Digamos que los fans de la saga original (que recaudó más de 2 mil millones de dólares en sus tres ediciones) no tenían dudas de que la factoría de Steven Spielberg iba a estar a la altura de las circunstancias. Quizás los críticos sí. No creo que la trilogía original haya sido equilibrada pero sí hay que reconocerle su impacto en la audiencia y la originalidad de la idea. Hoy, se imponía una versión potente, más grande, ruidosa (en términos de impacto) y moderna. Así surgió la propuesta de Brad Bird de invitar a una joven promesa, Colin Trevorrow (quien había debutado hacía poco con "Safety Not Guaranteed") a charlar con el productor Frank Marshall sobre la posibilidad de unirse al equipo y animarse a desarrollar el regreso de los dinos a la pantalla grande. Como será la confianza que tenía el director elegido, que casi no hubieron screenings de prueba para esta "Jurassic World". El material para el guión es bueno (es innegable) y no se trata de un reboot esquemático o previsible. Nada menos que cuatro escritores se ocuparon del guión y lo hicieron de forma simple pero potente. Todos los elementos que los seguidores de la trilogía original esperan están, y hay algunas sorpresas para quienes experimentan por primera vez este recorrido a uno de los parques temáticos más famosos de la historia del cine... Islar Nublar vuelve a estar en el centro de la escena en "Jurassic World". Veintidos años luego de los eventos que llevaron al emprendimiento al fracaso, conocemos una atracción nueva, a la altura de los tiempos que corren. Pasaron 10 años ya y aquellos que financian el complejo, saben que necesitan impactar en los visitantes y conseguir sponsors, así que apelan a la tecnología de desarrollo para crear un dinosaurio nuevo, feroz y fuera de lo común. Es interesante el planteo que propone este regreso. A la curiosidad de la cuestión de la creación de dinosaurios con el adn modificado (a diferencia de la original saga, donde no se alteraba el mismo) se le agrega todo el componente marketinero del presente, desde la aparición de marcas en el parque (súper visibles esta vez) hasta la discusión sobre el auténtico sentido del lugar de la ciencia (reactualizando la pregunta de hasta dónde llegar en el campo de la creación en laboratorio). En este lugar, el mundo del pasado cobra vida, y hay una historia que trae a un adiestrador de raptors (sí, curiosa profesión), Owen (Chris Pratt) quien pasa sus días tratando de perfeccionar su dominio de estos reptiles. El parque estalla de gente y es dirigido por Claire (Bryce Dallas Howard, la hija del gran Ron!) quien es una auténtica workaholic. Su obsesión por los detalles la lleva a estar pendiente de su actividad como regente del parque y todo se ve subordinado a esta tarea. Los sobrinos de Claire llegan al lugar de visita y ella se ve en una difícil situación, quitarle tiempo a su trabajo para estar con ellos. Mientras esto sucede, algo terrible tiene lugar en el área norte de la isla: hay un sector reservado para un nuevo dino que será la atracción principal del parque en unos meses y las medidas de seguridad que lo resguardan, no parecen ser de lo mejor... Así es como Owen será recomendado por Masrani (Irrfan Khan) , el principal inversionista del parque, quien querrá que supervise cómo funciona el muro y el aislamiento del "Indomable" T-Rex. Ya podrán imaginarse que las cosas se complicarán y darán lugar a un escenario donde la destrucción estará a la orden del día. Habrá guiños para devotos de la franquicia original (mejor no anticipar!) y un ritmo adecuado para presentar la secuencia de eventos, siempre buscando lograr impacto en la audiencia. La animación es un punto fuerte de la propuesta y hay suficiente acción para justificar más de un visionado, debo decir. En el debe, parte del cast aporta poco y de manera esquemática. No hay mucha novedad en cuanto a lo que se presenta como aventura propiamente dicha aunque sí le reconocemos que es entretenida e intensa, durante la mayor parte del recorrido. Creo que esta "Jurassic World" es un producto aceptable, acorde a los tiempos que corren. Ofrece una dosis justa de acción y aventura, en un entorno atractivo y original y conserva el espíritu de la saga original, a lo largo de toda su extensión. No saldrán defraudados.
Un eficaz entretenimiento por sus propios medios, que conmemora los logros de la película original. Bienvenidos, a Jurassic Pa... ejem, World Veintidós años han pasado desde el estreno de Jurassic Park, película que en muy poco tiempo se convertiría en un clásico para una generación entera y que dejaría la vara muy alta en materia de efectos especiales para todas las súper-producciones que vinieron después. Las razones están a la vista de todos, por primera vez en la historia se lograron crear dinosaurios que se muevan y se vean de forma realista, y al mismo tiempo Steven Spielberg, basándose en la novela escrita por Michael Crichton, logró adecuarlos en una aventura como nunca antes se había visto, sobre la responsabilidad moral y las consecuencias de jugar a ser Dios. Mientras que la segunda parte tiene sus detractores y sus defensores (entre los que me incluyo) y es mejor no recordar demasiado de la tercera simplemente por cosas como el velociraptor parlante en el sueño de Alan Grant (Sam Neill), difícilmente ambas se acercaban a lo que logró generar en el espectador el film original. No vengo acá a decirles que Jurassic World sí lo logra, porque no es así. Pero lo que se debe rescatar de la película dirigida por Colin Trevorrow es que tampoco la intenta. Sabe que no es Jurassic Park y que nunca lograría serlo. Por eso toma la suficiente distancia, reconociendo y respetando a la cinta original, y construyendo de ahí en adelante su propia historia. Luego de más de dos décadas desde los incidentes de Jurassic Park, el sueño de John Hammond de crear un parque temático con dinosaurios reales es por fin una realidad. Jurassic World recibe todos los días miles de visitantes de todo el mundo, quienes llegan a Isla Nublar para ver a estas criaturas algunas vez extintas por más de 65 millones de años. Con la necesidad de renovarse constantemente y mantenerse al frente de los chicos de hoy en día que exigen que todo sea más grande, más rápido y más fuerte, la corporación al mando de Jurassic World le encomienda a InGen (empresa responsable por la investigación que dio como resultado a los dinosaurios), la creación un nuevo espécimen que cumpla con las expectativas de sus principales y más exigentes visitantes. De esta forma, mezclando el ADN de varias especies de dinosaurios y algunos animales más actuales, crean lo que dan por llamar el Indominus Rex. Desgraciadamente para todos, este nuevo dinosaurio resulta más inteligente de lo que cualquiera hubiera podido anticipar, y cuando finalmente logra escapar del cuidado de la gente del parque, es cuando los problemas comienzan. Estará en Owen Grady (Chris Pratt), cuidador de los velociraptors de Jurassic World, y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), la mánager de operaciones del parque, en detener a este temible y feroz monstruo de 15 metros de altura antes de que sea demasiado tarde. Como dije previamente, el mayor mérito de Jurassic World está el respeto que le guarda al film original. Quizás demasiado para algunos, ya que repite algunos de los mismo elementos de la trama original ("atracciones" que empiezan a fallar, chicos por si solos perdidos en el parque), pero las similitudes quedan ahí. Habrá a lo largo de la historia algunos guiños bien explícitos a la primera película (varios de ellos muy divertidos y a cargo de Jake Johnson), que no hacen más aumentar el factor nostalgia que juega un papel importante en este caso, pero la historia se abre su propio camino. No hay demasiados momentos de respiro a lo largo de todo el relato, más allá de un intento decir algo relevante sobre un mundo manejado por corporaciones o la implicancia de jugar a ser Dios, Jurassic World tiene en claro que su objetivo debe ser entretener. Por otro lado el guión a cargo de Rick Jaffa y Amanda Silver (El Planeta de los Simios: Confrontación), con re-escrituras de Derek Connolly y el propio director Colin Trevorrow, se encarga de buena manera de mantener con cierta lógica todo lo que nos tenía preocupados cuando vimos el primer avance. Tenemos por un lado a Grady (Chris Pratt) y sus velociraptors, que a contramano de lo que se podía anticipar, la relación entre ellos no es muy distinta a la de los domadores y sus leones, sabiendo que solo por momentos puede mantenerlos en control y un paso en falso significaría que se convierte en próximo almuerzo. La sub-trama de los chicos perdidos en el parque termina generando algunos de los momentos más genuinamente emotivos de la película. Y la creación y posterior escape del feoz Indominus Rex guarda algunas interesantes sorpresas que serán bien recibidas. Probablemente el punto más flojo de esta historia resida en un conflicto de intereses entre Grady y Claire Dearing con Hoskins (Vincent D'Onofrio), un contratista del ejercito estadounidense que quiere poder domesticar a los velociraptors para poder utilizarlos como soldados en futuras guerras. Esto no solamente no suma a la película, por momentos hasta desvía el foco de atención de una historia que no lo necesitaba. Pero no me resultaría extraño por como se dan las cosas, que esto termine siendo tan solo la semilla de una próxima película. Conclusión Jurassic World se aleja solo lo suficiente de la original para contar una historia que la homenajea, pero al mismo tiempo abre su propio camino. Pratt y Dallas Howard son dos dignos protagonistas de esta aventura que prioriza la diversión por sobre el cerebro, pero que logra entregar algunos momentos fantásticos que los fans de la primera película sabrán apreciar. Ágil, con la cuota de humor justa y visualmente atractiva, Jurassic World es la secuela que saga necesitaba para revitalizarse y poder dar un necesario cambio de rumbo. Aunque teniendo en cuenta los hechos que acá se suceden, yo me permito dudar sobre cual será ese. Extra: La película abre con el logo de Amblin Entertainment. Si eso no le mueve un pelo a los fans de Spielberg no hay sangre corriendo por sus venas!
Siempre la mano del hombre La nueva producción de los estudios de Steven Spielberg, dirigida por Kevin Trevorrow, parte 22 años en el futuro –tiempo realmente trascurrido desde Parque Jurásico (1993)- del desastre que resultó el parque del señor Hammond, pero la diferencia reside en que esta vez el predio no está a prueba, sino que está abierto y recibe a más de 20 mil personas por día. El film no repara en gastos y rápidamente introduce al Indominus Rex, una nueva especie, mitad T-Rex, mitad collage de varios reptiles y demás información genética, creado en los laboratorios del Dr. Henry Wu, repitiendo el rol del científico a cargo, como la nueva atracción para el parque. Cuando el dueño de la isla y los encargados de la seguridad entienden que esta nueva especie requiere una mayor vigilancia, acá es donde entra el héroe, Owen, en los zapatos de Chris Pratt (Guardianes de la Galaxia, 2014), ex marine, devenido entrenador de velocirraptores, para revisar la jaula del Indominous Rex. En esta misma presentación, en el primer acto la película no pierde tiempo y todo el infierno se suelta en el parque. Cabe destacar la actuación de Chris Pratt, quien, fiel al estilo de Spielberg, mezcla su conocida faceta humorística con un lado más serio y oscuro, una suerte de mixtura entre los personajes de Jeff Goldblum y Sam Neill (Ian Malcom y Alan Grant, en Jurassic Park, 1993). En los momentos en que el largometraje muestra flaquezas en diálogos o sus escenas con moralina y sentimentalismos incluidos, es donde Chris Pratt, con gran pragmatismo, baja a todos a tierra y hace entender –a los demás personajes y al espectador- la seriedad del asunto. La teoría del caos propuesta por el Dr. Malcom es la punta de lanza que detona la acción, es decir, ni bien el control humano pierde sus facultades sobre las atracciones que ceden a la demanda de espectacularidad del mercado sin medir las consecuencias, la naturaleza impone sus conocidas leyes y en ese nuevo orden es donde Chris Pratt y compañía deberán frenar a la bestia salvaje jurásica. Instinto versus domesticación del instinto son las dos fuerzas que colapsan en el universo de la nueva Jurassic World. Es importante resaltar la mala elección de escenas que hizo el estudio con respecto a los trailers, donde, fuera de contexto, muchas cosas quedaban muy sueltas. La importancia de remarcar esto, deviene de lo bien contextualizado que está el film. En ese sentido los problemas que presentan los trailers no son los problemas que termina por mostrar la película integralmente. La crítica en que puede caer el nuevo episodio de la franquicia es que ya no es una película de animalitos extintos hace 65 millones de años y vueltos a la vida, sino que hay un nuevo monstruo, creado por el hombre, acercándose más a un film del estilo Frankestein. Pero dicho giro argumental entra muy bien en los parámetros, durante la explicación de este nuevo híbrido, el guión hace pie siempre y este nuevo Indominous Rex infunde el mismo –o más- miedo que las clásicas persecuciones del Tiranosaurus Rex allá por 1993.
Cuando todo se conjuga para crear un blockbuster de antemano y se reúne a un equipo que sabe cómo lograrlo el resultado es un espectáculo visual atrapante con la dosis de tensión y aventura necesarias para poder mantener en vilo al espectador hasta el último segundo de proyección. Así es “Jurassic World” (USA, 2015) una película avasallante, demoledora, y que logra evocar en su narración un espíritu nostálgico digno de los mejores filmes de acción y fantasía de la década del ochenta del siglo pasado. Porque si bien en su germen la película se presentaría como una secuela de “Jurassic Park” el mayor hallazgo de esta versión dirigida por Colin Trevorrow es imaginar un universo nuevo, con dinosaurios nuevos (más malos) y colocar varios puntos de atracción para estos (humanos) para así cerrar la propuesta. El Jurassic World, a diferencia del Jurassic Park, es un proyecto mucho màs abarcador, y que bajo la dirección de Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) el nivel de perfección y organización del mismo es de los más altos estándares de calidad. Pero cuando sus sobrinos Zach (Nick Robinson) y Gray (Ty Simpkins) llegan para pasar un fin de semana con ella, pero con sus compromisos no los puede acompañar se desatará en ese preciso instante una emergencia no prevista ni imaginada. Uno de los dinosaurios híbridos creados en el parque, con un nivel de inteligencia superior del resto, engaña a los cuidadores y logra escapar del espacio de contención en el cual, aislado, se lo alimentaba y “adiestraba”. Trevorrow va narrando con ampulosidad principalmente toda la presentación de los espacios del parque, y a medida que va incorporando los personajes protagónicos, con estereotipos suma la impronta con la que los dejará “jugar” en el lugar. Pero Claire, desesperada ante el desequilibrio de su mundo perfecto, deberá acudir a la ayuda de Owen Grady (Chris Pratt), un entrenador de dinosaurios, con quien mantuvo un amorío de un día y a quien se siente atraída pese al aspecto y desarreglo del hombre. Owen la acompañará primero en la búsqueda de los niños y luego en el necesario pero también ambicioso desafío de poder volver al parque a un estadio anterior en el que la paz y tranquilidad reinaba. No será fácil, y en el contraste de mundos, en el choque de ímpetus y de impulsos que necesitan un control más allá del que se impregna la aventura, el universo de “Jurassic World” comienza a desplegar su seducción hacia los espectadores. Nada está librado al azar en un milimétricamente custodiado guión que potencia la aventura y el romance sobre cualquier indicio de terror que, como pasó en la entrega número 2 y número 3, tendían al miedo exagerado en cada una de las apariciones de los dinosaurios. Bryce Dallas Howard y Chris Pratt están a la altura de la propuesta y brindan una pareja de cine como las de antes. El elenco secundario con Vincent D’Onofrio como el malo de turno, e Irrfan Khan, como el multimillonario inversor que sostiene económicamente el parque, y los niños, que en una eterna huida tratarán de reunirse con su tía, son los puntos más altos de un filme con gran sentido de la nostalgia por una clase de películas que hace tiempo no vemos en el cine.
El espectáculo más grande del mundo En 1993 Steven Spielberg realizó Jurassic Park, adaptación del best-seller de Michael Crichton del mismo nombre. Fue el film más taquillero de la historia del cine en aquel momento y una revolución en efectos especiales digitales. Fue un antes y un después en la historia del cine. Pero además, era una obra maestra, una historia espectacular pero sencilla, un film de altísima calidad que sin embargo no olvidaba su espíritu clase B. Le siguieron El mundo perdido (1997) también de Spielberg y Jurassic Park 3 (2001) de Joe Johnston, ambas muy buenas. Ahora, pasados muchos años, aparece una apuesta osada y ambiciosa llamada Jurassic World. Y lo imposible, estar a la altura de los films anteriores, se consigue, porque todas y cada una de las cosas que tenían que estar bien, están más que bien. Esta secuela muestra un parque de diversiones y zoológico de dinosaurios donde los fantasmas del desastre pasado han quedado casi en el olvido. Cientos de miles de personas disfrutan viendo a los dinosaurios en cautiverio pero interactuando en muchos casos con la gente. Dos niños cuyos padres se están divorciando y que viajan al parque para estar con su tía poco cariñosa (Bryce Dallas Howard, impecable, verdadera heroína, quien ocupa en este film el lugar del héroe masculino de los films de Spielberg) que trabaja en el Mundo jurásico del título. Pero la película habla de lo que puede salir mal y lo que sale mal es que alguien ha hecho experimentos genéticos para crear un nuevo dinosaurio. La película es brillante, tiene un ritmo impresionante, tiene un humor ajustado, tiene emoción, tiene escenas de gran suspenso y de verdadero terror. Consigue lo que lograron los films anteriores y a la vez va un poco más allá en espectacularidad. A la protagonista se le une un aventurero algo pedante bien al estilo de los héroes tipo Han Solo (Chris Pratt, brillante) y juntos tienen una gran química. La cereza del postre es que a pesar del trabajo original y más que elogiable del director, la película es leal en temas y estética al creador de la saga, Steven Spielberg. Jurassic World es muy respetuosa de los códigos de la saga pero a la vez busca identidad y personalidad en cada escena. Consigue ambas cosas, algo sin duda difícil de lograr con las secuelas tan tardías. Colin Trevorrow, director y guionista, es un nombre a seguir de ahora en más. Su film anterior, Safety Not Guaranteed (2012), era una pequeña joya emparentada con los films del clan Spielberg, Dante, Zemeckis de décadas pasadas. Aun siendo de la nueva generación de cineastas, Trevorrow se vincula de forma inteligente con estos maestros del pasado. Su clasicismo casi absoluto que nunca se estanca en la evocación ni el homenaje a sus maestros. Pero claro que hay guiños, algunos parecen ideados por el propio Spielberg, como la idea del tiburón que aquí parece ocupar el lugar de una pequeña carnada. También es interesante como la película se encarga de conseguir villanos humanos y dinosaurios asesinos contrapuestos a los humanos buenos y los dinosaurios buenos (o inofensivos). El monstruo de la película es el afán humano por usar la ciencia para la guerra. Pero yendo a la literalidad del monstruo, el dinosaurio más letal de todos es también un hallazgo increíble. Jurassic World es una maravilla para ver en pantalla grande y disfrutar de punta a punta. Una de las sorpresas del año, uno de los grandes films del año.
¿Vivos? Sí, vivos. Y más feroces e inteligentes que en las versiones anteriores. En esta nueva entrega de la saga de Jurassic Park, nos volvemos a encontrar con el parque, nuevamente funcionando, con más y mejores atracciones, más diversidad de formas y tamaños, mejores tecnologías y la misma ambición del hombre, orientada a cómo hacer más dinero a costa de lo que sea. Como ven, en la cuarta película aún nadie aprendió la lección de la primera, y la ecuación “dinosaurios + parque + gente + tecnología de primera + ambición del bello ser humano”, nos vuelve a dar el mismo resultado: algo siempre puede fallar y allí se desatará nuevamente la catástrofe. Debido al decaimiento de asistencia del público al parque, los científicos no tienen mejor idea que crear el Indominus Rex, un nuevo dinosaurio genéticamente modificado, más grande que el T-Rex y con facultades más desarrolladas y algunas sorpresas que se develarán al final. Tan indomable se vuelve el nuevo personaje, que es necesario contar con la ayuda de un ex militar idóneo en el tema dinosaurios y especialmente en el estudio de los raptores (velociraptor), con quienes casi llega a lograr una relación de respeto mutuo, pendiente siempre de una delgada línea entre ser su amigo o su próxima carnada. Así es cómo Owen (Chris Patt) es convocado por la manager del parque Claire (Bryce Dallas Howard), no tan creíble en este film, para supervisar al nuevo espécimen y encargarse de los cuidados necesarios para que esta vez el parque no se convierta en la sede de una batalla campal donde los humanos pocas chances tendrán. Como no podía faltar, se suman al argumento los dos chicos necesarios para aumentar el drama, ambos sobrinos de Claire, a quien no ven desde hace unos cuantos años. Aunque el trabajo de Bryce no es de lo mejor, tampoco desentona, salvo en la escena donde llora por un dinosaurio muerto: jamás deja caer una lágrima por la cantidad de compañeros de trabajo que dejan su vida en su amado parque. Cosas que pasan en un mundo donde los dinosaurios existen… Hay que decir que el trabajo que ha desarrollado Industrial Light & Magic sobre los dinosaurios, sus rasgos, movimientos y texturas es como siempre impecable, al punto que alguna que otra vez, ayudados por la tensión del momento, daremos algún pequeño salto de la butaca. Si tienen la oportunidad, esta es de esas películas que vale la pena ver en 3D. Con un final que obviamente no revelaremos, apostando a lo seguro pero con mucho dinamismo, la película logra el cometido de entretener y de encontrar un giro más sobre una historia ya conocida, haciendo de esta una muy buena película para disfrutar, y logrando que los fanáticos, como quien escribe, deseen que siga la saga y haya muchos más rugidos en el futuro.
La materialización. La película de Colin Trevorrow es un falso reboot, ya que toma la estructura narrativa de la primera entrada de la trilogía anterior: desmadre de las instalaciones del parque, dinosaurios fuera de sus áreas de “contención”, un par de personajes capaces de salvar a todos, la ciencia excedida en sus facultades de “jugar a ser Dios” y el ala mercantil oportunista en el descontrol para saciar intereses -a priori- más importantes que el funcionamiento de un parque de diversiones. Todos estos puntos aparecen en esta cuarta parte, que precisamente es una continuación porque las huellas de John Hammond (el fundador del primer parque, que no se llegó a inaugurar) se traslucen en algunos diálogos y edificios del majestuoso parque, ahora regenteado por un magnate indio. Más allá de las ligeras variaciones de estos tópicos enumerados, hay una mirada intramuscular al cine de Hollywood actual cuando el personaje de Claire (Bryce Dallas Howard), una suerte de gerente del lugar, explica que necesita “nuevas atracciones”, lo que se puede resumir en dinosaurios más feroces con más dientes y más espectaculares para los visitantes del fastuoso parque. En cierta forma, ese pedido a los científicos podría entenderse como el reclamo de ciertos directores a los especialistas en efectos visuales, porque se hallan necesitados de más CGI para sus producciones, ya que en el presente del escenario del cine industrial todo parece regirse por el efecto de impacto y poco por las construcciones narrativas. Jurassic World también se muestra deudora del cine de aventuras, en el espíritu y en la retórica que Spielberg y Lucas explotaron en los 80. La explotación de la aventura parte de la materialización de esa promesa que se enunciaba en la construcción del parque de diversiones, lo que podía pensarse como una especie de grado cero. Luego de una década de abierto Jurassic World (así se llama finalmente el parque de esta película), vemos también ese desencanto veloz que opera sobre la generación de la era digital, en la que todo parece ir a un ritmo acelerado: lo de hace un año es historia antigua y por lo tanto no sirve, este axioma es la sede del problema ocasional, aquel que siempre aparece para desajustar el falso control que tiene el hombre sobre estos seres prehistóricos traídos a la vida en una probeta. En ese aspecto se halla una de las cuestiones más interesantes de esta secuela, cuando el Dr. Wu (el único personaje de alguna de las películas anteriores que aparece aquí) declara que estos dinosaurios son más bien monstruos, seres creados en laboratorio bajo alteraciones que se circunscriben más a pedidos comerciales que científicos, orientados a recrear fisonomías estudiadas por la paleontología. Así nace la atracción del parque (y de la película), un híbrido compuesto por cualidades correspondientes a diferentes especies de dinosaurios. La autoconciencia sobre los tiempos actuales también se tamiza en el humor, cuando uno de los técnicos de la sala de control del parque dice que los nuevos dinosaurios llevarán nombres de marcas, como los estadios deportivos. Esa es la lectura introspectiva sobre la definición exacta de estas creaciones, algo que siempre se infirió pero que nunca un personaje de la propia organización -menos un científico- se atrevió a expresar. Esta también es otra materialización de la (ahora) saga, probablemente la más crítica, y que como cada desastre en la historia de la humanidad, parece ser necesario mostrarlo de manera tangible para que se comprenda su efecto: así es que la existencia del parque (y de la película) tienen su justísima razón de ser en este patrón o estatuto social de ver para creer.
Crítica emitida por radio.
