Derrapar en smoking. Siempre nos atraen las historias de esos personajes que pelean solos contra todos, que cargan con el peso de salvar al mundo de esas amenazas invisibles que operan desde el anonimato. El film número 24 de James Bond transita este remanido eje temático con aciertos y pifies casi en igual proporción. La historia en Spectre (2015) arranca con 007 -interpretado por cuarta vez por Daniel Craig- justo donde lo dejamos en Operación Skyfall (Skyfall, 2012), sólo que ahora tanto la organización de inteligencia británica MI6 como el propio Bond penden de un hilo ante lo que parece ser la inminente cancelación del programa de agentes secretos. Y al mismo tiempo, Bond busca desenmascarar a una organización secreta -cuyo nombre compone el título del film- que parece estar conectada con los villanos que ha enfrentado en las entregas previas de la “era Craig”. Sam Mendes (Belleza Americana, 1999) vuelve a dirigir la saga luego de su experiencia tras las cámaras en Operación Skyfall. La dirección de Mendes tiene ese aire tan característico del universo Bond, donde las secuencias fluyen, y entrega momentos visuales enriquecedores, como esa escena inicial que nos lleva a México en plena celebración del Día de los Muertos. Después de todo, qué es James Bond sin una secuencia de apertura épica, ¿no? La historia no está basada en ninguna de las novelas de Ian Fleming, creador del mítico personaje, y al igual que los tres films previos de la saga, busca seguir esclareciendo los orígenes de Bond, algo que en esta ocasión se siente accesorio a la trama general y termina desdibujado conforme avanza el relato. Posiblemente sea la película Bond con más aire a Roger Moore de los últimos tiempos: comienza a percibirse cierto alejamiento del realismo dramático de Casino Royale (2006) o Quantum of Solace (2008) y proliferan las secuencias de acción con un toque fantástico, ejemplo patente de esto es la escena en que 007 escapa de un edificio que se desploma cayendo sano y salvo sobre un sofá, para luego levantarse, sacudirse el polvo de su traje y salir caminando como si nada. Lo que llamaríamos “derrapar con estilo”. Monica Bellucci interpreta a una de las dos “chicas Bond” de la trama y de esta forma se subsana el error de no haber convocado antes a la bomba italiana, quien fuera descartada allá en 1997 durante el casting de El Mañana Nunca Muere (Tomorrow Never Dies, 1997). Léa Seydoux (La Vida de Adèle, 2013) será el componente romántico y si bien podría no ser considerada una belleza indiscutida como otras chicas Bond, su presencia en pantalla logra imponerse a través de sus dotes actorales. Otro rasgo rogermooresco en esta entrega es la facilidad con que las féminas caen bajo los encantos del agente con licencia para matar sin mucho desarrollo dramático de por medio, menos del habitual, incluso para los estándares de 007. El siempre interesante de ver Christoph Waltz (Bastardos sin Gloria, 2009; Django sin Cadenas, 2012) interpreta a Franz Oberhauser, villano de turno que maneja los hilos de Spectre. Su participación es un tanto escueta y lo vemos en apenas algunas secuencias del film. Es mayor la intriga generada alrededor de Spectre como organización que el peso de Oberhauser como némesis de 007, por más que todo indica que estamos ante el origen de uno de los villanos míticos del “universo Bond” más clásico (el cual no vamos a espoilear). Oberhauser es uno de los tantos elementos nostálgicos que son colocados cuidadosamente dentro de un film compuesto en igual proporción por el Bond camp de los 70 y el Bond hiperrealista de los inicios de la actual etapa del agente secreto. Una tarea cumplida a medias, veremos qué le cae en suerte en su próxima misión.
ÚLTIMO BOND A FINISTERRE La cita ineludible que cada dos o tres años tenemos con el agente 007 encuentra esta vez a un James Bond, algo cansado. Craig lo interpreta por cuarta y última vez y Sam Mendes dirige por segunda y también última vez una saga en la que la tématica, personajes, actores y directores parecen agotados y encerrados en los parámetros que Ian Flemming marcó en los lejanos años cincuenta. La tragedia personal y la deshumanización marcó el James Bond de Daniel Craig, desde el juego de espías de Casino Royale (2006), al estilo “Bourne” de Quantum of Solace (2008) y la estilizada seducción de Skyfall (2012). En Spectre Bond perdió casi todo, su amor “verdadero”, su mentor y lo que es peor su capacidad de sentir. En los papeles Christoph Waltz como “él” villano de la saga: Blofeld, capo de S.P.E.C.T.R.E. la organización criminal que vimos por última vez en Diamonds are Forever (1971) y que fue brillante parodia en Austin Powers, era muy prometedor, pero su tiempo en pantalla es breve y quizás desaprovechado, cayendo en el clásico tropo “en vez de matarte ahora, te mataré lentamente con este elaborado plan, así te doy la posibilidad de escapar”. Por momentos la modernización del agente y el mundo en el que le toca actuar luce forzado. Bond nunca se trató de geopolítica, sí de autos, armas, chicas y “one liners”, pero ese mundo -también misógino- de Flemming ya no existe, y el film brinda un guiño acerca de lo ridículo que resulta poner un hombre en el llano para espiarse entre estados que ya se manejan con drones. Los variados “set pieces” (México, Austria, Marruecos y por supuesto Londres) y la trepidante acción a un ritmo que no cesa durante casi todo el metraje logra distraernos de los problemas que tiene el film: los agujeros de un guión lleno de situaciones improbables (que tal vez resultaban carismáticas en los setentas) y un personaje ideológicamente obsoleto. Tal vez en dos o tres años un nuevo Bond intente otro acercamiento al personaje, mientras tanto intentemos no caer en los brazos de 007 -como sus mujeres-, porque ya sabemos lo que nos espera.
