigos) para contar una historia que transcurre en plenos 70′s, cuyos involucrados son principalmente Christian Bale, Bradley Cooper y Amy Adams. Si, me faltó agregar el elemento del triángulo amoroso en este tipo de películas, que suele estar presente también y acá no es la excepción. Y además de todo eso, tenemos que el personaje de Bradley Cooper es el policía encargado de llevar a la justicia a nuestros malhechores. No dejó nada afuera el loco David. Escándalo Americano Bradley Cooper con sus rizos y Christian Bale modificando su masa corporal por 432da vez. El tema es que, si bien tenemos todos los ingredientes típicos, Russell pela el libro de recetas secreto de la abuela y comienza a combinarlos de formas bastante diferentes a la tradicional peli de estafadores, colocando el foco principalmente en la relación entre estos tres personajes dentro del contexto bastante complicado en el que tienen lugar. En general vemos como los perfiles de los protagonistas no caen dentro de los moldes típicos, donde los políticos no son súper corruptos, los policías está mas pendiente de hacerse famosos con un arresto estrella que de hacer cumplir la ley y quienes supuestamente la tienen clara en lo que hacen observan como todo se les va de la mano. Al principio tarda bastante en comenzar a armarse la historia. Se toma su tiempo en presentarnos a los personajes y marcar muy bien las relaciones entre ellos lo cual, si bien hace que toda esta primera mitad se torne por momentos un poco densa o empantanada (como si la historia no avanzara hacia ningún lado), luego comienza a tomar mucho más ritmo y vemos como cobra su fruto todo lo que se fue amansado antes lentamente. El principal problema que encuentro con la película es este justamente, que por momentos no se sabe bien hacia donde quiere ir con la relación de los tres protagonistas. Al menos hasta que llega a la segunda mitad. Escándalo Americano Otro de los sub plots sin sentido: El esmalte de Jennifer Lawrence También hay ciertas cosas que Russell incluye que parecieran ser más caprichos suyos que aportes verdaderos a la trama. Las voces en off de Bale y Adams por ejemplo, con las que comienza la película (dando la sensación de que vamos a tener el relato de los protagonistas de fondo, al mejor estilo Scorseseano), por momentos desaparecen completamente, como si se hubieran olvidado que tenían que estar. Hay una historia sobre unos pescadores en hielo que cuenta el jefe de Cooper que no aporta nada, o escenas como la de Jennifer Lawrence limpiando su casa con Live or Let Die de fondo, que más que producir algún efecto sobre el estado mental de la muchacha (supongo que la razón por la cual incluyeron la escena) te dejan con un “¿Lo qué?” en la cabeza. La setentosidad también está muy presente en toda la película y creo que es uno de los principales atractivos que tiene. Se vislumbran esos setentas apesadumbrados, donde el imaginario del american way of life ya quedó destruido y en los cuales todos se encuentran justamente luchando o presionando (el “hustle” del título original podría encajar acá) para salir adelante de la forma que sea posible. Al menos este aspecto me pareció muy logrado en general, condimentado con distintos puntos de la trama que no quiero spoilear pero que trataremos en el podcast 63. Escándalo Americano Amy Adams no usó ñocorpi en toda la película. Bien por ella. Al margen de que me parece que la película viene un poco sobrevalorada y con mucho inflador (“El lado luminoso de la vida”, la última película de Russel, sin ser perfecta me resultó más interesante) se nota un esfuerzo por esquivar los lugares comunes (algunos al menos) y a los personajes obvios y predecibles. Hay una escena donde el personaje de Bale le dice a Cooper que el mundo no es “blanco y negro” como él piensa, sino que está repleto de “muchos grises”. Esto prácticamente podría definir a toda la película, una inmensidad gris donde no hay buenos y malos claramente definidos, donde encontramos seres humanos que, luchando por alcanzar sus metas, deben embarrarse un poco y tal vez tomar decisiones que no son las correctas, pero son las únicas que tienen a mano (el personaje de Renner me resultó especialmente interesante por este punto). Creo que es acá donde se encuentra la mayor fortaleza de la película. En eso y en los generosos escotes de Amy Adams, por supuesto.
Un hombre de las afueras de Nueva York y de ascendencia judía se dedica a engañar a sus clientes pidiéndoles dinero y prometiéndoles dar mucho más a cambio. Se trata de un acuerdo que él sabe de entrada que no cumplirá, pero los “giles” siguen cayendo. Para darle un poco más de respetabilidad a su turbio negocio le agrega un toque “británico”: él sabe que la gente confía más en la seriedad de una empresa cuando suena “british”. Al hombre -que tiene a dos mujeres peleándose por él- lo siguen las autoridades para atraparlo con las manos en la masa pero, cuando parece que lo tienen entre las cuerdas, logra engañarlos más de una vez a ellos también. Todo, claro, transcurre hace muchos años, cuando las leyes -aparentemente- no eran tan severas como ahora y se podía vivir fuera de ciertos límites éticos y/o morales. Y todo, también, nos lo cuentan los protagonistas mediante la voz en off. No, no estoy hablando de EL LOBO DE WALL STREET sino de ESCANDALO AMERICANO, la nueva película de David O. Russell que acaba de cosechar diez nominaciones al Oscar y parece ser una de las claras favoritas a ganarlo. La película tiene más de una coincidencia con la de Martin Scorsese y no solo en lo que respecta al personaje principal y parte de la trama. En su estilo enérgico, desaforado y por momentos hasta salvaje, el realizador de TRES REYES parece seguir muchas de las reglas establecidas por el cine del director de BUENOS MUCHACHOS. Un competente imitador, si se quiere, que a diferencia de su veterano maestro sabe cuando parar la pelota y entregar al público (y a la Academia) ese momento sensible que Scorsese suele evitar. Es por eso, suponemos, que Russell viene subiendo en las apuestas y a Martin siempre le cuesta obtener consenso. Es que Russell sabe mentir mejor. Como el protagonista de su película, nos muestra una cosa pero en el fondo nos está vendiendo otra. amhustle3ESCANDALO AMERICANO es una película curiosa. Inteligente por momentos, irritante en otros, sin tener muy en claro cuál tono le queda mejor. Russell es la clase de director que, ante la duda, le impone a sus filmes subir el volumen al máximo: todos corren, todos gritan, todo es un quilombo permanente. Una canción se pisa con la otra, la cámara flota permanentemente y nadie parece tener paciencia para nada. Como Richie, el agente del FBI que encarna Bradley Cooper, Russell es la clase de tipo que, uno imagina, no puede quedarse a escuchar el final de una historia porque se aburre y se va. Y algo así es lo que pasa con su película, que tira giros de trama y tono cada dos minutos para sopapear a cualquier espectador que pueda potencialmente aburrirse. Los actores están “al palo” todo el tiempo en situaciones que no siempre ameritan ese tipo de intensidad. Y lo mismo pasa con la dirección de arte y el vestuario: las mujeres están vestidas como si estuvieran las 24 horas del día en Studio 54 y los hombres tienen peinados y ropas más extravagantes que los de LOS JUEGOS DEL HAMBRE. Sí, es cierto, la película transcurre a fines de los ’70, época de vestuarios imposiblemente delirantes, pero estos superan todo lo imaginado. El vestuario grita, como los actores. No sea cosa que uno se detenga a pensar un segundo. La trama puede llegar a ser incomprensible y Russell lo sabe. Y es por eso que decidió poner el centro de atención en las relaciones entre los personajes, lo cual es una buena idea -en principio- solo que sería mejor si uno al menos entendiera cuáles son los desafíos que se les presentan y que deben resolver. Christian Bale (gordo y pelado, en el rol más mesurado de todos) encarna a Irving Rosenfeld, un hombre que tiene una tintorería que tapa su verdadero negocio: es un estafador disfrazado de prestamista. Es un hombre casado, pero en una fiesta conoce a Sydney Prosser (Amy Adams), una mujer bellísima que lo entiende a la perfección, convirtiéndose en su socia (se hace pasar por una aristócrata británica llamada Lady Edith Greensley y nadie jamás sospecha de su acento) y eventual amante. Pero Sydney no se atreve a dejar a su mujer Rosalyn (Jennifer Lawrence), una mujer bastante inestable que no parece dejarlo nunca en paz. amhustleLa pareja es atrapada por un agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper), quien les ofrece un “arreglo” a cambio de su liberación: con su talento para el engaño, ellos deben ayudarlo a atrapar a algunos “peces gordos”. De hecho, da la impresión que los arrestan solo para tenerlos como colaboradores gratuitos. A Irving se le ocurre ofrecer su “Arab Scam” o “Abdul Scam” (que fue noticia en la época como Abscam), una trampa que incluye hacer pasar a un hombre como jeque árabe y corromper a cualquiera que se tiente con los millones que él puede ofrecer a cambio. La “víctima” que aparece es el alcalde Carmine Polito (Jeremy Renner) de Camden, New Jersey, que quiere revitalizar la decadente Atlantic City legalizando el juego y abriendo casinos. El alcalde es un tipo honesto, pero su necesidad de conseguir dinero para cumplir su sueño lo hace entrar en el juego y, encima, hacerse amigo de Irving, otro “self made man” con el que se siente identificado. La película entonces narrará cómo el grupo integrado por los estafadores y el agente del FBI intenta atrapar a éste y otros políticos de turno mientras se pelean entre sí, se tuercen las alianzas (Sydney/Edith, cansada de que Irving no deje a su mujer, empieza una relación con Richie) y se van metiendo con personajes cada vez más pesados del submundo de la política y la mafia. Promediando el relato, Russell parece encontrar su ritmo narrativo en el absurdo. Nada es demasiado plausible (el jeque lo encarna un agente del FBI mexicano y nadie se da cuenta, digamos) pero por momentos el propio exceso y ridículo tiene su gracia. Especialmente notable es el trabajo de Lawrence, cuyo personaje tiene mayor participación en la segunda mitad y es un manojo de nervios, histeria, tensión y miedos que termina siendo convincente más por la actuación border de la chica que por el guión en sí. Un similar tipo de locura, encarnada por Cooper, suena forzada, poco creíble. american hustle hi res jennifer lawrence amy adamsPelícula sobre la reinvención, las apariencias y los disfraces, ESCANDALO AMERICANO es también una celebración de la época en la que transcurre. Si la más debatida EL LOBO DE WALL STREET dejaba en evidencia que los ’90 fueron unos años de excesos desagradables, aquí esos mismos excesos parecen encantadores y hasta tiernos. Irving puede ser un estafador similar a Jordan Belfort, pero da la impresión de que se trata de un tipo redimible, o al menos bastante culposo. Russell construye una película sin villanos -lo más parecido a uno termina siendo Richie- porque parece ser la clase de cineasta que entiende que todos los personajes actúan guiados por sus propias obsesiones y miedos. Y es eso, en un punto, lo que le da a sus filmes una pátina de humanidad que los hace alejar del puro fuego de artificio. Russell es, también, la clase de director que siente que tiene que insuflarle energía permanentemente a sus relatos, lo cual no es necesariamente un problema. Su mentor Scorsese suele hacerlo también. La diferencia, entiendo, es que en los filmes de Scorsese la intensidad/locura está relacionada a la lógica de los personajes y sus universos. En el cine de Russell, muchas veces, parece impuesta desde afuera. Eso era algo que no pasaba en su anterior película, EL LADO LUMINOSO DE LA VIDA, cuyos protagonistas eran psicológicamente inestables, pero sí pasa aquí. De hecho, la extravagante trama de persecuciones del FBI, jeques árabes y mafiosos dueños de casinos parece un claro delirio de una persona con algún desorden bipolar parecido al que tenía Cooper en el filme anterior. Pero no lo es. La “Me Decade” (los ’70) tal vez era, en los vaivenes del comportamiento social, bipolar. amhustle4La trama tiene algo de ARGO y de hasta de nuestra NUEVE REINAS, pero la puesta en escena no tiene ni la economía ni el clasicismo de esos filmes. La banda de sonido literalmente yuxtapone canciones (Steely Dan, E.L.O., Tom Jones, Bee Gees, Wings, Elton John, Donna Summer y varios etcéteras) y la narración tiene un ritmo entrecortado, de permanentes golpes de timón, que la hace cambiar de eje todo el tiempo. Es un “slapstick comedy” de los años ’30 desestructurado por un realizador que tiene un amor y una falta de respeto por los clásicos similar, en cierto sentido, al de buena parte del Nuevo Cine Americano de los ’70 o la propia Nouvelle Vague. Russell es, claramente, un director amado por sus actores, ya que los deja llevarse puestos a sus personajes y hacer con ellos lo que quieren. Y la película tiene lo mejor y lo peor que ese sistema puede generar. Por momentos se encargan de transmitir una verdad emocional que no está en ningún guión (especialmente ellas dos), pero en otros se enamoran de su propia voz y agotan a cualquiera, como sucede en la mayoría de las escenas de Cooper, ya que por suerte Bale es el personaje más “rescatado” de todos. En esa dualidad respira este filme que tiene momentos de enorme humanidad y comprensión de los personajes con otros en donde tenemos la impresión de estar viendo una muy elaborada fiesta de disfraces repleta de actores alcoholizados pasándola genial pero dejando completamente afuera al espectador. ESCANDALO AMERICANO es una película simpática e irritante, ridícula y sincera a la vez. Una película absurda sobre una época tan absurda como fascinante.
Compulsión a la repetición La trama de Escándalo Americano gira en torno a Irving Rosenfeld (un Christian Bale luciendo gordo y pelado que renienga de su condición capilar) un hombre que tiene una cadena de tintorerías que tapan su “negocio” real: él es un estafador que finge ser prestamista. Irving no sólo tiene que sostener una actuación en su ámbito laboral, sino que en su vida personal debe hacer lo mismo ya que es un hombre casado, que en una fiesta conoce a Sydney Prosser (Amy Adams), una bella mujer que comparte gustos musicales con él y quien además lo entiende a la perfección. Al poco tiempo ella se convierte en su socia, y se hace pasar por una aristócrata británica llamada Lady Edith Greensley que tiene contacto con grandes bancos, quien eventualmente comienza una relación amorosa con Bale. El drama novelesco no puede faltar, y por ello uno de los conflictos está centrado en Irving ya que no se atreve a dejar a su mujer Rosalyn (Jennifer Lawrence), una rubia con tanta inestabilidad como aptitud para la manipulación que está empeñada en no divorciarse. A este drama se suma otro mayor: el duo estafador es atrapado por un agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper), quien les propone un “arreglo” para evitar ir a la cárcel: deben ayudarlo a atrapar a grandes políticos corruptos ( entre los que entra Renner) haciendo uso de sus habilidades para las estafas. Hasta ahí va todo más o menos bien, a no ser porque esta historia la vimos varias veces, (la referencia más próxima que todos tenemos es Casino de Martin Scorsese, aunque en realidad toda la obra del legendario director nos viene a la cabeza) y contada de mejor forma. Más allá del abordaje, las actuaciones son de un gran nivel en los cinco personajes principales; siendo Bale y Adams los que mejor manejan sus roles ya que le dan más verosimilitad al relato que cuando Cooper y Lawrence copan la pantalla -sí, Lawrence no es la película, como se viene diciendo hace días-. Además el nuevo film de Russell tiene algo de inestabilidad que puede encandilarnos o llevarnos al punto máximo de hartazgo: hay giros de trama y de tono todo el tiempo; tal vez para no dejar de sorprender al espectador y para lograr mantener su atención; pero esta herramienta se vuelve tan repetitiva que termina justamente cayendo en eso, en el aburrimiento. Excesos a veces muy bien utilizados pero a veces, la mayoría… innecesarios. Que se entienda bien: los excesos son en cuanto a estrategias actorales (mucho grito desmesurado en escenas que quedan “colgadas” dentro de la película y que carecen de la intensidad que pretenden transmitir), vestuarios archi mega cargado de escotes extremos que se lucen las 24 horas del día, texturas superpuestas; y peinados exagerados que coronan este pastiche que aspiraba a ser una sola pieza narrativa, pero que de tantos saltos temporales, cambios de estilos y de narradores, no termina de unificarse en un sólo producto que el espectador puede disfrutar. Tal vez esto tenga que ver con que durante una primera mitad la película parece fluir mejor, con más calma… pero luego todos los conflictos comienzan a bombardear al espectador: el drama amoroso-familiar, la tragicomedia, el arrepentimiento e intento de recuperar amistades, la denuncia política, el film-noir, etc, etc, etc.Todo eso en los veinte, veinticinco minutos finales del film que concluye con una reflexión moralista sobre el sueño americano y que si bien es exagerada en muchos aspectos, desde el guión los excesos que la trama propone quedan invisibilizados en comparación con los que sí vemos en la dirección de arte.
La última y muy esperada de David O Russel (Silver Linning Playbook, The Figther, entre otros) llega para conectarnos con lo más lindo del cine de los 70s. Si bien los recursos recuerdan mucho a los primeros años de Martin Scorsese con los múltiples narradores en off y el uso de la cámara en travellings, barridos y primeros planos sugerentes, el film de a poco va adquiriendo su propia personalidad. Esta es la historia de Irving (Christian Bale), quien se juró a sí mismo nunca ser como su padre y estar aguantando no llegar a fin de mes y que todos los proveedores lo volvieran loco. Es un hombre dispuesto a hacer su propia suerte y esto lo lleva a ser un estafador. Encuentra a su alma gemela en Edith (Amy Adams) pero el problemita es que su mujer es una bomba de tiempo y la policía lo presiona para que ayude a poner tras las barras a otros como él. El elenco es de los más sólidos que vi en mucho tiempo. Lawrence está monumental como esta mujer excesiva y hueca que vive en la misma casa que Bale, Renner como ese chico de barrio (Ghetto italiano, por lo cual cada vez pensamos más en Martin mientras la vemos), Cooper como el policía cocainómano y hambriento de laureles pero todos los aplausos van hacia Adams como esa inteligente y calculadora mujer, siempre a la par de la mente más aguda pero con el corazón en la mano. Brillante, realmente. Cada vez que la veo siempre me parece que está haciendo lo mejor de su carrera (OK, en el caso de El Hombre de Acero, no) y no deja de sorprenderme que pueda superarse tanto a sí misma. Tengo que hace una mención aparte para el excelente vestuario y para la selección de la música. Amén de la (poca) composición original, los temas elegidos para recrear la época son de lo mejor que se puede pedir. Hasta cuando el resto de la historia parece reptar un poco hacia la conclusión que se ve desde el inicio, te lo hace pasar mucho mejor. Sí, tiene lo mejor del cine de los 70s, pero también todos los vicios: es lenta, hace mucho hincapié en lo visual y en mostrar esplendor y por ahí eso termina agotando al espectador. Ideal para los fans de las películas de gangsters.