“Ese parque era genial, la gente no necesitaba modificaciones genéticas, los dinosaurios eran la mayor atracción”, dice una de las frases que más recuerdo de esta película. También creo que es la que refleja en parte lo que transmite “Jurassic World“. El mundo de las secuelas siempre fue la oveja negra de la historia del cine. Es casi imposible encontrar una secuela mejor que su predecesora y aun es más difícil encontrar una secuela que, al menos, sea digna y haga honor a la franquicia de la cual despega su nombre. Si bien esperamos más de 20 años, este tiempo valió la pena, ya que Jurassic World entra en este último grupo de producciones. Mal no hace recordar (bueno, un poco sí) que esta hermosa franquicia (de las mas lindas de la historia del cine) ya contaba con dos secuelas: “Jurassic Park : El mundo perdido“ y “Jurassic Park 3“, pero recién con la llegada de “Jurassic World“ estamos en presencia de la sucesora espiritual de todo lo referente al mundo de la genética y los dinosaurios. Comandado por Spielberg, el proyecto comenzó a escribirse allá por el 2004 (tres años después del estreno de la tercera parte) pero debido a diversos mal entendidos y sucesos (entre ellos la huelga de escritores) se pospuso, hasta que finalmente en el 2013 Colin Trevorrow y Derek Connolly fueron elegidos como director y guionista respectivamente de esta entrega. Trevorrow llamó la atención de los fanáticos, ya que sus dos films anteriores: “Home Base” (2002) y “Safety Not Guaranteed” (2012) que poco tenían que ver con los dinosaurios. Vayamos a el centro de la cuestión: “Jurassic World” es la mejor secuela de esta saga, no solo por su frescura (más de 10 años siempre otorgan frescura a un universo ansiado de una nueva historia) sino por la esencia y el espíritu de la misma. El aire que se respira desde que comienza hasta que termina es de antaño, digno de los viejos tiempos . Y es que “Jurassic Wolrd” trae mucho de la original, su trama se construye sobre la misma y con varias variantes, potencia el entretenimiento sin recaer en la repeticion de elementos. Desde guiños (menciones, lugares del parque original y hasta un divertido dialogo sobre los sucesos de la primera) hasta temáticas similares y lugares comunes en ambas (los dos niños/jóvenes perdidos en el parque, el caos y la cacería). Pero hay una diferencia entre copiarse a sí mismo y subsistir como película autónoma llevando consigo el espíritu de su predecesora. Ahí es donde encaja este entrega. “Jurassic World” suma decisiones que agregan valor a lo que nos regaló “Jurassic Park” y le rinde tributo con una frase que anuncia la superioridad de la primera por sobre todas las demás entregas (esa con la que inicié esta crítica). Incluso le da sentido a todo eso que parecía ridículo en los trailers que salieron en estos últimos meses. Es decir, el tema de los velociraptores “domesticados” no se exagera y se maneja con mucho cuidado (al fin y al cabo son animales de manada que responden a un líder), la apertura al público del parque después del caos sembrado en su sucesora tiene una oscura (y bien pensada) explicación y el monstruo creado genéticamente para superar al T-Rex no es exagerado y queda creíble dentro del universo de esta franquicia (recuerden que estamos hablando de un film con criaturas clonadas mediante el ADN de un mosquito petrificado). Todo cobra sentido y mantiene una lógica; no vemos a dinosaurios hablando con las personas, ni a gimnastas pelear contra raptors. Se podría decir que el problema esta bien planteado y bien resuelto. Mención aparte se le debe a la parte artística y a la visual del film. Los dinosaurios están muy bien hechos (dejándome la duda si intercalaron CGI y animatronics, ya que algunas tomas de cerca son muy reales) siendo un punto destacado y bien explotado por la puesta en escena de la película. La dirección es correcta y alterna cámaras cruzadas con paneos y tomas generales (se nota mucho el ojo “Spielbierieano” en varios momentos). Los momentos de tensión son clave y están muy bien filmados por Trevorrow y musicalizados por Michael Giacchino (John Williams está trabajando a full en “Star Wars: Episode VII“), responsable de la banda sonora de muchas producciones de Pixar. El elenco está compuesto por Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Vincent D’Onofrio, Ty Simpkins, Nick Robinson, Irrfan Khan y B. D. Wong (el único sobreviviente del la primera entrega). Todos están muy bien en sus personajes. Pratt encarna a un anti-héroe, que no es ni un entrenador ni un cazador, sino un experto que trabaja en el parque y entiende la forma de pensar, instintiva por cierto, de los animales (la película juega con esa idea también). La hermosa Bryce Dallas Howard le pone cuerpo a la inescrupulosa directiva del Parque, siendo Irrfan Khan el dueño del mismo y sucesor del legado de John Hammond (cuya frase típica “No hemos reparado en gastos” también aparece, claro esta). Tal vez el punto más flojo del film es que, del elenco original, solo tenemos participación de B. D. Wong (Henry Wu). La producción se podría haber esforzado más para que algunos personajes más importantes tuvieran al menos una merecida participación. El film es una más que digna secuela, repleta de aventura, caos y muchos dinosaurios, algo que esperamos ver desde hace mucho tiempo. Personajes sólidos, conflictos bien planteados y resueltos con lógicas del universo para el que fueron creados, sin dejar de ser una película que busca entretener y tensionar, respetando de manera infalible a la original que comenzó la franquicia. Se disfruta a grandes escalas y lo más importante es que la nostalgia invade la sala de cine en varios momentos. Recomendable.
Los primeros trailers de Jurassic World no despertaban un gran entusiasmo por el regreso de los dinosaurios en el cine y al final resultó una película mucho más decente y entretenida de lo que esperaba. La cuarta entrega de la saga no sólo es completamente superior a Jurassic Park 3, sino que además cumple con el objetivo de brindar un gran espectáculo dentro del género de aventuras. Si bien no está a la altura de los dos trabajos dirigidos por Steven Spielberg (una meta complicada de superar) esta producción representa un digno debut en Hollywood del cineasta Colin Trevorrow. Un artista joven que viene del cine independiente y llamó la atención en varios festivales con su ópera prima Safety No Guaranteed (2012), una divertida comedia sobre viajes en el tiempo. A Spielberg le gustó tanto ese film que decidió confiarle la nueva entrega de la saga de los dinosaurios, un proyecto que se venía gestando sin grandes avances desde el 2004. El director Trevorrow supo estar a la altura del enorme desafío que tenía por delante. No es una tarea para cualquier realizador ponerse a la cabeza de una superproducción de este calibre, con toda la presión adicional que implica además meterse con un clásico como Jurassic Park. La película de Trevorrow no es perfecta. La introducción del conflicto central, a diferencia de los trabajos de Spielberg, tarda un eternidad y por momentos su narración se enfoca demasiado en subtramas y personajes que tienen más peso en la historia de lo necesario. Sin embargo, cuando se desata el caos y los dinosaurios toman un mayor protagonismo el director logra conducir el film a un buen destino. El argumento de Jurassic World presenta el sueño del magnate John Hammond hecho realidad. El parque temático funciona con éxito hasta que los administradores del lugar vuelven a descubrir que es una pésima idea jugar con la manipulación genética. La película tiene numerosas referencias al film de 1993 y al viejo cine de aventuras hollywoodense. Un detalle que sobresale claramente en el tratamiento que tuvieron los personajes de Chris Pratt y Bryce Dallas Howard. A lo largo del film la pareja protagónica ofrece varios momentos que parecen salidos de un serial de los años ´40. Para Chris Pratt este trabajo resultó un casting público de la próxima entrega de Indiana Jones. En Jurassic World demostró que en la actualidad es el hombre indicado para seguir los pasos de Harrison Ford en un relazamiento de esa saga. Owen Grady, su personaje en este film, básicamente es un pariente de Indiana suelto en Jurassic Park y el actor termina siendo una de las figuras destacadas de esta propuesta. En materia de acción la película de Trevorrow explota en la media hora final, donde los dinosaurios ofrecen algunas secuencias impactantes que fueron concebidas para ser disfrutadas en la pantalla grande. No es sencillo generar emoción y suspenso en una producción de este tipo donde el factor sorpresa se perdió hace dos décadas atrás. Jurassic World en ese sentido creo que lidió de manera exitosa con esta barrera que acarrea la narración de una cuarta entrega. La película es una gran propuesta de aventuras y cuando empiezan a correr los créditos finales te deja la satisfacción de no haber desperdiciado la entrada al cine.
Entretenimiento de manual A 22 años del exitoso film original dirigido por Steven Spielberg, llega esta secuela -y cuarta entrega de la saga- que está ambientada también en la isla costarricense de Nubar. Allí se ha montado un descomunal parque temático en el que las decenas de miles de visitantes interactúan directamente con los dinosaurios como si se tratara de una simple granja o de un safari en Sudáfrica. A instancias del dueño (un excéntrico multimillonario, interpretado por el indio Irrfan Khan) y de Claire (Bryce Dallas Howard), la gerenta del complejo, un equipo de genetistas ha desarrollado un nuevo espécimen, el Indominus Rex, más grande, más fuerte y más letal incluso que el Velocirraptor y el Tiranosaurio Rex, con la idea de presentarlo como la próxima atracción e incrementar la facturación (la tentación, siempre presente). El espectador podrá imaginar, claro, que la bestia se escapará más temprano que tarde de su jaula para sembrar el pánico y generar un baño de sangre en el atestado parque. Es cierto que el guión de Jurassic World escrito a ocho manos es "de manual" (hay una subtrama "militar" con la caza del Indominus Rex en cuestión y la idea de utilizar a estas criaturas genéticas para la guerra, otra protagonizada por dos sobrinos de Claire y una tercera con toques románticos entre la protagonista y un ex militar devenido entrenador de Velocirraptors a cargo del galán Chris Pratt), y también que el director Colin Trevorrow (cuyo único antecedente era Safety Not Guaranteed) no es Spielberg ni Joe Johnston (responsable de la tercera entrega, en 2001), pero así y todo la película sostiene la tensión y el suspenso durante buena parte de sus dos horas apoyada, por supuesto, en el notable despliegue de efectos visuales e imágenes en 3D que permite "sentir" a los dinosaurios en la pantalla. Podrá argumentarse que la película recicla demasiados elementos de los films anteriores, que los personajes son estereotipados y superficiales, que no hay demasiados matices (ni mucho menos sutilezas), pero Jurassic World, con su presupuesto de casi 200 millones de dólares y su obsesión por el entretenimiento y el impacto, cumple sobradamente con sus objetivos y probablemente con las expectativas del público. Todo está servido, entonces, para un éxito comercial a escala mundial.
Los dinosaurios están vivos Genéticamente se parece más a la original, de Spielberg. Ahora hay más dinos, violencia y sangre. No deja de resultar curioso, pero válido, que el motivo por el que en el Parque Jurásico crean genéticamente una nueva especie sea para atraer más turistas, algo directamente proporcional a que, al mismo tiempo, llevará más público cuando una nueva atracción de Jurassic World abra en los parques de Universal... Es difícil medir la escala de este tipo de película. El director Colin Trevorrow saltó de un filme mucho más pequeño (Seguridad no garantizada, un título premonitorio con la trama de Jurassic World), pero no desentona con el tamaño extra large del asunto. Aquí, como en la original, hay dos hermanitos (ahora son varones), que mientras intuyen el divorcio de sus padres están dispuestos a pasarla bárbaro en el Parque, donde la tía (Bryce Dallas Howard, hija de Ron) es la manager. Claire les consiguió pases VIP y debería acompañarlos a todos lados, pero está más preocupada porque todo funcione bien, los inversores queden conformes, la nueva criatura esté lista como gran atracción, además de correr por el parque con sus tacos aguja y mantener cierta distancia de Owen (Chris Pratt, de Guardianes de la galaxia), con el que salió, pero cuyo rol no es el de ex. Owen está para otra cosa. Es el Indiana Jones del filme. Aventurero, ex militar, sagaz, está entrenando a cuatro velocirraptores. Sí, ellos parecen obedecerle, él habría (el potencial en estas producciones es estirado hasta el límite) domesticado a los dinos. Pero, se verá, el instinto es el instinto... Por supuesto llegará el caos, la nueva bestia Indominus Rex (“híbrido genéticamente modificado”) es más inteligente que los malos que quieren utilizar a los raptores como arma militar, que el millonario dueño del parque y que unos cuántos más que serán engullidos, mordidos o aplastados. El desmadre es parecido al de las otras películas de la saga, entonces, ¿qué diferencia -si algo la diferencia-, de sus predecesoras? A decir verdad, no mucho. En cuanto a su trama, es fiel a la original: tiene sus pausas -gracias a Dios, y a Spielberg, esto no es Transformers-, y sigue el estilo del relato clásico que tan bien sabe hacer Spielberg cuando dirige. Aquí como productor, aseguran que no pisó el set, pero tampoco dejó de ver vía Internert las tomas diarias y dar indicaciones a la distancia. Y como en aquel filme de hace 22 años, los dos chicos serán acosados por la Indominus Rex (pariente del tiranosaurio de la primera). Vaya el aviso a los padres: el gore y las escenas de acción pueden aterrar a menores. Obviamente la utilización del 3D ayuda. En síntesis, la película más pochoclera de la temporada ha llegado.
Lazos familiares Raro el caso de Jurassic Park, una franquicia que parece destinada a estar integrada por una sola película que sirve como modelo a ser repetido, pero no continuado en una verdadera saga. No hay un crecimiento de los personajes a lo largo de las distintas entregas, como en Indiana Jones, sino más bien un mismo relato que se actualiza. Ni siquiera Steven Spielberg, quien supo concebir la maravilla que era el film inicial -un prodigio de entretenimiento, donde la posibilidad de descubrir adquiría características tan bellas como horrorosas-, fue capaz de hacer algo realmente progresivo e innovador con El mundo perdido, una película demasiado centrada en el personaje de Ian Malcom (Jeff Goldblum), que en Jurassic Park funcionaba adecuadamente como parte de una historia coral, pero que en esa segunda parte estaba realmente insoportable con su permanente bajada de línea pesimista. Jurassic World se hace cargo en buena medida de que Jurassic Park es un film irrepetible, y que el impacto y fascinación que había creado no puede alcanzarse nuevamente. Lo hace desde la misma premisa, con ese parque de diversiones ya totalmente instalado y controlado, y la corporación tratando de crear nuevos dinosaurios a cada rato, para así renovar el interés del público -aunque claro, el experimento con un nuevo dinosaurio termine saliendo muy, muy mal-. Es una manera apenas encubierta de admitir que el espectador de los blockbusters ya no es el mismo de los noventa, que las cosas han cambiado y que las normas están ahora pautadas por tanques ruidosos como Transformers (oh casualidad, otra franquicia con Spielberg como productor ejecutivo). Pero aunque en cierto modo la cinta de Colin Trevorrow pareciera seguir los esquemas que componen a la serie de films dirigidos por Michael Bay -esto es, filmar la misma película una y otra vez, sólo que amplificando el impacto-, también aprovecha un factor que siempre distinguió a las diversas entregas de Jurassic Park y es su lectura sobre los vínculos familiares. Es que si en Jurassic Park teníamos a Alan Grant (Sam Neill) aprendiendo a vincularse con unos niños a los que inicialmente no soporta; luego a Malcom, en El mundo perdido, buscando reconstruir su relación con su novia y su hija; y a Paul y Amanda Kirby (William H. Macy y Téa Leoni) en Jurassic Park III intentando rescatar a su hijo y de paso su matrimonio; lo que se nos presenta en Jurassic World es Claire (Bryce Dallas Howard), la jefa operativa del parque, en un curso intensivo de maternidad sustituta con sus dos sobrinos que se perdieron en el medio del caos, pero también de recomposición de lazos de pareja con Owen (Chris Pratt), un empleado del parque que tiene algo del personaje de Grant pero principalmente de Indiana Jones (por algo, según dicen, Spielberg quiere que Pratt sea el reemplazante de Harrison Ford). Había muchas cosas mágicas en Jurassic Park y una era que a pesar de que el conflicto tardaba unos cuantos minutos en estallar, la pulsión por el descubrimiento, la exploración y la anticipación por lo que venía llevaban a que desde el minuto uno el film estuviera en constante movimiento, sin parar de avanzar. Esa magia no está en Jurassic World, a pesar de que Trevorrow le ponga toda la garra para que eso suceda, con una puesta en escena fluida desde el uso del espacio y un inteligente uso del fuera de campo para crear curiosidad. El film se pone realmente en movimiento, empieza a ir bien para adelante, de la manera más spielberguiana posible, en cuanto encuentra su línea narrativa central. Eso se nota principalmente con los personajes de los niños: al comienzo interesa poco lo que les pasa con sus padres o entre ellos, pero comienza a importar sus destinos en cuanto se desata la anarquía en el parque. En consecuencia, Jurassic World es una película que crece en la medida que recurre cada vez menos a los discursos sobre los peligros de la ciencia y más a la pura aventura, a los vínculos humanos que se solidifican en el medio de la acción, al intercambio que va de lo sangriento a lo afectivo entre humanos y animales. Ahí tenemos, por ejemplo, un momento muy particular donde muere un dinosaurio que es de genuina emoción porque claro, los personajes ya se hacen cargo del mundo que habitan, de la naturaleza que los rodea, de lo que implican la vida o la muerte. En ese sentir, alejado de las reflexiones y palabras más obvias, es donde Jurassic World se consolida como noble entretenimiento y hasta crece ligeramente en el recuerdo.
Franquicia Jurásica Veintidós años luego de Jurassic World (Parque Jurásico, 1993) se estrena Jurassic World (Jurassic World, 2015), secuela que ignora el buen sentido común de los Dres. Grant, Satler y Malcolm y nos muestra por primera vez el parque de atracciones que soñó John Hammond (QEPD Richard Attenborough) en pleno funcionamiento. Si bien InGen no ha reparado en gastos, tampoco ha aprendido que la vida, eh, se abre camino. En el año en que se ha estrenado la inmejorable Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, 2015) vale preguntar: ¿es la cuarta y más reciente iteración de cierta histórica serie de películas igual de buena, incluso mejor que la primera? La respuesta, en el caso de Jurassic World (Jurassic World, 2015), es no. No posee la creatividad o el genio de la primera película, pero se ubica muy por encima de la tercera y más o menos a la altura de la segunda, que es a la que se parece más en términos de ambición (más dinosaurios, más gente, más muertes). La pauta de la película es autorreferencial y delata las propias preocupaciones de sus productores: ¿cómo seguir atrayendo a un público que se ha acostumbrado a algo tan maravilloso como los dinosaurios? Para Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), administradora de Mundo Jurásico, la respuesta es más, más, más: hacerlos más grandes, más feroces, con más dientes y más espinas. Los laboratorios de InGen le acaban de fabricar el primer híbrido genético, apodado “Indominus rex”, para contrarrestar la fluctuante concurrencia del parque (o la relevancia de Jurassic Park, para el caso). ¿Excitará a los niños? “Traumará a los padres,” le responden. Es cuestión de tiempo para que la Indominus rex, chica astuta, escape de su contenedor y aterrorice al público de Jurassic World. La trama requiere que en el ojo de la tormenta se encuentren dos niños, ambos sobrinos de Claire, y que Claire aprenda a preocuparse por ellos mientras los busca con la ayuda de Owen Grady (Chris Pratt, sin su usual carisma). Owen cría y entrena velociraptores, y eventualmente cabalga con ellos hacia la batalla contra la Indominus, lo cual no es tan exhilarante como sugieren las imágenes promocionales. La Indominus, por cierto, tampoco se encuentra a la altura de las expectativas generadas por los personajes o la propia campaña publicitaria del film. No sólo no se ve ni hace nada muy novedoso, sino que posee el peso y la presencia de una imagen computarizada. Se extrañan los efectos prácticos de Stan Winston. Dicho todo esto, la película cuenta una historia muy distinta a la típica fábula que castiga la intromisión del hombre en el orden de la naturaleza. Esta vez el eje del conflicto se centra en la humanización de los dinosaurios, y la posibilidad de una relación simbiótica entre seres humanos y lagartijas gigantes (en la medida en que sean criadas con un cariño y respeto que ningún reptil sabría identificar o reciprocar en primer lugar). El opuesto de Grady es Hoskins (Vincent D'Onofrio), quien especula con convertir a los dinosaurios en armas biológicas, una pésima idea que ubica a InGen a la altura de Weyland-Yutani o Umbrella Inc. La subtrama de InGen nunca cobra mucho sentido o importancia y terminada olvidada a un costado. Humanizar a los dinosaurios – ponerlos en un mismo nivel cognitivo que el ser humano, robarles de su atemorizante bestialidad – es un error que ya se había cometido en la tercera película y que aquí se repite para bien o mal. Para muchos será un punto de contención, sobre todo cuando los velociraptores deben elegir entre la lealtad a su amo – con quien intercambian miradas sapientes – y hacia los demás dinosaurios. Para otros todo esto será irrelevante, porque no hace más que sentar base para duelos épicos diseñados para contestar fantasías infantiles que preguntan, ¿quién ganaría, un velociraptor o un híbrido genético? Jurassic World es una película divertida acerca de dinosaurios rampantes que matan gente, cuando no entre sí. Pero no causa ni miedo ni asombro, principalmente porque los personajes jamás sienten miedo o asombro. Poseen demasiada agencia a lo largo de la película, nunca sentimos verdadero peligro. Por otra parte, la muerte de un personaje secundario en particular resulta inusual (y deliciosamente) cruel, como si el guión se desquitara con alguien a quien no se nos enseñó a odiar en primer lugar. Esa muerte va con el tono indulgente de la película, la cual busca la satisfacción rápida y no tiene el tiempo o el talento para armar una escena tan intensa y que comunique tanto peligro como la primera vez que vemos al tiranosaurio en Jurassic Park. Si esa secuencia era el corazón de la película, Jurassic World no tiene corazón, porque todo ocurre en un mismo nivel de entretenimiento raudo y olvidable. Su objetivo ya no es producir temor, maravilla, curiosidad, inquietud o inspiración. Hoy en día películas como ésta (las de Marvel, o bien cualquier cosa que dirija Michael Bay) tienen un único objetivo: causar regocijo. Causarlo rápido. Causarlo seguido. Regocijaos.
Los amantes de las grandes criaturas tenían una cuenta pendiente con el séptimo arte. Pocos films en los últimos años han puesto el CGI al servicio del relato para brindarnos un producto digno de admiración como lo fue en su momento Jurassic Park. De modo que la mera idea de una nueva entrega generaba tanta intriga como temor por un nuevo fiasco. El director Colin Trevorrow asumió la difícil tarea de ponerse al hombro el peso de uno de los films que más legendarios de los últimos años : Jurassic Park. Un universo propio con un público fiel que sabe exactamente lo que espera y tiene requerimientos muy específicos. Es así como a más de veinte años de su estreno la principal meta era rescatar el espíritu que inspirara la adaptación cinematográfica de la obra de Michael Crichton en manos de Steven Spielberg. Jurassic World recupera el espíritu lúdico que tan presente estaba en el film de Steven Spielberg . La acción nuevamente se sucede en la isla Nublar donde los avances de la ciencia han permitido la reproducción de muchísimas especies prehistóricas e incluso la domesticación de muchas de ellas a través de un proceso de adiestramiento. El encargado de llevar adelante estas tareas es Owen ( en la piel del siempre efectivo Chris Pratt) un hibrido de Han Solo con Indiana Jones que funciona en el papel de maravillas. En la vereda opuesta tendremos a Claire la pragmática encargada de llevar adelante el funcionamiento del parque, una verdadera maníaca del control y con muy poco contacto con cualquier ser vivo que la rodee. Desgraciadamente recibirá la visita de sus sobrinos quienes tratarán de pasar un fin de semana juntos ante el inminente divorcio de sus padres. Es así como todo parece estar en control hasta que una nueva especie de dinosaurio (creado en el laboratorio del parque) amenaza con destruir las instalaciones suntuosas de Jurassic World y con ello a todos sus visitantes. A partir de ese momento el film se vuelve en una incesante fuga de los protagonistas en búsqueda de la escapatoria, como así también una redención de los valores familiares al mejor estilo de la primera entrega de la saga. the-park-is-open-first-jurassic-world-trailer-is-here-still-01 Los personajes son simples y los parlamentos en algunos casos trillados, pero efectivos al momento de generar climas. Al igual que Spielberg la mirada amorosa y el anclaje empático está puesto en estas criaturas perdidas en un espacio que no le es propio, errantes y desoladas. Si ET funcionaba como la carta de amor del director a la vida extraterrestre y Jurassic Park hizo lo propio con los dinosaurios, esta nueva entrega renueva los votos de amor con esos gigantes adorables que una vez poblaron la tierra. El elenco elegido en Jurassic World también demuestra la necesidad de dar un enfoque más global a la historia y por ello tendremos a Irrfan Khan (“Life of Pi”, “Slumdog Millionaire”),Omar Sy (“The Intouchables”) y B.D. Wong (“The Normal Heart”), todos estos exponentes servirán para teñir el relato de un enfoque con menos presencia estadounidense. Esta nueva entrega de la saga promete también seguir generando polémicas con el nuevo dinosaurio que nos presenta. Enteramente diseñado en el laboratorio del complejo de Hammond Indominus Rex se muestra como el máximo estandarte de la ambición desmedida: con doce metros de alto y una apariencia similar al Tiranosaurio Rex puede correr a una velocidad de cuarenta y ocho kilometros por hora convirtiéndose en una potente amenaza en caso de ser liberado. Los dinosaurios han vuelto para quedarse, para permitirnos reflexionar sobre nuestra sociedad y su consumismo, pero por sobre todas las cosas para que disfrutemos del maravilloso espectáculo de su grandeza. Colin Trevorrow logró retomar la herencia de Spielberg y renovar el eterno idilio del público con los dinosaurios.