Luego de tres años (Skyfall, también dirigida por Mendes) llega la nueva película de James Bond Spectre. En esta oportunidad un críptico mensaje del pasado envía a James Bond a una misión secreta a México D.F. y luego a Roma, donde conoce a Lucía Sciarra (bella Bellucci), la viuda de un infame criminal. Bond se infiltra en una reunión secreta y descubre la existencia de una siniestra organización conocida como Spectre. De ahí en adelante no habrá respiro, paseará por varios países y la odisea de acción será constante. Por supuesto que todo es posible, y que el Agente Bond siempre saldrá ileso de cualquier extrema y utópica situación, pero siempre eso fue así. Spectre es un regalo para los fanáticos. El film se centra en la acción más que en los diálogos. Dentro del género, fue una de las mejores del año ¿Qué más podemos pretender del 007? Durante dos horas y media, mantiene al público entretenido, el cual además disfruta de una excelente fotografía, tiros, acción, un poco de seducción y sangre. Christoph Waltz no pudo lucirse lo suficiente, pero interpretó a un verdadero villano y Daniel Craig demostró que fue uno de los mejores James Bond de la última camada (quién dijo que el agente 007 es misógino y que antes de volver a interpretarlo prefiere cortarse las venas).
El agente 007 llega a su vigésima cuarta aventura cinematográfica, una entrega que pretende redondear el paso de Daniel Craig por la legendaria franquicia y traer de vuelta a los fantasmas de su pasado. James Bond perdió el alma. No nos referimos al personaje en sí, un ícono del séptimo arte que, en la piel de Daniel Craig, se volvió mucho más introspectivo, violento y “realista”. Un personaje más cercano al Jack Bauer de “24” (2001-2010) o Jason Bourne, agentes más descarnados que encajan a la perfección en la era “post 11/09”. La creación de Ian Fleming nunca perdió el encanto, el glamour o las ganas de patear traseros, pero se fue diluyendo, ante una solemnidad que se arraigó a ciertos productos del cine de acción contemporáneo, en este caso también, con la clara intención de despegarse de aquella ridiculez e inverosimilitud (casi fantasiosa) que ostentó durante décadas en la gran pantalla. Hoy por hoy, franquicias como “Misión: Imposible” (Mission: Impossible) parecen haber tomado el testigo de Fleming, mientras que James Bond se convertía en otra cosa, perdiendo su esencia por el camino. En el año 2006, el director Martin Campbell tuvo la difícil tarea de volver a reflotar la franquicia con “Casino Royale” –ya lo había hecho con “Goldeneye” (1995)- y volvió a triunfar en el proceso con una historia que se apega, como nunca, al relato original del autor. Tras el increíble suceso de “Operación Skyfall” (Skyfall, 2012), la más exitosa de las entregas hasta el momento, su director, el oscarizado Sam Mendes, no tenía intención de volver a ponerse tras las cámaras, pero la gente de MGM y Sony Pictures logró convencerlo para esta nueva aventura que trae de regreso a una de las organizaciones más emblemáticas del universo del 007: SPECTRE. “007: Spectre” (Spectre, 2015) encuentra a Bond, más o menos, donde lo dejamos después de la muerte de M (Judi Dench) y sus quilombos personales, siguiendo una pista en Ciudad de México, en medio de la parafernalia de los festejos del Día de los Muertos. Así arranca la película -como una gran obra de acción y espionaje se lo merece-, con un despliegue visual increíble, una cantidad de extras inimaginables y un plano secuencia impresionante a cargo de Hoyte Van Hoytema, director de fotografía de “Interestelar” (Interstellar, 2014), entre otras cosas. Acá, James es más Bond que nunca, y en apenas unos minutos demuestra por qué es el agente más “polémico” de todos los 00. Sus actos tienen consecuencias, obviamente, que repercuten en lo burocrático. Mientras él destruye edificios en América Latina, en Londres, los altos directivos están tratando de ponerle fin al programa que lo avala. Pero Bond nunca se preocupó por seguir las reglas y, desoyendo las órdenes del nuevo M (Ralph Fiennes), y con la ayuda incondicional de Q (Ben Whishaw) y Moneypenny (Naomie Harris), enfila rumbo a Roma para intentar develar que se esconde tras una serie de atentados. Lo que descubre es una misteriosa organización ligada a los peores males de este mundo con tentáculos que lo controlan todo. Su líder resulta ser una cara demasiado conocida en su pasado, Franz Oberhauser (Christoph Waltz), un tipo maquiavélico que no suele ensuciarse las manos. Lo que sigue es un juego del gato y el ratón a través de las calles de Roma, los Alpes Austríacos, Tánger y de vuelta en Londres. Un sinfín de situaciones de peligro entre Bond, Hinx (Dave Bautista), el matón enviado por Oberhauser para seguirle los pasos y acabar con los cabos sueltos, y Madeleine Swann (Léa Seydoux), una astuta psicóloga que no piensa largar la información tan fácilmente. No se puede contar gran cosa de la trama sin caer en el spoiler. Las escenas de acción no dejan de ser fabulosas, sobre todo por el nivel de “realismo” y efectos en cámara que exhiben. El problema es esa falta de “alma” en el relato que hace que todo sea vea perfecto pero carente de emociones. Los hechos se suceden así como las explosiones, entre un montón de referencias y guiños a momentos y personajes clásicos de la franquicia, así también como a los del pasado de este Bond que ahora debe sufrir las consecuencias de todas sus pérdidas y errores. Los personajes entran y salen de cámara sin dejar su huella (todo un desperdicio el de Monica Bellucci), con la excusa de redondear esta historia y el paso de este 007 por la gran pantalla. A partir de acá las cuentas quedan en orden para los que vendrán después, sea Craig y compañía o un nuevo reboot cinematográfico. El Bond de Craig se volvió demasiado frío y calculador. Más robótico que humano y hasta sus conquistas