(Anexo de crítica) “Algunas de estas cosas sí sucedieron”, es lo primero que nos dice David O. Russell en su nueva película, con la que vuelve a ocupar las cuatro categorías principales de los Premios de la Academia. Y es que tanto como al director como a sus protagonistas, los pesos pesados de Hollywood parecen quererlos mucho por lo que American Hustle viene arrasando en las entregas de premios. El director toma ciertos hechos reales para incluirlos a su historia de ficción, una película ligera de poco más de dos horas de duración. En este caso, la historia es de estafadores. Gente que dicen ser una persona pero son otras, hasta el punto de a veces vivir una vida que no es real. Eso le pasa principalmente a su protagonista femenina, una Amy Adams bellísima y más elegante que nunca. Intenta sobrevivir, aunque las chances sean malas, bajo una coraza que la convierte en otra persona. El tema de las apariencias, las falsas apariencias, es clave en la película, que, a lo contrario, se la percibe auténtica y honesta. American Hustle es más que una película de estafas, es una película de personajes, y entonces, de relaciones. Está ella, la mujer que intenta sobrevivir aparentando ser alguien más; el hombre de varios negocios que convive con una mujer inestable y su hijo; la mujer impredecible obsesionada con el perfume de un esmalte de uñas y que no puede evitar quemar cosas en su casa cada dos por tres; el policía apasionado que dice todo el tiempo querer hacer lo correcto pero en realidad parece buscar el reconocimiento; el buen hombre y confiado que tiene una enorme familia con las puertas abiertas y siempre dispuesto a ayudar. Sin duda sus actores, entre las que vemos rostros familiares del cine de Russell, la mencionada Amy, Christian Bale, Bradley Cooper, Jennifer Lawrence y hasta una memorable participación de DeNiro, son los que hacen que esta película sea tan grande. Porque es cierto que el film no es demasiado novedoso pero eso no lo hace malo, todo lo contrario, Russell sabe posicionar cámaras, dejarlos ser a los actores y además musicalizar las escenas hasta el punto de ponerte la piel de gallina. La banda sonora de la película sin duda es un punto muy fuerte del film. Ambientada en los 70s, con mucho cuidado en la construcción sobretodo de la imagen de los personajes, vestuarios, maquillaje y peinado, el film es un desfile de secuencias algunas más ricas que otra a nivel narrativo pero siempre impecable desde lo técnico. Quizás el film no llegue a la altura de otras películas con los mismos reconocimientos pero es injusto decir que no se lo merece, es un film que se siente que tiene corazón y no se percibe en lo absoluto pretensioso. Una apuesta agradable, quizás no tan divertida como la comedia que nos están queriendo vender, pero que sin duda nos dejará con una sonrisa en el rostro, y esa sensación es lo mejor que le podemos pedir.
Abscam. Ese fue el nombre clave con el que se denominó a la histórica operación encubierta del FBI, en 1978, que derivó en el encarcelamiento de varios congresistas de los Estados Unidos por causas de corrupción. La particularidad de esta investigación es que fue muy polémica ya que resultó organizada y liderada por un famoso estafador llamado Melving Weinberg. Un muchacho que tenía serios problemas con la ley y trabajó para los agentes federales para evitar que lo enviaran a prisión. En su momento esto fue un escándalo que tuvo repercusión internacional y en Hollywood enseguida intentaron producir la película. A comienzos de los ´80 se anunció un film con esta historia que iban a protagonizar Dan Aykroyd y Jim Belushi. Sin embargo, la muerte de Belushi en 1982, por sobredosis de drogas, pinchó por completo este proyecto y luego quedó todo en la nada. Desde entonces el caso Abscam fue mencionado en varios filmes como Donnie Brasco (Johnny Depp) y series de televisión. Inclusive en Seinfeld trataron el tema en su momento. Escándalo americano es la primera película que se hizo sobre esta historia. Sin embargo, la trama que presenta el trabajo del director David O. Russell es una interpretación imaginaria de cómo podrían haber sucedido los hechos. Los actores principales interpretan personajes ficticios que estuvieron inspirados en algunas personas reales que formaron parte de Abscam y el film es una adaptación libre de este tema. A diferencia de lo que hizo el director Russell con El luchador, donde narró con fidelidad la historia del boxeador Mickey Ward, en este proyecto no se concentró demasiado en la rigurosidad del caso real. Escándalo americano por ese motivo se enfoca principalmente en la relaciones que se gestan entre los personajes y sus historias personales. La película comienza con una gran escena inicial, donde se presenta al personaje de Christian Bale, que es perfecta por la manera en que el director logra envolver al espectador en el relato desde los primeros minutos. Un momento que representa una metáfora de las falsedades y el mundo artificial en el que se desenvuelven los protagonistas, obsesionados por obtener a su modo el sueño americano. Al ver la película queda la sensación que el director estuvo mucho más interesado en explorar estos temas y las relaciones entre los protagonistas que el caso Abscam que termina relegado a un segundo plano. No fue casualidad que Bale, Bradley Cooper, Amy Adams y Jennifer Lawrence terminaran nominados en los premios Oscar dentro de las categorías principales de actuación. A lo largo del film cada uno de ellos tienen al menos una escena que les permite destacarse a lo grande. El trabajo que brindaron todos los miembros del reparto es el principal motivo para recomendar este film, ya que están brillantes y formaron un gran equipo. Tal vez el caso más notable es el de Jennifer Lawrence, debido a que su personaje aparece más tarde en el conflicto pero luego su rol cobra bastante importancia y termina por robarse varias escenas con algunos diálogos fabulosos. Con este proyecto David O.Russell intentó emular el cine de Martin Scorsese algo que también se puede percibir en las elecciones musicales que conforman la banda de sonido, que por cierto, es muy buena. En realidad no existe en el mundo un buen director que en algún momento de su carrera no haya tomado elementos del arte de Scorsese, pero en este caso la referencia es mucho más burda y está claramente presente en la película. Si uno desea objetarle algo a esta producción se lo podría hacer en el campo del guión donde hay algunas inconsistencias que no tuvieron los trabajos previos de este realizador. El problema de Escándalo americano en estos aspectos es que parece un film improvisado donde a lo largo del conflicto se presentan varios momentos banales que carecen por completo de sentido. Algunos ejemplos son la innecesaria escena de baile en la discoteca entre Amy Adams y Bradley Cooper, que no aporta demasiado a la trama central, o el "mini musical" de Jennifer Lawrence, donde baila y canta "Live and Let Die" que es una situación bizarra que sale de la nada y tiene poco que ver con el tono que tenía previamente la película hasta ese momento. Sí, la escena es divertida pero es cualquiera. Esta cuestión por supuesto no opaca las enorme virtudes que tiene el film y el hecho que en términos generales sea una muy buena producción. La realidad es que David O. Russell vive una excelente etapa en su carrera y con esta labor sumó otro notable trabajo a su filmografía que vale la pena conocer. No porque tenga muchas nominaciones al Oscar sino porque es una gran película.
Cansados de fingir Gran comedia sobre perdedores que quieren reinventarse. Ese mismo 1978 en que transcurre Escándalo americano, cantaba The Police (segundo tema del lado 2 de Outlandos d’Amour) aquello de que Truth hits everybody, truth hits everyone . La verdad golpea a todos, a cada uno. A los personajes de David O. Russell, siempre, pero siempre, los hace reaccionar. Y no fingir más. Darse cuenta de algo, algo que les pasa, o de cómo son, los lleva a reinventarse. A no estar conformes con cómo son, o eran. Por más duro que sea, son valientes. Enfrentan la realidad. Y van más allá. Mucho más allá. Escándalo americano no trata sobre cómo, basado en un hecho real, un agente del FBI utiliza a dos estafadores para apresar peces más gordos. Eso es una anécdota, a Russell le interesan Irv y Sdney. Y lo dice y se los hace decir a los protagonistas, hablando en primera persona, un recurso más literario que cinematográfico, pero que no le quita ni un ápice de vibración al relato. Irv se da cuenta de que con Sidney, su amante y socia en el crimen, puede mostrase sin ningún tipo de vergüenza. Y Sidney necesitaba después de unos cuántos golpes, ser otra. Hay momentos, frases que pintan a la gente. Irv advierte qué tipo de mujer es Sydney por cómo ella entendía a Duke Ellington. Sydney se da cuenta de que adora a ese hombre gordo, calvo y decidido. Eso, ese combo, la sedujo. Alrededor de estos dos estafadores, que engañaban a incautos haciéndoles creer que por 5.000 dólares les conseguirían un préstamo de 50.000, Russell va creando personajes nada más que lo necesariamente ingenuos para que sean los resortes, más que nada de Irv. Son su esposa Rosalyn (una Jennifer Lawrence que se merece el Oscar sólo por su versión de Vivir y dejar morir), y el alcalde de Camden, Nueva Jersey (Jeremy Renner), a quien Irv debe hacer pisar el palito para no terminar él en la cárcel. Es muy difícil conseguir mantener la tensión, el hijo de cualquier relato en más de dos, tres escenas continuas. Y Russell lo logra. Supo de entrada ir y venir en el tiempo, compartir guiños con el espectador atento -o que ya pasó los 40-, darles líneas de diálogos ingeniosas pero reales, convincentes, meter una sorpresa y más que nada, hacer queribles a Irv y a Sydney. Ese es su mayor logro y que redunda en beneficio propio, para el filme, y para el público. Si Russell, además de un guionista que sabe crear personajes -esto es: hacer que lo que hagan y digan nos resuene en algún lugar de nuestro ser, sea la conciencia o el corazón-, es un eximio director de intérpretes. Vayan a encontrar a Christian Bale haciendo un papel como éste en su extensa filmografía. O a Amy Adams. Y qué nos importa si Lawrence a sus 23, debería dar mayor en su papel, si lo que consigue cada vez que aparece en cámara es devorarse con empatía nuestra voluntad. Tal vez Bradley Cooper sea el que más tics de comediante reitera. Los personajes del cine de Russell -el boxeador y el hermano de El ganador; el marido engañado y la viuda joven de El lado luminoso de la vida- sufren. Pero se levantan. Lejos de ser parásitos depresivos, se conciben de nuevo, se reinventan. Después de todo, ya lo bramaba Tina Turner. Quién necesita un corazón, cuando un corazón puede ser roto.
Diversión despareja y caleidoscópica Fines de los setenta. Costa este de los Estados Unidos. Un empresario tintorero y además estafador pasa a estafar a mayor escala gracias a una mujer-amante que busca el ascenso social y económico. El tintorero, además, tiene una mujer-esposa que fue madre soltera y es manipuladora y nerviosa. Hay un agente del FBI que atrapa y obliga a la pareja estafadora a que siga engañando para así agarrar peces más gordos. Y hay un político carismático que quiere dar trabajo a la gente. Y hay más personajes, pero con esos cinco es suficiente para decir que lo que hace David O. Russell es combinarlos y hacerlos rodar, conectarlos, hacerlos pelear, generar amores, odios, amistades, atracciones y traiciones. Escándalo americano es una película de movimiento perpetuo. Los años setenta vistos y exhibidos con la maquinaria del cine usada al máximo, con peligro de explosión energética: travellings, canciones, peinados, vestuario, actuaciones y, claro, en especial el poderoso escote de Amy Adams, más omnipresente que los ruleros. Todo funciona a tanta intensidad que hay riesgos: la narrativa seduce todo el tiempo con voces en off, cambios de puntos de vista, flashbacks, engaños a diversos niveles. Lo bueno es que la mayor parte de las veces la velocidad y la intensidad ahogan las objeciones; a veces (como ocurre con el cameo de un actor demasiado famoso) lo inverosímil de la situación se impone. La película no termina de decidirse y de asentarse -o quizá no lo quiera- por la farsa, la seriedad o algún sentido mayor de las acciones (con el que coquetea intermitentemente). O quizá quiera ser todo eso y no le importe decidirse y aspire a ser múltiple, a devorarse la historia del cine y a sostener sus ambiciones mediante el derroche fílmico. Cuando funciona, como con el personaje de Amy Adams, resplandece. Adams es un personaje múltiple, que toma diferentes aspectos de diferentes personajes del cine clásico y los unifica con una convicción notable: la femme fatale , la trepadora, la mujer dura de buen corazón, la traidora, la leal. En Adams, voz y cuerpo, la película encuentra el éxito de su fórmula. Y la inesperada contención de Christian Bale es muy útil como contrapeso del exceso casi permanente de Bradley Cooper, que está desatado, desaforado más allá del fanatismo de su personaje, a veces incluso hasta la autoparodia (la nominación como actor de reparto debió ser para el siempre perfecto Jeremy Renner). El título en la Argentina es Escándalo americano , en España es La gran estafa americana . El título en España es más sinuoso y está relacionado con la idea de contar una vez más la historia estadounidense, uno de los aspectos scorsesianos del film: apuntar a las bases, a la lógica, a la locura y al atractivo de una nación. Sin embargo, Escándalo americano , más directo, puede ser mejor para acercarse a la película de Russell, que brilla rotundamente en su propuesta de diversión despareja y caleidoscópica. Quizás el propio Russell esté comentando que no hay conclusión de sentido posible al fragmentar y deshilachar la historia de la pesca en el hielo. Quizá lo suyo sea un cine sin forma perfecta, un amontonamiento placentero y de lujo. En ese caso, no queda más que agradecer su dedicación y su ambición por hacer un cine así de festivo.
Un baile de máscaras Inspirada en un hecho real, la nueva película de David O. Russell prefiere seguir el camino contrario, el de la construcción de una ficción, con una magnífica reconstrucción de los años ’70. Frente al espejo, Irving Rosenfeld se acomoda el peluquín, dándole una rara voltereta, como para que el rulo cubra hacia la derecha después de desviar hacia la izquierda. Recién entonces, cuando lo tiene en la posición que quería, se lo adhiere al cráneo. Escándalo americano empieza igual que la Relaciones peligrosas de Stephen Frears, donde Glenn Close se embadurnaba con el más denso maquillaje, rematado con el lunar de rigor. Ambas dan inicio con la preparación de un simulacro, una falsificación, una puesta en escena. Esa escena introductoria resulta anticipatoria. En Relaciones peligrosas, del ajedrez en el que la Condesa de Merteuil y el Vizconde Valmont van a usar de peón a Mme. De Tourvel. En Escándalo americano (inapropiada traducción local de American Hustle, “jugarreta americana”), del simulacro que teñirá hasta la última pieza del elenco. El elenco en su totalidad es uno de los muchos aciertos de Escándalo americano. “Algo de esto realmente pasó”, bromea el cartel inicial, y David O. Russell, director y coguionista de Escándalo americano, confirma (ver entrevista) que ser fiel a la realidad le interesaba más bien poco. Claro, cómo le iba a interesar, si lo que perseguía era la idea contraria, la de la construcción de una ficción o falsificación. La realidad en la que se basa Escándalo americano –que domina, junto con Gravedad, la próxima entrega del Oscar– es lo que se conoce como The Abscam Affair, que tuvo lugar a fines de los ’70 y comienzos de los ’80. Ab por Arab, Scam por fraude. La trampa urdida por el FBI, en connivencia con un estafador de tres por cuatro, consistió en fraguar a un presunto sheik árabe, interesado en invertir sus petrodólares en América, para atrapar con las manos en la masa (en la masa de billetes verdes, dos millones en total) a media docena de políticos. Eso, el corazón de la trama, es lo que “realmente pasó”. Todo lo demás, en un metraje de dos horas veinte, lo que no necesariamente. Por su despliegue de raros peinados viejos, de solapas de camisa por fuera de las del traje, de tacones de medio metro de alto, de permanentes y escotes hasta el ombligo, la película de Russell recuerda a Boogie Nights, que transcurre más o menos para la misma época. Pensándolo bien, la película de Paul Thomas Anderson también hace eje en una falsedad, la del cine porno. Con la diferencia de que lo que más interesaba a Anderson allí, como en el resto de sus películas, era la visión de conjunto, el plano general. Mientras que lo que más interesa a Russell, al igual que en la previa El lado luminoso de la vida, es el modo en que los personajes interactúan. De allí su técnica de rodaje, explicada en detalle en la entrevista de al lado, consistente en que en el momento menos pensado la cámara puede vincular a un actor con otro. Como El lado luminoso..., como en buena medida en El ganador (2007), Escándalo americano es un film coral, en el que, como pedía Jean Renoir, cada personaje tiene sus razones. Razones cambiantes, con frecuencia impredecibles, ya que todas las criaturas de Escándalo... son opacas. Dejan ver lo que quieren que se vea o lo que les sale mostrar en el momento. De allí el lema/tema de la película, dicho en tres o cuatro ocasiones: “Cada uno ve lo que quiere ver”. Lema de ilusionista y por lo tanto también de estafadores, de actores, de artistas. Antes de la media hora se ha formado una pareja de hustlers: la integrada por Irving Rosenfeld (Christian Bale, notable, como siempre, aquí con una panza apabullante) y Sidney Prosser, de allí en más la británica Edith (Amy Adams, que además de confirmar que actúa con los ojos como nadie, está más linda que nunca, y sexy como jamás). Aprovechando que la economía estadounidense está en baja y los intereses en alza, lo suyo será ofrecer préstamos sobre un capital que jamás devolverán. Hasta que se crucen con quien no es el que parece (Bradley Cooper, con ruleros y permanente) y terminen enredados con quienes Irving no quería, porque sabe que es too much para él: congresistas, senadores, un intendente (Jeremy Renner, con un peinado que lo hace parecer Tony Curtis frente a un ventilador de piso), el FBI... y la mafia. A propósito: como mobster semicalvo de Florida, brazo derecho de Meyer Lansky, De Niro entrega la que es por lejos su mejor actuación desde... El lado luminoso de la vida. Ni qué hablar de la gran Jennifer Lawrence, como la esposa no precisamente fina de Rosenfeld, que cuando ve por primera vez a la amante del marido le dice, arrugando la boca en un gesto de asco: “Sé quién sos”. De sólo verla, como si la oliera. Película difícil de “agarrar”, porque parece de trama pero la trama es apenas el modo de poner en escena la necesidad que tienen los personajes de ser otros (de allí las máscaras de pelucas, peinados y maquillajes), Escándalo americano se parece poco a El lado luminoso de la vida. Al menos en la superficie. Si aquélla era deliberadamente crasa en lo visual, porque sus personajes lo eran, ésta es lujosa y sofisticada, porque es a ese mundo al que sus criaturas quieren acceder.