Con genética conocida El "Parque Jurásico" abre nuevamente veintidós años después, con la manipulación genética a flor de piel, reptiles marinos, mutantes híbridos y velociraptors cuasi domesticados, pero manteniendo la esencia de la original y demostrando porqué Spielberg asombró y cautivó a toda una generación de publico y lo seguirá haciendo con las que vendrán. Si aquella primera entrega de la franquicia, dirigida por Steven Spielberg en 1993, dejaba claro que la clonación de dinosaurios se realizó gracias a la extracción de ADN de la sangre succionada por mosquitos que han sido preservados en ámbar, y que los dinosaurios resultaban una amenaza para el hombre cuando estos estaban juntos, Jurassic World se inscribe casi como una remake de aquella, con la manipulación genética a flor de piel, una nueva generación de personajes, todo más moderno y una trama fiel a la original. Veintidós años después de los acontecimientos de Parque Jurásico -1993-, Isla Nubla tiene ahora un parque temático de dinosaurios en pleno funcionamiento y allí llegan dos hermanos para visitar a su tía, la responsable del parque, y disfrutar de la aventura, que tomara otros rumbos cuando una nueva bestia Indominus Rex -híbrido genéticamente modificado- decida abandonar el cautiverio. Con personajes simples pero efectivos, homenajes cinematográficos a otras películas -como la escena del tiburón- y plagado de guiños a la original, Jurassic World se apoya fundamentalmente en los efectos especiales como en las escenas de acción, y se mueve lo suficientemente rápido como para mantener al espectador entretenido de principio a fin. Obviamente ayudan la banda sonora que reutiliza la composición original de John Williams, y la utilización del 3D. Algunos podrán reclamarle algunas inexactitudes e incongruencias científicas, ya que estamos hablando de dinosaurios súper inteligentes modificados genéticamente, pero no es la divulgación científica el objetivo de este efectivo y pochoclero film, destinado a asombrar y entretener a una nueva generación de publico y provocar, tal vés, un poco de nostalgia en las anteriores. Un Spielberg que sigue imprimiendo su sello a nuevas generaciones, aunque aquí figure como productor y aseguren que no pisó el set pero que tampoco dejó de ver vía Internet las tomas diarias y dar indicaciones a la distancia.
A 22 años de la primera, y cuando el recuerdo de las sagas se perdieron en el tiempo y la sorpresa de la primera se diluyo, llega este film para impresionar, con Spielberg como productor ejecutivo y Colin Trevorrow como director y coguionista. En el parque temático de los dinos decae el interés, como paso con las peli, por eso inventar un nuevo monstruo con ADN de distintos animales el Indominus Rex, inteligente, rápido y asesino sin piedad. El twist es que se “humaniza” a esos animales prehistóricos, los buenos, o los que se dejan entrenar, el malísimo, y un ex malo que da sorpresa. Razonamientos infantiles que funcionan, efectos y peleas trepidantes y crueles y la diversión que continúa revitalizada.
No hay superproducción más lúcida respecto a su condición de superproducción que Jurassic World. Hay films autoconscientes y autoreferenciales, pero no se tiende a dar el caso de que uno de ellos sea uno de los tanques de Hollywood más esperados del año. A más de dos décadas de los eventos de la original –el espectador deberá decidir si se respeta la existencia de las dos continuaciones, pero pareciera que no-, el parque jurásico que se había planificado está totalmente operativo. Hay atracciones que comienzan a determinada hora, un zoológico interactivo, patios de comida, tiendas de recuerdos y absolutamente todos están atestados de visitantes. Pero en la lógica comercial, al público hay que brindarle novedades para que se mantenga el interés. No alcanza con que haya dinosaurios, el espectador necesita que estos sean cada vez más grandes, ruidosos, atemorizantes, todo lo que se le pide a una secuela. ¿Cómo se siguen los pasos de una obra maestra de Steven Spielberg? Se puede fallar al intentarlo, como en las dos continuaciones, o se puede seguir la ruta de Colin Trevorrow y hacer una suerte de reflexión sobre la industria dentro de los parámetros de una superproducción satisfactoria. La variante elegida probará ser un arma de doble filo, siendo causal de los méritos y limitaciones que definirán a esta cuarta entrega en la franquicia. El film se destaca en la construcción y funcionamiento del parque temático, con atracciones por doquier. En servicio del mercado es que se diseñó genéticamente un nuevo dinosaurio que se escapará y causará un caos general, pero previo a ello el director nos llevará en un intenso recorrido por los diferentes números que Jurassic World tiene para ofrecer. Y lo hace con inteligencia, haciéndonos parte de los visitantes, asombrándonos con lo que pone delante nuestro, pero apurado por los tiempos y la necesidad de pasar por cada una de las instalaciones destacadas –el primer vistazo al T-Rex, tapados por la audiencia, es un excelente ejemplo de cómo opera el lugar-. Más impactante, aterradora, "con más dientes" como se pide, su concepto de secuela es lógico y tiende a funcionar. El Indominus Rex genera destrozos masivos y mata a todo lo que tiene a su paso, lo que da lugar a muy buenas secuencias de acción en las que nadie está a salvo. Como fichas de dominó que caen una detrás de otra, el caos se extiende a lo largo de todo el parque y las amenazas se multiplican. En su desarrollo es coherente y orgánica, toda acción tiene su reacción. Cada una de estas escenas está muy bien orquestada, los efectos son de primera línea –otra vez se logró que todo parezca real-, tiene un nivel de humor que es saludable para restarle algo de dramatismo a la catástrofe que se vive, hace permanentes homenajes a la original y su narrativa avanza con un ritmo constante que en ningún momento baja el entusiasmo de lo que se ve. Es la definición concreta de lo que una superproducción debe ser, lo que un tanque de Hollywood tiene que llevar en su núcleo para poder andar. Y sin embargo no logra encapsular la magia de Jurassic Park y tiene un grave problema que era inesperado: sus personajes. El guión corrió por cuenta de dos duplas que conocen el paño de la ciencia ficción: Rick Jaffa y Amanda Silver, autores de Rise of the Planet of the Apes, y también el propio realizador junto a Derek Connolly, que trabajaron juntos en Safety Not Guaranteed. Todos han demostrado poder crear personajes entrañables, en argumentos que solo involucran a un número reducido de actores centrales. Jurassic World, sin embargo, tiene un amplio elenco de figuras que no termina de balancear. Chris Pratt es Owen Grady, el macho alfa sin matices, un domador de velocirraptors incapaz de equivocarse que más bien está al servicio de la neurótica científica que encarna Bryce Dallas Howard. Después están los hermanos Zach y Gray -Nick Robinson y Ty Simpkins respectivamente-, dos chicos poco desarrollados -el posible divorcio de los padres se menciona una sola vez- y por los cuales no se puede sentir real empatía, más allá de que el menor sea un fanático de los dinosaurios mucho más agradable que el mayor, que está en una edad verdaderamente odiosa y cae mal en todo momento. Menos trabajados aún están el millonario interpretado por Irrfan Khan o el supuesto villano con origen militar de Vincent D'Onofrio, mientras que uno de los más agradables resulta el perpetuo comic relief que supone Jake Johnson. Por encima de todo esto está el verdadero antagonista, el Indominus Rex, el dinosaurio genéticamente creado cuyas capacidades no se conocen y las va descubriendo conforme avanza la trama y según las necesidades de esta. Esta máquina letal es invencible, mata por deporte y claramente está bien arriba en la pirámide alimenticia, sin embargo no tiene punto de comparación con lo aterrador que resultaba el Tiranosaurio en la original, en cuyo realismo y sencillez residía su eficacia y credibilidad. Jurassic World es consciente de su condición de secuela y no aspira a concretar la tarea imposible de superar a la primera parte, de ahí a que la homenajee en forma constante. Tampoco es que trata de hacer un aporte significativo a la ecuación, dado que respeta en forma tajante los lineamientos de la primera y sigue una fórmula preestablecida en lo que se refiere a su desarrollo, personajes, amenazas y demás. Pero así como se desenvuelve en su recorrido por todas las instalaciones, en cada una de las secuencias de riesgo o en el espectacular clímax, prueba ser una continuación expansiva y lograda al clásico de 1993. Puede que no recapture la esencia ni supere a la original de Spielberg, pero sin duda es una considerable mejora respecto a las otras dos partes y revitaliza una franquicia que había perdido potencia.
JURASSIC WORLD es la cuarta entrega de la saga, en este caso ambientando la accion en el parque temático de dinosaurios, que finlamente abre las puertas al público. Es en este marco que los genétistas del lugar han creado una nueva especie de T-Rex, mas grande y peligroso que el original, una criatura que pronto se sale de control haciendo realidad la peor de las pesadillas. El paso de los años desde la última entrega, benefició a la estetica general del filme, si ya la original resultaba sorprendente, está realmente es un prodigio de los efectos, logrando combinar en las mismas escenas criaturas creadas por CGI con humanos sin que se note ningún tipo de recorte o truca. La nueva criatura el INDOMINUS REX resulta aterrador, y su sola presencia en la pantalla pondrá los pelos de punta a los espectadores mas valientes. Y es que esta nueva cinta de la serie, navega dentro del genero de horror, con momentos escalofriantes que de todas maneras, conviven con la aventura, el suspenso y por supuesto ciertas dosis de necesario humor. CHRIS PRATT se mueve como pez en el agua, transformándose en un héroe querible, simpático y humano. La fría BRYCE DALLAS HOWARD calza perfecto en el papel de manipuladora gerenta del parque y los niños... los niños, mal que nos pese, son un clásico de la serie, y cumplen con creces. Los VELOCIRAPTORS mas peligrosos que nunca, tienen su momento de gloria en la película, y serán fundamentales para el desarrollo de una trama, que increíblemente aun tiene mucho mas por dar. ¡Disfrutable de principio a fin!
El que no confía en el cine es Colin Trevorrow, director de la cuarta entrega de la franquicia Jurassic Park. Lo dice casi textualmente uno de sus personajes. Ahora en la isla Nublar funciona un parque de dinosaurios (aquel que soñó hace 22 años John Hammond) y los experimentos genéticos se intensificaron. “A la gente ya no la impresionan los dinosaurios”, dice Claire (Bryce Dallas Howard), la jefa de operaciones del parque. “Ahora quieren monstruos más grandes y más espectaculares.” Por eso crearon al Indominus Rex a partir de una mezcla de distintas clases de dinosaurios. El Indominus Rex se escapa y desatará el caos en la isla. Pero no es cierto que a la gente ya no le impresionen los dinosaurios, como tampoco es cierto que hayan sido los dinosaurios lo que le impresionó a la gente que vio Jurassic Park cuando se estrenó en 1993. Sí es cierto que esa película inspiradísima de Steven Spielberg desató la dinomanía -como la Batman de Tim Burton había desatado la batimanía cuatro años antes-, pero esas son cosas que no tienen nada que ver con el cine. De hecho, una de las mejores escenas de Jurassic Park no tiene dinosaurios: es aquella en la que un auto sin conductor persigue al Dr. Alan Grant y a Tim árbol abajo. Una idea genial, dos personajes que nos importan y un montaje preciso. Me chupan un huevo los dinosaurios. Hay otro momento de Jurassic Park que es interesante en otro sentido. Lex se refiere a un dinosaurio como un “monstruo” y el Dr. Alan Grant la corrige: “no son monstruos, son animales”. Porque Jurassic Park no era una película “de monstruos”. Jurassic World, en cambio, sí. Es una película de monstruos que incluso en gran parte de las escenas de acción pelean entre ellos y no contra un humano. Quizás lo peor de Jurassic World sea la oportunidad perdida. Es cierto que Trevorrow no es Spielberg, pero Joe Johnston tampoco y había hecho una muy digna Jurassic Park III gracias al magnetismo de Sam Neill -o quizás simplemente amamos al Dr. Alan Grant- y a unas escenas de dinosaurio-ataca-humano muy entretenidas y ocurrentes. Y Jurassic World tenía algo a su favor: la idea de una isla repleta de gente podía engendrar grandes momentos. Pero la película tiene una primera mitad con personajes muy poco interesantes (Claire es el personaje que odia a los niños pero nada que ver con el Dr. Alan Grant; ¿mencioné que amo al Dr. Alan Grant?) y una segunda que, salvo un par de momentos, no es más que un show-off de CGI. Viendo al monstruo acuático -de lo mejorcito- recordé Piraña (Alexandre Aja, 2011), una película de monstruos, con CGI, que es todo lo que esta película debería haber sido y no fue: un bloodfest autoparódico y salvaje. Si no vas a ser Spielberg, tenés que ser Piraña. Jurassic World no es ninguna de las dos cosas.
LEJOS DE LA SORPRESA, Y AUN DEL DISEÑO DEL ORIGINAL, ESTE REGRESO AL PARQUE JURÁSICO SÓLO EXPLOTA UN ANTIGUO ÉXITO Dinosaurios eran los de antes Entre las muchas películas que Hollywood rehizo una y otra vez con variaciones de la idea original, una de las más inspiradas fue la que adaptó la imaginada por el escritor Michael Crichton en 1973, "Westworld", la contundente distopia de parque temático en la que la gente podía sentirse pistoleros que mataban en tiroteos a cowboys-androides igualitos al Yul Brynner de "Siete hombres y un destino". La película tuvo una secuela, "Futureworld", series de TV vintage, e inclusive una versión a estrenarse este año. Y por supuesto, en un desvergonzado acto de autocanibalismo literario y astucia para percibir los cambiantes gustos del público, el bestseller "Jurassic Park", que tomaba la misma idea básica de un parque de diversiones que resucitaba criaturas extintas, solo que reemplazando los cowboys robóticos por dinosaurios vivientes surgidos de experimentos genéticos. Todo un hito en la evolución de los efectos digitales, los dinosaurios de aquel memorable éxito de taquilla de Steven Spielberg eran muy creibles ya que, en los planos cortos, no surgían de una computadora sino de sofisticadas marionetas creadas por el genio de los FX, Stan Winston. Luego de dos secuelas y mas de dos décadas desde el primer "Jurassic Park", Spielberg sólo produce, John Williams no está a cargo de la banda de sonido, no actúan ni Jeff Goldblum, Sam Neill ni Laura Dern (ni mucho menos el fallecido Richard Attenborough), ni hay marionetas de otro difunto, Stan Winston, ya que esta vez todo es digital. Por supuesto, aprovechando que Michael Crichton murio en 2008, Spielberg no tuvo ningun problema en titular a esta cuarta entrega de las andanzas de los velocirraptores y tiranosaurios, "Jurassic World". Crichton lo habría escrito y aun filmado mucho mejor (es una pena que grandes films de este escritor, por ejemplo "El gran robo del tren" y "Coma" sean tan subestimados). Pero justamente el asunto de que no vale la pena recordar a los auténticos monstruos prehistoricos es el quid de la cuestión en esta floja secuela en la que los velocirraptores están amaestrados, el tiranosaurio guardado en una bóveda lejos del publico, y la gran atracción pensada para volver más redituable el parque es un pseudodinosario mutante, creado genéticamente para ser mas malo que cualquier otro pariente lejano. Por supuesto, al final el publico entenderá que dinosaurios eran los de antes. Este giro argumental hace descender la idea original de Crichton a niveles sólo recordados en las ingenuas secuelas japonesas del lagarto mutante Godzilla. Ahora hay una ejecutiva, fría y cerebral, que no atiende los requerimientos románticos del entrenador jurásico hasta que aprende a matar reptiles (la pareja estelar formada por Chris Pratt y Bryce Dallas Howard no saca muchas chispas, y lamentablemente sólo esporádicos gags eficaces); dos niños ñoños que uno querria fueran los primeros en ser merendados por alguna lagartija, y por suerte un buen villano encarnado con talento y energía por Vincent D'Onofrio (sobre todo energía, dado los absurdos diálogos que logra volver minimamente convincentes). Tambien hay una larga primera mitad correcta, pero un poco aburrida y bastante mediocre a todo nivel, seguida de una segunda parte totalmente insensata, que por suerte resulta divertida. Hay ataques apocalipticos de dinosaurios descontrolados a los miles de visitantes al parque tematico, tiburones jurásicos que aparecen poco pero con mucha superaccion, e inclusive algunos chistes buenos. Pero, créase o no, tambien velocirraptores que actúan como un perrito bueno, casi con el heroísmo de Rin TinTin y la bondad de Lassie. Técnicamente hay mejores cosas para apreciar, y más allá de los efectos digitales high tech, lo mas notable es el impresionante diseño de sonido.
No se lo puede culpar a Colin Trevorrow –un director con sólo una película en su haber, “Safety Not Guaranteed” (2012), bueno ahora son dos- por querer hacer el mejor esfuerzo y tener que, lamentablemente, tratar de llenar los zapatos de un tipo como Steven Spielberg. Ojo, esto último no sería estrictamente necesario si el realizador no se empecinara todo el tiempo en recordarnos que existió “Jurassic Park” (1993), sus escenas emblemáticas y, por supuesto, sus dinosaurios. “Jurassic World - Mundo Jurásico” (2015) no oculta la referencia y el homenaje constante: lo explota. Tal vez se concentra demasiado en congraciar a la audiencia con lo conocido y se olvida de tomar vuelo propio a la hora de contar su propia historia. La sorpresa se pierde y, en definitiva, hacia el final de la película este chiste se desgasta. Cada vez que logramos engancharnos con esta nueva aventura y sus personajes, los realizadores nos tiran a la cara los vestigios del pasado. Pasaron veintidós años desde los terribles sucesos de Jurassic Park. InGen siguió adelante con lo suyo y, finalmente, logró llevar a cabo los sueños de John Hammond. La Isla Nublar (Costa Rica) es el hogar de uno de los parques temáticos más visitados del mundo y su gran particularidad es que gira en torno a una gran variedad de especies de dinosaurios (¡vivos!) que volvieron a caminar sobre la Tierra después de más de 65 millones de años desde su extinción. Para mantener el interés del público (y los números en verde), los administrativos del lugar deben asegurarse de incluir, de vez en cuando, alguna novedad “más grande, más feroz y con más dientes” que tendrá sus correspondientes patrocinadores. Bichitos productos de laboratorio y de ensaladas genéticas, cuyos resultados pueden ser impredecibles. La nueva atracción está casi lista para salir a la cancha, pero antes hay que chequear unos detallecitos. Para ello, Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), jefa de operaciones y científica corporativa, solicita la asistencia de Owen Grady (Chris Pratt), ex marine y “entrenador” de velociraptores, todo un experto en el comportamiento de los reptiles. Estas tareas de último momento mantienen ocupadísima a la tía Claire, haciéndole imposible ocuparse de sus sobrinos que llegaron solitos hasta la isla para pasar unas semanas de vacaciones. Gray y Zach son chicos simpáticos e inteligentes, pero eso no asegura de que se metan en algún que otro problema. Indominus Rex es el nombre del nuevo reptil estrella, una bestia enorme, salvaje e inteligente que esconde varios truquitos bajo las garras. La cosa es sencilla: la chica se escapa (obvio, es hembra) y empieza a descubrir cual es su lugar en la cadena alimenticia. Resulta que le gusta estar en lo alto y para ello mastica todo lo que encuentra a su paso, ya sea por apetito o pura diversión. El argumento, de ahí en más, no es complicado. Todas las fuerzas se unen para encontrarla y frenarla antes de que se desate la tragedia con los visitantes que, si bien están en la otra punta de la Isla, pueden convertirse en almuerzo en menos de los que ruge un brontosaurio (suponiendo que rujan). “Jurassic World” deja un poco de lado los dilemas éticos y morales científicos. Se supone que vienen resucitando dinosaurios desde hace una década, así que el tema de “el hombre jugando a ser Dios y metiéndose con la naturaleza” ya quedó zanjado desde hace rato. Acá entran otras cuestiones como los límites de esos experimentos o si estos bichitos son “productos” o seres vivos que deben ser tratados como tal. También hay un tercer uso, pero vamos a dejarles algo para que averigüen ustedes. Como toda película fantástica de ciencia ficción, “Jurassic World” es imponente. La llegada al parque, las vistas panorámicas y la famosa musiquita de John Williams de fondo (esta vez totalmente homenajeada por el magistral Michael Giacchino) nos invitan a sumergirnos en la aventura atravesando las mismas puertas (y esto se aclara) que cruzaran Alan Grant, Ellie Sattler e Ian Malcolm hace más de dos décadas. Ahora todo funciona al cien por ciento y los visitantes tienen mil maneras de interactuar con las “atracciones”, una gran cruza entre un zoológico abierto, Mundo Marino y Disneylandia. Hasta que la codicia del ser humano lo hecha todo a perder. Una vez más tenemos niños en peligro, pocos lugares donde esconderse y mucha sangre y tripa desparramada. Atrás quedaron las sutilezas de Spielberg y esa forma particular de presentarnos a sus criaturas. “Jurassic World” es exuberante y excesiva porque debe serlo para destacarse del resto e intentar contar algo nuevo, pero como una novia a punto de casarse, (al parecer) necesita algo viejo y algo prestado. Incluso hay algo azul en el medio. Pratt deja un poco del encanto de Star-Lord por el camino y se convierte en el macho alfa de la manada que debe salvar el día. No es tan simpático como quisiéramos y hay cero química con Howard, que ya parece estar catalogada como esa mina fría y tensa que es más robot que ser humano. Básicamente es un juego del gato y el ratón, pero con dinos y, créase o no, ellos no son lo más inverosímil del relato. El CGI está cuidado -aunque no “conmueve” como la cruza de animatronics y efectos del tío Steven-, así como el resto de la puesta en escena, pero no aporta nada nuevo a veinte años de proliferación de criaturas variadas. “Jurassic World” termina siendo una combinación de “Alerta en lo Profundo” (Deep Blue Sea, 1999), Godzilla y, por supuesto, “Jurassic Park” de la que mama directamente como si fuera su única secuela que llega para desempolvar aquello que quedó abandonado veintidós años atrás. La nostalgia, para algunos, no funcionará como tal, pero el espectador sin pretensiones y las nuevas generaciones deberían disfrutarla sin problemas como mero entretenimiento pasatista: balde de pochoclo en mano y anteojitos 3D, optativos.
"Jurassic World": la espera valió la pena El maestro de los maestros, el gran genio de Steven Spielberg le regaló al mundo la espectacular "Jurassic Park". Para que se den cuenta de lo influyente que fue esa película, tras el estreno se creó un interés mundial por los dinosaurios y los museos, y en nuestro país, por ejemplo, se multiplicó exponencialmente la cantidad de alumnos que se anotaron en la carrera de Paleontología en la Universidad de La Plata. A ese film le siguieron "El Mundo Perdido: Jurassic Park" y "Jurassic Park III", que nunca alcanzaron el status de culto ni el nivel de la primera. Durante los últimos años se vino hablando de una cuarta parte que nunca se terminaba de concretar hasta que en la Comic-Con de San Diego del año 2011 Spielberg -que acá oficia de productor ejecutivo, además de aportar con varias ideas para el filme- anunció que se estaba desarrollando y que seguramente se estrenaría en los próximos 2 o 3 años la tan ansiada secuela. Y es así que hoy estamos frente al estreno de "Jurassic World - Mundo Jurásico", un largometraje que paga con creces todo lo que nos hizo esperar. Han pasado veintidós años del fracaso del primer parque de atracciones de dinosaurios que soñara el excéntrico y millonario John Hammond (Richard Attenborough). La Isla Nublar ahora se convirtió en un complejo turístico plagado de dinosaurios (terrestres, voladores y hasta acuáticos) que funciona a pleno. Todo esto fue posible gracias a Simon Masrani (Irrfan Khan), el empresario que continuó con el legado de Hammond. El lugar es regenteado por Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), una muy eficiente, práctica y bastante fría jefa de operaciones, que recibe la difícil tarea de lidiar con la visita de sus sobrinos Gray (Ty Simpkins) y Zach (Nick Robinson). En Jurassic World también se llevan a cabo experimentos, como el de tratar de que un grupo de velociraptores siga comandos de órdenes. El encargado de esto es Owen Grady (Chris Pratt), un ex-militar y miembro del equipo del parque. Como todo gran espacio de entretenimiento, para mantener el interés del público hay que ofrecerle nuevas, mejores y más grandes atracciones. Y en Jurassic World eso significa la creación de un nuevo dinosaurio híbrido, el Indominus Rex, genéticamente modificado combinando el ADN de varias especies. Es el carnívoro más letal, sangriento, grande e inteligente del complejo y, como no podía ser de otra manera, logra escapar de su prisión. El director Colin Trevorrow es responsable de varias cosas: no incluir a ningún actor de las anteriores entregas, tomar este largometraje como una secuela directa de la primera sin tener en cuenta la segunda y tercera y, por sobre todas las cosas, rescatar el espíritu de la franquicia. Hizo todo bien. Este largometraje es dinámico, la acción es la justa y los toques de humor son efectivos y tienen el timing justo. La película además funciona como un claro homenaje a la primera, y podrán apreciar varios -muchos- guiños y referencias. El elenco principal también está a la altura de esta propuesta, con una Bryce Dallas Howard impecable. Chris Pratt demuestra con este personaje que está en su mejor momento y tiene todo lo necesario para convertirse en el nuevo Indiana Jones, si así lo deciden. El film deja la puerta abierta para una posible secuela y es muy probable que esto suceda, ya que este largometraje promete convertirse en un éxito de crítica y taquilla. Los dinosaurios han vuelto y prometen reinar nuevamente sobre la Tierra. Bienvenidos sean.