parecen de manual. El fino humor inglés, como siempre, viene de la mano de los actores secundarios, pero no alcanza para generar ese gran golpe de efecto. “007: Spectre” sigue siendo una gran película de entretenimiento y una de las mejores de este reinicio (tiene muchísima más coherencia), pero algo le falta para entrar en el panteón de las mejores. Mendes hace su trabajo a la perfección (tal vez demasiado perfecto), pero se olvida de emocionarnos. Si para “Operación Skyfall” el realizador tomó nota del tratamiento que Christopher Nolan le da a sus blockbusters (no es coincidencia que use a su director de fotografía y a su montajista de cabecera), acá se apega demasiado a la norma y al “homenaje” cinematográfico, y se olvida de darle rienda suelta a su propio estilo y a la verdadera esencia de James Bond que parece haber quedado abandonado, como si fuera un pariente lejano que los hace pasar vergüenza. El futuro ya nos dirá que le depara a este personaje tan emblemático de la literatura y el arte cinematográfico. “Spectre” tal vez sea el final de una era, una era muy exitosa por cierto, pero una demasiado solemne para el espía seductor que ya está necesitando un poco de sangre fresca. Dirección: Sam Mendes Guión: John Logan, Neal Purvis, Robert Wade, Jez Butterworth. Elenco: Daniel Craig, Christoph Waltz, Léa Seydoux, Ben Whishaw, Naomie Harris, Dave Bautista, Monica Bellucci, Ralph Fiennes, Andrew Scott.
De la mano de Sam Mendes por segunda vez, llega la cuarta película de la saga del James Bond encarnado por Daniel Craig. En esta ocasión, 007 tendrá que luchar con fantasmas de su pasado para poder establecer paz en un mundo que se ve atormentado por las atrocidades de Franz Oberhauser, quien es interpretado por, nada más y nada menos, que Christoph Waltz. James Bond es uno de los personajes más icónicos del cine de acción, así como también de la literatura de dicho género. Varios actores lo han interpretado (resaltan Sean Connery, Roger Moore, Pierce Brosnan), algunos mejor y otros peor (pero eso corre a gusto del consumidor). Entre tantos 007, la particularidad del de Daniel Craig, desde Casino Royale (2006), atravesando Quantum of Solace (2008), Skyfall (2012), hasta hoy Spectre, está en el matiz introspectivo que se le otorgó al espía. Sin duda, ser Bond es una responsabilidad enorme que Craig supo cómo llevarla. En la primera secuencia de la película, aparece Bond en México durante el Día de los Muertos, única ocasión del año en el que la puerta entre el mundo de los vivos y de los muertos queda abierta. Después de la explosión de un edifico que termina con un tal señor Sciarra muerto luego de ser arrojado de un helicóptero por 007, el espía vuelve a Inglaterra para revelar que él estuvo allí solo por pedido de M. No, no Ralph Fiennes, sino de M(other) Judi Dench: sin dejar que la muerte se interpusiera en su trabajo, le pidió a Bond que asesinara a este hombre y fuera a su funeral. El desastre en México hace que M suspenda a Bond, mientras le cuenta que el jefe de seguridad nacional, Max/C (Andrew Scott), podría usar esto como excusa para eliminar el programa de los “00”, al querer fusionar al M16 con otros organismos de protección internacional. No sería una película de James Bond si éste no hiciera todo lo contrario: con la ayuda de Moneypenny (Naomie Harris) y Q (Ben Whishaw), 007 acude a Roma para el funeral de Sciarra en donde conoce a la seductora viuda (Monica Bellucci), quien le cuenta sobre la organización a la que su esposo perteneció. Todo apunta a una siniestra y misteriosa entidad llamada SPECTRE. Este es solo el comienzo de la aventura en la que Bond se encamina, donde conocerá a su nueva compañera Madeleine Swann (Léa Seydoux) y luchará con fantasmas del pasado en lo que podría llegar a ser su última misión. Si en Skyfall Sam Mendes dirigió a un Bond oscuro, solitario e introspectivo, en esta ocasión se ocupa de sacarlo un poco de ese lugar. Por el contrario, se lo ve apoyarse en los pocos aliados que le quedan. Sin embargo, 007 siempre será 007: bonito, irónico, seductor, astuto, “una cometa bailando en un huracán”. El icónico personaje de Ian Fleming, como se dijo antes, está interpretado muy bien por Craig, cuya arma más poderosa es el celeste de sus ojos. El problema principal está en el resto de los protagonistas. Qué alegría fue escuchar que el maravilloso Christoph Waltz iba a ser el nuevo villano, y qué decepción fue verlo en pantalla: un actor que era la elección obvia y segura, se transforma en un personaje muy desaprovechado y al que no se le da la profundidad que merece. Por otro lado está la hermosa Léa Seydoux (quien compartió pantalla con Waltz en Inglorious Basterds, 2009, de Quentin Tarantino), a la que algo le falta para ser una verdadera chica Bond: la dinámica con el espía no luce natural, sino más bien forzada, mientras que ella se ve un tanto exagerada. La música merece mención aparte: al igual que en Skyfall, ésta estuvo a cargo de Thomas Newman, un clásico colaborador de Mendes. La canción principal, “Writings on the wall”, es interpretada por Sam Smith, una composición igual de obvia que la de Adele en la película anterior de 007 (¿dónde habrá quedado el rock de Chris Cornell y la osadía de Jack White y Alicia Keys?). Spectre es una buena película de acción, no cabe duda de eso: a Mendes hay que reconocerle su virtuosismo para mantener al espectador al borde del asiento. Sin embargo, se queda corta: no está entre las mejores de Bond, ni se encuentra cerca de lo que fue Skyfall, que por su brillantez, resulta la culpable de las expectativas que se crearon alrededor de esta 007. Pero de todas formas, James Bond es sinónimo de adrenalina, y el que busca un poco de entretenimiento y no tanto un producto reflexivo, podrá disfrutar sin problema de la nueva aventura de uno de los mejores espías de la historia del cine.