Una de las favoritas a la hora de las nominaciones de los Oscar. El director, David O Russell, hace lo mismo que en su anterior “El lado luminoso de la vida”. Se preocupa para pulir sus personajes y se los da en bandeja a grandes actores que se lucen y mucho. En especial, las dos mujeres: Amy Adams lanzada a un erotismo mezcla de hielo y fuego, y a una siempre sorprendente Jennifer Lawrence. Ellos tienen a lo suyo: Christian Bale (que engordó, y se muestra con muy poco pelo), Bradley Cooper y Jeremy Renner. Años 70, una base en un hecho real donde se mezcla el FBI y estafadores de todas las escalas, y vueltas de tuerca para sorprender y entretener, mientras la mirada cínica marca toda una época. Es una película de engaños, avivadas, sentimientos fingidos y el plus de ese elenco. (####) NO SE LA PIERDA
Cuestión de títulos Los títulos tienen mucha veces una importancia capital en una obra (sea del tipo que sea) y eso también se aplica para los textos de las críticas de cine. Ayudan a definir una idea base, son tomas de posición desde el comienzo. Pensemos en, por tomar un ejemplo cercano, los títulos para las críticas que hizo Mex Faliero de algunos films de Pixar: “Héroes de la clase laburante” para Monsters University; “Algo ocurrió camino al cielo” para Cars 2; “Unidos y dominando” para Toy story 3; y “Claves para un mundo mejor” para WALL-E. En todos los casos, cada una de las frases son declaraciones de principios sobre lo que se ve en cada film, implican plantar una bandera en determinados contextos y hacerse cargo de lo que se dice. Teniendo en cuenta lo anteriormente dicho, he tenido serias dificultades para elegir un título para mi crítica sobre Escándalo americano, una película de que estoy seguro que no me gustó, aunque a la vez me desconcierta lo suficiente como para no indignarme, en parte porque no termino de entender qué le ven muchos críticos a este obra que nunca sale de la medianía. A continuación, algunos de los (mediocres) títulos que fueron pasando por mi mente, aunque ninguno de ellos realmente termina siendo completamente funcional y apenas quedan como subtítulos: “SubScorsese” Escándalo americano es una película que es indudablemente deudora de otros cuentos morales situado en el universo del crimen, como Buenos muchachos, Casino o Scarface, con sus personajes demasiado ambiciosos para sus propias capacidades y que luego de ascender fugazmente se terminan cayendo estrepitosamente. Sin embargo, pese a la fluidez narrativa exhibida por la película, esa narración nunca consolida adecuadamente la progresión de los personajes desde donde comienzan hasta donde terminan. La historia de esta operación encubierta -basada ligeramente en el caso Abscam-, en la que participa una pareja de amantes y estafadores (Christian Bale y Amy Adams) luego de ser atrapados por un agente del FBI (Bradley Cooper), para atrapar a toda una serie de políticos y mafiosos metidos en un conjunto de negocios inmobiliarios donde abundaban las coimas, carece de la brutalidad y crudeza tras la superficie humorística de un Scorsese, un De Palma o un Hawks. Su relato, que gira alrededor del concepto explicitado de la “supervivencia”, de esa necesidad de mantenerse a salvo imperiosamente, jamás está cerca de esa doble vertiente de identificación-empatía con distanciamiento que logra Scorsese, porque no todo consiste en otorgarles la voz narrativa a determinados personajes. Hay que establecer una puesta en escena que realmente resalte las ambigüedades y grises. Escándalo americano nunca lo hace realmente. Incluso su mirada hacia el personaje del alcalde Carmine Polito (Jeremy Renner), al que termina considerando un político honesto a pesar de ser corrupto, es como mínimo cuestionable: para el film la corrupción y la coima es algo natural, aceptable incluso, y el FBI termina quedando mal no tanto por su inoperancia para atrapar a los mafiosos, sino porque le interesa agarrar a unos pobres políticos que sólo querían el bien de su pueblo y a lo sumo aceptaban sobornar o ser sobornados. En eso, el personaje de Cooper es muy representativo: no es un profesional, sino sólo un tipo que quiere ascender y su obsesión amorosa con la estafadora que encarna Adams termina siendo absolutamente subestimada. “El alumno mediocre del maestro” Otra comparación que se cae pronto a pedazos es con el cine de Paul Thomas Anderson -quien viene de hacer una obra maestra con The master-, en especial con Boogie nights, la obra que lo lanzó a la fama. Guillermo Colantonio supo aportar esta definición, tan brutal como ingeniosa, que sirve como punto de partida para rebatir la comparación: “ese Russell es un clon malo de Anderson; es un disc jockey frustrado que pasa música con imágenes”. Quizás suene un poco exagerado, pero algo de eso hay: Russell aporta los vestuarios, los peinados, el maquillaje, la música de los setenta, pero le falta cine e imágenes de alto impacto, a pesar de pretender reflexionar sobre las diversas formas del artificio. Anderson siempre piensa las diversas formas narrativas, lo que muestran o esconden, las combinaciones genéricas. Russell acumula géneros (la estafa, la sátira social, el biopic, el abordaje político, el drama mafioso) pero no los conjuga adecuadamente. Sólo los pone en escena, regodeándose en lo formal. “No es una comedia” Da para preguntarse por qué las diferentes asociaciones de prensa, los sindicatos o academias insisten en considerar a Escándalo americano como una comedia y/o musical, siendo que tiene pocos chistes, concentrados en su mayoría en los personajes de Cooper y Jennifer Lawrence (la esposa del personaje de Christian Bale) y que su ecléctica banda sonora no la convierte en un musical. De hecho, tanto Bale como Adams no aportan humor a la trama y el drama que rodea a su pareja es una de las bases piramidales del film, que se presenta como una sátira pero se queda en la pose: es en realidad muy seriota, se la cree demasiado, baja línea de manera torpe y lo que tiene para decir sobre los vínculos entre la política y el crimen, como ya dijimos antes, es tan obvio como cuestionable. Si la comparamos con El lobo de Wall Street -oh casualidad, de Scorsese-, empalidece: la película con Leonardo DiCaprio es una verdadera comedia, por el espíritu corrosivo y deconstructivo que posee, y hasta se la podría ver como un musical por el ritmo que adquiere a partir de la unión entre la música y el montaje mientras que la de Russell sólo se queda en los guiños de estilo. “Tontería americana” Acá nos referimos a los aspectos más irritantes de Escándalo americano: tienen que ver, más que nada, con cómo Russell se ha convertido en una especie de Christopher Nolan de los críticos y miembros de las asociaciones galardonadoras de Hollywood. Con esta última película ya se notó demasiado: ya estaba recibiendo elogios de sectores muy influyentes aún antes de estrenarse. Y lo hace con métodos ya conocidos: un hecho bastante relevante en la historia política y criminal estadounidense; estrellas en registros sobredimensionados (la panza de Bale es una nueva etapa del actor y su eterna voluntad de hacerse notar en cada escena); y un planteo supuestamente radical pero que al final se revela como conservador. El título original, American hustle, significa algo así como “Bullicio americano”. Pero en verdad, a la hora de los bifes, lo que tenemos es una narración prolija, que jamás sale de la medianía y que arma muy pero muy poquito bullicio.
Un fascinante juego de seducción La lustrosa superficie de los años '70 es el pintoresco marco para una historia de estafadores, corrupción y un triángulo amoroso conformado por Christian Bale, Amy Adams y Bradley Cooper. Muy bien Jennifer Lawrence. David Russell llamó la atención a fines de los años '90 con la despareja Tres reyes, donde abordaba con ironía y grandes dosis de acidez la guerra de Irak. Diez años después se despachó con la extraordinaria El ganador, semblanza amorosa y vital sobre un boxeador y su familia "white trash" irlandesa. Y claro, en 2012 llegó El lado luminoso de la vida, una comedia dramática sobre dos adorables limados. Después de la sucesión de éxitos, convertido en uno de los directores del momento, Russell centra su mirada en una historia de corrupción, estafadores y el dinero como el único y puro elemento importante de la sociedad, en la que un político honesto quiere cambiar algo haciendo la vista gorda, enamorar a una pareja, o convertirse en el anzuelo de un detective desesperado por avanzar en su carrera. Escándalo americano entonces se desarrolla entre kilómetros de poliéster, entretejidos imposibles, solapas XL, relojes de oro y toneladas de spray, el entorno chillón de los chillones años '70 relatados con el pulso scorseseano de aquellos años (o el recuperado en El lobo de Wall Street) con la historia clásica de un timador, Irving (otra transformación asombrosa de Christian Bale), que encuentra la cómplice ideal en Sydney (Amy Adams). De ahí al deslumbramiento mutuo hay un paso –hay un hermoso segmento reservado a ese amor improbable pero real–, unos engaños de cabotaje que sin embargo dejan sus buenos dólares pero que también llaman la atención del agente del FBI Richie DiMaso (Bradley Cooper con una imposible permanente), que los obliga a colaborar en un plan para desnudar una red de corrupción que involucra a políticos y mafiosos, y de paso se convierte en amante de Sidney, que sus motivos tiene para engañar a Irving, sin duda el amor de su vida pero también el cabrón que está casado con la manipuladora Rosalyn (brillante Jennifer Lawrence). Lo cierto es que la película es absolutamente disfrutable por un elenco al que se nota que la pasó fantástico jugando a retroceder en el tiempo para ser únicos, excéntricos y definitivamente ordinarios, mientras en la pantalla giran, se tocan, se enamoran y se traicionan en un juego de seducción interminable que resulta fascinante, siempre sobre esa superficie lustrosa de los años '70, con una historia que suma interés al estar condimentada con una cuota de noir (casi como la gran novela americana que nunca nadie escribirá), es decir, una mirada nostálgica, trágica, de los usos y costumbres de la auténtica manera de hacer las cosas en América.
Tremenda película de DAVID RUSSELL, quien se vale de una cámara nerviosa, una estética kitsch y colorida y una banda de sonido atronadora y perfecta, para darle marco a este rompecabezas fílmico atrapante. Elegante, sensual, plagada de humor negro y super entretenida, cuenta con un elenco equilibrado y de enorme jerarquía, en donde cada personaje tiene su momento de lucimiento. El lado más acido y desalentador del “sueno americano” retratado con maestría por un director que ya es parte de las grandes ligas del séptimo arte. Ya podemos decir que ESCANDALO AMERICANO será una de las grandes películas del 2014. De visión obligatoria.
Debo decir que esperaba con ansia ver esta nueva película del director David O. Russell, para la cual convocó a actores que conformaron los elencos de las exitosas y multi nominadas/premiadas “El Ganador” (The Fighter) y “El Lado Luminoso de la Vida” (Silver Linings Playbook). Estoy hablando de Christian Bale, Amy Adams, Bradley Cooper y Jennifer Lawrence. Todos actorazos que están acompañados por Jeremy Renner, quien completa el quinteto principal. ¿Por qué digo con ansia? Porque cuando se difundió el primer tráiler, su premisa y su elenco me atraparon de una (es más, el tráiler dice más que la película). Y además, porque tras su estreno comercial en los Estados Unidos, la crítica mundial comenzó a alabarla tanto -y ha recibido nada más ni nada menos que 10 nominaciones a los premios Oscar- que no cabían dudas de que era, digo “era”, una de las películas del año. Esa sensación se me esfumó a la media hora (de las 2.18 que dura) cuando el relato (en su mayoría confuso dada la gran cantidad de información que hay que procesar en esta “gran estafa americana”) queda a la mitad de camino. Eso no significa que ciertos aspectos no estén bien logrados. Comencemos por el principio. La historia está basada en uno de los casos o -mejor dicho- uno de los escándalos que sacudió a los Estados Unidos, la operación “ABSCAM”, llevada a cabo a finales de los 70 en la que el FBI destapó una gran trama de corrupción política que alcanzó a varios altos cargos estadounidenses. En el centro de la misma está un brillante estafador llamado Irving Rosenfeld (un estupendo Christian Bale, panzón y con peluca) quien posee una tintorería que tapa su verdadero negocio. Flashback de por medio, sabemos cómo conoció a su astuta socia y seductora amante Sydney Prosser (gran labor de Amy Adams). La pareja es descubierta por un agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper), quien, dado su talento para el engaño, les ofrece una especie de “arreglo” a cambio de su libertad. El trato es ayudar al perturbado personaje de Bradley Cooper (en mi opinión no es valedero de un Oscar), a agarrar in fraganti a algunos “peces gordos” mediante una trampa que incluye un jeque árabe, unos cuántos millones y algún político que se sienta atraído por el signo dólar. La víctima que los llevará a otros políticos de turno, es Carmine Polito (Jeremy “jopo” Renner), el honesto alcalde de Nueva Jersey, quien quiere legalizar el juego y abrir varios casinos en Atlantic City. La trama, con idas y vueltas entre sus protagonistas, peleas y celos entre las mujeres del elenco (aquí entra en juego Jennifer Lawrence con su personaje Rosalyn, la inestable esposa de Irving), desarrolla cómo el agente y los estafadores intentan alcanzar su objetivo. Es comedia, es drama, es musical (muy buena selección de temas representativos de la época). Fluída por tan sólo por un breve tiempo, “Escándalo Americano” es un híbrido que tiene muy buenos aciertos (la recreación, el vestuario, la fotografía, la dirección y por supuesto el desempeño más de Adams y Lawrence que de Bale, Renner y Cooper) pero son más “los contra” los que la hacen una película menor disfrazada de una superproducción merecedora de cada premio para el que se la nomine.
El lado oscuro de la vida La nueva película del director de El Ganador (The Fighter, 2010) y El lado luminoso de la vida (Silver Lining Playbook, 2012) es un amargo retrato social de Estados Unidos, el revés de la tierra del sueño americano. Grandes actuaciones para un film interesante, pero menor. David O. Russell ha logrado convertirse en uno de los realizadores más alabados por la crítica. Y méritos no le faltan. Hay en sus films una mezcla perfecta entre espíritu independiente y factura mainstream, ambivalencia que ha asumido con destreza. Su estética conserva una pátina del cine de los ’70, pero al mismo tiempo su sensibilidad es profundamente contemporánea. En Escándalo Americano (American Hustle, 2013) hay muy buen cine, pero también cierto regodeo cool que le resta efectividad al relato. El film narra una historia de estafas basada en un caso real que aconteció hacia finales de los ‘70. Pero también es un estudio sobre la codicia, la corrupción en las altas esferas, el sentido de la familia en una sociedad materialista, el deseo como motor de la autodestrucción, el revés del tan mentado sueño americano. Russell se interna en el círculo íntimo de Irving Rosenfeld (estereotipado Christian Bale), un estafador que junto a su socia y amante (excelente Amy Adams) es descubierto por un agraciado agente del FBI (Bradley Cooper) y obligado a cooperar con un plan de desbaratamiento mucho mayor. Al mismo tiempo, la inestable esposa de Rosenfeld (Jennifer Lawrence) se transforma en la mayor amenaza para él y “los suyos”. El principal problema de la película es que, avanzado el relato, los temas más arriba apuntados se notan; es evidente que [#Persona,4228.Russell] aspiraba a la ambición y, en cierta medida, la misma historia lo dejó un poco corto. Pese a ello, lo que consigue el director no es menor: haciendo gala de su conocimiento de las herramientas del cine (en varias secuencias, al borde del regodeo) nos interna en este sub-mundo, con la capacidad de ofrecer un elenco de alto nivel interpretativo y haciendo foco en la psicología de cada personaje. Tal vez el gran relato de Russell sea la integración familiar, siempre al borde del resquebrajamiento. Pese a los desmadres del caso, todos queríamos ver a la familia “del campeón” feliz e integrada en El Ganador; al igual que en El lado luminoso de la vida, en donde más allá de los gritos y neurosis varias el espectador terminaba bogando por una segunda oportunidad para la pareja protagónica (sin saber muy bien cuánto tiempo podría funcionar esa unión). Escándalo Americano entra en esa línea. No es una gran película, es una obra “menor” magnificada por las modas y la temporada de premios. Pero supera holgadamente la media del cine americano actual.
American Hustle, la invención de la mentira Cuando hablamos de “la invención de la mentira” para referirnos a American Hustle lo hacemos para resumir al film en dos niveles: uno el de su historia, y otro el del trabajo de David O. Rusell como guionista y director. La historia de American Hustle (Escándalo Americano? Quién? Cómo? Cuándo? Dónde? Bueno, no, no, no y no) es la clásica y mil veces repetida historia de un círculo de estafadores estafados. Dos amantes, Irvin Rosenfeld (Christian Bale) y Sydney Prosser (Ammy Adams), encuentran la fórmula casi perfecta para ilusionar y sacarles plata a las personas, hasta que el FBI les tiende una trampa y los extorsionan para que atrapen en sus puestas en escenas a políticos que “pudren” a Estados Unidos. Dos triángulos amorosos complican a ambos polos, obligándolos a poner todas las cartas sobre la mesa y apostar por la mejor jugada. Contextualizada en los años 70, época que justifica el protagonismo de la ropa (¡LOS ESCOTES DE AMMY ADAMS!) y la creación de las mentiras y el disfraz para sobrevivir, la lógica de la película se auto justifica. Sin embargo, acá no hay magia cinematográfica que justifique ¡10! nominaciones al Oscar (solo las de Jennifer y Ammy, pero por mérito propio y no por cuestiones de dirección). A esto le llamamos “La invención de la mentira” de David O. Russell, quién proyecta lo aprendido de los grandes directores y de aquellos títulos con tramas similares que suelen estar en boca de todos y que en su momento definieron y justificaron al cine como arte. Y así es como O. Russell se metió otra vez a Hollywood en su bolsillo: copiando, pero que no se note (o que embobe). Estafas al estilo Ridley Scott (American recuerda mucho a Matchstick Men y a nuestra Nueve Reinas), mafiosos con sello de Scorsese (Goodfellas) y algo de boogie marca P. T. Anderson (Boogie Nights). También algo de Argo. Simplemente readapta varias fórmulas que disfrazan a American Hustle de buen cine. Sumado a que el director reúne a los favoritos y los actores debilidades de Hollywood de los últimos cinco años, más algún que otro número musical memorable y una gran transformación (Bale se expone con una imagen contraria a la de The Fighter, pero ni cerca llega a aquella calidad actoral), el director de Silver Lining Playbook grita “excelsior” y le vende el buzón a la Academia de cine como un ganador. No hay nada nuevo que O. Russell le aporte al cine, dejando a un costado el perfil psicótico y sexy de Jennifer Lawrence y el gran acento británico de Ammy Adams, quienes casualmente son estas actrices quienes sostienen el film. Saquemos a ambas de la pantalla y veamos cómo la ilusión de la denominada “la última obra maestra de David. O Russell” se cae a pedazos. Procesar la primera hora de American Hustle sería mucho más fácil si supiéramos, o si David O. Rusell admitiera por adelantado, que tanto Irvin como Sydney tienen mucho de su proceso “creativo” a la hora de mostrar esta puesta en escena. Pero no, porque mientras las expectativas que teníamos van desapareciendo, sabemos que David O. Russell, sin toda esta parafernalia de American Hustle, ha logrado mejores films como Silver Lining Playbook (2012), The Fighter (2010) y Three Kings (1999), que en su momento, también nos metieron en su bolsillo.