Los dinosaurios también se aggiornan El mundillo de Hollywood solía canalizar su envidia a ese Midas del cine moderno que es, fue y será Steven Spielberg asegurando que se le acabaría el hechizo cuando llegara al 13º trabajo de su trayectoria como realizador. Vaya que se equivocaron: el film hecho para cine (hubo tres previos para TV) con el que quebró esa barrera fue la adaptación de un libro de Michael Crichton que, ni lento ni perezoso, el estudio Universal había comprado antes de su publicación, llamado Jurassic Park. El resto es historia conocida: un superéxito trascendental en todo el mundo y, como si fuera poco, la primera superproducción en amalgamar seres humanos con criaturas digitales dotadas de un realismo espeluznante. Más de dos décadas después de aquel film, y con Spielberg metiendo mano aun desde su rol de productor ejecutivo, la cuarta parte de la saga vuelve a tener a los dinosaurios como protagonistas, ahora más excluyentes que nunca y aggiornados a los tiempos que corren. Esto es: más grandes, más ruidosos, más espectaculares.La sensación de Jurassic World como síntoma se vislumbra también en la reducción de los humanos a meros vehículos conectores de escenas de acción. En ese caso, son cuatro protagonistas convertidos en seres dotados de un par de rasgos básicos (dos nenes, la tía hermosa pero alienada que devendrá en heroína, el entrenador algo básico y bruto pero fachero y bonachón que está enamorado de la chica) siempre funcionales al desarrollo de aquello que, a falta de una palabra más adecuada, podría denominarse argumento. Definitivamente alejada de su vertiente más científica, la saga revisita la isla Nubar para encontrar el parque temático habitado por los reptiles vueltos de la extinción funcionando y convertido en lo más parecido a un safari africano pero con Velociraptors en lugar de leones. La necesidad de mantener bien alto el número de entradas cortadas obliga a los directivos a crear un flamante dinosaurio a través de una mutación genética de varias especies. El tema es que se les va la mano y el lagarto les sale recontraveloz, tamaño Godzilla y tanto o más pillo que ellos.¿Distopía construida sobre bases de una observación punzante del mundo real? ¿Dardo crítico a la mercantilización de la ciencia? Nada de eso: aquí, al igual que en nueve de cada diez tanques, importa menos qué decir que cómo decirlo. O, aún mejor, cómo mostrarlo. Consciente de esas condiciones, el realizador Colin Trevorrow, conocido en el ámbito indie gracias a Safety Not Guaranteed, apuesta todo a la faceta visual, construyendo y encadenando las imágenes con coherencia y sentido del espectáculo –el único que parece importar aquí–, al tiempo que clarifica cualquier atisbo de rugosidad argumental con el objetivo de amenizar una experiencia de por sí amena. Jura- ssic World es una de esas películas efímeras, con un espíritu aventurero tan creciente como vaciado de cualquier verosímil, y que apuesta a tomar al espectador por las narices y llevarlo durante dos horas a una montaña rusa. Más o menos lo mismo que propone el parque, pero de este lado de la pantalla.
El nuevo dueño del parque ahora conocido como Jurassic World y heredero del John Hammond de la primera Jurassic Park, (el único parque que como dijo Susana Jiménez propone ver dinosaurios "¡Vivos!"), explica bien al comienzo del film que el público ya está cansado de los dinosaurios y que quieren ser sorprendidos con algo más grandilocuente, peligroso y cool. Dicho que también responde a las exigencias de una audiencia que no solo conoce miles de películas con estas amenazas prehistóricas sino que también ya ha sabido consumir otras 3 partes de la saga iniciada por Steven Spielberg en 1993. El resultado de la investigación de los laboratorios de Jurassic World es un dinosaurio híbrido que no aparece en ningún libro de paleontología. Creado con información genética de varias especies, el Indominus Rex nos recuerda mucho a los tiburones de Alerta en lo profundo (Deep Blue Sea, 1999), cuyo poster promocional prometía que eran "más grandes, más inteligentes, más rápidos y más malos". El nuevo dinosaurio es todo eso y más. El fenómeno de Jurassic Park despertó en toda una generación de niños de la década del noventa un nuevo amor por los dinosaurios que pese a que el cine los había capturado con sus cámaras en varios films de ciencia ficción, nunca antes con el realismo que consiguió Spielberg (ese niño crecido que se dedica a hacer películas). Para muchos de esa generación que crecimos viendo al T-Rex devorar a todo lo que se le cruzara, la nueva entrega de la saga de los dinosaurios nos guarda algunos regalos y sorpresas encantadoras. El actor de comedia Jake Johnson (uno de los protagonistas de la serie New Girl) no solo está puesto al servicio de la comedia en todas sus intervenciones, sino que también actúa como la exteriorización del niño interior que varias generaciones llevamos dentro. Con sus muñequitos, su remera de Jurassic Park, sus acotaciones simpáticas y su indisimulable emoción cada vez que ve un dinosaurio y suena la famosa música creada por John Williams, resulta el súmmun perfecto del deleite que muchos sentíamos al ver a los depredadores más grandes de la historia en la pantalla grande. Jurassic World seguramente no esté a la altura del increíble espectáculo que ofrecía la primera entrega dirigida por Steven Spielberg, pero es sin dudas la mejor de las secuelas hasta el momento.
Se estrena la cuarta parte de la saga creada por el escritor Michael Crichton. Bajo el ala de Steven Spielberg, Colin Trevorrow regala un tributo al film de 1993 y varias emociones en Jurassic World. Hay películas que son intocables, inolvidables. Cuando parecía que ya nada podría sorprender, Steven Spielberg revivió a los dinosaurios como nunca se había hecho. Jurassic Park, fue un hito, uno de los máximos exponentes del buen cine industrial, una emocionante aventura familiar, donde queda al desnudo la inteligencia como narrador del niño prodigio que dio Hollywood. El éxito de Jurassic Park, obviamente influenció a la hora de crear una saga. En 1997, el propio Spielberg se puso detrás de las cámaras de El mundo perdido, una saga que rendía mayor tributo a King Kong que a las novelas de Crichton. Ya no importaba la genética ni los peligros que acechan cuando el hombre se cree Dios. En esta secuela vale el sálvese quién pueda, sea en una isla o en la ciudad. Un producto clase B concebida con un alto nivel de autoconciencia y humor. En varios aspectos decepcionante, pero divertida al fin. Lamentablemente la tercera parte estuvo lejos de satisfacer. Una aventura familiar que poco se relacionaba ya con las entregas anteriores. Aunque Joe Johnston no es mal realizador, en Jurassic Park 3 no había novedad, la emoción era efímera. Como si Disney se hubiese hecho cargo de la saga. Pasó con poca pena y sin gloria. Pero con Jurassic World había expectativas. Un director joven –Colin Trevorrow solo había dirigido una simpática comedia “indie” romántica con toques de ciencia ficción- un elenco completamente renovado –con Chris “Star Lord” Pratt a la cabeza, y un contexto distinto, esta cuarta entrega prometía renovar la saga. Pasaron 22 años desde el primer parque y ahora el sueño de John Hammond se convirtió en realidad. Un multimillonario hindú – Irrfan Khan- volvió a la Isla Nublar y concibió un parque de diversiones lleno de dinosaurios. Con el apoyo de InGen, la empresa genética que diseña a los animales extintos hace 65 millones de años, Jurassic World es un centro de atracciones que lleva más de 20.000 visitantes por día. Zach y Gray son hermanos y van a pasar un día en el parque, gracias al pase VIP que le otorga su tía Claire –Bryce Dallas Howard- la administradora del parque. Mezcla de Disney, Sea World y un zoológico gigante el parque debe sumar animales para generar nuevos turistas. La última atracción es el D-Rex, una nueva especie, creada a partir del ADN de los más letales dinosaurios del sitio. Sin embargo, la inteligencia y ferocidad de esta especie única, que no existió en la era Paleozoica, no solamente demuestra una vez más la ambición del hombre por creerse Dios, sino también la facilidad que tiene para perder el control. Más cercana a la filosofía de Michael Crichton que en las anteriores entregas, Jurassic World tiene una primera hora un poco lenta, donde se presenta el nuevo universo, los personajes, la relación entre ellos y numerosas subtramas, que incluyen a un capitán de la Marina –Vincent D´Onofrio- que pretende reclutar Velociraptors como armas para el ejército. Trevorrow es consciente que debe renovar para sorprender, pero también apelar a los sentimientos del espectador. En una era cinematográfica, donde la nostalgia es un negocio fructífero, Jurassic World parece un fan film. Estructuralmente remite a la primera entrega, tiene diálogos, planos calcados, citas y enormes detalles, guiños y referencias a los films dirigidos por Steven Spielberg. Y si esto es poco, empieza a preparar a Chris Pratt como un futuro Indiana Jones, copiando movimientos, e incluso emulando el humor del personaje creado por George Lucas. Los nostálgicos amarán las referencias. Si la primera parte del film resulta un poco frío, la segunda hora, es una aventura emocionante que devuelva al espectador a la década del 90. Corridas, saltos, persecuciones y peleas entre depredadores. Al film no le falta ni sobra un plano. Es demasiado calculado, y aún así funciona. Detrás de Trevorrow, Spielberg confirma su presencia. En la mirada de los personajes, están los ojos del creador. El director de Safety Not Guaranteed, asegura suficientes saltos para mantenerse atado a la butaca. La dupla Howard-Pratt lidera el film y Jake Johnson como comic relief tiene los mejores chistes para romper con la tensión. Se desaprovecha la presencia de D´Onofrio, así como de algunas subtramas que no terminan de profundizarse. La única decepción visual es el 3D, que aporta muy poco a la acción. Jurassic World es ambiciosa desde la narración y los efectos visuales. No sorprende ni tampoco tiene el corazón de la primer entrega, pero se mantiene fiel al espíritu aventurero y tiene el suficiente ingenio para atrapar al espectador en un vorágine entretenimiento. Los dinosaurios siguen dominando el cine.
Vuelven los dinosaurios, llega Jurassic World. Refrito u Homenaje? Esa es la gran pregunta que va a dividir las aguas de esta película. Jurassic World es, aunque el argumento no lo plantee así, un relanzamiento de la franquicia que se inició hace más de veinte años, y que deslumbró en las salas de cine a los espectadores de varias generaciones que se encontraron con un producto apasionado y tecnológicamente innovador. Zach y Gray son hermanos, y van a Isla Nubar como invitados de su tia Claire, la encargada de algo (vaya uno a saber que es, porque habla como científica, habla de mercadotecnia, vende franquicias, etc) en el inmenso parque temático que es Jurassic World. El parque se fundó sobre los mismos terrenos que una vez sirvieron al proyecto de Jurassic Park, pero que fueron abandonados luego de los terribles acontecimientos ocurridos en 1993. Desde que arranca la película, una tras otra, las cosas que iremos viendo, los personajes que iremos conociendo, y hasta las frases que aparecen, ya las vimos en las películas anteriores. la película copia, pero muy fríamente, casi todos los aspectos de la primer entrega, dejando justamente de lado al personaje del paleontólogo, quien nos hacía conocer a las temibles bestias desde una mirada casi romántica, de absoluta admiración. Todo ese amor, esa alma que se destilaba en Jurassic Park, acá desapareció. Lo nuevo es frío, efectista, y solo reviste para quienes pudimos acudir a las salas en 1993/1994, la nostalgia de ver reflejados todos los aspectos que nos maravillaron en ese momento. Ahora, las nuevas generaciones, aquellas que vieron a lo mejor la película original, pero que lo hicieron en TV, o acudieron al cine en su reestreno, luego de haber visto la película decenas de veces en su casa, van a salir encantadas del cine, maravilladas por lo que pudieron ver y sentir en las dos horas que dura Jurassic World. Lo que termina definiendo la calidad de la película es, en definitiva, si el espectador espera ver una reformulación de Jurassic Park o si el mero homenaje alcanza para hacer sentir satisfecho al espectador, puede ser un aburrimiento absoluto, o la mejor experiencia cinematográfica del año.
En Jurassic World: Mundo Jurásico, los dinosaurios vuelven a ser el motor de una gran película de acción y aventuras. Desde los comienzos de su carrera, Steven Spielberg entendió que el cine tenía que ser entretenimiento o no ser nada. Y así fundó, junto a su amigo George Lucas, el blockbuster (películas pochocleras) tal como lo conocemos hoy. Le hizo alineado y balanceado a un camión psicópata que se manejaba solo; luego se fue a pescar y nos trajo un escualo voraz cuyas mandíbulas masticaron el suspense patentado por Hitchcock hasta triturarlo. Después vinieron los extraterrestres y su tributo al sci-fi clase B que tanto supo ver en su infancia, seguido de la puesta en pantalla de las aventuras del arqueólogo mata-nazis y su saga; y finalmente creó a las criaturas prehistóricas de grandes ojos que van desde las más tiernas a las más agresivas: los dinosaurios. Pero Spielberg tiene también toda una carrera como productor ejecutivo y la nueva Mundo jurásico –cuarta entrega de la saga- es su último y grandioso producto. Poco más de 20 años después de la apertura del mítico parque de diversiones ubicado en la isla de Nubar, Costa Rica, Jurassic World reabre las puertas para que sus monstruos vuelvan a pisar fuerte la taquilla y el corazón del espectador nostalgioso. Esta vez redobló la apuesta. Los chicos y los grandes ya no se sorprenden con los dinosaurios, quienes pasaron a ser algo cotidiano. De lo que se trata ahora, para captar la atención y que el negocio pueda reactivarse con más fuerza, es de agrandar, multiplicar, pasar de ocho especies que había en la primera temporada, allá por el año 1992, a 14. Y la única manera de lograrlo es con intervención biotecnológica: experimentar en los laboratorios, crear una especie de dinosaurio que supere a los Velocirráptores y al temido Tiranosaurio Rex. Es así que los científicos del lugar juntan células de muchas especies para darle vida al Indominus Rex, una verdadera máquina de matar: más inteligente, más fuerte, más veloz, más ágil, más malvado. Pero la gente del parque, comandada por Claire (Bryce Dallas Howard), una especie de gerenta general, no tiene mejor idea que criarlo en soledad, aislado, lo que es un peligro tremendo, ya que si el bicho se llega a escapar no va a quedar ni una mosca. Quien se encarga de avisar que lo del Indominus Rex es un peligro alarmante es Owen (Chris Pratt), el galán del filme, un experto en seguridad y entrenador de velocirráptores. Y sí, Indominus se escapa y en su carrera asesina por devorarlo todo transforma a Mundo jurásico en una película de aventuras increíble. Hay por lo menos tres subtramas: la militar, con el grupo que quiere cazar al Indominus Rex; la amorosa, formada por los protagonistas principales (Owen y Claire); y la de los chicos con sus padres a punto de divorciarse que van a pasear por el parque jurásico. Si bien la dirigió Colin Trevorrow, en Mundo jurásico está todo el universo de Spielberg: sus tics, sus movimientos de cámara, las miradas asombradas de sus personajes. La película no da vueltas y avanza. Los dinosaurios no tardan en aparecer y cuando lo hacen son para el deleite del público. La partitura de John WiIliams (suena apenas unos minutos) eriza la piel. Y el duelo final entre Indominus y Tiranosaurio es lo mejor que le pasó al cine en los últimos años. Con cada uno de los pasos desestabilizadores de estas dos bestias, el cine vive, el cine triunfa.
Cría saurios La cuarta secuela de Jurassic Park tiene varios puntos a favor antes de entrar al cine. En primer lugar, el director Colin Trevorrow ubica al film como sucesor de la primera JP, en el sentido de que el parque temático en construcción aquí funciona y es la excusa de la narración, con lo cual el film tiene una dinámica nueva y no necesita a los tradicionales personajes. En segundo lugar, Steven Spielberg supervisó la película e introdujo interesantes ideas, como la de tiburones que sirven de menú a los dinosaurios o la de un giroscopio móvil para desplazarse por el parque, con ecos a las arcadias de la ciencia ficción de los sesenta. Pero lo más importante es que Indominus Rex, el dinosaurio genéticamente diseñado para ser superior al Tiranosaurio, es efectivamente cruel, abominable y más peligroso que el mismísimo Godzilla (al menos, el del endeble modelo 2014). El protagonista de Mundo Jurásico es Owen (Chris Pratt), una suerte de Daktari que cuida con recelo a su manada de velocirraptors y en algún momento deberá dirigirlos a la caza del Indominus, cuando este escape de su parque, sembrando caos en la isla centroamericana. Junto a Owen está Claire (Bryce Dallas Howard), una alta funcionaria del imperio Hancock (trono que abandonó Richard Attenborough por el imponderable de su muerte, el año pasado) que busca a sus sobrinos perdidos en el parque temático; frente a él está Hoskins (Vincent D’Onofrio), el típico agente calculador que quiere usar a los dinosaurios como arma de guerra y se beneficia con el desastre. Con el inevitable de una o dos escenas obvias, Mundo Jurásico está bien dirigida, remonta un cándido inicio Disney y tiene buenos diálogos, donde no faltan trazos de humor y hasta sarcasmo. En el final, una verdadera lucha de proporciones es la frutilla en la torta del blockbuster de la semana.
Chris Pratt y diez más Y llegó la cuarta de Jurassic Park, que se llama Jurassic World en obvia referencia a Disney World. Porque ahora los dinosaurios están en diferentes atracciones de un parque temático (theme park, dice con su boca de pato la hermosa pelirroja Bryce Dallas Howard en las funciones en inglés, porque hay muchas dobladas). La película es una decepción frenética y gigante, de muchos millones. No estamos ante una película mala u oprobiosa, pero sí ante un relato que exhibe con tanta claridad sus defectos que se vuelve irritante, enojoso. ¿Y el título de esta nota? Hace referencia a lo mejor de la película, Chris Pratt, sobre el que escribí acá. Pratt es el que juega a un juego superior, el que hace como si esta fuera una película de aventuras de tradición clásica, una película que puede pararse al lado de las tres primeras (dos de Spielberg himself, una de Joe Johnston; todas asombrosas). Pratt no necesita inyecciones de adrenalina falsa, confía en su star power, en su prestancia, en su capacidad de unir aventura con humor sin que se le note el esfuerzo. Es el único suelto de una película atada. Bryce Dallas Howard se impone por determinación, belleza y fotogenia a un personaje delineado de forma subnormal, pero corre con desventaja. Jurassic World quiere asombrar como sus predecesoras, pero para eso no se le ocurre mucho más que jugar con el 3D y apostar por más feroz más grande más peligroso. Como ocurre al interior del relato, en donde “hay que darle al público lo que el público quiere porque el público pide tal cosa” está tematizado. ¿Podría ser esta una película de especial cinismo, que se muerde la cola de forma autoconsciente y que envenena su planteo de forma subrepticia? No parece ser el caso, en parte por los aportes de ñoñería descomunal de la situación padres que se están separando e hijos que viajan al parque que maneja la tía, discapacitada emocional pero que en el fondo no es tal cosa porque ya sabemos que con música fuerte todos nos emocionamos. La película no es ni cínica de forma posmoderna, ni clásica, es lo que cree que le conviene ser a cada rato. Hay que vender, pongamos secuencias que sean cada vez más grandotas y que demuestren que vale la pena gastar mucho en bichos digitales. ¿Cohesión, coherencia? No. Tampoco amor por la aventura, ni capacidad de construir de forma progresiva el suspenso, la entrada a territorios inexplorados, la conexión narrativa entre una secuencia y otra. Incluso el bicho grande es presentado de forma un tanto burocrática, tanto es así que después tienen que explicar con un diálogo cómo es que sucedió tal cosa. Desde el principio, sin nada que lo justifique salvo imponer un tono de marca y de decirnos que este film de dinosaurios es de la estirpe fundada en 1993 por Spielberg, se nos atrona con el leitmotiv de John Williams. La música de esta película, sin embargo, es de Michael Giacchino, que podría ser uno de los 10 que le faltaron a Pratt para triunfar, pero no hay espacio para emocionar musicalmente cuando todo es tan chato, tan de adaptación veloz de algunos temas de Spielberg (el niño que tiene que representar la niñez está delineado de forma penosa, como de niño de manual). Por otro lado, una película que usa de forma tan bestial la música extra diegética y que es tan básica en sus emociones (salvo, claro, cuando domina el personaje de Pratt, que es el más sofisticado) no debería permitirse el chiste autoconsciente y metanarrativo del final con el personaje del nerd de los dinosaurios de juguete y la remera “de la uno”. Sí, claro que los pterodáctilos del aviario impactan, que el gigantón acuático también, que los bichos son muy realistas, que hay varios chistes con timing, pero son elementos aislados, menos conectados que las diferentes atracciones de un parque temático de los de la vida real. Por otra parte, en términos generales, ¿por qué ver una película que es un mix de lo que ya vimos pero narrado de forma peor, casi displicente? No se nos ahorra ni siquiera la idea de jugar a ser dios mediante la genética, ni el millonario con consciencia (el habitualmente engolado actor indio Irrfan Khan), ni los militares militaristas. Ni siquiera la lógica de la pelea del final es nueva. Y quizás la necesidad de una pelirroja en el reparto sea porque en la segunda estaba Julianne Moore. No es una cuarta parte, es un megamix hecho por un disc jockey desganado. Chris Pratt debería solicitar la máquina del tiempo, pero no para conocer a los dinosaurios con los que su personaje conecta sino para poder formar parte de las nobles entregas anteriores. Jurassic World es menos cine que síntoma contemporáneo de tendencias entrópicas en la narración de Hollywood o, dicho en otros términos, un revival con poco sustento y con poca nobleza.
Crítica emitida por radio.
No es fàcil tomar el legado de una de las series cinematográficas más exitosas de las últimas -ya- tres décadas y darle forma a una aventura nueva, y sin embargo este Jurassic World logra hacerlo con armas nobles. Aunque el realizador se llama Colin Trevorrow, el director aquí sigue siendo Steven Spielberg y se nota. La historia es simplemente la inflación de la primera película: por fin se ha podido construir el parque temático, su encargada (una bellísima y perfecta en timing Bryce Dallas- Howard) recibe de visita a sus dos sobrinos, dos chicos de once y diecisiete años cuyos padres se están divorciando. En el parque han creado genéticamente un nuevo dinosaurio demasiado terrible que se escapa: el encargado de encontrarlo y evitar una masacre en la zona de visitantes es un domador de dinosaurios (Chris Pratt, un poco más “duro” que en la genial Guardianes de la Galaxia). Y hay además un villano que quiere usar a los bichos como armas (el siempre perfecto Vincent D'Onofrio). Todo esto es excusa: lo que importa es que estamos dentro de la acción y somos parte de la puesta en escena, que son nuestras emociones físicas las que “llenan” a su vez de emoción la pantalla. Por otro lado, la idea de que ya no hay nada que escape a la lógica del dinero (ni la mejor ciencia) se combina perfectamente, sin alegorías, con el salvaje triunfo de estos resucitados del Jurásico. Un parque temático concentrado en pantalla.
En medio de la euforia ochentera y noventera por las secuelas/spin-off de esas películas que marcaron a una generación, llega Jurassic World continuación casi directa de la primer mítica parte que Steven Spielberg se atrevió a traer en el lejano 1993, sobre un futurista parque de diversiones donde la principal atracción eran dinosaurios. Y ahora, Jurassic World, reabre sus puertas sobre la base de ese mismo parque. Sin desmentir lo que sucedió en la trilogía original, pero reinventándose y actualizando los mecanismos, y con muchos guiños a la original, con nuevos héroes como Chris Pratt y Bryce Dallas-Howard la película se basa en la creación de una nueva especie, el Indominus Rex, que se sale de control y de la que deberán escapar usando todo su ingenio y algunos velociraptors domados. Si nos ponemos a buscar "tres pies al gato" como dicen en México, es decir, si buscamos fallas, seguramente vamos a encontrar muchísimas. Desde la genética misma de los dinosaurios hasta huecos en el guion e incluso en los efectos (hay efectos que se ven muy pobres a pesar de la evolución de la tecnología visual), pero Jurassic World logra ser lo que se propone: un homenaje que atrapa nuevas generaciones con acción, aventura y mucha adrenalina. Y es que no necesitamos plática ni mayor introducción: desde que llegamos, el parque está en funcionamiento y de inmediato llegamos al meollo del asunto. Mientras recorremos las llanuras y lugares conocidos, el filme avanza con la acción y el sentimentalismo familiar que puede o no gustar a muchos. Lo que es un hecho es que la puesta en escena resulta divertida, entretenida, nostálgica y sobre todo, muy agradable para todos aquellos que más de una vez han soñado con visitar Parque Jurásico.