Fantasmas del pasado Los tres largometrajes en los que Daniel Craig se puso en la piel de James Bond son al día de hoy los tres más exitosos de toda la saga. Y al momento de escribir esta pequeña opinión Specte va camino a unirse a ese selecto grupo. Atrás quedaron los años en los que Bond surfeaba arriba de un pedazo aeronave estrellada, durante un tsunami causado por el deshielo de un gigantesco glaciar, que a su vez fue destruido por un villano con su máquina que dispara rayos solares y dice cosas tan divertida como: “Calentamiento global. Es una cosa terrible”. El Bond de Craig está más ligado a la realidad, es un héroe vulnerable tanto física como sentimentalmente, a punto tal que los hechos que lo atormentaban desde su primera aventura como el 007 continúan siendo hoy una parte fundamental del camino emocional que recorre el personaje. Por eso no caben dudas que la franquicia se reinventó para bien si tenemos en cuenta la respuesta del público. Pero quienes salieron perdiendo (por decirlo de alguna manera) en este buen negocio para los productores son los viejos fanáticos, aquellos de las películas de Sean Connery, Roger Moore y George Lazenby, que sobrevivieron a la reinvención del personaje en los años 80 con Timothy Dalton y en los 90 con Pierce Brosnan. Los que iban al cine a ver con que arma o inventivo artefacto se salía esta vez Q, o simplemente esperaban ver a Bond escaparse de situaciones complicadas de formas imposibles (condición que se volvió cada vez más ridícula, como se ilustró más arriba con la escena de Otro Día para Morir). Y si bien Spectre no se aleja en demasía de lo que ya se construyó en la etapa de Daniel Craig al frente de la saga, hay momentos en los se siente una amigable palmadita en la espalda por parte de Sam Mendes y el resto de los responsables, reconociendo que ya no es el viejo Bond pero diciéndonos que este no se fue a ningún lado, y aunque sea en pequeños lapsos o a través de guiños, es el mismo de siempre. Mientras que Spectre no es ni la mejor ni la peor de las últimas aventuras del 007 a cargo de Craig, es la primera en no intentar ocultar bajo la alfombra que Bond tuvo una historia previa, que atraviesa más de cinco décadas y que a lo largo de 24 películas se fue adaptando a los tiempos que corrían, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva. Las referencias son sutiles: Dave Bautista en el papel de Hinx por momentos nos recuerda a Harold Sakata en Goldfinger o a Jaws en La Espía que me Amó, lo mismo sucede con Christoph Waltz y su parecido con Ernst Stavro Blofeld, archienemigo histórico de Bond interpretado por un memorable Donald Pleasence, y en menor medida con Dr. No, ya que hasta visten ropas similares. También la “guarida” de Oberhauser es muy similar en diseño a la que usó el villano en Moonraker, y podría seguir y seguir con las referencias. Afortunadamente Mendes fue un poco más allá y no se quedó solo en el homenaje, tambien reconoce al viejo universo de Bond en algunos pasajes de la trama, siendo en espíritu la más cercana a las películas que pusieron al agente secreto de la MI-6 en boca de todos en un primer momento. No esperen una película con un tono completamente opuesto a las anteriores, pero sin dudas al lado de la solemnidad de Skyfall, Spectre se siente como que esta vez Mendes y Craig querían divertirse un poco con el material. Promediando las dos horas y media de duración estamos ante la presencia de la película más extensa de toda la saga. Aunque la acción es constante los 150 minutos se sienten y se hace difícil justificarlos, sobre todo si tenemos en cuenta que muchos de los conflictos que atormentan al personaje ya se trabajaron y resolvieron en las películas previas, y aquí se debe recurrir a giros de guión de los cuales podría haber prescindido, sólo para impresionar y mantener la atención. Una vez más la escena de apertura es la que se vuelve a llevar todas las miradas, esta vez con una increíble secuencia de acción (brillante plano secuencia de por medio) durante la celebración de El Día de los Muertos en Mexico D.F. Pero es una escena que le va a costar mucho trabajo superar a lo largo de todo el relato. Craig vuelve a interpretar a un Bond frío y calculador, esta vez no tan sufrido, con la suficiente clase y dotes para la acción que necesita el personaje. Hinx, el secuaz interpretado por Bautista, es un digno oponente para el 007 y las chicas Bond, Léa Seydoux y Monica Bellucci, un buena distracción de tanta acción, teniendo Bellucci, con mucho menos tiempo de pantalla, los mejores momentos de las dos junto al seductor espía. Los regresos de Naomie Harris, Ben Whishaw y Ralph Fiennes son bienvenidos, aunque se hace imposible no extrañar aunque sea un poquito a Judi Dench. No me hubiera disgustado ver un poco más de Andrew Scott (Moriarty en Sherlock) en pantalla, ya que algunos de los momentos más divertidos desde lo interpretativo llegan cuando comparte escenas junto a Fiennes. En lo personal esperaba un poco más de Christoph Waltz como villano de turno, siendo el mayor de los problemas justamente ese: no es más que un villano de turno. Uno que pasará sin pena ni gloria por la saga y que a pesar del vinculo que lo une con Bond (el cual no resultará una sorpresa para la mayoría), poco tiene de memorable. Conclusión Spectre tiene sabor de despedida para Daniel Craig como James Bond. Obviamente que al final del día el dinero es quien manda, pero cierra perfectamente el circulo. El viaje que comenzó con Casino Royale y se extendió a lo largo de Quantum of Solace y Skyfall, bien podría llegar a su fin con esta película que parece ya no renegarle tanto a sus raíces, dejando de lado la tortura emocional que vivió el personaje en la última entrega, y volcándose más hacia el espectáculo de acción y aventuras que su ser en el pasado. Con 150 minutos de duración no puedo decir que el film se pasa volando y que no existen momentos en los que estamos cerca de aburrirnos, pero a fuerza de escenas de acción ejecutadas con maestría (marca registrada de la saga) y personajes que vale la pena acompañar, Spectre resulta un principio de acercamiento al Bond del siglo XX en pleno siglo XXI.