Una película solida en muchos aspectos, pero más que nada por su ensamble de actores. Con sus dos últimos títulos, David O. Russell nos ha entregado personajes deliciosamente multidimensionales y una dirección de actores que es digna de estudio. El titulo a continuación tiene lo suficiente para ser considerado un tercer acierto. ¿Cómo está en el papel? Irving Rosenfeld (Christian Bale), es un estafador que junto a su socia –y amante–, Sydney Prosser (Amy Adams), posan como un grupo de inversores con contactos en Londres. Esta tramoya es descubierta por el agente del FBI Richie DiMaso (Bradley Cooper) quien les ofrece un trato: No van a la cárcel, siempre y cuando lo ayuden a arrestar a seis senadores corruptos, entre los que figura un alcalde (Jeremy Renner), idealista a la vez que codicioso. Pero dicho plan tiene una obstáculo, en la forma de la impredecible e inestable esposa de Irving, Rosalyn (Jennifer Lawrence) La película tiene un desarrollo de personajes impecable. Todos tienen una personalidad y unos objetivos claros y marcados, y tienen una motivación emocional que es el motor de todas sus acciones. Por otro lado, uno siente que su estructura argumental si bien tiene todo en su lugar, en vez de funcionar como tal, es mas el pegamento que une todas las historias. La ventaja: Conoces a los personajes como si fueran de tu familia. La desventaja: El desarrollo adquiere tales dimensiones que estira la historia innecesariamente, de modo tal que uno llega a la conclusión que de los 140 minutos que dura, les sobra 20. A pesar del tremendo estiramiento, y una resolución algo –y es un algo minúsculo— predecible, el viaje que haces con los personajes es lo que hace que valga la pena. ¿Cómo está en la pantalla? El trabajo de cámara es muy vivido y fluido, yuxtapuesto con un montaje preciso. Siendo ambientada en los 70 hay una escenografía elaborada con mucha riqueza, pero lo que se lleva un 10 es el vestuario, algo que raras veces destaca en películas ambientadas en los 70 para adelante. También hay mucha pericia en las canciones elegidas para la banda sonora. Por el costado actoral, los cinco intérpretes principales brillan de una manera que es difícil destacar solo a uno. Tanto en sus secuencias grupales como en solitario, se las ingenian para brillar, e incluso realizando las acciones más simples que te puedas imaginar. La humanidad que trajeron a la mesa suma muchos puntos; mas aun siendo una película donde el engaño y el autoengaño están a la orden del día. Conclusión Una riqueza en el desarrollo de personajes, materializada por interpretaciones con mucha pericia y una dirección, que en lo actoral es de mucha visión, son tres motivos por los cuales si apuesta por esta película, es probable que no salga decepcionado. - See more at: http://altapeli.com/review-escandalo-americano/#sthash.2ScnKItv.dpuf
Como una de Scorsese sin la mano de Scorsese "Algo de esto realmente pasó dice un título al comienzo de "Escándalo Americano". El estilo de tomar un hecho real y ficcionalizarlo a gusto tiene que ver un poco con films de directores como Martin Scorsese y Paul Thomas Anderson, en películas como "Buenos Muchachos" y "Boogie Nights", respectivamente. La historia real de "Escándalo americano" tiene que que ver con un agente federal que luego de atrapar a una pareja de estafadores intentó utilizarlos a ellos y a sus mismos trucos para atrapar funcionarios corruptos mezclados en negocios con la mafia. Christian Bale y Amy Adams interpretan a la pareja de estafadores, Bradley Cooper es el agente federal y Jeremy Renner es el alcalde que quedará pegado a la investigación. La historia realmente podría haber servido a una gran película de los directores mencionados, pero así como la filmó David O. Russell termina pareciéndose a como luciría una película de Martin Scorsese, pero sin la dirección de Scorsese. Justamente éste es el principal problema de una película que ya a la mitad de la proyección se vuelve demasiado larga, y sobre todo, demasiado hablada. Esto no significa que "Escándalo Americano" no tenga sus cualidades. Básicamente el encuentro entre los personajes de Bale y Adams al principio del film es auspicioso y atractivo en su ambientación de época setentista, que lamentablemente luego se va volviendo más obvia y grotesca a medida que avanza la acción. También la historia da lugar a escenas muy divertidas, especialmente la que involucra a un jeque árabe que en realidad es un agente del FBI mexicano y que debe enfrentarse a un capo mafioso que habla árabe. Hay personajes secundarios muy atractivos, pero el ritmo se va interrumpiendo cada vez que el director y también guionista- se ocupa de la vida conyugal del protagonista con su esposa Jennifer Lawrence, que pocas veces agrega algo de interés a una trama que, por otro lado, podría haberse adentrado en asuntos mucho más sustanciosos relacionados con la mafia y la política. Del mismo modo, el soundtrack parece una copia no tan lograda de los grandes éxitos del rock, pop y soul clásico que suele usar Scorsese, e incluso algunas de las canciones están ubicadas de una manera tan obvia que casi arruinan las escenas en vez de potenciarlas. En el elenco lo mejor lejos es Amy Adams, cuya actuación de falsa aristócrata británica casi justifica por sí sola ver la película, y la caracterización de Christian Bale a veces funciona bien y a veces se aleja hacia lo grotesco igual que muchos de los elementos de este film que daba para más.
"Con el sello de la casa" El talento que desplegó David O. Russell en los últimos años lo convirtieron en un director merecidamente reconocido y elogiado por la prensa y el público, sin que a ninguna de estas dos partes les importe demasiado las ya reconocibles marcas personales que les impregna a sus films, sin importar el género al que pertenezcan. Russell es un realizador hecho y derecho, exquisito y tremendamente efectivo a la hora de atrapar al espectador con sus historias no muy rebuscadas y casi clásicas en las que todo termina bien, sin giros imprevistos y sorpresas inesperadas. Vamos a ser completamente honestos: Ese es el sello de Russell. Sus personajes atrapantes, su puesta en escena dinámica y entretenida y sus relatos apasionados y bien humanos nunca recorren otro camino que no sea el de un camino liso y llano en el que no existen los sobresaltos y todo se reduce a contemplar la belleza que lo rodea. Si repasamos sus últimos tres trabajos, entre los que incluimos “El luchador”, “El Lado luminoso de la vida” y “Escándalo americano”, nos encontramos con grandes películas que, con sus pequeñas y atrapantes historias, nos regalaron a lo largo de su desarrollo todos los elementos necesarios para que lleguemos al final de las mismas con una sonrisa de oreja a oreja y ganas de aplaudir de pie un gran producto. David O. Russell, alias “finales felices”, hoy en día es talento en estado puro. Un trabajador del cine con todas las letras al cual hay que disfrutar dentro de la pantalla grande. De eso no quedan dudas. Por eso hay que ser francos con “Escándalo americano”, ya que si bien se trata de un peliculón tremendo que se disfruta completamente, no deja de ser un film que lleva nuevamente la firma más reconocida del realizador, siendo este el único aspecto que me pareció, paradójicamente, algo decepcionante. No se asusten con eso, ya que mi punto es que la historia del caso ABSCAM y la forma en la que la trabajó Russell (tanto delante como detrás de las cámaras) quizás hubieran merecido un pequeño giro de originalidad sobre su parte final, para romper esa costumbre propia del realizador y ofrecernos un panorama completamente distinto en la que es, sin dudas, su película más lograda y ambiciosa hasta la fecha. Que una historia como esta, la cual a su vez es tremenda, polémica y encima está inspirada en hechos reales, hable de forma tan certera sobre los efectos devastadores del engaño, la traición y la ambición humana, merece desde mi humilde lugar un cierre acorde al peso y la “seriedad” que le otorga Russell durante sus dos implacables primeras partes. Prologo y conflicto de “Escándalo americano” son una cátedra cinematográfica de cómo contar una historia humana seria, entretenida, amplia y solida, acompañándola de excelentes actuaciones y un apartado técnico que no deja nada librado al azar. El epílogo, en cambio, si bien no resulta ni forzado ni queda desparejo con relación a las dos partes anteriores, quita el pie del acelerador y nos deja con ganas de un poquito más en pos del idealismo que practica Russell. Que nadie se confunda: Hacia rato que el cine no ofrecía una pista tan acida e ideal para el despliegue de actuaciones tremendas por parte de Christian Bale, Amy Adams, Jennifer Lawrence, Bradley Cooper y Jeremmy Renner (este último pieza clave del film y llamativamente pasado por alto por la prensa) y una dirección sobresaliente de un realizador como David O. Russell quien baila, por ahora, al ritmo de sus propias historias y nos invita que nos sumemos a la fiesta. “¿Alguna vez tuviste que encontrar la forma de sobrevivir sabiendo que todas las opciones que tenes son malas, pero, tenes que sobrevivir?” dice Irving Rosenfeld, ofreciendo una radiografía de esta nueva corriente del cine norteamericano que se encarga de mostrar, sin miedo al ridículo ni las exageraciones, los trapos sucios que existen puertas adentro de su propia sociedad. “Escándalo americano” llega para ocupar el primer lugar en el podio de dicha corriente, de la mano de un David O. Russell que ya puede disfrutar de tener un nombre de la jerarquía de sus películas.
Sí. David O. Russell, el nuevo niño mimado de Hollywood, parece haber encontrado la fórmula perfecta para su cine. Deudor -más en forma que en fondo- de la obra de Scorsese (de hecho está recibiendo más reconocimiento por parte de la industria que el que tuvo el director ítalo estadounidense habiendo dirigido la misma cantidad de películas hasta finales de los 70’s), lo de Russell es un camino de retorno del mundo del viejo Marty. No es casual que, paralelo a que Hollywood celebre que el realizador de El Lobo de Wall Street se tome a su propia obra con sentido del humor, Russell sea solemne y se incline por una moral más conservadora y tradicionalista, como contracaras de una forma de concebir el cine. Boggie Nights (de P.T. Anderson, otro admirador de Scorsese a quien volveremos convenientemente) y Casino tienen algo en común con Escándalo Americano: la idea de que antes del mundo de los negocios y la moral protestante del conservadurismo de los 80’s todavía podía encontrarse una ética mucho más importante que la moral. Y que valía la pena luchar por esa ética. Pero mientras Anderson y Scorsese siempre defendieron la amoralidad de personajes antisociales, refractarios de las leyes y las normas, en Russell esto termina siendo una inversión, un camino hacia la redención. Esto sucede porque el desenlace nos sorprende un poco (no del todo pero sí un poco: la película está plagada de avisos sobre su moral con respecto a “ser auténtico”), porque esperábamos que Escándalo Americano fuera el Gran Escándalo Americano, y terminamos recibiendo una lección de decoro, integridad y honestidad, a manos de estafadores que construyeron su vida alrededor del delito y las falsificaciones y que, súbitamente, nos regalan el deus ex machina de la lección final. Y es que ahí donde Scorsese se erige como un cínico pero en el fondo humanista, Russell se alza como el gran abogador de la moral y la familia. Ahora bien. Aunque no sea oro, Escándalo Americano brilla. Russell, como lo hiciera Paul Thomas Anderson en The Master, construye una historia de mujeres fuertes y dominantes. Por un lado, con el personaje de Amy Adams (no casualmente presente en ambas películas) como una fémina más poderosa y hábil que cualquiera de los hombres a su alrededor. Adams (Sidney) es el alma mater, la diosa madre en cuerpo y mente, la deidad de la fertilidad (fertilidad sin hijos, pequeña ironía) incluso retratada como tal, desde la vestimenta, el pelo, lo corporal, lo gestual. Ella es la mujer con el plan (aunque ese plan no resulte, finalmente, demasiado tentador). La otra presencia femenina, Jennifer Lawrence (Rosalyn). En el medio, Christian Bale (Irving), el estafador, el conman, que se había enamorado de una años atrás (la mujer fértil, la de la familia y los hijos) y que ahora se enamora de la otra (quien promete fertilidad y terminará asegurando la familia siempre buscada), pero necesita de ambas, como si la película nos situara en esa falsa indefinición, falsa porque en definitiva la elección siempre será la de la sagrada familia como bien supremo a consagrar. Rosalyn es una princesa, con una cuota de depresión que él confundió con misterio -que se compra el esmalte en Suiza, ese esmalte dulce y agrio, al que él vuelve una y otra vez- cuyo hobbie actual es redecorar la casa, cambiar muebles, casi a modo de ejercicio físico. Es la “Picasso del karate pasivo agresivo”, y ella sabe cómo retener a Irving, menos por amor genuino que por una historia compartida, por haber estado enamorados en algún momento, por ser la madre de su hijo adoptivo, por seguir sabiendo cómo erotizarlo, a pesar de saberse una carga en su vida. La fertilidad, como dije, el elemento fundamental de la fundación de lo familiar. En cambio, Sidney es una luchadora. Irving supo, desde el instante en que la vio en aquella fiesta (donde la cámara la va tomando lentamente desde atrás, y mientras da vuelta la cabeza, con esos ojos entre pícaros y con una expresión de quien quiere todo de este mundo, con la boca entreabierta, que desnuda una sonrisa tímida, cargada de sensualidad irresistible, vestida con una malla tejida y un saco, destacándose por encima del resto), que ella venía de abajo, de la calle, que había tenido que pelearla y que la tenía que seguir peleando, que nadie le había regalado nada, con una pulsera de Duke Ellington a quien amaba, en parte, porque le había salvado la vida varias veces. Rosalyn es la bestialidad, es la atadura al pasado. Sidney es la planificadora, la mujer que es futuro, la belleza que encandila por la belleza innata y por lo que hay detrás, pero más que nada, la partner in crime de ese hombre que no está en buen estado físico, con panza prominente, una calvicie que intenta ocultar con una especie de peluquín hecho con su propio pelo, pero con una confianza en sí mismo que la enamora inmediatamente. Si Bonny y Clyde eran almas gemelas criminales perfectamente complementarias es porque dedicaban su vida al crimen, a la estafa como una de las bellas artes, como una forma de mandar a la mierda los códigos de la sociedad y la época que los rodeaba (o la que estaba por venir). Frente a ese monstruo hermoso de dos cabezas irrumpe la presencia de Bradley Cooper (Richie) como agente del FBI (no casualmente quien pretende reinstalar la ley en una pareja de amorales). Pero la segunda irrupción de la norma es más solapada: llega con Jeremy Renner (el alcalde Carmine Polito), quien carga con los valores más conservadores y tradicionales de la película al ser algo así como la epítome de la familia y la moral cristiana, haciéndolo todo por la comunidad. El final de Escándalo Americano es el de la norma que se impone y doblega a la amoralidad con la que la película había iniciado. Por eso nuestra gran heroína ahora anhela tener una familia, vender cuadros originales, e ir a buscar a su hijo (no propio) al colegio, con el viejo estafador, ahora un hombre hecho y derecho. Lo que en las formas resulta scorseseano, en el fondo es un acto de cobardía: así como no carga con la iconografía del sacrificio, Russell igual regala redención a un módico precio. Para ser seguir siendo el niño mimado de Hollywood no se puede ser cínico, amoral, y cagarse en todo. Recordemos que todo aquel que duerme con niños, definitivamente se despertará mojado.
Engañando al engaño Reunir un reparto de ensueño como el que posee American Hustle es un aliciente interesante desde el vamos. Más aún si en el protagónico, en el centro del póster promocional y sobresaliendo a las cuatro figuras restantes, tenemos a Christian Bale, alguien que no sólo nunca decepciona, sino que también eleva la calidad de cualquier film a través de sus dotes actorales. Ambientada en los años 70, American Hustle trata sobre un operativo del FBI, con el agente DiMaso (Bradley Cooper) dispuesto a capturar a el alcalde Polito (Jeremy Renner con un distinguido jopo de época) y a varios miembros del Congreso. Para ello, y tendiéndoles una trampa que los obligue a implicarse en el asunto, se hace de un astuto estafador llamado Irving (Christian Bale) y de la socia/amante de éste, Sydney, sensualmente encarnada por Amy Adams. David O. Russell se calza el traje de narrador de historias y aprueba con un muy satisfactorio de calificación en la materia, apartándose de sus anteriores proyecciones (que difieren en cuanto a género/temática) y enseñándonos su polifuncionalidad a la hora de cosechar buenas obras de distintos rubros (The Fighter y Silver Linings Playbook, entre otras). En esta ocasión el director apela al relato a partir de la voz en off, alternándolo entre sus protagonistas, según la situación y mirada de cada uno, acercándose al estilo de Scorsese en cintas como, por ejemplo, Goodfellas, aunque sin la recurrencia a los desenfrenados excesos que tengan que ver con la muestra explícita de drogas ni acontecimientos brutalmente violentos. Quizás muchos le reprochen a Russell esa falta de condimentación picante y salvaje en una narración de este tipo, pero lo que transcurre está tan bien contado que no se percibe para nada necesario recaer en ese tipo de licencias. Vale remarcar que la banda sonora retumba fuerte cuando se invoca al blues y al jazz, acentuando dos aspectos fundamentales que seducen nuestro sentido visual: la prestancia que de por sí llevan los intérpretes con sus embelesados y trabajados peinados, sus refinados gustos cuando de vestir se trata; y la certera aclimatación ajustada a aquella década del setenta. De tranco algo lento al comienzo, American Hustle crece en interés con el correr de los minutos. Existen pequeños detalles que nos adentran inconscientemente en el engaño, palabra que obra como motor del film. Los ruleros que Bradley Cooper emplea para rizar su cabello o la mata de pelo extra que Bale se añade simbolizan una manera de aparentar una determinada imagen. Todo nos traslada al terreno de la farsa, de la simulación, como bien enuncia Irving: “la gente cree lo que quiere creer”. Extensa pero atractiva, la película también expone los peligros de la ambición y se da el gusto de hacerse acreedora de algunas instancias de tensión, ironía y vueltas de tuerca siempre bienvenidas. LO MEJOR: el modo en que nos cuentan la historia. Otro ejemplo de cuándo se sabe usar la voz en off. Las actuaciones, todas, de los cinco principales (Lawrence, Bale, Cooper, Adams y Renner). BSO. Elegante. LO PEOR: se extiende más de lo necesario en el metraje. Si bien no aburre para nada, tarda un poco en arrancar. PUNTAJE: 8,2
"Escándalo Americano" es, sin dudas, una de las películas del año... ¿Por qué? Porque el guión es perfecto, la dirección de David O. Russell es maravillosa y las actuaciones (uno de los mejores elencos en pantalla grande) de Christian Bale, Amy Adams, Jeremy Renner, Jennifer Lawrence y Bradley Cooper son perfectas... ah, y la música no se queda atrás, te va a fascinar. Te recuerdo que fue la gran elegida en los premios Golden Globe, ganando 3 de las 7 nominaciones, incluyendo mejor película de comedia y ahora mismo tiene 10 nominaciones a los premios Oscars, incluida mejor película. La historia está tan bien contada que no vas a aburrirte en ningún momento y las casi dos horas veinte que dura, ni las vas a sentir. Un peliculón para disfrutar en el cine, ¿qué mejor lugar para verla?