Jurassic World es como un espejo. Un espejo que refleja la luminosidad cinematográfica de Jurassic Park. A veces ese reflejo devuelve una imagen casi igual, y otras veces es como esos espejos de parque de diversiones, donde la imagen se achica o se agranda. Afortunadamente, en muchas partes vemos que ese reflejo es más concentrado, más intenso que el original inclusive, y eso es una gran sorpresa. Jurassic World es un filme que tiene un objetivo claro, enfocado, firme y manifiestamente expuesto, ese objetivo es emocionar a los fans del filme original de Spielberg, y es una película indudablemente efectiva porque cumple ese fin con creces. Hay fans que dicen que sintieron como volver a la infancia o como revivir por primera vez la experiencia del primer visionado del inicio de la franquicia. Más de 20 años más tarde, con una experiencia que muchos atesoramos en el corazón, por más que veamos el primer filme nuevamente, siempre será un repaso, nunca tendrá ese nivel de excitación de la primera vez. Y ese es el mérito extraordinario que tiene Jurassic World para el Jurassic Fan, que nos hace vivir de vuelta la experiencia, justo como en el visionado original. ¿Y cómo logra esta experiencia que llega directo al corazón al fan de Jurassic Park? Con una estructura interesante, trasladada al filme con un guion sólido que parece salido de una tesis universitaria donde un fan y experto del filme de Spielberg hubiera estudiado toma a toma el filme y hubiera escrito la secuela buscando presionar correctamente los mismos botones que la original, buscar los mismos sustos, los mismos momentos de tensión. Y también hacerlo homenajeando al primer filme, pero a su vez reinventándolo, como si fuera una especie de remake actualizada. Tiene la misma estructura efectiva que la primera, pero zafa de caer en la repetición al hacer un parque completamente funcional, con un conflicto que no repite el tema del sabotaje y con una renovación visual y tecnológica que da aires de frescura y contemporaneidad. Y no solo toma de lo quedó en el filme original, sino también de lo que no quedó, haciendo notar esa investigación que parece una tesis. Si estuviera vivo Michael Crichton quizás se hubiese emocionado mucho con esta secuela, porque él al escribir el libro decidió hacer un parque que aún no estuviese terminado porque le costaba mucho pensar todos los detalles de cómo debía ser el parque; y esta visión trunca del proyecto original del libro, llega a su máxima expresión en este filme para mostrarnos el parque en toda su gloria, recuperándonos, al menos en parte, ese asombro que teníamos en 1993; esta vez no por la vista por primera vez de los dinosaurios, algo irrepetible; sino por ver culminado el parque, algo que nunca pudimos ver hasta ahora. Y esta experiencia se completa con la oportunidad de ver numerosas especies, que quedaron en los recortes de guion en la traslación a celuloide de la obra de Crichton. Además la secuela incluye inclusive el paseo en bebés triceratops por parte de niños montándolos; una secuencia que en el caso del primer filme estaba en guion, y se llegó trabajar sobre la misma, pero no se llegó a filmar ya que Spielberg consideraba que si esa escena estaba antes del ataque del T-Rex demoraba mucho el comienzo de la acción; y si estaba después, era menos creíble y frenaría la tensión. Lo que hace Colin Trevorrow en este caso es un aproximamiento gradual al conflicto, y curiosamente funciona. La audiencia de 2015 no tiene la misma paciencia de 2 décadas atrás y el director teniendo en cuenta eso logra combinar efectivamente escenas dramáticas y el conflicto principal con la presentación del parque que se mantiene y se alterna con las escenas de acción, y las primeras víctimas. Eso permite que el conflicto principal aparezca bastante rápido dentro del metraje y de lugar a un marco de tensión y suspenso que llega desde un comienzo. Sin embargo quizás ese esquema diluya el asombro, la sensación de descubrimiento y la majestuosidad del parque y sus habitantes; porque sabemos que esta atracción ya está manchada con sangre. Colin Trevorrow, el director, se nota que ha estudiado fielmente el filme original y homenajea y reinventa algunos de los trucos que sacó de la galera Spielberg en su momento, y sin llegar a tener la originalidad ni la novedad ni la importancia del primer filme, logra engancharnos mucho, recordarnos que Jurassic Park es una gran película y hacernos sentir como hace 20 años. Y lo hace jugando a ser Spielberg y saliéndose con la suya. Jurassic World es sorpresivamente un filme que es mucho más fresco de lo que esperábamos, que resucita la franquicia con gloria, espectacularidad y de forma por momentos épica. Y que da las escenas que los fans quieren, y las construye con una buena tensión, buen ritmo, buena puesta de cámara y una música muy efectiva. Obviamente al igual que las anteriores entregas, esta secuela es una mezcla de géneros y podemos encontrar partes de aventura, escenas graciosas, una subtrama romántica, y también mucha acción, pero ciertamente el género que más tiñe a todo el filme, es el género del terror. Y sin ser un filme gore, lleno de sangre, ni con torturas ni con una enorme sordidez como son muchos filmes del género, logra una tensión muy alta al final, y contiene a lo largo del metraje total, muchas partes donde a miembros de la audiencia se les escapa una expresión de ¡oh! en voz alta por alguna sorpresa, e inclusive aun cuando la estamos esperando a la sorpresa y la vemos claramente venir; eso es una clara muestra de la eficacia en la dirección, donde en algún momento incluso podemos hacer un breve salto del asiento. Es un filme que definitivamente va a asustar a los más chicos, y puede no llegar a ser recomendado para ellos. Obviamente quien va a ver un filme de este tipo no espera un filme premiado con La Palma de Oro en el Festival de Cannes, por ende debemos tomarlo como lo que es, o sea un increíble entretenimiento pasatista que es a la vez un gran ejemplo de una buena narrativa cinematográfica a la hora de generar adrenalina y emocionar, es un filme con un espíritu hitchcockiano a nivel de entretenimiento, sin la perversidad y trasfondo psicológico de los filmes del maestro, pero si con una dosis de acidez, de crítica y de cinismo inclusive, como los filmes del genial realizador británico. Y es un festival de dinosaurios, que es lo que en definitiva queremos ver. Eso no quiere decir que el filme sea absolutamente superficial ni vacío de contenido, ya que una buena parte de la trama tiene que ver con cómo las corporaciones deben generar ganancias a toda costa y como el avance de la ciencia y la tecnología está muchas veces subvencionado por razones poco altruistas o por objetivos militares inclusive, y no deja de recalcar algo que estaba presente en filmes anteriores: que es que es peligroso jugar a ser dios, y que la codicia sin límites tiene su precio; y no solo se refiere a codicia económica, sino de prestigio también. Al ser tan protagonistas los dinosaurios y al tener un elenco bastante coral con distintos protagonistas en diversas secuencias, la caracterización de los personajes se ve un poco disminuida y los mismos no nos terminan siendo tan familiares como en otros filmes, pero hay que ponerse una mano en el corazón y ser honestos, ¿vamos a ver este filme para ver caracterización de personajes? ¿O vamos a ver dinos comiéndose gente? (o al menos intentándolo). No hay, lamentablemente, un personaje tan emblemático como Ian Malcom de la primera y la segunda película, perfectamente caracterizado en toda su gloria y grandiosamente interpretado por Jeff Goldblum. Pero sí hay un reparto efectivo liderado un Chris Pratt que cada día se convierte en una mayor estrella y que exuda carisma en cada fotograma, y acompañado por el personaje interpretado por Bryce Dallas Howard, que está muy correcto y logra transmitir la dramática experiencia de la caída en desgracia del parque y sus consecuencias. En un 2015 cargado de filmes ultra taquilleros, blockbusters como se le dicen en Hollywood, esta puede ser una de las grandes experiencias dentro del género, particularmente para los amantes de los dinosaurios y especialmente para los amantes de Jurassic Park, quienes tienen frente a ellos una película absolutamente obligatoria de ver, y de ver en el cine; para relajarse y disfrutar, y luego tensionarse y disfrutar. Jurassic World no es solo un espejo que tiene un diseño con una estructura que devuelve una imagen parecida al original, sino que también es un espejo que nos trasmitirá en mayor o menor medida, según el caso, nuestro amor por los dinosaurios y por Jurassic Park. Cristian Olcina
Los dinosaurios creados genéticamente están de regreso en esta cuarta entrega de la franquicia (ignoremos la segunda y tercera) que toma lugar 22 años después del inicio de la historia desarrollada en el film de 1993 dirigido por Seteven Spielberg, basado en la novela de Michael Crichton. En esta producción dirigida por Colin Trevorrow (“Seguridad No Garantizada”), el realizador de “E.T.” aquí funge como productor ejecutivo y asesor. Tal y como lo había soñado el presidente de la corporación InGen, el Dr. John Hammond (personaje interpretado en los dos primeros films por el fallecido actor británico Richard Attenborough), la Isla Nublar, ubicada en Costa Rica, ahora cuenta con un parque temático de dinosaurios en pleno funcionamiento, “Jurassic World”, al que asisten turistas de todo el mundo. Con el número de visitantes en declive, se crea -con el fin de cumplir con un mandato corporativo- una nueva “atracción” para volver a despertar el interés de los turistas. El encargado del proceso genético de estas criaturas es una cara familiar para los espectadores, el científico Henry Wu (BD Wong retoma el papel que interpretó en la primera película). Claro que ésto resulta horriblemente contraproducente. La atracción en cuestión es una nueva clase de dinosaurio carnívoro totalmente híbrido (una mezcla de ADN del Tiranosaurio Rex con el de un Velociraptor, una serpiente y una sepia) que se llama Indominus Rex. Es extremadamente inteligente y más peligroso que mata y devora a todo lo que se mueva. No pasa mucho tiempo para que el nuevo especímen aterrorice al público del parque dirigido por Simon Masrani (Irrfan Khan) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), ya que escapa de su contenedor. Para peor, el desastre que se origina es justo el fin de semana que los dos sobrinos del personaje encarnado por la hija de Ron Howard, Gray (Ty Simpkins) y Zach (Nick Robinson), visitan Nublar. Claro, ella los tiene que cuidar pero está más preocupada por el negocio que por sus parientes. Aquí entra en acción el chico con el que tuvo una sóla cita, Owen Grady (Chris Pratt, el actor del momento), un ex-militar que -al mejor estilo “encantador de perros”- entrena velociraptors nacidos en cautiverio. Él no sólo debe enfrentarse al Indominus para rescatar a los chicos sino también a los propios intereses de Vic Hoskins (Vincent D’Onofrio), el Jefe de Seguridad de Privada que trabaja para InGen. Si bien hay guiños a la primera película, no hay dudas que ésta es una reinvención de la franquicia y es difícil innovar en pos del entretenimiento. Haciendo un paralelismo con el propio argumento del film, si bien se respetan algunos detalles, aquí se busca darle una vuelta de tuerca a la premisa de la saga (en este caso, una acorde a los tiempos biotecnológicos que vivimos, además de encarar una domesticación a los dinosarurios, aunque el instinto de estas especies es difícil de ignorar) para seguir generando películas pochocleras que formen una nueva franquicia. Por supuesto, son muy bienvenidas.
Es muy difícil separar al crítico objetivo del chico que creció con el cassette VHS color rosa de la Jurassic Park original. Aquel chico que creció sabiéndose todos los diálogos y escenas, sufrió cuando The Lost World no estuvo a la altura de las circunstancias y Jurassic Park III tan sólo fue un mero divertimento, alejada de lo que hizo tan icónica a la primera, la mejor de todas. Pero por algún lado se empieza, y el detalle es saber poner cada cosa en su lugar: Jurassic Park fue, es y será una excelente pieza de aventuras y ciencia ficción, que se ha ganado con el tiempo su lugar en el corazón de todos y cada uno de sus fanáticos. Es técnicamente improbable -e imposible ya- que algo supere la maestría de Steven Spielberg, pero las buenas intenciones y el apoyo coyuntural en la nostalgia hacen que Colin Trevorrow llegue más lejos con Jurassic World que lo que el mismo Spielberg intentó lograr al continuar la saga jurásica. Y eso es más que suficiente para evitar los baches en el camino de una entretenidísima continuación que finalmente nos muestra lo que tanto deseamos desde pequeños: un parque completamente funcional. A diferencia de la corrida adrenalínica del 2000 con el Dr. Grant y su aventura por la Isla Sorna, Jurassic World se toma su buen tiempo para introducir a los personajes y al ambiente en el que se moverán. Es virtualmente imposible no lagrimear con la conocida fanfarria al sobrevolar la isla Nublar totalmente remasterizada, ni tampoco sentirse como un nene pequeño con todas las nuevas atracciones disponibles. Es ver el sueño del Señor Hammond cumplido, con todas las familias disfrutando de todos y cada uno de los detalles. Pero ya han pasado 22 años desde el incidente del Parque Jurásico y el factor sorpresa se ha ido perdiendo. Asiéndose firmemente de un metacomentario muy interesante que refleja el espacio de atención del espectador promedio, el afán de los nuevos creadores de idear un espectáculo más vistoso tiene sus terribles dividendos con la mutación genética y su insignia, el Indominus Rex. No pasa mucho tiempo hasta que todo se sale de control y la teoría del caos que alguna vez profesó el Doctor Malcolm se pone nuevamente en manifiesto. Y ahí es donde la verdadera fiesta comienza, pero no sin antes encontrarse con algunos problemas. Habiendo padecido un desarrollo infernal hasta que vio la luz, Jurassic World se ve aquejada por una multitud de ideas que surgen de la combinación de varios guiones. La amalgama de ideas de Rick Jaffa y Amanda Silver, sumadas al nuevo libreto del director junto a su colega y colaborador Derek Connolly, logran que la historia sea un pastiche que no termina de convencer por el lado de los personajes, aquellos que vamos a ver sufrir en pantalla, ni por el lado de la trama, con un trasfondo militarizado para los dinosaurios que están siendo amaestrados, y los temas subyacentes de los valores familiares y el contraste entre personajes relajados y otros adustos y muy correctos. Trevorrow puede haber recibido el visto bueno de parte de Spielberg, pero definitivamente no es él, y se nota a la hora de producir un espectáculo de fuegos artificiales en donde los personajes deberían importar más. Una película de la serie no es nada sin un protagonista masculino, una femenina y un par de jóvenes sueltos. Es una receta infalible de la saga y acá se cumple con el ex-militar devenido en domador de velocirraptores Owen de Chris Pratt, la jefa de operaciones Claire de Bryce Dallas Howard y sus sobrinos, los hermanos Zach y Gray de Nick Robinson y Ty Simpkins. Se agradece mucho que Pratt pueda medir su nivel histriónico y no repita lo hecho en Guardians of the Galaxy, y que Dallas Howard pueda ir despegando su personaje poco a poco de la corrección con la que comienza. En un verano boreal donde la Furiosa de Charlize Theron ha dominado el protagonismo femenino, es buena señal que el resto de las féminas pueda tener algo que hacer y no parecer damiselas en peligro. Los muchachos tienen la rivalidad fraternal perfecta, pero la historia de su fracturada familia poco y nada influye frente al frenesí reptiliano que les espera en el parque. El cuarteto es el centro neurálgico de la secuela, teniendo como figura antagonista a un convincente Vincent D'Onofrio que boga por un uso militar de los dinos, el alivio cómico de Jake Johnson como un operador técnico del parque que añora los días pasados, y el regreso del Doctor Wu de B.D. Wong, única cara conocida de la saga que tiene un papel agridulce en el marco general de la película. Pero nada puede frenar el embate que surge de ver a los dinosaurios acechar poco a poco a los incautos visitantes del parque. La acción y la aventura depende del efecto dominó que se logra con las pobres decisiones surgidas de la desesperación de los personajes, ajenos a la idea de que la misma tragedia pueda volver a ocurrir. Eso, y que la amenaza del Indominus sea letal e imparable, producto de la modificación genética que sufrió al momento de su creación. Conforme cada revelación respecto de su naturaleza vaya teniendo lugar en la trama, más y más peligrosa se vuelve su existencia, y hará falta mucho para poder frenarlo, si es que eso sucede. A Jurassic World le faltan escenas tensas e icónicas como el ataque en la cocina de la primera parte o el trailer y el acantilado de la segunda, pero en general una vez que la acción toma su merecido lugar en pantalla, el desfile de efectos es abrumador, y cumple con creces lo que uno espera de la saga. Tardó en llegar, pero el resultado está a la vista: Jurassic World es una fiesta nostálgica que reposiciona a la franquicia como una comodidad por fuera de los superhéroes que pueblan las pantallas hoy en día. Superando toda expectativa, es la mejor secuela hasta el momento y disfrutable al por mayor, siempre y cuando no se espere que alcance lo inalcanzable de la primera parte.
Lucha de gigantes Jurassic Park es una de las franquicias cinematográficas más taquilleras de la industria cinematográfica. La película original de 1993 logró en los espectadores (seamos niños o adultos) que nos maravillemos con el mundo que nos presentaba y la idea de revivir a los dinosaurios, esos seres que tememos pero ninguno conoció. En 1997 tuvimos la segunda parte y en 2001 la tercera. Ambas películas bastantes olvidables, no en término de taquilla, sino de buenas historias, que teniendo en cuenta la primera parte, merecían mejor tratamiento. ¿Y que aprendieron los realizadores de esta cuarta parte a lo largo de los años? A ofrecer entretenimiento en estado puro y homenajear la idea original. Cuenta con los ingredientes necesarios para recordarnos por qué nos gustó tanto Jurassic Park. No vamos a encontrar en Jurassic World planteos complicados en la historia, sino por el contrario, inmediatamente va al problema para no desviarnos de la trama, y se ocupa de cómo sobrevivirán esos humanos (al igual que la película durante sus 124 minutos). La fotografía no defrauda, como tampoco la música de Michael Giacchino, continuando el magnífico trabajo de John Williams en las entregas anteriores. Y los efectos especiales están muy correctos: los momentos en que tenemos delante a los velociraptores son perfectos. Lo que no consigue Jurassic World es emocionarnos (salvo al principio cuando justamente escuchamos “Welcome to Jurassic World” donde Giacchino reversiona la melodía más famosa y los recuerdos nos evocan la magia desplegada por Spielberg en 1993), pero ese sueño que se nos hizo realidad al ver caminar a los dinosaurios entre los hombres por primera vez, no se ve reflejado en esta oportunidad. Ni siquiera el carácter cínico y despreocupado del nuevo protagonista masculino (Chris Pratt) nos evoca al Ian Malcolm de Jeff Goldblum. Jurassic World deja demasiados cabos sueltos y nos deja la sensación de que nada de lo que ocurre tiene demasiada trascendencia, más que pasar de una acción a otra y no permitirnos aburrir. Estamos frente a una notable secuela, pero que no debió esmerarse demasiado para lograrlo. Esperamos ver el parque abierto nuevamente, y que no tengamos que cerrarlo de un portazo.
Después de tres películas de la saga Jurassic Park, volvemos a la carga para llenar las arcas perdidas. Aparentemente los empresarios de la Compañía INGEN, convencieron a los científicos que jugaron con la genética para traer de regreso a los dinosaurios. Parece que la memoria es frágil, o que no han asimilado el aprendizaje. Están nuevamente en “Jurassic World”, abierto hace unos años al publico, en la misma isla donde transcurre la original. Ha dejado de ser la atracción que era en su apertura, y para poder recuperar el terreno perdido han diseñado genéticamente un nuevo dinosaurio, la Indominus Rex. Si algo a favor tuvo el primer filme era, en principio, la dirección de Steven Spielberg, que no es santo de mi devoción, pero reconozco que sabe contar historias desde lo audiovisual, y segundo una selección de actores que incluía a Sam Neill, Laura Dern, Jeff Goldblum, Richard Attenborough, pero lo más importante era la instalación del verosímil del relato de una perfección tal que uno terminaba diciendo: “dale, continua que te lo creo todo”. Las otras dos partes que se filmaron, repitiendo una y otra distintos personajes, se apoyaron de lleno en el potencial construido en la primera, pero en resultados estaban muy alejado de la original. “Jurassic World” llega muchos años después de la primera, ahora con un parque en total funcionamiento. Están de regreso los velocirraptores, que crearon estremecimientos en los personajes y los espectadores en el filme original y en sus secuelas. En realidad, esta producción entretiene, posiblemente más por la anuencia de los espectadores a dejarse llevar, o a divertirse a partir del catalogo de lugares comunes en los que recae la narración. Entonces, una vez presentados todos los personajes, casi incluidos los animales prehistóricos, se puede empezar a apostar quienes van a morir y, si redoblamos la apuesta, en qué orden, y si hacemos la trifecta, de qué manera muere cada uno, y si vamos por la cuadrifecta, a cuantos minutos empiezan a morir y en que orden. Les aseguro que los que estábamos cerca nos divertimos mucho, les anticipo que nadie gano, nos tendieron una trampa. Volviendo al texto, más allá de las imágenes espectaculares, podría leerse como una gran critica a la sociedad yankee, al “American way of life”, a quién se le ocurre llevar a sus hijos a un parque zoológico plagado de animales gigantes, aunque aparezcan como inofensivos por ser herbívoros ¿estará mal definirlos como vegetarianos?), pero que además se sabe hay de los otros. De que va la historia. Zach (Nick Robinson) y Gray (Ty Simpkins), un adolescente de 15 años el primero y un púber de casi 10 años el segundo, son enviados por sus padres a pasar unos días con su tía Claire (Bryce Dallas Howard), quien se desempeña como directora del parque en cuestión. Luego aparecerá el magnate inconciente, tipo John Hammond, pero más joven, el cazador furtivo, despiadado y tan corrupto como el científico a cargo del proyecto, y por fin Owen (Chris Pratt), el joven héroe que no sólo salvara a los buenos de la cinta, sino que cuando lo presentan es el hombre del momento ya que pudo adiestrar a un grupo de velocirraptores hembras, y lo aclaro porque nada tiene que ver que Owen y Claire se enamoren, eso estaba en el guión antes de ser domador de dinosaurios. Qué decir de la manufactura del producto, se nota que hay plata, los actores hacen lo que pueden con ese maniqueísmo a ultranza para la constitución y desarrollo de los personajes. El punto más flojo en esta entrega en relación a los distintos rubros es la música dentro de la banda de sonido, es tan pobre que nunca da con la cadencia de las imágenes, sólo cuando toman la compuesta por John Williams para la primera versión es acertado. Varias son las variables para entender el cine, algunos dicen que es sólo entretenimiento, que no es una vía de divulgación científica, pero bien podría ser una crítica a la manipulación genética, por momentos la hiancia que separa la creatividad de la argucia científica o la ingenuidad falaz se torna borrosa. Otra forma de leer el filme es tomar al cine como discurso político, y entender todo esto como una gran metáfora sobre la apertura política de Barak Obama con Cuba, en donde ya se pronostica la afluencia de yankees para hacer inversiones y ver los últimos dinosaurios sobre la tierra, estoy hablando de los autos viejos que circulan por las calles de La Habana y en todo el territorio cubano, ¿o ustedes. pensaban que me estaba refiriendo a seres humanos que conservan su ideología comunista? Aguante Fidel. Me parece que acabo de derrapar hacia delante, ni a diestra ni a siniestra. La escena final de las peleas entre los dinosaurios es para alquilar balcones, no sólo por lo espectacular de las imágenes. Si a lo largo de la proyección se estremeció, entonces se tranquilizará, si lo hizo reír, es la frutilla del postre.