Sin conflictos La nueva película de Bond hereda una expectativa, tras “Skyfall”, que no logra superar ni igualar. Mientras Casino Royale salvó a Bond de una caída catastrófica a la que venía destinado con los últimos filmes de Pierce Brosnan, donde la fantasía y la inverosimilitud pasaban cada vez más como lo natural, en Skyfall aquello que empezaba a adivinarse en Casino… alcanzaba la cumbre. Un Bond más humano y cercano, aunque heroico, con tendencias suicidas, alcoholismo, cierto resquemor interno, dudas y más, con secretos revelados de su pasado, terminaba de dar vuelta la página a esta revisión del personaje de Ian Fleming. Bueno, dieron vuelta la hoja, nomás, y Bond parece menos conflictuado consigo mismo y con el mundo. Hombre de honor y fidelidad con los suyos, intuíamos que la muerte de M (Judi Dench) no iba a pasar en vano. Así que en Spectre, como en una combinación sintética, aparecerán hechos y personajes de las tres películas anteriores -agregar Quantum of Solace, la más floja- en las que Daniel Craig (47 años) bebió el vodka Martini revuelto. La organización Spectre, que ya aparecía en El satánico Dr. No, reúne a los malvados de las tres películas y le agrega uno nuevo que, según dice Christoph Waltz, es “el responsable de todos sus dolores”. Hay más sorpresas sobre la infancia de Bond, pero en la trama eso es jugar con la ignorancia del espectador, y no hacerlo partícipe de la misma. La elección del actor que fue nazi de Bastardos sin gloria como malo de turno, a diferencia de las de Mads Mikkelsen, Mathieu Amalric y Javier Bardem, es más obvia y por ende menos efectiva. Bond sigue viajando de aquí para allá -arranca en México, pasa por Londres, Roma, picos nevados en Austria, Tánger-, enamorando mujeres hermosas (al personaje de Mónica Bellucci la conquista en el mismísimo funeral de su esposo)- y no se sabe dónde esconde sus trajes (y Léa Seydoux sus vestidos y zapatos de taco alto), pero allí están, impecables. También tiene un auto con chiches nuevos, un reloj con alarma “fuerte” y un final como para hacer pensar en el futuro de Bond. Aunque todos sabemos -Craig, la productora Broccoli, el público- que habrá otro Bond más. Si se habla de 009 pero no se lo/la muestra... Con Spectre sucedió lo mismo que con Quantum of Solace. Heredan una expectativa de la que terminan siendo huérfanos. Tal vez el apuro en salir a la pantalla para aprovechar el calorcito del éxito reciente termina apresurando y acelerando ideas y guiones antes de tiempo. Paradójicamente, la película arranca con un plano secuencia impresionante, que sigue a Bond disfrazado de cadáver el Día de todos los muertos en México caminando por la calle, se mete en un hotel, un ascensor, un cuarto y se cuela en la azotea, mientras 007 persigue al malvado. Y lo que sigue es la peor canción, la más insípida de apertura de la historia de la franquicia. Uno puede empezar con el ánimo arriba, pero si desde la pantalla no lo ayudan...
Esplendor y degradación La nueva Bond empieza de forma esplendorosa. La secuencia antes de los glamorosos títulos es realmente impactante: en la procesión del Día de Muertos en México D.F., Bond va con una chica a un hotel, pero interrumpe los besos para una misión. Todo fluye, todo es trepidante, casi no hay diálogos, la arquitectura colonial y la gente disfrazada dan un marco atractivo a la acción que no necesita de base argumental. Un primer segmento de encanto puro, de diversión sin complejos, de buen uso de los delirantes recursos de producción. Pero Spectre no dura 15 minutos. Y lo que vemos a partir de ahí es una lenta degradación de ese principio que tantas ilusiones nos había provocado. Quedan todavía atractivos: la secuencia del palacio en Roma genera una gran tensión, y Léa Seydoux parece haber nacido para atraer miradas en este tipo de propuestas que incluyen el mejor vestuario posible en las condiciones más inverosímiles. Daniel Craig probablemente sea el Bond que mejor calza un traje, y su controlada gracia para los movimientos es poesía pura. Este Bond rubio maneja el humor deadpan, casi sin gestos, imperturbable, seco como pocos, pero, a diferencia del impar Pierce Brosnan, no es especialmente hábil para diálogos más extensos y afilados. La propia película, en general, no acierta demasiado en los diálogos: se vuelven fallidos (muchos remates cómicos en palabras), ridículos en su solemnidad ("tener licencia para matar es también tener licencia para no matar") y cada vez más explicativos. Una película Bond sin un villano fuerte tiene un techo bajo. En este caso el malo interpretado por Christoph Waltz -con una excusa familiar detrás indigna de la serie- es muy insatisfactorio: porque no es más grande que la vida, porque Waltz ya ha abusado y agotado su "interpretación resbaladiza" y porque cada situación en la que aparece es más inaceptable que la anterior. Es difícil soslayar la torpeza de este malo y su falta de eficacia, sobre todo cuando se lo ha presentado como letal e implacable. Con cada secuencia con el villano, la película se va desdibujando, y la falta de coherencia deja la sensación de estiramiento. Una vez más, la serie Bond prueba que no debería ir contra su naturaleza: no debería buscar consistencia en una trama que le es muy difícil de desplegar, sino en secuencias que puedan funcionar de forma independiente, puro episodio. Apuntar el argumento de una de 007 tiene escaso sentido, y entrar en detalles acerca de este combate contra "una organización siniestra" revelaría información que es bueno descubrir en la primera mitad, la que todavía mantiene el misterio mientras se suceden las persecuciones. Por otro lado sería no entender el juego burbujeante y pretendidamente sofisticado de la serie, esa gran fantochada de deleite visual y sonoro que esta película brinda sólo a medias, sobre todo gracias a los aportes de México con sus esqueletos, de Francia con Léa Seydoux y del Reino Unido con Daniel Craig y el poder y la belleza de Londres.