Las películas de David O. Russell son muy distintas entre sí, pero siempre ostentan cierta sensibilidad histórica y social en el modo de construir un mundo de ficción y de mostrar cómo ese mundo afecta la estabilidad psíquica de sus criaturas. Quienes recuerden la genial comedia filosófica I Love Huckabees, la parodia antimilitarista en Tres Reyes, la simpática El lado oscuro de la vida y El ganador (su mejor película hasta ahora) podrán constatar la amabilidad de Russell para con todos sus personajes y su peculiar atención de situarlos en un contexto específico. Escándalo americano no es una excepción. Basada ligeramente en un caso real conocido como “Abscam”, que llevó a varios funcionarios del Congreso y a un intendente a la cárcel, la película de Russell reconstruye parte del escándalo. Arranca el 28 de abril de 1978, en el lujoso Plaza Hotel de Nueva York. Irving Rosenfeld (C. Bale) se prepara para otro momento de “ficción”. Están a punto de filmar secretamente un acto de corrupción entre la mafia y algunos funcionarios públicos. La idea de ficción es la noción clave y operativa del relato, y no será la última vez que los personajes estén interpretando algo que no son. Escándalo americano combina mediante varias digresiones y flashbacks un acto de corrupción y otro de delación con los vaivenes de un triángulo amoroso. Irving está casado y ha adoptado un hijo. No es una relación feliz, pero Rosalyn (J. Lawrence), su esposa, prefiere sostener la ficción de un matrimonio a divorciarse y cuando puede amenaza a su esposo con delatar sus negocios ilegales. Irving, más allá de ser dueño de una lavandería, es un prestamista de dinero (que no tiene) y vende pinturas falsas como si fueran originales. Algo sucederá cuando conozca a Sidney (extraordinario trabajo de A. Adams), de Nuevo México pero que finge ser una aristócrata de Londres. Sidney e Irwing vivirán un romance y se convertirán en socios. Pero no será fácil cuando DiMaso, un agente del FBI, los obligue a colaborar en un operativo contra un intendente en el que están involucrados desde un mejicano que se hace pasar por un jeque árabe hasta un mafioso de primera línea. Escándalo americano pinta una sociedad obsesionada por el dinero. Sobrevivir implica aquí participar de una ficción colectiva. Todos mienten para vivir. Aun así, a veces los actos de nobleza se entrometen en la perversión cotidiana. Russell, un director noble, es parte de ese mismo problema. Su ficción sobre la gran ficción no siempre alcanza a conjurar las trampas del sistema. Él no miente, pero no es suficiente.
Oportunidad para el lucimiento de sus actores El comentario del año pasado de “El lado luminoso de la vida”, el film inmediatamente anterior de David O.Russell, enfatizaba ser “el único de los largometrajes nominados que tiene a sus cuatro actores (principal o de reparto) seleccionados además de los cinco rubros considerados mayores (película, director, actor y actriz principal, guión)”. Y este año “Escándalo americano” (“American Hustle”) vuelve a ostentar tal singularidad. Pero hay aún más similitudes ya que dos de esos cuatro intérpretes (ambos ganaron en 2013) vuelven a estar nominados aunque curiosamente en esta oportunidad no como actores principales sino de reparto. La carrera de David O. Russell, dos de cuyos cuatro primeros largometrajes (“Flirting with Disaster”, “I Heart Huckabees”) no se estrenaron localmente, viene en continuo ascenso al punto de que este año sólo otro film (“12 años de esclavitud”) lo iguala en número de nominaciones (diez). Ese dato lo posiciona a priori como un serio candidato a ser consagrado en las categorías de mejor director y película 2013 en la ceremonia de los Oscar del 2 de marzo próximo. Sin embargo, pese a ciertos méritos sobre todo en el casting, pueden señalarse algunas objeciones a ésta de por sí demasiado extensa historia de casi dos horas y media de duración y con algunos altibajos en su desarrollo. El afiche original refleja en cierta medida su mayor mérito al mostrar a los cinco actores principales (cuatro de ellos nominados). Permite calificar a Russell como alguien que generosamente brinda a sus dirigidos la oportunidad de lucimiento individual en forma alternada. En el inicio el favorecido es Christian Bale, quien ya había ganado un Oscar de reparto en “El ganador” y aquí compite en la categoría principal. La primera escena cuando se “calza” con un pegamento pedazos de pelo en su cabeza casi calva es antológica. Luego ingresa en escena el agente del FBI Richie DiMasso, interpretado por Bradley Cooper que ya había ganado el Oscar el año pasado con “El lado luminoso de la vida”. Pero el aporte más importante será el brindado por la sorprendente Amy Adams (“Julie & Julia”, “The Master”) como Sidney, una joven que simula ser inglesa, siendo la amante y compañera en pergeñar estafas de Irving Rosenfeld (Bale). Richie envolverá a Sidney e Irving y los obligará a colaborar en un intento del hombre del FBI para atrapar a algunos peces gordos de la mafia y a congresistas corruptos del gobierno. Uno de los problemas del film es que es muy hablado y tarda un poco en arrancar. Afortunadamente la segunda parte resulta bastante superior a la primera hora. Allí nuevos actores lograrán compensar ese desequilibrio particularmente con la incorporación a la trama de Jennifer Lawrence como la algo vulgar esposa de Irving y Jeremy Renner como un alcalde del estado de Nueva Jersey que se deja envolver algo ingenuamente en el plan del FBI. Quien también tendrá su oportunidad de lucimiento será Robert de Niro como el capo mafia Victor Tellegio, de la banda del famoso Meyer Lansky. De Niro, visto últimamente en actuaciones mediocres, parece revivir cada vez que lo dirige Russell y aquí se lo ve hablando en árabe con un supuesto jeque en una escena desopilante aunque con un remate poco logrado. Otro punto destacable es la banda sonora con temas de la década del ’70, que es cuando transcurre esta historia basada libremente en hechos reales. Además de Neil Young, Elton John, Santana, se escucha a Paul Mc Cartney en “Live and let Die”. Este último tema podía haber sido sin embargo obviado al ya haber sido utilizado en una película de James Bond. “Escándalo americano” se sostiene sobre todo por las interpretaciones de su amplio reparto donde se destaca Amy Adams pero no parece reunir méritos suficientes para que sea considerada como la mejor película del año.
Estafadores eran los de antes El director David O. Russell logra cosas interesantes. Como que Amy Adams (alias la actriz más bella del mundo) aparezca con ruleros para ambientarnos en los setenta y demostrar de paso que, antes que la computación, la posmodernidad empieza con la permanente. O que Robert De Niro tenga un papel menor de capo mafia y luzca como un albañil de Villa Fiorito. O que Christian Bale (Batman) tenga el protagónico más ridículo de su carrera (con el cual posiblemente obtenga su segundo Oscar). Bale es Irving Rosenfeld, un estafador culposo que resulta extorsionado por el agente federal Richie DiMaso (Bradley Cooper) para conseguir el arresto de cuatro peces gordos a cargo de su inmunidad y la de su amante, Sydney Prosser (Adams). El blanco del operativo es el intendente de Atlantic City, Carmine Polito (Jeremy Renner), capaz de legalizar la prostitución y negociar con dinero fácil mientras su ciudad florezca y sus ciudadanos tengan empleo. En medio de la estafa, Irving no sólo encuentra nobleza en los métodos de Polito sino que llega a sentirse su amigo. ¿Cómo seguir adelante sin defraudarlo, cuando la pantomima incluye reactivar su matrimonio con la desquiciada Rosalyn (Jennifer Lawrence) y mientras Sydney empieza a coquetear con DiMaso? Tras El lado oscuro de la vida, Russell recurre a parte de aquel elenco para un film más ambicioso, con guiños a Paul Thomas Anderson, Lawrence Kasdan y (al menos en las intenciones) David Mamet. El resultado es ambiguo. Mientras las creaciones de Bale y Adams son magistrales, no es difícil adivinar cómo evoluciona el film, así como las preferencias del director. Entre un remate sutil y una escena desopilante, Russell (hombre de pocos matices) siempre va a lo seguro.
Irónica comedia sobre estafadores de buen corazón En los años 70 un escándalo conmociono a los EE.UU. El denominado caso Abscam envió a la cárcel a 6 miembros de la cámara de representantes del congreso, un senador y un alcalde. En ese caso los políticos recibían dinero a cambio de favores. “Escándalo Americano” toma como base ese caso y lo convierte en una ficción de excelente realización tanto en el libro como en lo técnico del film. El film narra la historia de Irving Rosenfeld un estafador de bajo perfil que realizaba su trabajo junto con su hermosa amante Sydney Prosser. La pareja comete un error y son obligados a trabajar para el agente del FBI Richie Di Maso, con quien trataran de encarcelar al futuro alcalde Carmine Polito y algunos políticos más. Irving además tendrá que resolver su relación de pareja con su esposa y con su propia vida. Russel vuelve a filmar con un estilo muy especial y particular, tomándose su tiempo para que cada personaje narre la historia, fijando la visión en cada uno, más allá de que todo, o casi todo, gira alrededor de Irving. Russel llamo para los papeles protagónicos a excelentes actores con los que trabajara en sus dos películas anteriores, Christian Bale, con otro fantástico trabajo, junto a Amy Adams habían trabajado en “The Fighter”, trabajos que les valió a dichos actores nominaciones al Oscar. Bradley Cooper fue nominado en el film anterior de Russell “Silver Linings Playbook”, por el que, además, la joven Jennifer Lawrence ganó la preciada estatuilla. En esta ocasión, de la mano de Russel, los 4 están nominados a los próximos premios de la Academia (Bale como Mejor Acto, Cooper como actor de reparto, Adams mejor actriz y Lawrence actriz de reparto, asa como Russel a mejor director). Los trabajos de dichos actores junto a Jennifer Renner realizan excelentes actuaciones que, sumado a un muy buen guión, fantástica factura técnica y maravillosa dirección, hacen de “Escándalo Americano”, que se alzara ya con el Golden Globe, no solo una de las más nominadas junto a “Gravedad con 10 cada una, sino una de las favoritas para ser ganadora en la próxima entrega de los Premios Oscar.
Más pelucas que películas En la siguiente crítica se adelanta elementos de la trama. Se sugiere leer el texto luego de ver la película. Fines de la década del setenta. Un estafador (Christian Bale) y su socia y amante (Amy Adams) se ven obligados a trabajar con un agente del FBI (Bradley Cooper). Durante más de dos horas las estafas varias, los cruces y las vueltas de tuerca sin gracia intentarán convencernos de que hay algo interesante, divertido o valioso en esta película. Lejos de cualquier interés, la película está mucho más preocupada por detalles superficiales que por la propia historia a los personajes. Es difícil encontrar el rumbo en una película que no lo tiene. Pero tampoco tiene el disfrute del caos que otros films a lo largo de la historia del cine han demostrado. Los peinados son perfectas reconstrucciones de todos los peinados de la década del setenta a los que el tiempo ha mostrado como verdaderas locuras estéticas. Si existiera un premio a los peinados más horribles del mundo, Escándalo americano debería ganarlo por lejos. No todo el mundo tenía peinados y vestuarios tan ridículos. La película pierde demasiada energía en esto y descuida los demás aspectos. Pero más grave aún son las actuaciones. Es una locura difícil de comprender el que el cuarteto protagónico hay recibido tantas nominaciones y premios. No es que no sea bueno, es que directamente, salvo Amy Adams, el cuarteto es directamente malo. Premiar a los cuatro es desmerecer la actuación de Adams, además. La temporada de premios siempre ha sufrido una inercia por la cual cuando alguien entra en el radar de los premios su siguiente actuación –o realización- de un film es tomado también en cuenta a la hora de los galardones. Sí, un disparate, pero a la vez una realidad. David O. Russell, también con muchas nominaciones a muchos premios, se expone como un director limitado, cuyas ambiciones podrán ser muy altas pero sus resultados bastante pobres. Sin las nominaciones, Escándalo americano ni merecería un difusión masiva como la que ha tenido, por eso no hay que dejarse llevar y observar la película con sus límites y falencias. La influencia de Martin Scorsese sobre Russell parece obvia y aunque pueda ser injusta –y demoledora- la comparación, está claro que Scorsese sabe tocar esta cuerda y Russell no. Aun en sus films menos logrados, Scorsese es el creador de un estilo, y Russell obviamente no. Un interesante momento de luz –más allá de la presencia de Adams y algunos momentos de Louis C.K. – es la aparición sorpresiva de Robert De Niro. Verlo a De Niro haciendo de viejo gángster es una gran sorpresa de la película y funciona muy bien. Claro que su aparición nos devuelve esa sensación de Scorsese de segunda línea que la película tiene. Pasará la temporada de premios y tal vez se lleve el recuerdo de esta película. Si no es así, igual seguirá siendo una película mediocre.
El mejor pescado podrido de la historia Coincido con Rodrigo Seijas -que le pegó duro a la película acá- en una sola cosa: Escándalo americano no es una gran película. Ni siquiera está entre lo mejor de David O. Russell, uno de los directores norteamericanos más interesantes de las últimas décadas con una atractiva filmografía entre las sombras que recién ha alcanzado visibilidad para el gran público en los últimos años y gracias al Oscar. Sin embargo a Rodrigo parece preocuparle más la repercusión de la película, que la película en sí, algo que se repite llamativamente en la mayoría de las críticas negativas que tiene el film y que viene a poner en evidencia el mayor logro de esta obra de Russell: conseguir una absoluta comunión entre su fondo farsesco y su forma deliberadamente camaleónica, entre sus personajes enmascarados y su moraleja sobre la supervivencia entendida como un cambio de piel constante, y que genera fascinación o desdén, pero ese desdén se dirige preferentemente hacia la fascinación que genera y no tanto a la obra en sí. Russell elabora una historia donde los personajes tienen peluquines, o se hacen la permanente, o tienen hijos que no son suyos pero de los que se hacen cargo, o usan apellidos falsos, o se hacen las bobas para sacar partido, o son políticos honestos hacia afuera pero que aceptan sobornos hacia adentro, o venden pinturas falsificadas. Doble vidas, pero no dobles vidas cualquieras: dobles vidas que en verdad son la única vida, porque sus protagonistas son personajes que se miran en el espejo y terminan eligiendo la vida esa que se refleja, nunca la propia, porque esa reinvención es la que les asegura la supervivencia: el agente del FBI no es muy honesto pero persigue esa pureza que el sistema le ofrece porque eso lo haría escapar de la mediocridad en la que vive; el falsificador no está muy seguro de ayudar a la ley, pero sabe que eso le permitirá retomar su espacio como sujeto social y dejar de ser un marginal. Y así, todos. El leit motiv del film es esa charla entre Bale y Cooper en la que Bale muestra un cuadro falso y pregunta acerca de si el falsificador supera o no al creador. ¿Quién es mejor, el que vive tal cual los preceptos de la cultura en la que está inmerso o el que desde los bordes simula que cumple con las reglas del juego? Apariencias, falsedades. Y en esa falsificación constante que son los personajes y la propia narración, siempre modificándose y en perpetuo movimiento a costa de caer en baches y renunciamientos (el personaje de Amy Adams se va desdibujando a medida que avanza la película), Russell también se prueba varias pieles: su película es scorsesiana en un sentido formal, el montaje y los planos son veloces, la música tiene una cosa corpórea, va con los personajes (notable momento Live and Let Die con Jennifer Lawrence), y a la vez simula al Paul Thomas Anderson de Boogie nights, casualmente el PT Anderson más Scorsese. Si bien las conexiones entre Russell y Scorsese son notorias desde El ganador, aquí adquiere una pose más superficial, más de luz y brillantina, como esos setentas que están más en peinado y vestuario, que en espíritu. Lo superficial es deliberado aquí: si en El lado luminoso de la vida Russell arriesgaba cuando pasaba, sin solución de continuidad, del indie recargado a la comedia romántica grasosa, en Escándalo americano transita todo el tiempo en esa atmósfera resbaladiza de las banalidades. Retomando el comienzo de este texto, el gran triunfo de Russell, entonces, es que convierte a su película en una obra celebrada, premiada, distinguida, aún cuando se trata de un film que aparenta más de lo que cumple. Y esa apariencia que trafica banalidad por gran cine es la mayor de las maniobras del falsificador Russell: hacer pasar gato por liebre, vender pescado podrido, pero poniéndose en el lugar del trucho y nunca mirándolo con sorna y a la distancia. Si uno la mira detenidamente, Escándalo americano no es ni desaforada, ni escandalosa, ni arriesgada, ni punzante; todo lo contrario. Estamos ante una fábula moral bastante inmoral (porque justifica la corrupción de la política, porque nos hace sentir empatía con el patético Bale, entre otras cuestiones), el mejor pescado podrido, el más lujoso de la historia.
Con una impactante recreación de época, David O. Rusell concretó una gran película con la ayuda de un excelente conjunto de actores. La trama abordada en “Escándalo americano”, excesivamente compleja en sus detalles, resulta simple en su proposición: se trata de una cadena de trampas urdidas por tramposos profesionales. El comienzo de la historia muestra a una pareja integrada por quienes aparentan ser los animadores centrales de la película. Pero al promediar el relato se agregan personajes que suman riqueza al filme y que se convierten en excelentes muestras de composición e interpretación actoral (Jennifer Lawrence, Bradley Cooper). Un estafador que se enamora de una bailarina y deja a su mujer, son los primeros nudos de un complejo tejido de charadas que terminará involucrando al FBI, políticos y a la mafia. Más allá de la historia, quizá lo más impactante del filme se centre en un puñado de escenas que revelan la acertada mano del director en su factura y la calidad profesional de los actores que resaltan un oportuno casting, rubricado por las excelentes performances de Christian Bale y Amy Adams. Con un tono dramático moteado por situaciones propias de la comedia ligera, la película es un fresco de los años 70 pintado con los colores que la cinematografía americana utiliza para criticar un sistema que, cuarenta años después, sigue defendiendo con uñas y dientes.