En “Jurassic Park” (1993) Steven Spielberg jugaba su gran última carta como niño caprichoso que es (en un buen sentido) cuando una idea se le mete en la cabeza. No sólo era una gran aventura con todos, pero todos, los condimentos sumados a los guiños a su propia filmografía: despliegue visual, tensión y suspenso. Era, y es, la película de dinosaurios por excelencia, y además dueña de un gran mensaje científico-ecológico entre líneas. “Ustedes sólo se preguntaron si podían hacerlo, en lugar de si debían”, decía el personaje de Jeff Goldblum refiriéndose al peligro que conllevaba volver a la vida a seres que fueron seleccionados por la naturaleza para su extinción hace 65 millones de años. Un dardo dirigido a ese Dr. Frankenstein moderno interpretado por el creador del parque temático (Richard Attemborough). Respecto del cine espectáculo hubo un giro de 180 grados. “Jurassic Park” marca una bisagra en la historia del cine. En la secuela, el propio Steven pegaría otro golpe de timón y tiraría (casi) todo por la borda para realizar un soberbio homenaje al cine clase “B” de Roger Corman, pero con millones en el presupuesto. Todo planteo filosófico quedaba de lado para centrarse en comparar poderes y tiempos de la naturaleza. Mandó al tiranosaurio a la ciudad para reventar todo y… ¡chau pinela! ¿Qué le quedaba a una tercera parte con otro director? Más (menos) de lo mismo. Decimos menos porque nadie se preocupó demasiado por reforzar el verosímil desde el primer fotograma en adelante. ¿Y la cuarta? ¡Cuatro! Veamos. Luego de 22 años, otra entrega podía suponer más de lo mismo, es decir mucho efecto especial, muchos espejitos de colores, y poca inventiva. Por suerte, no. El casi debutante tras las cámaras Colin Trevorrow da otro timonazo cuya consecuencia es la vuelta al punto de partida en el sentido más esperanzador. En “Jurassic World” hay hasta lugar para que, por unos minutos, veamos un cálido saludo a Steven Spielberg en una escena en la que, no sólo la original y la cuarta se dan un “abrazo” simbólico, también hay homenaje velado a Indiana Jones. La estructura es muy similar a la de antaño, pero con algunas diferencias no menores. La primera, y más importante (desde la propuesta narrativa), es que finalmente el parque ya está en pleno funcionamiento con más de 20.000 visitas, que incluyen una pajarera para los pterodáctilos y un acuario para un gigante acuático que se alimenta de… tiburones (otro guiño). Nuevamente el dardo disparador de un conflicto teñido por la codicia es la manipulación genética que terminará por incluir un nuevo “personaje” en el tablero de juego. La otra (presente siempre en las previas) es la advertencia ecológica. Pero lo que más se agradece de esta producción (a partir de una aceptable solidez del guión) es el afán por jugar. El vértigo que generan las persecuciones, el juego de los camarógrafos que buscan y arriesgan, los detalles en la velocidad de las acciones, y hasta un notable manejo de los momentos de transición. Por suerte, aunque lejos de la del comienzo de la saga, el elenco cumple con solvencia. Desde la CEO interpretada por Bryce Dallas Howard, que tiene varios matices, a la empatía que genera Chris Pratt con un personaje que se banca tener que traer cierto balance entre la naturaleza y las finanzas. Es posible que la subtrama (los intereses del ejército en los animales) resulte algo descolocada, sobre todo desde el verosímil, pero al menos se resuelve con los códigos “Spielberguianos” del género. Esta cuarta parte merecería ser el cierre definitivo. Con lo que había antes mucho más no se puede hacer, y lo que (supuestamente) sigue es un futuro repetitivo. “Jurassic World” es arte y entretenimiento bien conjugado, bien realizado, para salir del cine recordando varios pasajes de puro sobresalto. Los dinosaurios se extinguieron hace millones de años y han causado admiración y temor al ser descubiertos. Algo parecido sucedió durante más de veinte años con esta saga que los revivió. Es hora de mover a nuevas ideas y dejar que se convierta en leyenda.
Jurassic Shopping Han pasado más de veinte años desde que los dinosaurios se sublevaron por primera vez, y la isla Nublar vuelve a recibir turistas convertida ahora en Jurassic World, un enorme y majestuoso parque de atracciones donde los protagonistas son los dinosaurios, y lo que mueve el negocio ya no es el interés por la paleontología, sino por el dinero. El lugar está ahora en manos de un magnate indú (Irfan Khan) y dirigido por Claire (Bryce Dallas Howard), una ejecutiva eficiente y mandona, que trabaja veinticuatro horas al día para asegurarse de que todo marche perfectamente. En busca de nuevas inversiones, el laboratorio ha creado un nuevo tipo de dinosaurio al que llamaron Indominus Rex, que será la nueva gran atracción del parque y para el cual ya han conseguido sponsor. Es entonces cuando sucede lo que todos esperamos, el nuevo dinosaurio es más fuerte e inteligente de lo que creían y logra escaparse del enorme y sofisticado espacio que lo contiene, desatando un verdadero pandemonium en el lugar. Mientras trata de mantener todo bajo control, Claire busca desesperadamente a sus sobrinos -los que han ido a pasar con ella el fin de semana y se han perdido en el parque-, para ello contará con la ayuda de Owen (Chris Pratt), un entrenador de dinosaurios, y el héroe de esta historia. Los cuatro deberán tratar de escapar a salvo de la isla, perseguidos por el malvado dinosaurio y sus secuaces. Los dinosaurios no serán los únicos malvados de esta historia, también esta Hoskins (Vincent Donofrio), un militar que quiere entrenar a los pequeños y veloces raptores como armas de guerra. Así como el parque es ahora un esplendoroso lugar, una especie de Disney prehistórico, lo mismo pasa con el filme, el parque tiene ahora patios de comidas, numerosas atracciones y tiendas de souvenirs, la película tiene más dinosaurios, muchos más efectos especiales, e innumerables escenas de acción donde aparecen en primer plano marcas como Nike o Starbucks. Así como el parque abandona su interés científico para convertirse en un centro turístico, esta secuela deja de lado la fantasía y la magia que rodeaban la primer entrega para convertirse en una secuela vacua, pero que tiene todo lo necesario para atraer al publico: corridas, salvatajes, acción, humor y romance incluido. Jurassic ha vuelto con todo, la película nos entretiene durante dos horas, con criaturas realmente asombrosas, que vuelan corren y revolean humanos, mientras los protagonistas realizan proezas de todo tipo, para llegar a un final que ya conocemos, pero que sigue funcionando.
Atrápame si puedes El desastre vuelve a ser protagonista del parque soñado por John Hammond y trae consigo al resto del elenco: los velociraptors, el Tiranosaurios Rex y los pájaros voladores. Todo más grande, más ruidoso y con muchos más dientes. También hay mucha más gente, más muertes y más espectacularidad acorde a los tiempos que corren. Hay que sorprender a los visitantes –para lo que se crea un dinosaurio alterado genéticamente– y la encargada del parque –esa barbie frígida que interpreta Bryce Dallas Howard– lo sabe. El director de Safety not Guaranteed –una película chiquita que hacía de los viajes en el tiempo su gran mcguffin para hablar de amor–, que hace su gigantosaurio debut en el mainstream, también es consciente de la necesidad de renovar para impresionarnos. Parque Jurásico fue, es y siempre será una experiencia más grande que el cine, de esas que traspasan la pantalla y que parecieran conservarse en el tiempo como aquel mosquito fosilizado que aquí reaparece. Una de las virtudes de Mundo Jurásico es que no intenta superar la maestría con la que Spielberg resucitó a los dinosaurios por primera vez. Y, en ese sentido, funciona más como una extensión del universo creado por el fundador de DreamWorks que como una mera secuela. Por eso, Trevorrow se toma su tiempo para asegurarse de estar haciéndolo bien y la primera mitad de la película baila al ritmo de los Triceratops: la presentación de los personajes es larga y de trazo grueso, casi como si fuera un peso que debe cargar para luego embestirlo con las escenas de acción posteriores. Estos grandes momentos luminosos llegan primero en pequeñas manadas aisladas para convertirse en cuestión de segundos en una estampida cinematográfica que, a partir de la segunda mitad, nos transforma en presas de la emoción que transmiten las imágenes para luego tragarnos hacia dentro de la pantalla. Trevorrow demuestra que sabe moverse en el terreno de la acción y, con la inteligencia y la rapidez de un Velociraptor, crea escenas memorables. Cómo olvidar la caza encabezada por Chris Pratt a lo Indiana Jones guiando a una manada de los veloces depredadores, la corrida final de una Bryce Dallas Howard desaliñada, sucia de pies a cabeza pero con los tacos puestos y sosteniendo una bengala mientras es perseguida por el Tiranosaurio Rex o un mano a mano entre el Tiranosaurio y la Indominus Rex, filmado como si fueran dos kaijus rompiendo todo a mordiscos y pisotones. Sí, es verdad que la película recicla una gran cantidad de elementos de sus antecesoras, pero Del Toro también lo había hecho cuando supo incorporar las tradiciones del mejor cine de aventuras (de la clase A a la Z) en Titanes del Pacífico para que volvamos a creer en el género. Bueno, Trevorrow tiene el sentido de la aventura bien aceitado. Entiende las reglas del juego y la diversión, por eso no se queda en el mero homenaje a ese universo que reaviva sino que se ubica en el punto justo entre el clasicismo y la autoconciencia, pero nunca en la canchereada, en la acción sin contenido o peor, sin emoción. Mundo Jurásico propone una experiencia similar a la que ya nos había invitado el director en su opera prima: un viaje en el tiempo con la carga emocional que supone semejante aventura; personajes a los que la nostalgia agarra desprevenidos y les hace recordar lo que es importante. Para Trevorrow lo que importa es el cine y lo defiende con uñas y dientes.
En el mundo spielbergiano suele haber conflictos entre padres e hijos, separaciones (físicas y emocionales), reencuentros, despedidas, viajes que son pretextos para la introspección, procesos de iniciación, crecimiento, maduración, todo, en general, visto desde la óptica de los niños que pasan de ser niños a ser adultos, con todo lo (bueno y lo malo) que eso conlleva. Hay quienes han sabido tomar estos temas del cine del Spielberg y hacerlos propios, como J.J. Abrams en la gran Super 8. Otros intentan emular ese espíritu, pero no logran ni el más mínimo grado de empatía. Es el caso de Jurassic World, nueva entrega de los dinosaurios dirigida por el ignoto Colin Trevorrow. El tándem protagónico está conformado por los hermanitos Zach (Nick Robinson) y Gray (Ty Simpkins), adolescente y niñato, por un lado, y los adultos Owen (Chris Pratt) y Claire (Bryce Dallas Howard), por el otro, amantes de una one-night stand que ahora se ven obligados a compartir tiempo juntos, muy a su pesar (aunque todos sabemos que ella se sigue cachondeada con él y él, como buen narcisista, solo busca corresponder al cachondeo). La cuestión es que los niñatos son los sobrinos de Claire, tía re dable pero muy seriota, demasiado comprometida con su trabajo, y con un palo bien clavado en el orto. Ella los ve cada 7 años y no se acuerda sus nombres ni sus edades. En Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977), un hombre que lleva una vida monótona con su mujer y su familia se transforma y se obsesiona a partir de un encuentro con un OVNI; en E.T. (1982), hay una madre y unos hijos que no elaboran bien la separación del padre; en Jurassic Park (1993), el personaje de Sam Neill empieza a pensarse como padre y se introduce la idea de familia a partir de su relación con los nenes; en Inteligencia Artificial (2001), vemos la lucha de un niña-androide por encajar y ser amado por una familia que perdió un hijo y no puede superarlo; en La Guerra de los Mundos (2005), las máquinas son un pretexto para que un padre separado se reencuentre con sus hijos y reconstruya su relación con ellos. En la mayoría de las películas de Spielberg, el foco está puesto en la niñez perdida, el problema de los padres que no pueden criar a sus hijos y de los hijos que no pueden lidiar con ciertas problemáticas adultas, y siempre la subtrama de ciencia ficción es el Macguffin que hace avanzar la historia hacia la resolución de la trama familiar. Jurassic World intenta reproducir esta estructura pero se queda a mitad de camino. Los conflictos familiares aparecen pero jamás se profundizan, y el maniqueísmo de los personajes no ayuda a que sintamos interés o empatía por las historias. Karen (Judy Greer), hermana de Claire y madre de los niñatos, le insiste a Claire para que pase tiempo con ellos, los cuide y los quiera, y se ahoga en un mar de llanto cada vez que ratifica que Claire siempre tiene cosas más importantes que hacer. En una de las primeras escenas, cuando Karen y Scott (-Andy Buckley- padre de los niños) dejan a los chicos en el aeropuerto, él dice: “ese fue nuestro último desayuno juntos”. Lo que suena a cierta aseveración profética (onda, el dinosaurio va a hacer cagar fuego a nuestros hijos) termina convirtiéndose en conclusión derivada de un divorcio en curso, dato que conocemos por Gray, quien le comunica la buena nueva a su hermano con sentidas lágrimas en los ojos. De ahí en adelante, el tema del divorcio no vuelve a tocarse, y lo que nos muestra Trevorrow es a dos hermanos no del todo unidos que intentan convertirse en mejores amigos, identificados a partir de las tragedias (dinosaurios, padres divorciados; oh, gran metáfora, la separación es un monstruo grande y pisa fuerte). Es que, en realidad, no nos importa lo que le pase a los hermanos, ya que ninguno de los dos despierta en nosotros la más mínima empatía. Las lágrimas de Gray se sienten fingidas, como también lo son los momentos de tímida calentura de Zach con las adolescentes hormonales que visitan el parque. No hay química entre ellos, ni como hermanos que no se llevan del todo bien, ni como compinches, compañeros de aventuras. Tal vez eso tenga que ver con que el personaje de Gray es demasiado mojigato y el de Zach, demasiado bobalicón. Lo cierto es que, en algún momento, nos empieza a chupar un huevo si los dinosaurios se los morfan. Y tampoco nos importa el duelo que están atravesando, sencillamente porque el tema queda completamente relegado, excepto en momentos donde se introduce con fórceps. De ahí que la cita a Spielberg y los asuntos familiares resulte inútil. No hay lección que aprender, proceso que atravesar o crecimiento alguno, ni por parte de los niños solos ni de la mano de los adultos que están a su cargo. En la mayoría de las películas de Steven Spielberg, el foco está puesto en la niñez perdida. Y los adultos tampoco generan empatía. Si bien Owen es carismático, está fuerte, es el encantador de dinosaurios (los otrora letales velociraptors ahora lo reconocen a él como macho alfa), vive en una choza en el medio del bosque, anda en moto, es canchero y relajado, ni la suma de todas esas cualidades alcanza para generar empatía o interés por su relación con la tía Claire (que es su opuesto absoluto). Ella, por su parte, experimenta un proceso de cambio (pasa de ser una cheta con tacos y ropa blanca a ser una cheta con tacos y un poco de barro en las tetas), producto de pasar tiempo con el copado de Owen y con sus sobrinos, a quienes terminado queriendo y abrazando como si fueran sus hijos. Ni hablar del resto de los personajes secundarios, como Hoskins (Vincent D’Onofrio), un villano malísimo que termina teniendo una muerte acorde con su maldad; Simon (Irrfan Khan, el insoportable indio grande de Life of Pi), ahora capo del parque temático, más preocupado por pilotear su helicóptero que por salvar el parque; o los dos personajes que vendrían a aportar el comic relief, Lowery (Jake Johnson) y Vivian (Lauren Lapkus), que no solo no inyectan comicidad sino que aburren y son imbéciles. Un cast maniqueo y anempático (en este sentido, todo lo contrario a las entregas anteriores). Pero al final, como es esperable, todos se reúnen, se abrazan y se quedan juntos, sin procesos, sin aprendizaje, sin transformaciones. Si Spielberg podía hacernos vivir en carne propia la separación de los padres de la mano de un niño (con todos los miedos, la inseguridad, la negación, la búsqueda de una presencia externa nueva para aferrarse a la vida, el cambio, el sufrimiento, el crecimiento y la eventual aceptación de la situación), Trevorrow nos suelta la mano, como también se la suelta a sus personajes, que parecen estereotipos berretas puestos como marionetas en una historia sobre dinosaurios que se pelean para ver quién la tiene más larga, sin dudas, lo único interesante de la película.
Puro entretenimiento que tiene como productor ejecutivo a Spielberg. Cabe recordar que “Parque Jurásico” se estrenó en 1993. Era una película de ciencia ficción estadounidense dirigida por Steven Spielberg en cooperación con un grupo de paleontología de diversos museos de Estados Unidos, India, Sudáfrica e Inglaterra. Se convirtió en una de las películas más exitosas y obtuvo importantes ingresos. Por el buen uso de los efectos digitales obtuvo tres Premios Oscar. Su realizador y su gran equipo supieron mezclar la diversión, la magia, el terror, y el suspenso. De aquella entrega ya pasaron veintidós años. El objetivo es dar inicio a una nueva trilogía con otros personajes. Ahora en la Isla Nubla funciona un parque temático cuidado por Owen (Chris Pratt), un ex-marine que es el entrenador de los Raptors. La gerente del lugar es Claire (Bryce Dallas Howard) y visitan el parque dos de sus sobrinos, Gray (Ty Simpkins) y Zach (Nick Robinson). Como es de presentir se enfrentan con el peligro y las esperanzas están puestas en Owen que los libere del lugar y conseguir otro más seguro. Se mantiene la estructura de la anterior con los problemas familiares. Hay tensión, suspenso, romanticismo, violencia, sangre e imágenes en 3D más fastuosas. Este nuevo grupo de expertos se enfrentará a estos ejemplares que desaparecieron de la tierra hace millones de años, están los Tyrannosaurus, los Velociraptores, Triceratops, Indominus Rex (es la estrella, más fuerte y enorme), muchos bebes dinosaurios y otras criaturas prehistóricas. El que ya no está es quien fue parte de este parque temático, el fallecido John Hammond (1923-2014), el dueño. El director Colin Trevorrow (“Safety Not Guaranteed”, 2012), acertó en la elección como protagonista del actor estadounidense Chris Pratt que trabajó en la película “Guardianes de la Galaxia” (2014), brilla, tiene carisma, gusta a sus fans y compone un personaje muy divertido. Se ven diversas escenas que te robaran una sonrisa y existen momentos entrañables que te van a recordar a la primera historia. Nos encontramos con un guión básico dentro del cual los diálogos resultan pobres con momentos que deberían ser dramáticos pero dan risa. Varios actores se encuentran desaprovechados como: el militar americano Hoskins (Vincent D'Onofrio) que resulta un poco ridículo, Lowery (Jake Johnson) que ofrece algunos momentos de comedia, y el Dr. Henry Wu (BD Wong, trabajo en “Parque Jurásico”, 1993) desaprovechado. Es previsible y con varias subtramas que no se resuelven y resultan innecesarias. Llena de efectos especiales y con grandes momentos espectaculares, casi todos suponemos lo que va a suceder: los protagonistas obviamente se salvan incluyendo el científico negro que también sale ileso. Bien elegida la música de Michael Giacchino ("Tomorrowland: El mundo del mañana") y majestuosa la fotografía de John Schwartzman ("El Sorprendente Hombre Araña"). Genial la batalla final. Para relajarse y disfrutar la salida con quien quieras olvidándote por dos horas de las preocupaciones. La podes ver en 3D o 2D.
Mundo Jurásico es una muy digna y eficaz segunda parte, pochoclera al máximo, que es imprescindible disfrutarla en pantalla grande. La técnica digital es muy buena logrando que estos "bichitos" parezcan reales y no se note el contraste entre humano - animal como sucede...
INVENTO PELIGROSO El horror a veces asoma por detrás del entretenimiento. Esta podía ser la moraleja de este film previsible y espectacular. Mal o bien, por debajo de sus valores como cine de acción y aventuras, esta nueva Jurassic acumula un par de ideas y bienvenidos pincelazos de humor. El libro está bien armado y los fuegos artificiales del género –efectos especiales, suspenso, ataques y salvadas sobra la hora- están resueltos con una técnica depurada que puede transformar en algo casi real y posible cualquier antojo visual. La cosa es que el viejo Parque del fantástico film de 1993, ya fue. La gente busca algo más. Los dinosaurios no despiertan la atención de antes. La gente se cansa pronto, nos dicen. No atraen ni entretiene. Como el negocio se viene abajo, la idea es lanzar al mercado nuevos dinosaurios, más peligrosos, para ver si pueden captar un público que frecuenta el riesgo. Y bueno, los científicos ponene manos a la obra y se equivocan. El bicho último modelo es un depredador inatajable. Y al final lo que estaba pensado para asustar acaba sembrando pánico y muerte. Allí empieza la cosa. El resto es la vieja lucha entre el bien y el mal. Es cierto que los dinosaurios se comen varios visitantes, pero al final, entre tanta peripecia, el reencuentro, la paz, el coraje y el amor pondrán las cosas en su lugar.
Nuevas estrellas para el mismo show El viejo Jurassic Park se convirtió en un parque temático al que acuden miles de familias, deseosas de ver a los dinosaurios en vivo y en directo. Para mantener el interés del público, a los genetistas se les ocurre crear una nueva criatura, el Indominus Rex, más feroz y peligroso que un tiranosaurio. El problema será controlarlo. De movida, “Jurassic World” apunta que si algo nos distingue como especie es nuestra capacidad de aburrirnos. Los impactos son cada vez más efímeros en una sociedad urgida por consumir y descartar. Hasta de seres tan maravillosos como los dinosaurios podemos hastiarnos, así que la solución es subir la puesta. Mezclar genes como si de una salsa se tratara para concebir un bicho más grande, más fuerte, más aterrador. Así nace el Indominus Rex, algo así como un tiranosaurio dotado de los modos, la sagacidad y la rapidez de un velocirraptor. ¿Cómo contener a semejante fuerza (¿de la naturaleza?)? La película de Colin Trevorrow, cuarta de la saga inaugurada hace 22 años por Steven Spielberg, es tan gigantesca como el Indominus Rex. Un espectáculo a la altura del parque temático instalado en la isla Nublar, la misma en la que todo se había desmadrado en el pasado. Pero hay medidas de seguridad suficientes para prevenir cualquier desastre. O al menos eso es lo que parece. “Jurassic World” es un deslumbrante show visual, un juguete caro al que Industrial, Light & Magic le puso el corazón. Los dinosaurios lucen más variados, plásticos y perfectos que en las películas previas. Y hay peleas, persecuciones y suspenso, por supuesto. Lo que le falta al filme de Trevorrow es magia. Spielberg lo hizo: aquella escena de Alan Grant y los chicos subidos a un árbol y empapados por el estornudo de un braquiosaurio valía la entrada. “Jurassic World” también tiene chicos y un héroe -Chris Pratt- convencido de que los velocirraptors pueden “domesticarse”. Pero no hay un personaje a la altura de Ian Malcolm (Jeff Goldblum), puro cinismo, inteligencia y valentía. La trama es, básicamente, la misma de las películas anteriores. Todos sabemos que, en algún momento, los dinosaurios se van a rebelar. La cuestión es cómo y dónde pondrán garras a la obra. No hacía falta tanta cháchara sobre la potencial utilización de los bichos como armas de guerra. Tampoco suman los diálogos, en algún punto absurdos. Será también porque los personajes están pintados con trazos tan gruesos que parecen de principiante. La gente muere y sufre en “Jurassic World”. Trevorrow no se priva de mostrar a los dinosaurios tragándose personas en primer plano. Hay algo de gore, sin exagerar, lo justo para que la calificación se ajuste a “para mayores de 13 años”. No es un espectáculo para chiquitos. Las pinceladas nostálgicas van de una remera comprada en e-Bay a las repetidas referencias a John Hammond, creador del mundo jurásico que, 22 años después, sigue negándose a seguir las reglas dictadas por los inquietos y bulliciosos humanos.