Los diamantes siguen siendo eternos Aun sin alcanzar la cima de Skyfall, la película anterior de la serie, y la mejor de la era Craig, Spectre vuelve a demostrar que con el director Sam Mendes la franquicia recobró su rumbo y es capaz de volver a los orígenes sin por eso volverse anacrónica. Parecía difícil superar a 007 - Operación Skyfall (2012), la aventura inmediatamente anterior de la franquicia Bond, que sin duda fue la mejor de la era Daniel Craig. Y de hecho 007 Spectre no lo consigue. Pero hay que reconocer que tuvo que venir el director Sam Mendes –el mismo de la sobrevalorada Belleza americana– para volver a poner las cosas en su lugar con este par de ases, que reparan el daño causado por Casino Royale (2006) y Quantum of Solace (2008), donde Bond parecía cualquier otra cosa –desde el espía Jason Bourne hasta un burdo remedo de Bruce Willis en Duro de matar– antes que el clásico, inoxidable agente secreto al servicio de Su Majestad británica.Los veteranos de la saga seguirán (seguiremos) insistiendo en que el actual Bond no tiene, ni de lejos, la displicente elegancia de Sean Connery, que parecía nacido para ese papel. Aunque finalmente habrá que admitir que Daniel Craig aprendió a pedir sus Martinis (agitados, no revueltos) y a sentirse cómodo al volante de los Aston Martin que el MI6 pone a su disposición, ya sea el legendario modelo 1964 de Goldfinger que resucitó en Skyfall o en el prototipo de tres millones de libras esterlinas que ahora deja “estacionado” en el Tíber, después de una espectacular persecución nocturna por las laberínticas calles de Roma.Si hay algo que Spectre recupera, incluso en detrimento de una mayor consistencia argumental, es toda una serie de guiños y referencias a motivos clásicos de la serie, que habían resurgido en el film anterior, que aquí se incrementan y que para los seguidores no pasarán inadvertidos. Empezando por el título mismo de la película, que recobra el nombre de la siniestra organización dedicada al Mal absoluto imaginada por Ian Fleming, el autor de las novelas originales, y que no pudo ser utilizado durante décadas por liosos conflictos legales. Y con Spectre vuelve Blofeld, el Número Uno de la organización, archienemigo atávico de Bond, a tal punto que aquí el ejército de cinco guionistas no tuvo mejor idea que emparentarlo con el héroe, para hacerle un pasado más oscuro.Se diría que ese toque esquizoide y, paradójicamente, el propio Blofeld (también conocido como Franz Oberhauser) son lo menos interesante de 007 Spectre. A su vez, que Blofeld haya quedado a cargo del actor austríaco Christoph Waltz es una tautología de casting. ¿Por qué convocar a Waltz para que remede a su coronel Hans Landa de Bastardos sin gloria de Tarantino? Ese villano ya está, ya se hizo y su repetición inútil, viciosa, no agrega nada a la brillante galería de enemigos que supo ganarse Bond desde el inaugural y satánico Doctor No, más de medio siglo atrás.Bajo la dirección de Mendes (que en la apertura de rigor, ahora en México, se permite citar el famoso plano-secuencia inicial de Sed de mal, de Orson Welles), otros personajes, antes secundarios, ahora han ganado un sorpresivo, bienvenido protagonismo y se convierten en fieles aliados de Bond, además de adaptarse a los tiempos que corren. En la piel de la morocha Naomie Harris, la secretaria Moneypenny ya no anda suspirando de deseo por los pasillos, y el experto en gadgets Q dejó de ser un viejo cascarrabias y ahora, encarnado por Ben Whishaw, es un joven nerd tan rápido con las computadoras como con las réplicas verbales (“Le dije que me devolviera el auto en una sola pieza, no que me trajera apenas una”, le recrimina a Bond). Y muerto el rey, viva el rey: su superior M ahora es Ralph Fiennes, pero Judy Dench se las ingenia para mandar un mensaje de ultratumba. “La muerte no le iba impedir hacer su trabajo”, constata 007.¿Y las famosas “chicas” Bond? En principio, hay apenas una, la francesa Léa Seydoux, que puede llevar a 007 tanto a la tumba como al altar, lo cual para Bond no suele ser una buena señal. La otra es una mujer hecha y derecha, la italiana Monica Bellucci, suerte de viuda negra con quien Bond tiene un fugaz affaire que sirve de excusa para pasear con él y su Aston Martin por Roma, siempre a toda velocidad, como sucede además en Londres o en Tánger, por citar algunos puntos de interés que toca el tour Spectre.Quien quiera buscarlo, podrá ver en la trama de este nuevo Bond la influencia de las revelaciones de Edward Snowden sobre los peligros del espionaje informático a escala planetaria. Pero como siempre sucede, lo mejor en estos casos es dejarse llevar por los recuerdos y asociaciones (la mole letal de Spectre evoca tanto al Jaws de La espía que me amó como al OddJob de Dedos de oro; la pelea a golpes de puño en el tren remite a la de De Rusia con amor, etc. etc.) y abandonarse a las superficies de placer de una fantasía tan masculina como infantil, donde pareciera que para recorrer el mundo no hacen falta dinero, valijas ni pasaportes, que siempre habrá a mano un smoking recién planchado para ir a cenar muy bien acompañado antes de que empiece la acción.