Cuesta entrar al pequeño mundo de época que elabora David O. Russell; cuesta por la exageración de las actuaciones, de la puesta en escena, incluso del vestuario y del uso de la banda de sonido. El director opta siempre por el grotesco, por el detalle que busca impactar a cualquier precio. Así, la película empieza con la imagen del protagonista peinándose y armándose un improvisado peluquín, continúa con planos reiterados del súper escote de Amy Adams y alterna todo eso con una mezcla de diálogos capaces de soportar un frío lenguaje de negocios y estafas tanto como las frases altisonantes acerca de lo que hacemos y quiénes somos. Escándalo americano es desordenada, despareja y no conoce de sutilezas; en principio, la película se presenta como una especie de topadora que le pasa por encima a los ojos del público con sus ropas chillonas de fines de los 70 y con sus planos estilizados, pero por momentos ese ir al choque permanentemente pareciera funcionar como una coartada que viene a encubrir la falta de un relato sólido con personajes más o menos creíbles. No es casual que la película se concentre en el personaje de Jennifer Lawrence y deje progresivamente de lado al de Jeremy Renner: mientras que la primera es una madre insoportable, gritona y mentirosa que no duda en extorsionar a su marido o en justificar una golpiza que por culpa suya recibe él, el segundo es un alcalde contenido, seguro de sí mismo y de sus buenas intenciones, de un nivel de autenticidad y una pasión extraños al retrato habitual que el cine suele reservarle a los políticos. Quisiéramos conocer más al político compuesto por Renner (que demuestra nuevamente por qué es un gran actor) y mucho menos a la madre trepadora, al borde del divorcio, que encarna sin delicadezas Lawrence, pero a los fines de impresionar al espectador Russell elige todo el tiempo el retazo de grosería, de miseria, casi de amarillismo que le provee mejor la burda criatura encarnada por Lawrence (por eso es que el “escándalo” del título local se adecua perfectamente, si no a la trama -porque el escándalo, en rigor, aparece recién al final- al menos al tono en general). De Niro aparece haciendo de taquito a un mafioso (se lo puede ver en un rol similar en Familia peligrosa, que se estrenó hace un par de semanas) y se extraña la densidad que aportaba al padre consumido por las cábalas en El lado luminoso de la vida. En realidad, también Lawrence y Bradley Cooper estaban mucho mejor en la película anterior del director. En cambio, en Escándalo americano, Cooper cede a la agitación y la ambición de su personaje y la actuación resulta imposible: sus estallidos intentan construir comedia y drama alternativamente, pero la mayoría de las veces solo consiguen romper el débil verosímil que había levantado la película. En vez de las familias turbulentas que se armaban y sostenían como podían de El luchador y El lado luminoso de la vida, acá hay un triángulo amoroso y dos familias (la del personaje de Christian Bale y de Cooper) que quedan misteriosamente opacadas, al menos hasta que Lawrence se ocupa de hacerse un lugar a los codazos tanto en la trama como en la vida de su esposo. A golpe de vista podrían trazarse paralelos con El lobo de Wall Street, en el sentido de que Escándalo americano también es una película de época sobre estafadores y, en cierta medida, un relato de ascenso y caída. Pero donde Scorsese filmaba la plenitud y el descontrol sin límites de su banda de delincuentes financieros, Russell no encuentra otra cosa que pequeñas miserias cotidianas que raramente pueden confundirse con la felicidad, como las peleas familiares que entablan frente a su hijito el matrimonio de Bale-Lawrence. Sin embargo, las dos se diferencias, entre muchas otras cosas, por el destino final que le prodigan a sus personajes: en el caso de Russell, el suyo será notoriamente positivo, un happy ending con todas las letras que nadie habría adivinado. Ese final amable funciona además como un bálsamo después de todas las inseguridades y peligros que deben atravesar los protagonistas, como si el director quisiera, a la manera de El lado luminoso de la vida, ofrecerles un futuro seguro, aunque forzado (por improbable), a sus criaturas. En ese final, donde mal que mal todos (o casi todos) encuentran su lugar definitivo en el mundo, Russell parece un director un poco más maduro, menos cínico, un misántropo indeciso con más corazón que odio que olvida por un rato su gusto por la exageración.
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Un thriller que capta el interés Con tres Globo de Oro ganados y diez nominaciones a los premios Oscar de la Academia de Hollywood, la película de David O. Russell tiene argumentos para esos merecimientos. Ya cuenta en su haber con la conquista de tres Globo de Oro -mejor película en su género, mejor actriz para Amy Adams y mejor actriz de reparto para Jennifer Lawrence. Competirá, en la próxima edición de los premios Oscar, con diez nominaciones, incluidas de las de mejor película, director, y actores y actrices protagónicos y de reparto para Christian Bale, Adams, Bradley Cooper y Lawrence, respectivamente. Vaya a saber por qué razón quedó fuera de este grupo de posibles laureados Jeremy Renner, un actor que ya demostró su pericia en Vivir al límite (2008), de Kathryn Bigelow -nominado a los premios de la Academia de Hollywood como mejor actor-, o en Atracción peligrosa (2010), de Ben Affleck -candidatura por mejor actor de reparto-; y que en Escándalo americano se mantiene a la altura de un elenco magistral en su desempeño. Sucede que, del primero al último de sus integrantes, del bolo a la actuación especial-como es el caso de un Robert De Niro que maneja el personaje de mafioso al dedillo-, han sido colocados por el director en el momento, lugar y tono justos en un guión construido como una caja china. El filme, en su totalidad -los aspectos técnicos también son plausibles por su cuidado-, no tiene desperdicio. Así que, simple y llanamente, vale verlo. La acción se sitúa en 1978, y un subtitulado inicial advierte que sólo parte de los hechos son reales. Porque en verdad se trata de un relato de ficción inspirado en una de las investigaciones más resonantes que desarrolló el FBI y que destapó, en 1979, hechos de corrupción que salpicaron a congresistas de Estados Unidos. La película cuenta la historia de un brillante estafador Irving Rosenfeld (Bale) quien, no obstante su habilidad, es tan inteligente como para mantenerse en el límite de la legalidad, el sitio exacto donde los riesgos le permiten hacerse de un importante margen de dinero a costa ajena, pero no ponen en juego su familia ni su vida. Tiene mujer, Roselyn (Lawrence) y un hijo de ella adoptado; regentea tres tintorerías y hace negocios con arte -falso, claro- y siquiera por su socia y amante Sydney Prosser (Adams), un alma gemela que comprende sus acciones y motivos, pone en juego el estatus de hombre de familia. El conflicto surge cuando Irving y Sydney son atrapados por el agente federal Richie DiMaso (Cooper), ambicioso hasta la desesperación, quien procura escalar en su trabajo logrando un gran golpe al crimen de guantes blancos. A cambio de liberarlo y a su amante, DiMaso obliga a Irving a enseñarle los "secretos del buen estafador" y ponerle en bandeja posibles criminales. Pero tan improvisado y descontrolado es su hacer que no repara en meterse con políticos y mafiosos, involucrando al alcande de New Jersey, Carmine Polito (Renner), quien recuperó el distrito legalizando el juego y los casinos. Seguir el tránsito de los personajes por esta historia es una experiencia que al espectador lo entretiene y desafía, a la vez de moverlo a la reflexión acerca de aspectos que resultan absolutos hasta tanto alguien se atrave a a correr algunos parámetros que los vuelven relativos. También habla del poder, de quien lo desea y quien en verdad lo detenta, bajo un código propio e interno.
Lo que importa y lo que no. American Hustle es un film de estafas, de engaños, sorpresas y de vueltas de tuerca que realmente no está interesado en ninguna de esas cosas anteriores, sino que está interesado en el desarrollo de sus personajes. David O. Russel es un gran director de actores, que en este filme, como en otros anteriores, le sabe sacar a los actores jugosas interpretaciones; ya que como se nota aquí, su objetivo parece ser la caracterización y el desarrollo de sus personajes, más que el desarrollo de una trama determinada. Y esa es la gran virtud del filme y a su vez su mayor defecto. American Hustle es una película valiente, porque en cierta forma juega en contra de nuestras expectativas, pero es honesta y pone en claro las reglas de juego de entrada. La primera imagen del filme realmente me impactó, no les voy arruinar la experiencia contándola, pero sí les digo que claramente sienta el tono; y nos connota sin ambigüedades: “Este no es Batman” en referencia al papel protagónico de Christian Bale, un gran actor por cierto. Luego siguen una serie de tomas en una secuencia interesantísima donde se lo ve preparándose para salir y se destaca la forma de peinarse; con un peinado que en inglés se llama comb-over pero que en castellano no tiene ningún nombre que yo conozca. La técnica consiste en que los hombres pelados en la parte superior de la cabeza, se dejan más largos los pelos de un costado, y luego a ese mechón lo pasan hacia el otro lado de la cabeza tapando con como una cortina de pelo, la calvicie. Muchos hombres lo usan, quizás quien está leyendo ahora. En cierta forma el comb-over es un peinado deshonesto, ya que nos engaña haciéndonos creer que alguien tiene una cabellera tupida y nos oculta algo por debajo en realidad, su calvicie; de esta forma trabaja la película comenzando con este simbolismo que nos dice dese el arranque: este personaje no es lo que dice ser, es un engañador es un estafador. Pero no se queda ahí, ya que el comb-over del protagónico no solo es pasarse los pelos de una lado a otros, es un peinado realmente elaborado pasando los pelos de los dos lados de la cabeza, cruzándolos; más el agregado de una pequeña pieza de pelo sintético por debajo. Así que no solamente nos dice que es un estafador, sino que nos dice que es ÉL estafador, mediante una simple secuencia de algo que hacemos todos los días. Y así transcurre el filme, concentrado en la caracterización de los personajes; y esa es su carta más fuerte, la que lo diferencia de otros filmes como 9 reinas o El golpe, y la que lo diferencia especialmente de La Gran Estafa (Ocean’s Eleven de Steven Soderbergh), ahí está su excelencia y su característica más destacada. Y este desarrollo de los personajes se nos cuenta a través de la historia de dos estafadores (Bale y Amy Adams). Que se unen primero por amor y luego profesionalmente para embaucar a víctimas de la desesperación económica y transformarlas también en víctimas del engaño; haciéndoles creer que les van a dar préstamos que los van a salvar. Todo transcurre de manera fluida hasta que intentan engañar a un agente del FBI encubierto (Bradley Cooper) y este los apresa. Ahí los chantajea (legalmente) para que estos ayuden a atrapar a otros estafadores y así salir libres con inmunidad. Pero como el personaje de Bale tiene un hijo, no quieren escapar y entran en el juego, en cooperación con el FBI. Luego se encuentran con la posibilidad de hacer un operativo de estafa mucho más grande de lo planeado y se ven envuelto en el mismo. Hasta ahí voy a contar la trama, y eso es, quizás menos de un tercio del filme. Ya que parte de la emoción del filme es ver que sucede. Muchos críticos al estar inspirada en un caso real la película, cuentan cosas que sucedieron como si fueran vox populi, pero no estamos hablando del asesinato de Kennedy precisamente, estamos frente a un caso del cual probablemente lo leyeron en la Wikipedia luego de ver el film. Así que hasta ahí llega lo que contaré. Pero sí quiero destacar, que como el filme se concentra en los personajes esa es también su mayor debilidad, por dos razones. Primero porque juega en contra de las expectativas de gran parte de la audiencia que quiere ver más trama y menos estudio de los personajes, en cierta forma es como darle a la audiencia “liebre por gato” si me permiten la expresión, cosa que parte del público más cinéfilo recibe con agrado ese cambio y de ahí el amor por el filme, sus premios y nominaciones. Pero por otro lado hay gente que cuando quiere gato, quiere gato y la liebre no los satisface; de ahí que he visto gente levantarse de la sala e irse, o escuchar el comentario de gente que la vio y no le gustó. Muchos fueron al cine queriendo ver La Gran Estafa 4, y no la encontraron, con justa razón, porque ahí no está. Por otra parte, ese criterio del director muchas veces va en desmedro de la trama, como si se hubiera concentrado tanto que sus personajes sean complejos y bien elaborados que se dejó un poco de lado el argumento y se descuidó parte de la sorpresa y el clímax. Para mi opinión personal, es como que la película no desarrolla bien las complejidades de la trama para que nos sorprenda como quizás querríamos, y eso le resta fuerza. Dentro del metraje hay varias escenas que cumplen una clara función de darles vida a los personajes, pero que no avanzan el argumento en lo más mínimo, eso no está mal de por sí; pero generalmente se hace en el comienzo del filme, donde los personajes se están presentando y no como en este caso, cerca del clímax por ejemplo, que se demora en llegar debido a estas escenas; que si bien profundizan los personajes, no son absolutamente necesarias. American Hustle un filme muy recomendado, especialmente para el público más cinéfilo y para el público que se deleita en la parte actoral. A los que están menos versados en el arte cinematográfico les podría parecer un poco lenta y muy hablada. Puntos a tener en cuenta: Un gran reparto con grandes actuaciones, los 4 actores principales consiguieron nominaciones al Oscar. Quizás le sobre un poco de tiempo y es muy hablada. Si quieren ver 9 Reinas, o El golpe o La Gran Estafa olvídense, el filme pasa por otro lado. En los Globos de Oro ganó en la categoría comedia. En España la mala traducción del título es especialmente perversa, ya que la denominan "La Gran Estafa Americana", título deshonesto si los hay, ya que este filme es justamente lo que no es "La Gran Estafa", que a su vez se llamó Ocean's eleven (Hagan juego). Aunque si bien tiene un tono ligero, es en realidad, un drama. Pocas risas en la sala, muchísimas menos que en el Lobo de Wall Street. Christian Bale demuestra que se juega completamente a la hora de actuar y hace un papel que nada tiene que ver con Batman. Apenas empieza sale un intertítulo sugerente: “Algunas de estas cosas pasaron”. Ficha Técnica: Título Original: American Hustle Título en Hispanoamérica: Escándalo Americano Dirección David O. Russell Producción Charles Roven Richard Suckle Megan Ellison Guion David O. Russell Eric Warren Singer Música Danny Elfman Fotografía Linus Sandgren Montaje Jay Cassidy Crispin Struthers Alan Baumgarten Protagonistas Christian Bale Amy Adams Jennifer Lawrence Bradley Cooper Jeremy Renner
Inspirada en un hecho real acaecido en la década del 70. Estafas, corrupción y un triángulo amoroso. El director, guionista y productor estadounidense de Cine y Televisión David O. Russell (55) en estos últimos años se encuentra en un enorme crecimiento profesional y lo vamos notando a través de sus películas: “El lado luminoso de la vida” (2012); “El ganador” (2010); “Tres reyes” (1999). Vuelve a trabajar con: Christian Bale, con una enorme transformación física aumento 20 kilos para realizar este personaje y su peinado muy especial, es ingenioso y hasta gracioso; la actriz y cantante italiana Amy Adams (39) deleita en pantalla en un papel bien jugado; Jennifer Lawrence (23) vuelve a lucirse, ya tiene un Premio Oscar, SAG y Globo de oro por “El lado luminoso de la vida”; recientemente acaba de ganar un Globo de Oro Actriz de reparto por “Escándalo americano”. Y vuelve a convocar a: Bradley Cooper (39), da placer verlo en pantalla con una buena composición de personaje. Ambientada en abril de 1978 en el Hotel Plaza de Nueva York, basado en un caso real conocido como operación Abscam donde el FBI lucho contra la corrupción de algunos congresistas y otras figuras de alto nivel. Todo va girando en torno a Irving Rosenfeld (Christian Bale, en un papel brillante, colorido y divertido) dueño de una pequeña cadena de tintorerías de Nueva York, pero su principal trabajo es brillante en el arte de las estafas. Su amante y socia es la bella Sydney Prosser (Amy Adams que luce sus pronunciados escotes), una mujer audaz, con un estilo femme fatale, un acento británico falso, quiere tener un lugar en la vida, todo está bien pero se mete en sus vidas, el agente ambicioso del FBI Richie DiMaso (Bradley Cooper, está bien pero tiene momentos poco creíble), deben colaborar y les ofrece un trato,(entre idas y venidas no tarda en verse un triángulo romántico entre los roles de Bale, Adams y Bradley Cooper). Pero el problema de Irving Rosenfeld es su ex esposa Rosalyn Rosenfeld (Jennifer Lawrence, una actuación brillante, una vez más, estupenda la escena bailando un tema de Wings, entre otras) con quien tienen un hijo Danny Rosenfeld (Danny y Sonny Corbo). Él se niega a dejar a su hijo con ella, está duerme bajo una lámpara de sol, una ama de casa aburrida, histérica, desbordada y es tan alocada que casi incendia su casa. En la operación encubierta que emprenden también participa el alcalde Carmine Polito (Jeremy Renner), y todo un equipo intenta llevar a cabo el plan. Aparece un mafioso árabe Victor Tellegio (encarnado brevemente por Robert De Niro, una actuación majestuosa); Alfonse Simone (Paul Herman) y otros actores secundarios que realizan buenos papeles. La historia contiene toques al estilo Scorseseano, estupenda la brillantez en los excesos descoloridos de la década de 1970, su montaje es rápido, goza de una gran estética, la cámara capta muy bien cada escena, salen a flote: el drama, el suspenso, la denuncia, el humor, las cámaras ocultas, los celos, los engaños, la seducción y la trampa. Los créditos contribuyen mucho como: director de fotografía de origen sueco Linus Sandgren (“Storm”, 2005), la partitura de Danny Elfman ("En busca del destino"; "Los Simpson”) Judy Becker diseño de producción ("El lado luminoso de la vida"; "Secreto en la montaña"; "El ganador") y el diseño de vestuario Michael Wilkinson ("El hombre de acero"; "Watchmen: Los vigilantes"; "Babel"). Este film ya lleva ganados: Globos de Oro (3), BAFTA Awards (4), Art Directors' Guild (1), AACTA International Award (2) y Hollywood Film Festival (2). Además competirá para los Premios Oscar en las categorías de: mejor película, actor (Christian Bale), actriz (Amy Adams), director, actriz de reparto (Jennifer Lawrence), actor de reparto (Bradley Cooper), guión original (Eric Warren Singer y David O. Russell), vestuario, producción y edición.