La bestia liberada Hay una cosa más bestial que un reptil carnívoro gigante: el capitalismo. Ése parece ser uno de los mensajes que subyace a “Jurassic World”, el regreso de la franquicia basada en conceptos del fallecido Michael Crichton. En esta entrega, como en ninguna de las anteriores, se muestra cómo la búsqueda de la rentabilidad económica es el disparador de todo lo que acontecerá: tanto las ganancias que genera el parque (aunque haya “buenas intenciones” detrás) como las de la industria armamentística. En 1993, cuando se estrenó “Jurassic Park”, la compañía Industrial Light & Magic de George Lucas le proveyó a Steven Spielberg de uno efectos especiales tan innovadores que abrió las puertas a un nuevo universo de posibilidades cinematográficas: el primero en caer fue el propio Lucas, que decidió retomar su propia franquicia de “Star Wars”. Menos de una década después, en 2001, Peter Jackson presentaba en sociedad al grupo Weta con “El Señor de los Anillos”, ahora la otra compañía más potente del rubro. Hay un correlato entre ficción y realidad: en “Jurassic World” el parque es una realidad (lo veremos en todo su esplendor), y recibe miles de visitantes, que recorren sus atracciones. Pero para que no decaiga el interés, hay que tener siempre nuevas especies: “Más grandes, más dientes” repetirán algunos por ahí. Hasta que “un estegosaurio es para los niños como un elefante del zoológico de su ciudad” y hay que inventar otra cosa... que es lo que conducirá la trama. Fuera de la pantalla, los dinosaurios ya no llaman tanto la atención por sí solos, y la tecnología que los anima es parte del cine de todos los días. Así que aquí también hay que inventar otra cosa: una historia que sin traicionar ciertos tópicos de la franquicia sostenga el relato, más allá de que el clímax llegará a puro diente, con homenajes y referencias. Renovación Vayamos un poco a la historia. Uno de los ejes está en Simon Masrani, alocado millonario indio y propietario actual del rebautizado parque (ahora es Jurassic World y no quieren saber nada con la simbología de fallidos emprendimientos anteriores), porque se siente heredero del sueño de John Hammond de mostrar “lo pequeños que somos”. Pero tiene tantas compañías que ni siquiera está al tanto que su rama de investigación militar está bastante interesada en algunos procesos que se dan en la isla Nublar. Por otro lado, tenemos la típica pareja heróico-romántica contradictoria: Claire Dearing es la encargada de dirigir el parque: una estructurada burócrata que ve todo en números y variables, soltera y alejada de su familia. Owen Grady es un veterano de la Marina cuidador de velociraptors: es instintivo, motoquero y dado a la aventura. Una tercera pata la ponen los chicos en desgracia, una constante: aquí son Gray y Zach, los sobrinos de Claire: uno es el preadolescente hiperestimulado y sabelotodo, y el otro un adolescente aburrido de todo salvo de las chicas. Un poco esquemáticos, pero eso no importará cuando las papas empiecen a quemar. Como dijimos, el emprendimiento tiene que renovarse para atraer visitantes e inversores (“¿por qué las empresas no le ponen el nombre a las nuevas especies?”, preguntará el controlador Lowery). Entonces, el equipo liderado por el doctor Henry Wu no tuvo mejor idea que inventarse una especie nueva a partir de genomas surtidos, lo que le da a la criatura más propiedades ocultas que el aloe vera. La bautizan Indominus Rex (“suena poderoso y fácil de pronunciar”) y después se avivan de que es un peligro mortal. Ahí empieza el crescendo de peligros y enfrentamientos, hasta el final a toda orquesta donde será la naturaleza más brutal la que enfrente a la aberración creada por el hombre (lo anormal ya no son los dinosaurios vivos, sino lo que se alejó de aquello que la naturaleza creó como dinosaurios). Entremedio, para meterle picante, el armamentista Vic Hoskins tratará de testear a los raptors... pero para saber más de ello vaya y mire la película. Apuesta La puesta visual está, como era de esperar, a la altura de entregas anteriores y arriesgando un poquito más: a los desarrolladores CGI también les piden “más grandes, más dientes”. Y de a muchos: el ataque de los pterosaurios es de alto impacto; y marca otra clave de esta cinta: por momentos, el relato toma la dinámica del cine catástrofe. Acá el buen Steven funge como productor ejecutivo, delegando la dirección en Colin Trevorrow, sobre historia de Rick Jaffa y Amanda Silver (Derek Connolly y Trevorrow se suman para el screenplay). Ellos escalonaron la historia en tres partes: la “todo bien” que dura poquito, la “todo mal”, la cacería en doble sentido, y la “se pudrió todo” que marca el clímax, con las uñas de los espectadores en los apoyabrazos. Otro de los puntos que robustecen al cuento es la buena química entre el ascendente Chris Pratt y la consolidada Bryce Dallas Howard: ellos pueden meterle humor y tensión sexual a los momentos más dramáticos. Irrfan Khan fogonea a un Masrani bien “pelotazo”, pero tampoco inverosímil (los que vieron “Foxcatcher” saben cuán bizarros pueden ser los ricos). Ty Simpkins (Gray) y Nick Robinson (Zach) tienen que lidiar con personajes esquemáticos al principio, pero después deben sobrevivir y le ponen entusiasmo. A Vincent D’Onofrio le queda holgado su Hoskins, mientras que BD Wong pilotea a su doctor Wu. De yapa, algunos momentos de Jake Johnson (Lowery) junto a Lauren Lapkus (Vivian) y una aparición de Jimmy Fallon. El final es, otra vez, abierto: las bestias del pasado caminan la tierra nuevamente, y prometen más aventuras.
Mucho más grande, pero menos original La cuarta parte de la saga de Jurassic Park se vale de la alta tecnología para atraer a los fans y a los curiosos. Jurassic World es la cuarta película de la franquicia de Jurassic Park, dirigida por Colin Trevorrow y producida por Patrick Crowley, Frank Marshall y Steven Spielberg, el creador de esta saga que, en 1993, rompió con los cánones de los efectos especiales e inauguró una nueva era para el cine-espectáculo. Cuenta la leyenda que el guión de Jurassic World comenzó a ser escrito en 2004, tres años después del estreno de la tercera cinta de la serie; que lo aquejó la huelga de guionistas de 2007, y que el propio director se encargó de ayudar a completarlo hace un par de años. Ambicioso, cómo veintidós años después del desastre que motivó la clausura del Parque Jurásico, en la isla Nublar se abre un nuevo atractivo turístico, más grande e impactante que el anterior, otra mega apuesta que pretende repetir el suceso de su predecesora. A este parque, mucho más grande e imponente que el anterior, un grupo de visitantes, más allá de la fascinación, conocerá el terror cuando se enfrente a un dinosaurio gigante, genéticamente modificado, tan inteligente que se ha vuelto casi humano: es capaz de matar por placer. Claro que siempre hay un héroe, para el caso Owen (Chris Pratt) mucho más avispado que el dinosaurio; además de investigadores al mando de una jefa ambiciosa y muy bella (Bryce Dallas Howard), que en el momento adecuado se sacará el uniforme y lucirá una musculosa ajustada. Más de lo mismo Mismos elementos de base, nuevas ideas para plasmar en efectos, Jurassic World no cambia la historia del cine como lo hizo su ancestro de los ’90. En todo caso, es más de lo mismo, una continuidad destinada a los fanáticos del tema y el género, que aprovecha muy bien los beneficios de las nuevas tecnologías, siempre y cuando se cuide de los deslices en sus artificios.
MÁS DIENTES, MENOS HAMBRE En todos los formatos (2D, 3D, IMAX) y en todas partes, Jurassic World rompe récords. Sumó doscientos millones de dólares en un fin de semana solo en Estados Unidos y otros trescientos en el resto del mundo. La vuelta a la isla Nublar (las partes dos y tres de saga jurásica se desarrollaron en una isla vecina llamada Sorna) y la reapertura del parque son apenas el primer paso de este reboot que promete convertirse en trilogía. A pesar de su éxito masivo, y aunque Steven Spielberg sea su productor ejecutivo, la segunda película de Colin Trevorrow (Safety Not Guaranteed) pierde por partida doble: primero cuando se la compara con la original (que, está bien, es insuperable) y después cuando se la mide con otros relanzamientos de sagas exitosas como Mad Max: Fury Road. Y es que allí donde George Miller innova, Trevorrow copia… y no es que Jurassic World sea mala sino que padece las limitaciones de un director que se esconde en la fórmula. Veintidós años después del cierre del parque que creó John Hammond, los dinosaurios comunes y silvestres aburren. El público demanda más y la ciencia, sierva de ese único amo al que llamamos mercado, entrega el último avance de la genética: el Indominus Rex, un pastiche con ventajas adaptativas de numerosas especies, serios problemas de socialización, una inteligencia muy desarrollada y un particular gusto por la crueldad. El primer dinosaurio psicópata de la historia. Al pueril debate sobre la manipulación cromosómica se le añadirá un refrito del conflicto que se planteaba entre los ambientalistas y los cazadores de Jurassic Park: The Lost World, pues el ejército, comandado por Vincent D’Onofrio, intentará servirse de las técnicas de crianza de ese Father of Raptors que es Chris Pratt para convertir a los dinosaurios en armas de guerra. Sin Sam Neill, Laura Dern ni Jeff Goldblum, Jurassic World no ofrece demasiado en términos actorales. Pratt y Bryce Dallas Howard (¿le darán otro papel que no sea el de mujer fría alguna vez?) hacen lo justo cada uno por su lado pero juntos tienen menos química que William Macy y Téa Leoni en Jurassic Park III, y eso que interpretaban a una pareja ya divorciada. Es cierto que el clásico tema de John Williams sumado al aporte de Michael Giacchino sigue siendo efectivo y que Dallas Howard tiene su momento Ian Malcolm bengala en mano, pero el enfrentamiento final entre las bestias de ayer y hoy parece ir de la mano con las palabras de Sidney Prescott en Scream 4, película ejemplar a la hora de pensarse a sí misma y a toda su saga: you don’t fuck with the original. Jurassic World apela a la nostalgia y se queda en el puro homenaje. No sabe cómo exceder su dimensión de producto. La nueva generación demanda explícitamente más dientes pero el Indominus no tiene hambre (de cine)… solo le gusta morder.//?z
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Pasaron 22 años desde que, repentinamente, todos nos convirtiéramos en expertos paleontólogos y saliéramos a comprar el número especial de "Conozca Más" que hablaba todo sobre dinosaurios. Pero... ¿seguimos tan interesados en estos bichitos, o ya perdieron la magia? Uno no tiene más que entrecerrar un poco los ojos, agudizar un poco la mirada, para darse cuenta que Jurassic World tranquilamente podría estar hablando de la actualidad de Hollywood y esa necesidad imperiosa por mantener siempre vigente las grandes franquicias cinematográficas (incluyendo la propia Jurassic Park): el estancamiento es la muerte, y constantemente hay que llevarle al público algo nuevo, más grande y más ruidoso, que parezca ser original, pero que, adentro, en su construcción, no sea más que un rejunte de cosas ya vistas. Correcta o no dicha lectura -algo cínica, quizá-, sin dudas esta nueva entrega es la que mejor supo mantener y revivir ese espíritu de la original de Spielberg, tomando incluso por momentos una estructura bastante similar: Claire (Bryce Dallas Howard), una suerte de Manager Administrativa a cargo de todo el manejo del parque, recibe a dos niños de su familia, en esta oportunidad sus sobrinos Gray (Ty Simpkins) y Zach (Nick Robinson)... porque siempre tiene que haber uno o dos nenes en la saga, junto a un adulto que al principio los ignore pero luego aprenda a quererlos. Cuando inevitablemente surge una falla en la seguridad de las instalaciones y la situación se sale totalmente de control, Claire recurre a un experto en el tema; en este caso, no un paleontólogo, sino un ex-militar devenido en entrenador de velociraptores, Owen Grady (Chris Pratt), es el elegido para rescatar a sus seres queridos. Mientras tanto, hay algún codicioso tras bambalinas tratando de sacarle algo de provecho al caos generado... Si lo leen así, tranquilamente podrían confundirla con la sinopsis del film del '93. Pero nop, es la nueva. Con ciertas actualizaciones, claro. Pero no tengan dudas: este Mundo Jurásico es aquel Parque Jurásico elevado al cubo. Simon Masrani (Irrfan Khan, de Life of Pi) es el empresario hindú sucesor ideológico del fallecido y visionario John Hammond, y dueño de tanta empresas que ni él sabe bien lo que tiene. Pero hay que reconocerle que fue lo suficientemente inteligente para llevar a cabo el sueño que el nono jamás pudo realizar del todo: crear un parque de atracciones enteramente funcional, con hoteles, restaurants, Starbucks, acuario, aviario, monorrieles, tiendas de souvenirs y todo lo que un símil Disney World debe tener. El parque por supuesto es un éxito, recibiendo a más de 20.000 turistas por día. Este es el primer punto destacable de la película: las imágenes del parque funcionando a pleno, con miles de familias caminando y sacándose fotos y comiendo, tribunas repletas de gente que descienden para continuar con el show a nivel submarino, sectores para que los niños alimenten a pequeños brontosaurios o jueguen montándose en el lomo de bebés triceratops (en una especie de Temaikén jurásico que resulta de lo más tierno). Es todo lo que siempre nos contaron para jamás nos habían mostrado hasta ahora, es por fin ver realizadas aquellas grandes ideas con las que nos maravillaron hace dos décadas. Pero... el público siempre pide más y mejor, pudiendo aburrirse hasta del mejor producto después de un tiempo. Y no hay nada peor que un público insatisfecho. Es por eso que Masrani, como principal inversor, ordena crear un producto novedoso y original, o sea un nuevo dinosaurio: el Indominus Rex. A cargo del Dr. Henry Wu (BD Wong, el único actor repitiendo su papel de Jurassic Park), este nuevo bicho tiene material genético de diversas especies y animales, lo cual lo convierte en algo complicado para controlar. Bah... "controlar". No se puede controlar algo así, y el Indominus se escapa de su muro de contención al rato de ser presentado. Y ahí empieza todo el despiplume que ya conocemos... Por el lado de las actuaciones, ya no se puede negar que el ex-gordito Chris Pratt (entre Guardians of the Galaxy y ésta) se convirtió en un nuevo héroe de acción. Pero en uno "modelo ochentoso", como lo fue Bruce Willis o Harrison Ford, que no tenían un físico privilegiado (aunque evidentemente Pratt le está dando duro al Megatlon) ni eran expertos en todas las artes marciales existentes, pero lo compensaban con cierta astucia y cierta cuota de picardía en la mirada, siempre con una sonrisita medio socarrona y algún comentario ácido. Llámenme hereje pero, sin saber en qué desembocarán esos rumores que lo relacionaban con el rol a futuro... sinceramente creo que Pratt tiene el carisma suficiente para ser un gran nuevo Indiana Jones. Por su parte, Bryce Dallas Howard me sorprendió un poco en su papel de Claire. Fui pensando que sería la típica minita que no sabe que hacer y enseguida se ve desbordada por cualquier situación, gritando histérica por cualquier boludez y tropezándose cada vez que tiene que escapar corriendo. Pero... he aquí que no es el caso (hay cierto guiño al respecto de este preconcepto sobre los personajes femeninos cuando, la primera vez que deben huir, Owen extiende su mano para ayudarla y ella pasa corriendo ignorándolo por completo). No llega a los altísimos niveles establecidos hace dos meses por Imperator Furiosa en Mad Max: Fury Road, pero la verdad es que Claire se defiende bastannnnte bien a lo largo del film, llegando incluso a sacarle las papas del fuego a su compañero masculino en un par de situaciones. Al igual que las entregas previas, Jurassic World no tiene un claro villano, bien definido. Podríamos decir que el verdadero villano es... ¿la ambición humana? ¿La idea errónea de que podemos jugar a ser Dios, intentando crear y dominar algo que no nos corresponde? Son ideas y conceptos que ya vimos en las tres anteriores y que, a decir verdad, nunca fueron profundizadas del todo: son presentadas tangencialmente y... "bueno, listo, pasemos a las persecuciones". Lo cual está perfecto: Michael Crichton (autor del libro original) y Spielberg jamás tuvieron la intención de hacer una reflexión profunda sobre el manejo de la ciencia y blablabla. Esto es entretenimiento, lisa y llanamente; que las reflexiones las hagan otros. Volviendo a lo del villano, lo más cercano que tenemos esta vez es Hoskins (Vincent D'Onofrio, el Kingpin de Daredevil), un jefe de seguridad de InGen que ve, en medio de todo el bolonqui, una excelente oportunidad para demostrar que los velociraptores entrenados por Owen pueden ser utilizados como armas vivientes en el campo de batalla. En definitiva, el gordo no corta ni pincha. Los efectos visuales por supuesto son los mejores vistos hasta ahora en la saga (piensen que Jurassic Park III es del 2001), con dinosaurios imponentes (como el marino Mosasaurus) y veloces, que se mezclan a la perfección con los actores humanos. Y aún así, muy pocas veces te sorprenden, luego de 3 películas donde ya vimos docenas de dinosaurios: ya no está ese "¡Uuuuuh!" de antes... pero supongo que es lógico. En cuanto al 3D, está muy bien implementado, con numerosas escenas donde el efecto te mete de lleno en la acción. Hay que reconocer que, tras varios años de fallidos intentos (la película viene gestándose desde el 2004), Universal Pictures y Spielberg se la recontra jugaron con la elección del director, Colin Trevorrow. "¿Quién?" te estarás preguntando, a lo que yo respondería "Exacto". Trevorrow cuenta con un solo largometraje independiente en su c.v., Safety Not Guaranteed, y de ahí recibió las llaves del parque. Pero el director sale bastante bien parado de todo esto, sabiendo referenciar y hasta por momentos homenajear la creación de Spielberg (la aparición del hall principal, la estatua de Hammond, algunos cameos de dinosaurios, algunos planos icónicos), mezclando escenas de acción bien construidas (el ataque de los pterodáctilos es increíble) con algo de humor familiar (sin llegar a pasarse de la raya y ser pavote); hay una escena en particular, que se da entre los personajes secundarios de Jake Johnson (New Girl) y Lauren Lapkus (Orange is the New Black), que surge de la nada y rompe con cierto cliché del género, en la que toda la sala estalló en carcajada. Por supuesto que también es inevitable -y hasta obligatorio diría- jugar un poquito con cierto factor nostálgico: alguna remera "comprada en eBay" con el logo de Jurassic Park por aquí, un poquito de la clásica melodía creada por John Williams por allá... todo suma a crear una sensación de "Che, ahora me acuerdo por qué me gustaba tanto esto... que bueno que volvió". Y que no les quepa la menor duda: Jurassic Park volvió. Luego del cafecito de la mañana, se supieron las cifras oficiales del fin de semana de estreno (tengan en cuenta que en USA los estrenos son los Viernes): Jurassic World es la película más taquillera de la historia. Tomen nota: 208.8 millones de dólares sólo en USA (contra los 207.4 de la primera Avengers, quien hasta ahora ocupaba el primer lugar) + 315.3 millones en la taquilla internacional, contra los 314 de Harry Potter and the Deathly Hallows: part 2. De esta manera, se convirtió en la primera película de la historia en superar los 500 millones de recaudación el primer fin de semana. "¿Es para tanto? ¿Está tan buena como para ser la peli más taquillera de la historia?". Seguramente NO. Pero esto no hace más que ratificar que, eso que hablábamos al principio, sobre ofrecerle al público "algo más grande y más ruidoso", evidentemente funciona en Hollywood. Y por lo visto, acá funcionó mejor que nunca. Dicho de otra manera: vayan preparándose, porque se vienen las nuevas secuelas... VEREDICTO: 8.5 - QUE MARAVILLOSO MUNDO Ya es imposible que los dinosaurios vuelvan a dejarnos boquiabiertos como cuando vimos a ese brontosaurio rumiando por primera vez, hace 22 años. Aún así, Jurassic World es una totalmente digna secuela, y muy posiblemente la mejor entrega de la franquicia luego de la Jurassic Park original. Entretenida y pochoclera de punta a punta, es una de las películas obligatorias a ver este año.