Al servicio de nadie Desde la muy lejana década del sesenta, James Bond ha sido el personaje protagónico de muchos films de acción que aunque han cambiado el actor y otros detalles menos importantes, se ha mantenido leal a la premisa básica de aquel agente secreto 007, al servicio de su majestad y con licencia para matar. Nadie creyó jamás que Sean Connery, el primer Bond de esta saga, pudiera ser reemplazado, y sin embargo lo fue. Luego de un solo intento con George Lazenzby, Roger Moore brilló con luz propia y el siguiente Timothy Dalton sin demasiada suerte, Pierce Brosnan que hizo resurgir la serie y finalmente Daniel Craig, quien más alejó al personaje del estilo original, pero que le permitió confirmar su éxito y su carácter incombustible. Spectre es la cuarta y última vez que Daniel Craig interpretará a Bond. Semejantes súper producciones agotan a cualquiera y Craig no ha sido la excepción. Es difícil que el personaje sorprenda a esta altura del partido y aunque es posible que los films de Bond sean los artífices de lo que hace años conocemos como cine de acción, las propias películas del famoso agente no terminan de cerrar. Sostener a un personaje por más de cincuenta años no es fácil. Desde lo ideológico, lo estético y lo narrativo, todo cuesta. Es posible que Bond, un personaje cuya influencia en la cultura popular es descomunal, no pueda aprovechar ese beneficio. El director Sam Mendes lidia acá con un guión más endeble de lo acostumbrado y mantiene a la serie en el siglo XXI con un tono frío, de mucho diseño de producción actual, de absoluta pulcritud aun cuando sigan siendo las películas disparatadas de siempre. Y ahí está la organización Spectre para demostrar que Bond en el fondo sigue siendo Bond. La tensión entre esta nueva entrega es complicada. Es un Bond que quiere ser todos los Bond. Busca terminar sus planteos acerca de los orígenes del personaje, busca las escenas de acción de remate disparatado, quiere ser un hombre moderno y también mantenerse como un troglodita, quiere ser serio al máximo pero que el espectador sonría. El que mucho abarca poco aprieta y cuando uno ve las películas de la saga de Misión: Imposible se da cuenta que la posta de los agentes secretos ya fue tomada por otros y que les va mucho mejor. Cada vez más caras, cada vez más heladas, las películas de James Bond suelen tener escenas en la nieve, pero ni esa locación, ni México en el día de los muertos, ni la mismísima Londres pueden hacer el milagro de darle vida a algo que es más un evento que una película.
Con el estreno de Casino Royale (2006), Daniel Craig presentó un James Bond diferente a los anteriores. Uno más asesino, con licencia para matar y menos playboy, capaz de hacer acrobacias imposibles. Su Bond frío, preciso, con una violencia casi quirúrgica y pocas sonrisas, enamoró a la crítica y al público. Luego vino Quantum of Solace (2008), seguida por Operación Skyfall (2012), película que ahondó en el pasado oscuro del protagonista. Cada una tiene su historia, sus personajes y sus locaciones. Pero si hay una invariable en todas ellas es el carácter de Bond. Nunca pierde su frialdad, no duda cuando debe matar y su talento para hacerlo es intrínseco a su personaje. Bond no sería Bond si no fuera un asesino letal que no se detiene a sentir ni a enamorarse de las mujeres con las que está brevemente. En Spectre, la última entrega dirigida por Sam Mendes (quien antes había hecho lo propio con Operación Skyfall), ninguna de estas características persiste. El James Bond de Craig ha sido suplantado por uno que se asemeja a los más clásicos y -a la vez- parece renegar del anterior. El film inicia en la gran celebración del Día de los Muertos, en México. En sus primeros minutos, la infinita cantidad de extras (con sus máscaras y vestimentas alusivas), la acción y la destrucción subsecuente conforman un impresionante inicio. De regreso en Londres, Bond deberá enfrentar las consecuencias de sus acciones pero él tiene su propio plan en marcha, uno que llevará a cabo no importa qué. Mientras tanto, M (Ralph Fiennes) deberá luchar por mantener la agencia a flote y evitar que cierren el programa de los agentes 00. Aquí se ven paralelamente las luchas burocráticas de M en Londres y las “físicas” a cargo de Bond. El objetivo del protagonista es ir tras SPECTRE, una asociación con planes malévolos que parece tener más de una conexión con su pasado, y para ello necesitará la ayuda de los leales Moneypenny (Naomie Harris) y Q (Ben Whishaw). A su vez, en su búsqueda por la verdad cruzará caminos con dos nuevas chicas Bond, Monica Bellucci y Léa Seydoux. El villano está interpretado por Christoph Waltz, quien hace un buen trabajo pero no uno memorable. La entrega anterior contaba con la genial actuación de Javier Bardem, quien interpretaba a un psicópata que ponía los pelos de punta con su sadismo, su comportamiento a veces infantil y su perversa diversión. Spectre tiene algunas escenas de acción muy buenas, hermosas locaciones (Roma y Tánger son algunas de ellas) y nuevas pistas sobre el pasado de Bond; pero parece estar totalmente desconectada de las entregas anteriores. Presenta a un 007 que en un momento está discutiendo con una bella mujer y al otro ella no puede evitar caer rendida a sus pies, que realiza hazañas increíbles y que está bastante pendiente de hacer reír (la mayoría de las veces no lo logra). El film pasa a ser una oda a los anteriores Bonds, donde todo aquello que diferenciaba y engrandecía al Bond de Craig ha desaparecido por completo.