El arte del engaño Durante las casi dos horas y media de metraje de “Escándalo americano” hay traiciones, ambiciones, pasiones, desenfreno, manipulaciones y sobre todo engaños y fraudes a raudales. A través de la sarcástica mirada que se proyecta sobre todas estas cuestiones, y al igual que en la reciente “El lobo de Wall Street”, se realiza una severa crítica al endeble “sueño americano” y a la degradación moral que empezó a carcomer a la sociedad norteamericana durante la compleja década del ‘70. Pero sobre todo, se traza un bosquejo genial sobre la naturaleza humana y sus contradicciones. Basada parcialmente en hechos reales (la base de la película es el llamado escándalo “Abscam”, que provocó polémica en su momento) pero evidentemente dramatizada, la historia está centrada en una pareja de estafadores brillantes pero en definitiva de pequeña monta, que conforman Irving Rosenfeld (Christian Bale) y Sydney Prosser (Amy Adams) que es reclutada, bajo extorsión, por el frenético agente del FBI Richie DiMaso (Bradley Cooper) para ir tras políticos corruptos y mafiosos de Jersey. Mientras comienzan a operar juntos, Rosenfeld debe lidiar además con una esposa inestable (Jennifer Lawrence) que continuamente lleva a todos al borde del abismo con su impredecible conducta. La ambientación en el Estados Unidos de los ‘70 es impecable. Desde el vestuario y los llamativos peinados (atención a Bale en el brillante arranque del filme y a Cooper con ruleros para rizar su cabello) hasta la música, que es utilizada en forma significativa y gradilocuente, dan una idea precisa y pintoresca del contexto en el que se desarrolla la acción. A la vez, hay un implacable y mordaz retrato de un Estados Unidos que, en todos sus órdenes, comienza a mostrar graduales signos de decadencia, expresados a gran escala por el estrepitoso final de la Guerra de Vietnam o el escándalo Watergate, que culminó con la renuncia del presidente Richard Nixon. Talentos en la cumbre Las diez nominaciones al Oscar que recibió “Escándalo Americano” el pasado 16 de enero, cuatro de ellas en los rubros interpretativos, resultan comprensibles y completamente merecidas. Es que la sabiduría y convicción con las que el director David O. Russell conduce a los actores para obtener sus mejores registros, representa el principal logro de una película que sin el prodigioso trabajo de sus protagonistas no alcanzaría el gran nivel que consigue. Al igual que hizo en “El lado luminoso de la vida” y “El ganador”, Russell aprovecha al máximo las potencialidades de su reparto. Y hasta se da el lujo de añadir un curioso cameo de una gran estrella de Hollyood, en un simpático guiño al espectador. Christian Bale realiza uno de los mejores papeles de su carrera y demuestra una solidez impresionante. Literalmente (está pasado de peso y con problemas de calvicie en la caracterización) le pone el cuerpo a su personaje de un estafador talentoso, pero lleno de fobias. Y Bradley Cooper propone una interpretación intensa y áspera -aunque tal vez un tanto aparatosa- como el indómito agente del FBI que anhela un ascenso fulgurante. Pero es el reparto femenino el que le proporciona el auténtico armazón dramático a la historia. Amy Adams está perfecta en su papel de mujer fatal, arribista y gélida, capaz de enamorar a cualquier hombre que se cruza en su camino, pero también de subordinar incluso sus pasiones más intensas a sus objetivos. Y la ascendente Jennifer Lawrence hipnotiza durante cada una de las secuencias en las que interviene, gracias a su espontáneo coqueteo, su patetismo y sus imprevisibles arrebatos. Con influencias y ecos de la obra de los grandes directores americanos (sobre todo de Martin Scorsese), “Escándalo americano” es una de las mejores películas que engendró el cine estadounidense en los últimos años: tiene un guión muy inteligente, a pesar de sus varias trampas y sus giros efectistas, posee personajes seductores y llenos de vida que interpelan todo el tiempo al espectador, ofrece una puesta en escena espectacular y logra una progresión dramática adecuada. Aunque todo el tiempo bordea la exageración, resulta convincente y fascinante.
VideoComentario (ver link).
No hay vuelta que darle, “Escándalo americano” me defraudó. Cuando en esta época del año (temporada de premios en Hollywood) llegan las producciones con nominaciones al Oscar uno tiene cierta expectativa de que algo bueno pueda pasar. Aunque Truffaut decía que todas las películas nacen iguales, asistí a ver “Escándalo americano” con el pálpito que por elenco, director (en ascenso) y las notorias repercusiones en la previa al Oscar, podía ser una realización más que atractiva, que en cierta forma lo es, pero que pierde en emoción al esforzarse en aparentar lo que no es. Pasemos al argumento: ambientada en los ’70, la obra de David O. Russell se inspira en la operación Abscam (organizada por el FBI) que muestra a una serie de estafadores de poca monta como Irving (Christian Bale) y a su amante Edith (Amy Adams), quienes son obligados a trabajar para Richie DiMaso (Bradley Cooper), un agente del FBI que busca emboscar a políticos coimeros que acceden a la instalación de un casino en Nueva York. A estos personajes se le suma el que está interpretado por Jennifer Lawrence (Rosalyn), la neurótica esposa del personaje de Bale, y Jeremy Renner como el honesto alcalde Carmine Polito. En “Escándalo americano” abundan las pelucas. Supongo que no hay en el mundo cosa más artificial que una peluca. Ya sea por el aspecto estético o por su naturaleza carente de autenticidad. La peluca es tramposa, es postiza. Disfraza y tramposea. Es puro artificio, algo que no es, pero que pretende serlo. Juega con una pose e intenta mostrar una cosa que en su esencia no lo es. Simula y se convierte en una caricatura de lo que desea representar. Algo así como lo que me provoca una peluca postiza es lo que me pasa con esta producción. Aparenta una intensidad y un espíritu poco genuino. Despliega un universo demasiado exagerado, grotesco y forzado que, paradójicamente, genera escasa identificación con lo que le sucede a los personajes centrales. No hay tensión. A la realización le falta fibra. Mucha pose, mucho disfraz que tiende a disminuir las emociones del relato y aplaca la efervescencia que, por momentos, alcanzan la manga de estafadores. Está claro que Russell no es Scorsese. Si la película tiene cierto atractivo lo es gracias al trío compuesto por Lawrence, Adams y Bale. Sin embargo, esa cámara innecesariamente inquieta, la musicalización demasiado extradiegética, y esa caricaturesca representación de época, atentan contra la sensación de vértigo que Russell pretende imprimirle a su obra. Paradójico, pero real.
La mentira aceptada si no lastima La sobrevalorada El lado luminoso de la vida hacía temer suerte fílmica con su director, David O. Russell. Aquella película pendular, que oscilaba entre una mirada lúgubre para derivar en comedia de situaciones con piezas de fácil encastre, podría ser vista a la distancia como manera de amalgamar un cariz ácido con intención de película para toda edad. Nadie sale afectado luego de un film semejante. Pero con Escándalo americano no pasa lo mismo. La comedia, o cierto grotesco, la atraviesa de inicio a fin, y si bien puede lánguidamente evocar el film previo, lo que hace es agudizar una propuesta. El inicio mismo es lugar de síntesis para el derrotero a seguir, con la cabeza calva de Christian Bale con el pelo que le queda diligentemente distribuido. La calvicie disimulada dará pie a una sucesión escalonada de disfraces. Nadie nunca será lo que diga ser, en una trama que, más allá de la referencia verídica que la articula, es puesta en escena sobre lo aparente, sobre lo falso, sobre lo cierto. Bale (brillante, mejor que nunca, también muy gordo) es aquí un timador de poca monta, o por lo menos de fraudes calculados. Sabe hasta dónde puede llegar. Encuentra, como pareja dúctil en la faena, a la bella Sidney (Amy Adams). La elección es también bifurcación mayor. Si Irving (Bale) tiene una esposa loca (Jennifer Lawrence), la pregunta por lo que esconde no sólo cabrá a Sidney, sino que adquirirá ramificaciones con la aparición de Richie (Bradley Cooper), un agente del FBI que está, cuanto menos, también loco. El nudo aparece desde la intención de Richie de hacerse con las habilidades de la pareja engatusadora. Utilizarles para pescar peces gordos, cada vez más gordos. Lo que establecerá un juego de gato y ratón donde, cuidado, a no confiar nunca en nadie. Entre ellos, aparecerá el rey del tablero, el alcalde (Jeremy Renner), también con un look capilar que es más que un símbolo de época, la de los '70. Es que el pelo hace de las suyas en esta película, en donde el mismo "afro" es simulado por el agente federal, quien pretende saber bailar como Travolta en Fiebre de sábado por la noche. Lo que se entreteje es una trama de engaños, sin intención de trampear tontamente al espectador, sino en hacerlo partícipe de algo que va más allá del juego de simulaciones, y que tiene que ver con una manera de entender las relaciones, afectivas o políticas, lo mismo da. Lo curioso es cómo se perfilan justificaciones morales, alianzas de palabra, pactos sinceros, cuando la base que da cimiento refiere precisamente a su opuesto. Escándalo americano se detiene en esa línea difusa, nunca demasiado clara, como lazo que parece, de una u otra manera, necesario. El problema es cuando la mentira afecta, si provoca algún daño, mientras esto no suceda nadie tiene por qué -ni tampoco desear- desocultar lo que es. Cuando ello sucede, los gestos de comedia se desvanecen.
Sabemos que dificilmente puede existir una película perfecta. Subjetivamente, cualquiera que reseñe películas podrá darle el 10 a alguna película que le haya gustado, pero casi siempre encontraremos un culpable por el cuál la película falló. Y lo más común es echarle la culpa al director o al guión. En este caso, podríamos echarle la culpa al segundo, si no es porque al visionar el filme, uno se olvida por completo de lo floja que resulta una historia tan simple alargada a más de dos horas de duración, y disfruta del grandísimo elenco que saca a flote la película. Y es que no por nada los 4 actores principales recibieron una nominación al Oscar: Christian Bale, Amy Adams, Jennifer Lawrence y Bradley Cooper. Aunque podemos discutir las otras nominaciones (especialmente mejor película), no cabe duda de que La Gran Estafa Americana es una película que vale la pena verse si se está estudiando actuación. Irving Rosenfeld (Bale) es un estafador de medio pelo. Casado con Rosalyn (Lawrence), quien es la que desata todo y es una delicia verla en cada escena, conoce a Sydney (Adams), con la que forma una pareja exitosa que se dedica a sacar dinero a costa de la gente, montando un teatro desde la fachada de su negocio hasta su propia fachada. Hasta que se aparece Richie Di Maso(Bradley) y los captura para después chantajearlos con atrapar a diputados corruptos para dejarlos libres mientras él catapulta su carrera. Con tintes de comedia (nada exagerado), un poco de drama, pero sobre todo, una historia simple que intenta tornarse seria y demasiado larga, American Hustle se lleva 10 nominaciones en loa carrera rumbo al oscar. A tomar en cuenta, aunque, a opinión personal, demasiado sobrevalorada.
La Escuela de Scorsese. Libremente adaptada de un suceso verídico que aconteció en Estados Unidos hacia 1978, el director David O. Russell (El ganador, El lado luminoso de la vida) ofrece esta historia donde un brillante estafador llamado Irving Rosenfeld debe hacer un trabajo obligado -para zafar de su delito- junto a su socia/amante por cuenta de un agente del FBI, que está bastante pasado de rosca. Urdirán pues confabularse con un presunto sheik árabe, interesado en invertir sus petrodólares en América, y así poder atrapar en caliente a unos cuantos políticos corruptos, que se sabe nunca faltan.Pero hay un trasfondo de alto poder que incluye a la mafia, lo cual irá complicando la cosa. Podría decirse que si bien la trama no es la gran vedette de esta propuesta fílmica, si en cambio lo es y a gran escala la totalidad de las interpretaciones del filme en su conjunto, es decir con actores de segunda o tercera la historietita jamás avanzaría, con semejante elencazo suma en positivo y cumple de buena manera el producto final. Christian Bale esta fenomenal en su Irving, con barriga ganada para esta película -no es trucada-, Amy Adams confirma y re confirma que es maravillosa actriz todo terreno -y luce seductora como nunca-, Jennifer Lawrence sigue dotada de su capacidad camaleónica de meterse en la piel de sus roles de una manera contundente, Bradley Cooper es el que menos brilla, asoma como solo un buen complemento, Jeremy Renner compone un político notable con toda su cáscara posible, y en breve aparición -sin tan siquiera estar acreditado en los títulos- está un Robert de Niro excepcional que inspira miedo en su capo mafia. Una banda de sonido meritoria y muy amplia que deja oir entre otros a Santana, Duke Ellington, Donna Summer, Bee Gees, Paul Mc Cartney, Tom Jones, Elton John, Electric Light Orchestra, Jeff Lynne, David Bowie y siguen los nombres...finalmente digamos que Russell apuesta fuerte a diseñar algo que en mucho se parece -aunque tampoco llega ser copia fiel digamos- al cine de Martin Scorsese, por el tratamiento coral de personajes, climas, etc. Un filme más de actores que de guión elaborado decididamente.
Por un puñado de pelos Esos raros peinados viejos ocultan algo. El estilista David Russell repite fórmula efectiva sumando a los protagonistas de sus dos últimas películas (El ganador y El lado luminoso de la vida). Pero esa suma no suma y lo que queda es un gesto tan agradable como vacío, una obra de arte falsificada que se pretende vender como buena. Y dado que la trama de Escándalo americano tiene que ver precisamente con las estafas, la propia realización se iguala con la ficción retratada. Una película con música de los 70 difícilmente pueda fallar, y menos si cuenta entre sus intérpretes con Amy Adams, la única que pone toda su belleza y talento al servicio de la historia, en un grupo de actores prestigiosos que se autoparodia. Su personaje se roba la película con facilidad porque es el único que genera empatía mientras el resto se pierde en el afán de mostrar sus falencias. Una historia de estafadores de medio pelo que llegan mucho más lejos de lo que ellos mismos pensaban, válida de ver y con un par de momentos disfrutables, pero objetable dentro del canon que impone el Oscar al instalarla entre lo mejor del año. Más allá de la siempre discutible importancia de estos premios, es igualmente objetable dentro de la propia filmografía del director, y eso ya es un poco más grave. Si había algunos signos de agotamiento en su también galardonada película anterior, la repetición no hace más que poner esos signos (medúseos) en primer plano. ¿Qué es un “signo medúseo”? El gran Angel Faretta acuñó el este concepto que refiere a “una intuición temprana que llega después -y por diversos motivos- a petrificarse en la repetición y en la banalización de lo pioneramente descubierto antes”. Signos reconocibles en este trabajo de Russell y en otras películas candidatas al Oscar a las que pronto nos iremos refiriendo.
Vivir y dejar morir Hollywood no pierde el tiempo y ante la abulia generalizada de propuestas, toma a uno de sus directores de moda, un puñado de sus mejores actores y comienza a cocinar una de las recetas que siempre le ha dado resultado: el denuncismo edulcorado. Así, con los ingredientes ya conocidos da forma a una película más que correcta, con aroma Pulp que promete un drama político, una comedia satírica y un policial negro. El resultado es un híbrido cuyo principal encanto radica en las buenas actuaciones, la gran ambientación y los giros en un guión bien concatenado. Tras “The Fighter” y la sobrevalorada “Silver Lining Playbooks”, el director David O. Russell pareciera haber encontrado su once ideal, como tantos otros directores de ese monstruo ingente y avasallante que es la industria cinematográfica yankee. Con Christian Bale, Amy Adams, Jennifer Lawrence y Bradley Cooper en su equipo, el director navega aguas calmas que le permiten ser un timonel firme pero que al mismo tiempo, no promete demasiadas sorpresas. En esta oportunidad su mano es sólida y su narrativa ágil, todo sostenido en un enorme Christian Bale y una Jennifer Lawrence que pide a gritos un papel más jugado. Y es que tanto Mr. Batman como de la blonda del momento están configurados para ser recordados cada vez que se hable de esta cinta. Él, por el caricaturesco boceto de un don nadie devenido en estafador maestro que resulta fascinante por mucho más que sus vicisitudes capilares. Ella, porque encarna su personaje más interesante desde “Winter’s Bone”, una neurótica ama de casa cuyo aburrimiento convierte en un arma letal capaz de arruinar cualquier vida, incluida la suya propia, y porque parece ser la única capaz de no perder el encanto jamás, incluso aullando a Paul McCartney ataviada con guantes de goma amarillos. Y ante la evidencia, no queda más remedio que admitirlo: Russell sabe como hacer que sus personajes no pasen desapercibidos. Porque a los sobresalientes ejemplos mencionados hay que sumar a la encantadora timadora enamorada de Amy Adams, que recuerda por su confusión amorosa y cierto aspecto naif oculto detrás de su impronta de femme fatale a la Julia Roberts de “Closer”; y al insoportable agente del FBI de Bradley Copper con su inefable patetismo a cuestas. Eso, sumado a la oportuna aparición de Robert De Niro como el magnate mafioso propietario de casinos, que lleva sin escalas a su mejor etapa bajo la dirección de Scorsese hace que ese guiño para los nostálgicos le sume puntos al trabajo terminado. Recapitulando podríamos decir que ese denuncismo edulcorado es tal solo porque representa una excusa del director para exaltar las capacidades interpretativas de sus dirigidos. Detrás está esa trama confusa de coimas y micrófonos ocultos que decanta hacia la ficción más absoluta y deja de profundizar en eso que en algún momento se intentó denunciar, por lo que a pesar de la advertencia que al comienzo de la película reza que la historia “ha sido real en muchas ocasiones”, nos encontramos con una pieza cinematográfica que es más bien una magistral clase de actuación de dos horas y fracción.