Dinomanía Tarea complicada tuvo el director Colin Trevorrow al momento de rodar y tratar luego de conquistar a los espectadores. Esto es por todo lo que implica la realización de una película como Jurassic World, teniendo en cuenta lo que significó para la gente (e incluso en la historia del cine) principalmente aquella primera obra (la mejor de la franquicia) llevada a cabo por Steven Spielberg en los noventa. Tras dos décadas de lo acontecido en Jurassic Park, la Isla Nublar ha sido transformada en un parque temático con versiones supuestamente domesticadas de los dinosaurios más populares. Cada jornada completa las personas acuden de manera masiva, en familia, disfrutando del entretenimiento que se desprende del lugar. El punto de inflexión se da a partir del caos que comienza a cosechar un nuevo dinosaurio de especie desconocida, más inteligente e imprevisible de lo que cualquiera se pueda imaginar. Jurassic World inicia muy mansamente, casi de forma inocente, naif, adentrándonos en la presentación de lo que será el viaje del pequeño Gray y de su hermano hacia el mencionado parque, el cual es regentado por su tía (Bryce Dallas Howard, de buena labor). Conforme los minutos avanzan la narración se va haciendo más amena, cálida y meramente entretenida. El ritmo con el que se abordan las situaciones no decae prácticamente en ningún momento, ganando puntos por su carácter ágil y trepidante. La tensión llega a su pico máximo desde la mitad del desarrollo hasta incluso unos minutos antes del desenlace. En aquellas secuencias el grado de nervio vibra y enlaza al observador. Más adelante, si bien la rigidez intenta conservarse latente por los acontecimientos que se sortean, lo predecible le tuerce la mano, consiguiendo opacar un poco la capacidad propia del relato para conquistar. La cinta de Colin Trevorrow pone siempre como prioridad y por sobre todas las cosas el entretenimiento y no lo negocia por nada, a pesar de algunos muy breves y forzados pasajes que en su afán por apelar a la emotividad familiar, entre los hermanos Zach y Gray, acaban resultando fallidos. La aventura no sólo se limita a la adrenalina sino que además se anima a invitarnos a la reflexión sobre algunas cuantas cuestiones vinculadas a las formas elegidas por el ser humano para obtener réditos. Por si fuera poco, la nostalgia y la admiración tienen también su espacio primordialmente para los fanáticos de los dinosaurios: los Stegosaurus, Ankylosaurus y Triceratops (por nombrar unos pocos) están a la orden del día, al igual que el Tyrannosaurus rex y los Velociraptor (nuevamente con mucha participación y con guiños a la primera película por el parecido de sus apariciones en determinadas escenas). Vale destacar la presencia de Chris Pratt, quien lleva a cabo una sólida, seria y carismática interpretación. Del flanco de los villanos (por decirlo de algún modo), cumple con creces Vincent D’Onofrio, como de costumbre, en un rol que gusta e inclusive divierte. No sucede lo mismo con los jovencitos Ty Simpkins y Nick Robinson, quienes probablemente sean los personajes con menor carisma y nivel de empatía del film. Jurassic World redondea una más que favorable performance. Posee acción, vértigo y entusiasmo. Trevorrow sabe cómo y con qué entretener, volcándolo con eficiencia a la gran pantalla. Puede que a la proyección le falten unas dosis más fuertes de salvajismo, pero con lo que entrega alcanza y convence. LO MEJOR: el entretenimiento, el ritmo, los dinosaurios (principalmente los Velociraptor). Chris Pratt y Vincent D’Onofrio. LO PEOR: muy previsible. Algunas situaciones resueltas de modo inverosímil. PUNTAJE: 7,6
Hace unas semanas fui a las Cataratas del Iguazú por primera vez en mi vida. En medio de los recorridos por el parque que la rodea, una y otra vez enormes carteles advertían a los visitantes sobre el riesgo de comer en lugares abiertos –especialmente en el patio de comidas– por el cada vez más “agresivo” comportamiento de los coatíes, estos pequeños mamíferos que devoran todo lo que encuentran a su paso. El riesgo no solo incluye que se lleven tu comida –de la mano, de la boca, del bolso, de donde sea– sino que puedan provocar algún tipo de corte o daño físico. Lo más extraño del asunto –según cuentan todos los que trabajan allí– es que su comportamiento fue modificándose en los últimos años, ya que se han ido adaptado a lo que come y toma la gente, en donde y a qué horas lo hacen, y no sólo comen y beben cosas impensadas (comen lo que sea, en pocas palabras), sino que desarrollaron la capacidad para abrir cierres de bolsos, destapar botellas de Coca-Cola y seguir a las personas que andan comiendo por el parque o dejando cosas tiradas por ahí. A tanto ha llegado la preocupación que los tachos de basura allí tienen un complicado cierre (una pesada traba) que deberían impedirles abrirlos, pero algunos ya aprendieron a hacerlo. La gente –aún avisada de los peligros– sigue comiendo en cualquier lado del parque, tirando cosas en el suelo y, lo más peligroso, alimentando a estos animalitos que parecen tan hambrientos como simpáticos e inofensivos. Los trabajadores del parque tienen reuniones constantes tratando de ver cómo resolver un problema que puede terminar afectando la visita a las Cataratas de algunas personas. Y, créanme, es un paseo que vale la pena hacer. 12JURASSIC-master675-v2Recordaba esto –y una nota que leí poco después en la que se hablaba de los monos que invadían los cuartos del Hotel Sheraton que está dentro del parque llevándose no solo la comida sino las pertenencias de los huéspedes que dejaban las ventanas abiertas– mientras miraba JURASSIC WORLD el fin de semana. No vi la película en la función de prensa –que fue un día de paro nacional– ni el fin de semana de su estreno porque precisamente estaba en Cataratas y recién pude verla ahora, lo cual obligó a la demora de esta crítica. Pero creo que, curiosamente, la inversión de los hechos jugó a favor en cuanto a mi apreciación del filme dirigido por Colin Trevorrow pero que lleva la impronta spielberguiana en todos sus fotográmas. En los últimos años y especialmente a partir del furor de los efectos digitales y las películas de superhéroes, buena parte de las superproducciones (“tanques de taquilla”, blockbusters o como gusten llamarlos), la mayoría de estas películas suelen perder cualquier grado de relación con la realidad. Ejércitos interplanetarios invadiendo la Tierra. Hombres con superpoderes destruyendo ciudades enteras mientras chocan por los aires como cacerolas digitales en Dolby Stereo. Villanos que quieren acabar con LA HUMANIDAD ENTERA!!!. Pero, sobre todo, la sensación de que nadie corre realmente peligro alguno en esas películas, que parecen hechas a mitad de camino entre el “live action” y la animación: nada tiene peso, nada tiene consecuencia, nada afecta, nada importa, todo parece flotar en una nube (corporativa) de hechos que tienen causas (una complicada red de causas, de hecho) y casi ningún efecto, más allá de la flotante sensación de ver un espectáculo ruidoso de un Cirque du Soleil cinematográfico, con shows que se parecen demasiado entre sí. jurassic worldJURASSIC WORLD vuelve las cosas a un terreno, si no de realismo, de “plausibilidad cinematográfica”. Es cierto que los dinosaurios genéticamente modificados no son lo mismo que unos pobres y hambrientos coatíes (y el Parque Nacional Iguazú, con sus pequeños toques corporativos como el que una empresa privada maneje varios de sus optativos paseos internos, no se compara al shopping mall a cielo abierto que es el centro de acción de la película), pero la lógica de ambos es similar. Hay algo en el filme de Trevorrow que afecta a los espectadores con la posibilidad de que, de alguna u otra manera, lo que se ve puede llegar a suceder. También –a diferencia de la mayoría de las superproducciones– se maneja siempre a escala humana. Son cientos, acaso miles de personas, las que están en riesgo cuando el nuevo dinosaurio que la empresa piensa lanzar como atracción se escapa, y luego sucede algo similar con otra especie, pero son números y situaciones manejables (me hace recordar a The Joker en EL CABALLERO DE LA NOCHE, cuyos objetivos y potenciales víctimas siempre eran relativamente pocos: los pasajeros de unos barcos, los pacientes y doctores de algunos hospitales, los empleados de un banco, así). En la exacerbación de la dimensión del peligro de los últimos blockbusters (en especial, de la línea superhéroes) se pierde toda plausibilidad: cuando todo se mide en “el universo entero” nada es realmente medible ni afecta a modo personal. En JURASSIC WORLD, finalmente, todo se reduce a un pequeño grupo de gente, y eso lleva a que la película jamás pierda el efecto que tiene sobre el público, el que la está transformando en una de las más taquilleras de la historia. 12JURASSICJP2-articleLargePero JURASSIC WORLD va más allá de eso. Si bien es una de sus virtudes “menores”, su comentario político no es del todo desechable. Es cierto que juega a dos puntas con sus publicidades encubiertas y sus críticas al mundo corporativo, lo mismo en lo que respecta al llamado “complejo militar industrial” –es, en cierto momento. una película bélica–, pero eso no quita la impresión de que Spielberg y los suyos están tratando de hacer un comentario preciso sobre algunas cuestiones políticas, tanto “cinematográfica” como de la otra, de la “verdadera”. Lo segundo es obvio –el I-Rex está diseñado genéticamente para ser usado en combate–, mientras que lo primero es más sutil, es un segundo nivel de discurso que JURASSIC… maneja para dentro de la industria. En algún punto, ese parque de diversiones que necesita una atracción cada vez más grande y espectacular para atraer a la gente cuando empieza a perder el interés, tranquilamente podría ser Hollywood y su necesidad de generar productos cada vez más caros, espectaculares e impresionantes para generar taquilla. Si la película tiene una especie de “moraleja industrial” viene de parte de la old school que hoy representa, curiosamente, Steven Spielberg, uno de los hombres acusados 40 años atrás de destruir el cine realista e independiente que se hacía en Hollywood entonces. Hoy, su TIBURON, sus INDIANA JONES, sus ENCUENTROS CERCANOS… hasta la original JURASSIC PARK han quedado casi más cerca del humanismo minimalista del cine de los ’70 que de la superproducción actual. En ese Indominus Rex mutante, mitad dinosaurio mitad quien sabe qué, la factoría Spielberg parece mencionar sin hacerlo a las grandes bestias de taquilla de hoy, bestias que destruyen todo lo que se les cruza por el camino con un objetivo único de dominación mediante la vía del impacto y el ruido, perdiendo cualquier relación tanto con la realidad como con la naturaleza. DE AQUI EN ADELANTE EMPIEZAN LOS SPOILERS TOTALES. ESTAN ADVERTIDOS SI NO LA VIERON AUN. 12JURASSICJP1-articleLargeEn cierto modo, ese enfrentamiento final que reúne en el centro del shopping que hace las veces de galería central y núcleo corporativo (lleno de negocios de marcas conocidas) a los cuatro protagonistas humanos, cuatro velocirraptors, el Indominus Rex, el ya antiguo T-Rex y un enorme dinosaurio marino puede ser leído como una batalla personal del viejo Steven –a través de su muy eficiente heredero Colin Trevorrow– por retomar el control del blockbuster hollywoodense. Si el personaje de Chris Pratt es una especie de INDIANA JONES –y el más pequeño de los dos niños podría ser el Elliott de E.T.–, su intento por llevar a los velocirraptors de su lado (él los entiende, digamos, y los trata como animales, en vez de querer controlarlos mediante los nunca explicados “poderes” que posee el nuevo monstruo) y ponerlos a enfrentar al digital I-Rex, con la ayuda de la lastimada protagonista de la vieja JURASSIC PARK (Trevorrow se refirió al T-Rex como “Clint Eastwood en LOS IMPERDONABLES“), no hay más que verlo como una simpática “guapeada” del viejo Steven. “Guapeada” que concluye, claro, con esa especie de TIBURON que termina por liquidarlo. Más claro, imposible: mis viejas, clásicas y oxidadas criaturas presentarán batalla y terminarán comiéndose a la tuya de un bocado. Ese toque entre retro y nostálgico de la película es el que sirve para entender otro de los ejes de JURASSIC WORLD, posiblemente el más incomprendido de todos: el de su supuesta “misoginia” o “atrasada” política sexual. Más allá del agotamiento que me produce la exigencia –especialmente en los medios anglosajones– de que todas las películas y series deban ser políticamente correctas en todos los aspectos (raza, religión, género, lo que venga), no creo que Spielberg/Trevorrow apuesten a una visión retrograda. Digámoslo de otro modo: retro no es lo mismo que retrógrado y la propuesta de la película es, sí, un tanto retro, en su homenaje al cine de aventuras clásico de la época de oro de Hollywood, de los seriales, de películas o series que van de Tarzán a King Kong a cientos de otras. Sí, la protagonista femenina anda en tacos altos y en un principio parece que Owen hace el rol de “macho alfa” que la salva. Pero ni siquiera es realmente así: la verdadera heroína del filme terminan siendo ella y el T-Rex (que es mujer, recordemos), lo cual desacredita cualquier versión contraria. No es que me importe demasiado (no me ofende ver una película con una damsel in distress), pero la película deja obvio que juega con esa tradición cinéfila de la chica un tanto boba o desubicada para luego darla vuelta de maneras no muy sutiles (la forma en la que va “arremangándose los pantalones”, digamos) pero más que evidentes y efectivas. jurassic-worldTampoco es una película, como leí por ahí, que intente rescatar valores perimidos o conservadores del tipo familiar. Los chicos son los clásicos personajes del universo Spielberg (el menor, especialmente; el otro está un tanto desdibujado), que tapan con información y obsesiones específicas una situación familiar insostenible –dinasaurios a falta de extraterrestres– que la película no desarrolla tal vez lo suficiente pero que es evidente. Y el “reencuento familiar” no está visto como una renovación de esos votos o una salida de esa crisis. Nada hace prever que esa familia vaya a reconstituirse a partir de los difíciles sucesos. Y tampoco se puede pensar que el personaje de Claire (Bryce Dallas Howard) descubre su “lado materno” o su “arquetípico rol femenino” al llevar a sus sobrinos a buen destino. En ese sentido, tanto ella como Owen lo que recuperan, por decirlo brutalmente, es su calentura mutua: la aventura, la tensión, les revivió ese ardor que parecía perdido. De hecho, al final, son casi como personajes de John Ford o el personaje de Tom Cruise en esa enorme película de Spielberg que fue la adaptación de LA GUERRA DE LOS MUNDOS: han salvado a los niños pero no quieren/pueden participar de ese sistema: mientras la familia se reúne a tratar de resolver sus conflictos reales, ellos se van a coger. O, por usar la línea “comedia de re-matrimonio” de la crítica cinematográfica, JURASSIC WORLD sería una “comedia de re-calentura”. Es claro que la película no es perfecta: tiene algunos baches narrativos y lógicos aquí y allá, algunos problemas espaciales/geográficos más que evidentes y una clara sensación que mucho del material más “humano” del guión quedó en el camino a la búsqueda de un corte final de más alto impacto. Es cierto también que Trevorrow no tiene aún la sutileza casi innata de Spielberg para manejar algunas secuencias desde el “menos es más”, pero también es claro tanto en ciertas escenas con el niño (cuyo peinado y ojos son de pura cepa spielberguiana) o en la relación entre los adultos, que Trevorrow va por la buena senda. Solo hace falta ver su opera prima, SAFETY NOT GUARANTEED, para notarlo: allí combina picardía e imaginación, personajes que todavía creen que un gesto “mágico” –la ilusión de que hay algo más allá y que ciertos mecanismos tecnológicos pueden ponernos en contacto con eso, aunque sea solo desde los sueños– nos permite salir de una vida rutinaria y gris. Para Trevorrow, en esa película, ese invento es una máquina del tiempo. Para Spielberg, es el cine. En el fondo, todos lo sabemos, son la misma cosa…
Los Dinosaurios no van a desaparecer Tardaron años pero lo lograron. El cine ya tiene una nueva historia de sus Dinosaurios más famosos. Sin dudas el universo Spielberg no se perdió, la magia y el encanto, significando el término "espectáculo" está dado afortunadamente.Y claro... volvemos como espectadores a la isla costarricense donde se ha creado un Parque temático con versiones mejoradas -domesticadas digamos- de los saurios, pero se sabe que siempre el diablo o mejor dicho el hombre mete la cola o peor aún la mano y pasa lo impensable, lo peor, que la genética retocada y sus experimentos de resultado desafortunado pueden traer. Hay una pareja bastante llamativa, él una suerte de Indiana Jones todo-terreno (el fachero Chris Pratt)y la directora del sitio temático (una fría Bryce Dallas Howard, la chica aquella de "La Aldea") que pese a toda la maroma de quilombos generados, se hacen un lugar para el deseo algo reprimido que tienen el uno con el otro. Y obvio los principales protagonistas del relato: los dinos de variado tamaño, altura y ferocidad. Con ellos se la pasa bomba y nos divertimos el rato que dura el filme, más sería pedirle peras al olmo. No faltan algunas cosas inverosímiles dignas del cine de grandes aventuras y que les toca en suerte a los niños que van a visitar el parque, como una salvadora caja de fósforos impecablemente seca a poco de haberse sumergido ellos en una catarata o como pueden en contados minutos arreglar una vieja camioneta y hacerla poner en marcha..."Cosas veredes Sancho..!". El diseño de sonido del filme es monstruosamente colosal y magnífico, y los efectos de alguna manera superadores de la primera -se sabe que ya han pasado 22 años de "Jurassic Park"-, en verdad está nueva producción puede ubicarse a la altura de aquella y es mejor que las dos pelis del medio.
En Jurassic Park, los momentos memorables se acumulaban uno tras otro - el ataque del T-Rex a la camioneta donde estaban los nietos de John Hammond, los velocirraptores asediando el centro de control, etc -. En The Lost World: Jurassic Park II, teníamos el T-Rex suelto por San Diego, o la impronta de Pete Postlehwaite como el veterano cazador que quería culminar su carrera en un enfrentamiento cara a cara con un Tiranosaurio. Hasta en un filme tan repetitivo como Jurassic Park III teniamos al Stegosaurios con el celular sonando dentro de su panza, o el duelo con los pterodáctilos en el puente de la gigantesca pajarera. Pero en Jurassic World no hay un maldito momento memorable. Es una película enorme, costosa, pulida, plagada de buenas ideas pero carente de escenas shockeantes. No hay un John Hammond, o un Ian Malcolm, o siquiera un Alan Grant; algún cretino radiante de carisma y disparador masivo de ocurrencias acertadas. Es mas un puñado de tipos anónimos perseguidos por excelentes CGIs, lástima que el factor adrenalina brilla por su ausencia. Jurassic World definitivamente no es un filme malo pero precisaba otro director para las escenas de acción, uno que tuviera un 5% del talento de Spielberg para poder pergueñar algo delicioso o siquiera minimamente recordable. Me cuesta criticar a Jurassic World. El libreto está empapado de ideas brillantes - la critica a la politica corporativa, la compulsión marketinera de proveer productos nuevos cada temporada (en esta ocasión, nuevos modelos de dinosaurios), los velocirraptores entrenados para cazar en grupo -, y otras pasadas de mambo. El primer problema que tengo es el Indominus Rex, el cual me parece la versión dinosaurio de Predator en uno de los giros mas absurdos de la historia: ¿un depredador de 15 metros capaz de camuflarse, obtener lecturas termales de sus víctimas o incluso camuflar su propia temperatura?. Es como los róbalos mutantes voladores con lásers montados en la cabeza de Austin Powers: es un poco como demasiado pasado de rosca. Cosa curiosa, la idea no es nueva y figura en la novela (no el filme) Jurassic Park II: The Lost World de Michael Crichton. Pero fidelidad a las fuentes no implica credibilidad de la idea. El otro punto absurdo es la obsesión de Vincent D'Onofrio con utilizar la pandilla de raptores que, a duras penas, puede controlar fuera de su recinto Chris Pratt. Si casi se comen crudo a un cuidador, ¿cómo es que los mandan sueltos (junto a una treintena de soldados) a cazar al Indominus?. Nada es totalmente nuevo. De nuevo hay dos chicos perdidos en el parque - los sobrinos de la CEO que lo administra -, pero al menos son mas inteligentes que los pibes Hammond del primer filme. No hay cortes de luz pero hay defensas que fallan. Hay otra cúpula de vidrio blindex que apenas sirve de frágil barrera entre un par de humanos y las fauces de un bicho gigante, y hay otra persecución con raptores en el centro de convenciones. Pero la acción es demasiado lineal, es demasiado Apta para todo Publico sin generar chispa alguna. Y si antes teníamos personajes memorables - o al menos con personalidad bien definida -, aquí brillan pr su ausencia. Chris Pratt es bueno como héroe de acción pero no deja mella alguna; Bryce Dallas Howard sigue con la racha (o el estigma) de enrolarse en secuelas de pobre calidad - Spiderman 3, Twilight: Eclipse, Terminator: Salvation -, y Vicent D'Onofrio es anonimo como el conspirador de turno. Tienen mas suerte Jake Johnson (como un exótico operador del control del parque) e Irfan Khan (como el millonario que lo regentea) para causar algún tipo de impresion que el resto de los actores principales. Jurassic World es un espectáculo pochoclero ok, pero carece de magnetismo. Las otras entregas de la serie tienen lo suyo - independiente de su calidad y originalidad - pero esta me resulta anónima, y no sé si volvería a verla cuando la den por cable. A su caudal de ideas le faltaban mejores personajes y diálogos, y un coreógrafo inspirado para las secuencias de acción; en cambio lo que tenemos es un producto pasable envuelto en ropaje de lujo, el cual podrá recaudar un montón de dólares pero difícilmente termine por hacer historia. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/jurassic-world.html#sthash.kFjbHp4U.dpuf
Con su nuevo director Colin Trevorrow, con apenas una película independiente en su curriculum pero elegido por el mismo Spielberg para que se encargara de el regreso de los dinosaurios que se venia proyectado desde el 2004. La Isla Nublar vuelve a la vida 22 años después del fracasó trágico de Jurassic Park. Ahora el parque se llama Jurassic World y es un complejo donde miles de turistas van a pasar sus vacaciones con atracciones alucinantes, como por ejemplo un show así como el de Mundo Marino donde un Mosasaurus es la atracción principal y se devoraba un tiburón tigre. El parque jurásico se convirtió en una especie de Disney World de dinosaurios. Simon Masrani (Irrfan Khan) es el nuevo dueño de este extravagante lugar, luego de la muerte de Jonh Hammond retomó los sueños que tenia este al querer crear el parque. Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) es la encargada de que todo funcione bien, de conseguir patrocinadores y crear nuevas atracciones para renovar la propuesta al publico constantemente. Por eso es que surge una nueva especie de dinosaurio creado por sus científicos, dirigidos por el Dr. Henry Wu quien ya participaba en los experimentos de Jurassic Park. El resultado de esto es Indominus Rex, un dinosaurio híbrido con mezcla de ADN de varias razas lo que lo hace algo inmenso y totalmente temible, que Claire ve como una propuesta exquisita para el público. Para dominar a este dino quieren recurrir a un ex militar y entrenador de velociraptors, Owen Grady (Chris Pratt) quien desde un primer momento se muestra disconforme de la manera que trataron al animal desde su creación. El advierte que las medidas que toman con el no lo frenarán pero nadie lo toma demasiado en serio, solo están interesados en el lanzamiento de la atracción. El parque cuenta con miles de turistas, funcionando perfectamente, con los sobrinos de Claire, Zach y Gray incluidos en sus visitantes, disfrutando de todas las atracciones. Pero los problemas surgen, porque como sabemos desde antes, nunca es buena idea trabajar con dinosaurios. Tal como lo predijo Owen, Indominus Rex logra escapar de su cautiverio y comienza el terror. La alerta corre por todo el parque tomando medidas para resguardar a la gente, con cautela para que no conozcan la verdadera razón del peligro, porque claro el parque cerraría sus puertas una vez más. Con el problema finalmente planteado, Claire y Owen (junto a sus 4 velociraptors) se unen para frenar a la bestia y principalmente salvar a sus sobrinos perdidos en el parque. Vic Hoskins (Vincent D´Onofrio), el verdadero “villano” con poca fuerza que tiene la peli entra en acción en este momento, tratando con su seguridad privada iGen detener al híbrido con una segunda intención en su hazaña. Si bien el film es una aventura que deja satisfechos a muchos, le es imposible llegar al nivel que logro Spielberg en sus dos primeras entregas. Mucho mas de lo mismo en escenas de acción y peleas, poco probable que alguna permanezca en el recuerdo. Con pequeñas menciones a las primeras películas, como una escena de los sobrinos de Claire en un viejo taller del parque o uno de sus empleados que refleja el espíritu de un niño de los 80/90? con su remera estampada con el antiguo logo del parque y sus figuras de dinos en su escritorio, fiel a lo que soñó Hammond. Pero es una excelente cuarta entrega, con efectos especiales que van a seguir dando de que hablar, con una participación de Chris Pratt que por mas Indiana Jones que nos parezca no deja de ser impecable. Una nueva propuesta para el reinicio de esta saga, que vino acompaña con la música de Michael Giacchino con parte de la composición original que en la primera toma panorámica del parque como en la ultima te vuela la cabeza con su melodía. Jurassic World nos trajo de vuelta ese mundo en donde los dinosaurios son una buena idea junto a sus paisajes paradisiacos y te gustaría que por un momento fuera todo tan real como se ve.
La isla de la distopía Hay gente demasiado empeñada en repetir los errores del pasado. Lo que falló catastróficamente en los años 90 puede volver a fallar hoy. Un proyecto consolidado a fuerza de criterio y voluntad se ve seriamente amenazado por la especulación de unos pocos que priorizan el beneficio económico antes que el bienestar de la mayoría. La referencia por supuesto tiene que ver con el Parque Jurásico, que a pesar de todo lo acontecido hace 22 años vuelve a instalarse en la Isla Nublar, allí donde el magnate John Hammond diseñó lo que creyó que era el sueño cumplido de cualquier chico, sueño que pronto se transformó en pesadilla. Tras aquel fracaso el proyecto fue retomado, los avances tecnológicos forjaron un complejo turístico tan espectacular como confiable, pero los inversores, en lugar de disfrutar lo logrado, no han tenido mejor idea que desarrollar una nueva especie de dinosaurio, mucho más inteligente, grande y letal. Como no podía ser de otra manera, el experimento sale muy mal. De no ser así, no habría película. El espectáculo está servido, con ecos del viejo Hollywood. Todos los intérpretes acompañan con justeza en el rol que les cabe, y cada escena está resuelta con indudable pericia. A diferencia de los responsables del parque, los productores de la película si saben montar un gran espectáculo sin tomar riesgos innnecesarios. El resultado es satisfactorio, a pesar de que la premisa que hace avanzar la trama es en extremo absurda. A veces la realidad puede superar a la ficción y las premisas absurdas son las que triunfan, y hasta las mejores cosas pueden desaparecer.
La última entrega de la saga de los dinosaurios, tenía una presión enorme, casi insalvable. La primera, es una película casi perfecta, y la 2 y LA 3 fueron un desastre. Es decir, la gente tenía el recuerdo de la decepción de las dos secuelas, y la vara muy alta con la primera. La película nos lleva al mítico Parque Jurasico, que ahora se llama Mundo Jurasico, más de 20 años después de la primera. El parque ahora cuenta con atracciones mas dinámicas, y las interacciones con los humanos que lo visitan son más cercanas a Disney o Mundo Marino. Todo en el parque esta pensado en función del merchandising, y de esa manera hablan de los animales que lo habitan, son productos, no vidas. En vez de Mickey, tienen Tyranosaurios. La historia se centra en dos hermanos que van a visitar a su tía, la encargada del parque, una mujer tan centrada en su trabajo que parece no tener sentimientos. Y como contrapunto, esta Chris Pratt, una “domador” de especies, que ha logrado entrenar a cuatro velocirraptors para que obedezcan ordenes. Cuando un nuevo dinosaurio diseñado genéticamente (una especie creada a base de ADN de los extintos animales y agregados de otros) se escapa, el parque de diversiones se transforma en un coto de caza para la nueva bestia que esta arriba de todo en la nueva cadena alimenticia. Esa es la base para esta nueva entrega de la saga, que si bien no llega al nivel de la primera, es muy superior a las mal logradas secuelas. Aun estando plagada de lugares comunes, la película es entretenida porque no pretende ser nada mas que lo que es, una aventura catástrofe donde los dinosaurios se comen a la gente. Y PUNTO. Los efectos están muy logrados, y la química entre los actores es buena. El carisma de Chris Pratt a esta altura es innegable y suma muchísimo, y si bien abusan las referencias a la primera entrega, como para que quede demasiado claro que es el mismo lugar, esas mismas referencias mas la música que todos conocemos, nos hacen sentir que hay algo muy familiar en lo que estamos viendo, y de alguna manera, toca esa fibra interior para despertar al niño que tenemos dentro y hace 25 años se maravillaba con los dinosaurios del Sr. Hammond. En conclusiòn, la mejor despuès de la primera.
La vuelta triunfante de los dinosaurios Esta es una de las pocas secuelas que esperaba con ansias, por lo que "Jurassic Park" significó para mí en mi infancia. Fue una de las primeras películas que realmente me hizo amar el cine. "Jurassic Park: The Lost World" y "Jurassic Park III" si bien me parecieron entretenidas y mucho mejores de lo que la crítica las tildó en su momento, no estaban a la altura de la primera entrega del maestro Steven Spielberg. Es por esto que siempre esperé que se mejorara la saga. Con esta vuelta renovada del parque jurásico debo decir que me siento muy satisfecho, ya que si bien ha perdido un poco de la magia y el impacto que tuvimos en los 90s al ver esos majestuosos dinosaurios cobrar vida, el espíritu de aventura, la grandilocuencia de las bestias y la acción se mantuvieron intactas. Algo muy positivo que se suma a esta entrega es la inclusión de algunas cuestiones nuevas que se notan fueron concebidas para deleite de los fans, como el enorme Mosasaurus que la juega de orca en el acuario del Jurassic World, la aparición de una nueva especie creada con manipulación genética y los Velociraptors adiestrados que ayudan a Owen, el personajes de Chris Pratt, a mantener el orden en el parque. Esta nueva entrega es puro homenaje a la película original, desde la apertura nuevamente al público del parque, el reemplazo de las camionetas 4x4 para viajar dentro del mismo por unas cápsulas modernas y resistentes, la estatua del creador John Hammond, el uso de bengalas, los niños protagonistas en peligro y más. Creo que tanto el director Colin Trevorrow ("Safety Not Guaranteed") como los guionistas Rick Jaffa, Amanda Silver y Derek Connolly supieron entender lo que el fanático de esta franquicia quería disfrutar nuevamente al ir al cine. Ese espíritu de aventura que nos hace sentirnos como niños por dos horas. Esto es algo difícil de lograr en la actualidad, sobretodo con tanta secuela falta de corazón y emociones. ¿Por qué se dará este fenómeno de que la mayoría de las secuelas que vuelven luego de muchos años de estrenadas las primeras partes resultan ser medias vacías? En gran parte creo que se debe al enfoque erróneo sobre los efectos audiovisuales, pero creo que también hay un cuota grande de pérdida de sorpresa y originalidad. Esta "Jurassic World" creo que logra equilibrar bien trama con despliegue audiovisual, tratando de emular las sensaciones que produjo "Jurassic Park" en los 90s aunque por momentos se presenta esta sensación de falta de impacto o sorpresa. El nuevo casting es muy bueno y carismático, sobretodo Chris Pratt ("Guardianes de la Galaxia", "La noche más oscura") que ya ha demostrado que se puede poner una película al hombro prácticamente solo y salir triunfante. Un verdadero entretenimiento que ha sabido mantener muchos de los mejores elementos de sus predecesoras e incluir algunos nuevos para justificar su existencia. Una vuelta recargada de tensión, aventura, acción, dinosaurios y grandes momentos cinematográficos. Ojalá las entregas que vengan sigan ese sendero de mejora continua.