Seguimos con algunos de los títulos nominados a los Premios Oscar, aquellos que más están dando que hablar en la crítica mundial. American Hustle o Escándalo americano es una de ellas y ha dejado impresionado a más de uno. Nos encontramos frente a un film con poderosas actuaciones, despliegue artístico y cinematográfico y sobre todo, una gran historia. Situada en los años 70 en Estados Unidos, la película nos lleva a los adentros del mundo de la estafa y sus embrollos con el FBI. Irving (Christian Bale) es un inteligente estafador que se une con su atractiva amante, Sydney (Amy Adams) para crear un poderosísimo imperio de los “negocios sucios”. Todo parece ir sobre ruedas hasta que el agente del FBI Richie DiMaso (Bradley Cooper) los desenmascara, pero promete mantenerlos indemnes si lo ayudan en la detención de otros cuatro grandes estafadores. La historia comprende distintos embrollos y situaciones límite pero básicamente maneja los códigos difusos de la realidad y la ficción. Todo el operativo en el que se ven inmersos con el agente DiMaso es una gran ficción orquestada para el desenmascaramiento, la identidad de Sydney comprende una irrealidad que hasta ella llega a creerse, el matrimonio de Irving con Rosalyn es una gran mentira para mantener a su hijo con él, el romance entre DiMaso y Sydney nunca llega a rozar los espacios de la realidad; pero sobre todo (y como causa de todo lo anterior) la vida de la estafa comprende per se la lógica de la mentira y el artificio… Así, estos personajes envueltos en el mundo de la ficción, se resguardan del mundo real que los amenaza a cada segundo con invadirlos. Su modo de sobrevivir es mantener el artificio (que se debilita cada vez más), pero que al fin y al cabo, triunfará sobre todos los poderes reales. La película si bien está repleta de clichés del género y no trae nada nuevo bajo el sol, sí es un deleite audiovisual. Los escenarios y los vestuarios ostentan un lujo hollywoodense setentoso que no hay ojos que se le resistan: los amplios escotes de Amy Adams, los peinados y manicura de Jennifer Lawrence, los vestidos y los smoking, los casinos y los hoteles, etc. todo es un despliegue de esta ficción de la que todos son cómplices y sostienen a partir de las apariencias. Por otro lado, las actuaciones en general hacen de esta película una tensión permanente combinada con un agrio humor; con pocas pero fuertes características los personajes son poderosamente definidos y ocupan un lugar justo en cada escena: la alucinante inteligencia de Irving mezclada con debilidad, el desborde y descuido de Rosalyn, la seducción y la desprotección de Sydney, la ambición de Richie, ponen en el tapete las miserias y debilidades humanas que construyen la mentira como forma de supervivencia. Los cambios de apariencia de Christian Bale parecen sorprender mucho al gran público. Recordemos su increíble pérdida de peso para la oscura The Machinist, o su atlético físico para interpretar al Caballero de la noche o la llamativa apariencia en The Fighter. En American Hustle nos encontramos con un hombre que conserva un encanto inexplicable a pesar de su falta de cabello, su prominente abdomen y su particular vestimenta (así define Amy Adams su atracción por este personaje). Esta puede ser una de las razones que lo llevan a su dominación al Oscar por Mejor Actor. Y la película puede constituirse como una gran oda al lujo de las apariencias a pesar de las grandes debilidades humanas.
David O. Russell es uno de los directores más importantes y reconocidos del cine americano de los últimos tiempos. Negarlo sería olvidar el peso de películas como El Luchador, El Lado Luminoso de la vida (Silver Linings Playbook) y hasta la en su momento subvalorada Tres Reyes. Decir que su nombre es sinónimo de "autor" puede ser aún un poco apresurado, sin embargo existe asociado a su trabajo una verdad irrefutable: es, posiblemente, el mejor director de actores del Hollywood actual. Múltiples nominaciones y estatuillas de los premios Oscar lo corroboran y, si aún quedase de ello alguna duda, ahí es donde aparece Escándalo Americano, con el mejor ensamble actoral de los últimos tiempos. A través de una historia de engaños y estafas situada en los años 70s y construida casi enteramente gracias a las lecciones de Martin Scorsese (sobre todo el de Buenos Muchachos), la trama gira en torno a una pareja de artistas de la mentira (Amy Adams y Christian Bale) que se dedican a embaucar a desesperados accionistas prometiéndoles grandes negocios, luego de cobrar, claro está, una importante comisión no retornable. La similitud con El Lobo de Wall Street, su principal competidora en los premios de la Academia, es llamativa pero finaliza aquí, cuando un agente del FBI (Bradley Cooper) entra en acción y desmantela la base de operaciones de la feliz pareja. Como es de esperarse, el FBI tiene una propuesta: libertad, a cambio de un plan conjunto para atrapar a los verdaderos peces gordos. A partir de allí, fluctuando siempre entre la comedia y el cine de género de intriga criminal, O. Russell apuesta fuerte a las complejas maniobras de sus personajes para embaucar a otros colegas intentando, lógico, no caer en la propia trampa en el medio. En un juego de dobleces y traiciones al por mayor, nadie es quien parece ser y ahí reside el encanto del género, pero no conforme sólo con eso, O. Russell dota a sus personajes de caracterizaciones fuertes y humanas que movilizan la historia hacia terrenos impensados donde, finalmente, prevalecen las reacciones logicas. Puede que Escándalo Americano no se convierta en un clásico de culto ni mucho menos sea la mejor obra del director (ese honor lo conserva aún El Luchador), pero es sin duda una de las mejores películas de lo que dejó el 2013 (su año de producción). Russell, cambiando de género de manera constante y saliendo airoso siempre, con Escándalo Americano aumenta la expectativa de cómo seguirá su prolífica carrera y se convierte así en uno de los directores más interesantes de la actualidad, al que no conviene nunca perderle el rastro.
¿La colada de los Oscars? "American Hustle" fue en un principio, antes de estrenarse comercialmente, una de las favoritas para los Oscars 2014. La película hacía una interpretación libre de la operación Abscam, que puso tras las rejas a muchos políticos norteamericanos por corrupción y fue un verdadero escándalo allá en los años 70s, estaba dirigida por el nuevo director mimado de Hollywood, David O. Russell, que estuvo a la cabeza de títulos muy importantes como "Silver Lining Playbook", "The Fighter" y "Three Kings", y contaba en su reparto con un quinteto irresistible de protagonistas. Todo perfilaba de 10, pero cuando la gente acudió a las salas las opiniones se dividieron bastante. Por mi lado, creo que es un buen film, pero lejos está de lo que Russell había logrado con "The Fighter" y "Silver Lining...". Para comenzar diré que el director neoyorquino cedió a varios caprichos que seguramente se le ocurrieron mientras armaba el guión junto a Eric Warren Singer. Hay momentos que no suman a la trama, entre ellos las escenas de baile que parecen estar colocadas sólo para llamar la atención, o por ejemplo algunos diálogos bizarros que nada tienen que ver con la trama principal. Es como si en esta película se hubiera olvidado un poco del elemento que conecta al espectador promedio con los protagonistas. En el nivel artístico de la puesta hay cierta teatralidad e ironía que la hacen más cercana a un público habituado a los films más difíciles y pesaditos que al público con los pies más en la Tierra. No es casualidad que a la mayoría de los críticos les haya gustado mucho y al público en general no tanto. En sus anteriores trabajos había logrado mechar muy bien las dos llegadas, pero aquí definitivamente se fue por el camino de los premios y los elogios especializados. Las interpretaciones de sus protagonistas están muy bien, pero no estoy seguro de que sean merecedoras de nominaciones. Quizás la más sobresaliente y que puede justificar la nominación es Amy Adams con su Sidney Prosser, pero los demás están correctos y profesionales, tienen mucho carisma, pero hubo actuaciones más destacadas de otros artistas en otros films. La trama por momentos camina a paso redoblado pero en otros se cae la dinámica un poco y se vuelve una tanto tediosa. Por supuesto habrá espectadores a los que les encantará y otros que directamente dirán que no es buena. Yo creo que es buen producto que hay que ver con ojo crítico, sin fanatismos exacerbados ni tampoco defenestrándola sólo porque no tiene a narración estándar hollywoodense. Algo que sí me queda claro es que he visto a Russell dirigir películas espectaculares, y ésta no es una de ellas.
El club de los perdedores ambiciosos Irving Rosenfeld y su amante, Sydney Prosser, componen una pareja de estafadores obligados a colaborar en una operación del FBI. La intromisión de la esposa de Irving y la ambición del agente a cargo del caso van complicando la trama, en la que llegan a mezclarse políticos de renombre y capos de la mafia. Todo es kitsch, decadente, de escasa monta en “Escándalo americano”. Ese es un mérito de David Russell: encontró el tono justo para contar esta historia anclada (en parte) en un caso verídico. Russell rescata y expone al Estados Unidos de la segunda mitad de los 70, una sociedad aturdida por la doble crisis, económica y política, con el fantasma del renunciado Nixon todavía flotando por ahí. Un ámbito ideal para la proliferación de personajes tan codiciosos como Irving Rosenfeld (Christian Bale), el tintorero devenido estafador que encuentra su alma gemela en Sydney Prosser (Amy Adams). Él con su peinado ridículo para ocultar la calvicie y ella con escotes descomunales y un acento británico más que dudoso sueñan con la grandeza mientras se prueban sacos y vestidos abandonados en la trastienda del negocio. Russell inserta en la trama a Bradley Cooper, en el rol del ambicioso agente del FBI que apela a las permanentes caseras para mantenerse a la moda, y a la enorme Jennifer Lawrence. El pasaje en el que ella canta “Live or let die”, de Paul McCartney, cepillo en mano, vale su participación en la película. Cooper y Lawrence venían de protagonizar “El lado luminoso de la vida”, opus anterior de Russell. Nada se pierde. Completa el combo Jeremy Renner, en la piel del político neoyorquino de jopo imposible que cae en todas las trampas. En ese mundo de perdedores consuetudinarios, pinturas falsas, maquillaje excesivo y la fiesta como refugio ante la mediocridad, los más serios y creíbles son los mafiosos, con Robert De Niro (haciendo de Robert De Niro, por supuesto) a la cabeza. De fondo sobrevuelan Elton John y “Yellow brick road”. Son 10 las postulaciones al Oscar que recogió “Escándalo americano”, cuento que halla sus momentos más felices cuando abreva en los pasos de comedia. La violencia y la solemnidad no cuadran en este universo de personajes bien desarrollados y mejor actuados. Tan indefendibles como queribles. Russell conduce su relato con habilidad; del resto se encargan los protagonistas.
El desafío de confrontar lo que muestra una película extranjera con la realidad de nuestro país se hace más difícil cuando pensamos el cine norteamericano. Es posible que el carácter universal del cine se encuentre con una especie de resistencia patriótica, aunque la historia demostró que hasta el western, un género que aborda puntualmente la historia de Estados Unidos, fue bien recibido en geografías remotas. Más allá de la pertenencia que anuncia el título, la última película de David O. Rusell permite tranquilamente el ejercicio. El escándalo podría suceder en cualquier país porque en cualquier país hay estafadores y en cualquier país hay políticos corruptos. Salvo un par, la mayoría de los personajes de Escándalo americano miente. Entre ellos, están los que mienten por interés personal, los que mienten por su comunidad y los que mienten por su familia. La historia se centra en Irving Rosenfeld (Christian Bale) y Sydney Prosser (Amy Adams), una pareja de estafadores, atrapada por el FBI y extorsionada por este para que lleven adelante una suerte de asesoramiento con el fin de atrapar a estafadores o a corruptos. Como resultado de la desmedida ambición de Richie Di Maso (Bradley Cooper), un italiano miembro del servicio de inteligencia, la cosa se pone más seria de lo esperado: los perseguidos son cada vez más poderosos y, por lo tanto, más peligrosos. En medio de toda la maraña perfectamente tejida, con tramas, subtramas y una larga lista de personajes, uno se hace la pregunta: ¿qué parte de lo que estoy viendo es verdad y qué parte no? Pero Rusell no se queda en un mero espectáculo de ilusionismo. Su preocupación es desplegar el interrogante fundamental y maquiavélico de cualquier acción: ¿hasta qué punto una mentira es condenable si se orienta hacia objetivos nobles? Como siempre, el espectador es quien termina de decidir eso cuando pone en juego su propia moral, pero el mérito de la película no es defender una posición, como si lo hace Scorsese en El lobo de Wall Street, sino poner en tensión esa idea. Porque en los momentos importantes, los personajes más íntegros de la película se mantienen en el terreno de la sinceridad. Cuando, por ejemplo, Irving y Sydney se conocen, él le confiesa que se gana la vida estafando a personas que, por su situación financiera, no pueden acceder a un préstamo. Ella se va de la habitación después de que Irving le confiesa dos grandes verdades: te amo y quiero que seamos socios. Las frases quedan resonando en el ambiente mientras Irving se lamenta por haber dicho la verdad, pero Sydney vuelve y redobla la apuesta. El vínculo que los une está basado en ese acto de sinceridad. La mirada de Rusell, casi a manera radiógrafo, desnuda también las intenciones de Carmine Polito, el alcalde de Camden, Nueva Jersey, que pretende reconstruir Atlantic City. Polito ama profundamente a su ciudad y para lograr su objetivo está dispuesto a sobornar a congresistas y a senadores. Escándalo americano le escapa al maniqueísmo cómodo; los mentirosos tienen intenciones nobles y los que detentan la honestidad persiguen deseos personales o protegen la integridad de su conciencia culposa. Y se viene una digresión. Al inicio de la nota hablábamos del potencial universal de algunos géneros, más allá de la temática que abordan o el momento histórico al que hacen referencia, y entre ellos destacábamos al western. Dentro de este género se encuentra la imprescindible Un tiro en la noche, la película que mejor retrató la tensión entre dos maneras opuestas de pensar el mundo: la ley y el revólver. En la película de John Ford, cuyo título original es El hombre que mató a Lyberty Balance, James Stewart interpreta a Ransom Stoddard, un abogado recto que viene del Este con la intención de llevar las leyes al Oeste, lugar donde abunda la violencia. En el Oeste, se encuentra con maleantes (entre ellos, Lyberty Balance), con una bella mujer y con Tom Doniphon, interpretado por John Wayne, un hombre (bueno) que considera que en el Oeste las cosas se arreglan a los tiros o no se arreglan. Stoddard va a defender la ley todo lo que pueda, pero tarde o temprano entenderá que para que las cosas avancen debe cometerse el acto de violencia que anuncia el título. Esa contradicción es un momento central en su vida, en el desarrollo de la película y desencadena el fin del Oeste. Y volvemos. En Escándalo americano hay un personaje intachable, un policía que piensa que cualquier operación que intente develar un hecho criminal se debe hacer bajo los parámetros de la ley. El personaje, casualmente, se llama Stoddard, como el de James Stewart en Un tiro en la noche, y, como aquél, es incapaz de sostener un arma. Es el único que no avanza, que no experimenta cambios. Escándalo americano es un universo repleto de tensiones y tanto Bale como Adams le ponen el cuerpo, transformando cada gesto en un compendio de detalles, de miradas, de párpados que tiemblan y de manos nerviosas que rascan un brazo. Desde los pies a la cabeza, la mentira tiene que ser completa, tiene que ser verdad, como la panza de Bale o los ojos irritados de Adams, porque el objetivo final es verdadero. La mirada de Rusell no condena ni defiende. Tampoco es aleccionadora. Es una mirada con forma de pregunta, que quiere ser más rápida que la mano y que afirma con valentía que el mundo, nuestro mundo, esconde todas estas contradicciones.
Los entretelones de un gran escándalo americano A David O. Russell no le interesa la trama de sus películas. Lo que le importa son los personajes, pero no la clásica evolución moral de la típica película hollywoodense. A David O. Russell le gustan los personajes que son personajes, que desbordan de personalidad, y es uno de los pocos directores de cine que escribe papeles para mujeres que realmente tienen algo para decir, que también piensan como los hombres, y que no son sólo un simple accesorio de la masculinidad americana. Escándalo Americano es el film de la temporada. Con 10 nominaciones para los Oscars, todos sus actores, principales y "de reparto" son posibles ganadores. Y esto parece haberse vuelto rutina para Russell, quien vio llover nominaciones de todo tipo y color para su film anterior, El Lado Luminoso de la Vida. Son los protagonistas de aquella película los que se reúnen nuevamente en Escándalo Americano: Bradley Cooper y Jennifer Lawrence. También se reencuentran Christian Bale y Amy Adams de The Fighter, otro de sus films más aclamados. Y son estas dos parejas las que hacen explotar la pantalla. El largometraje sigue –a veces hasta con narraciones a lo Scorsese- a Irving Rosenfeld (Christian Bale), un brillante estafador que encuentra en Sydney Prosser (Amy Adams), una socia y amante igual de inteligente y traicionera que él. Los dos se ven obligados a colaborar con el FBI cuando un agente (Bradley Cooper) los agarra con las manos en la masa. De esta manera, los tres deberán trabajar para destapar tramas mafiosas y de corrupción entre los políticos más poderosos de los '70. Y es la neurótica esposa de Irving, Rosalyn (Jennifer Lawrence) la que podría hacer que todo se destape. Los guiones de Russel desbordan de historias casi surrealistas y personas desequilibradamente fascinantes. Un ejemplo es Rosalyn, el personaje de Jennifer Lawrence, que fue nominada como Mejor Actriz de Reparto sólo para que no compitiera con Amy Adams. Y no sorprendería en lo más mínimo que se lleve el Oscar por segunda vez consecutiva. Pero otro protagonista indiscutido de esta comedia negra dramática es el vestuario. Los personajes aman, putean y respiran envueltos en la vulgaridad de sus atuendos. Es que es la época disco: Christian Bale con una panza kilométrica y cadenas doradas; Amy Adams con escotes infinitos, Jennifer Lawrence con aros gigante y uñas de lince; y Bradley Cooper con ruleros y camisas abiertas. Escándalo Americano es una película ridícula por momentos, y es esa ridiculez la que la convierten en una genialidad. Los personajes se toman demasiado en serio y viven cada emoción al extremo. No hay ni buenos ni malos, sólo gente desesperada por sobrevivir y por conseguir el éxito.
La ambientación por sobre la historia. American Hustle es una película rara, que no ha llegado a cerrarme del todo. Posee un muy buen elenco y buena cinematografía, pero su aspecto narrativo es realmente deficiente. El guion es por lo menos confuso. No hay un claro foco en algo en particular, sino que la historia se desenvuelve de modo caótico, abriendo líneas argumentales que se ramifican alrededor de una trama troncal débil, no por ser insustancial, sino por la forma en que es presentada. Hay un desbalance absoluto en el modo de narrar los hechos, ya que el director prefiere dedicarle más tiempo a mostrar ciertos aspectos intrascendentes de las relaciones entre los personajes que en desarrollar el nudo de la historia. En American Hustle no existen los momentos cruciales ni hay escenas de alto impacto emocional, porque el peinado de los protagonistas o la forma en que se visten pareciera ser más importante que lo que se cuenta. Esa superficialidad no sólo despierta cierta incredulidad acerca del tema tratado, sino que hace que por momentos el espectador confunda el género al cual se ciñe. Sinceramente, no llegué a distinguir si algunas escenas eran dramáticas o cómicas. American Hustle es una película visualmente imponente. Su fotografía es de primer nivel y la ambientación es maravillosa, pero la historia está muy mal contada. Quienes quieran solamente ver el retrato de una época a través de personajes muy bien caracterizados quizás encuentren valor en la película, pero los que quieran sentarse a disfrutar de una buena historia seguramente quedarán decepcionados.