Publicada en edición impresa.
Crítica emitida por radio.
Bond contra el Gran Hermano Se ha logrado algo interesante en esta tetralogía de Bond a cargo de Daniel Craig, quien gracias a su interpretación le ha dotado de una dimensión humana que el resto de la obra sobre el 007 no tiene. Hemos sido testigos de la transformación de un agente de campo, rudo y vulgar, a uno no menos rudo pero más sofisticado. Cada una de las tres películas anteriores forman parte de un rompecabezas que acaba por armarse en esta última entrega. Luego de que Bond se acercara a una parte de su pasado en "Skyfall", ahora debe profundizar en ese capítulo de su vida, desconocido por todos, hasta ahora. Desde ese pasado regresa un ser nada fantasmagórico, sino muy real. Tanto como el poder que ostenta, un poder capaz de poner en jaque a la seguridad mundial. Mientras tanto, el MI6 cae en manos de un burócrata que pretende eliminar el programa 00. Así las cosas, Bond debe trabajar por su cuenta para desactivar un plan siniestro, que tiene mucho de personal. Como es costumbre, el filme inicia con una espectacular secuencia de acción, esta vez con el zócalo del DF mexicano y la celebración del día de los muertos como escenario. Londres, Roma, Marruecos y Austria son las locaciones donde el 007 se mueve para buscar respuestas y a una joven a quien proteger. De impecable factura técnica, notable dirección y un guión no exento de los clichés que todo fanático echaría de menos si no estuvieran, este filme presenta una nueva versión de un villano conocido, a cargo del estupendo Christoph Waltz. Cierto es que la vara quedó muy alta con la épica "Skyfall", mas esta nueva aventura del agente secreto más famoso no defraudará ni a propios ni a extraños.
Y un día el glaciar se derritió. Con este segundo trabajo del director Sam Mendes en la saga quedó claro al final que el problema no era Daniel Craig, sino el modo en que se abordaron los conflictos y los personajes en Casino Royale y Quantum of Solace. Cuando Craig dejó de encarar a 007 como un salieri insulso de Jason Bourne para darle vida al tradicional agente secreto de Ian Fleming, el verdadero James Bond del cine resurgió otra vez. Spectre expande la resurrección de Bond que Mendes presentó en Skyfall y brinda una película épica que le dio un cierre de lujo a esta nueva etapa que se inició en el 2006. Si después el actor decide hacer una película más es otra cuestión. Por lo pronto, en este capítulo concluye el arco argumental que se había iniciado en Casino Royale. Un detalle muy interesante, ya que fue la primera vez en la historia de esta franquicia que la etapa de un actor presentó filmes conectados entre sí. Si bien en el pasado hubo películas que hicieron referencia a producciones previas, por lo general los argumentos tenían conflictos independientes. Eso no sucedió con la etapa de Daniel Craig donde las tramas de las cuatro películas que protagonizó estuvieron muy conectadas entre sí. A tal punto se da esta situación que si no llegaste a ver Quantum of Solace y Skyfall en esta nueva entrega te quedás afuera de algunos detalles importantes de la historia. En principio la gran novedad de Spectre pasa por la labor de Craig, quien se soltó mucho más como actor para divertirse finalmente con el personaje. Hace unos años hubiera sido impensable ver a este artista en una escena donde se homenajea al mejor Roger Moore de Vive y deja morir y La espía que me amó en el final de una secuencia de acción. En esta película nos encontramos con un Craig más simpático y ameno que finalmente logró acercarse al verdadero espíritu del personaje de Fleming. Si querés ver a un matón frío y deprimido que sólo se dedica a matar gente con métodos violentos o una historia donde el momento más emocionante pasa por un juego de cartas, Bond no es lo tuyo. En ese sentido, creo que Sam Mendes encontró el equilibrio perfecto en los dos filmes que hizo hasta ahora. Spectre jamás cae en los momentos de estupidez de Otro día para morir (Pierce Brosnan) o la infame Octopussy (Moore), donde Bond se disfrazaba de cocodrilo, pero captura a la perfección la emoción y el entretenimiento que tuvieron los grandes clásicos importantes de la saga. Si bien Daniel Craig esta vez tiene más comentarios graciosos, en su interpretación jamás convierte al personaje en un chiste y mantiene el perfil de anti-héroe que había presentado en Casino Royale. La única diferencia es que ahora Bond es realmente Bond. Para los fans que recuperamos el entusiasmo en Skyfall el nuevo trabajo de Mendes es la gloria porque incluyó un montón de elementos nostalgicos y situaciones que se le venían pidiendo a esta saga. Si sos un amante de esta serie las secuencias de acción de la nueva película (muy especialmente una maravillosa persecución automovilística en Roma) te roban más de una sonrisa. Debo mencionar que Spectre tampoco es perfecta y tiene sus debilidades. Por un lado la horrenda canción de Sam Smith que parece concebida para un melodrama romántico y quedó completamente fuera de contexto después de la tremenda secuencia de acción inicial. Una gran pifiada de los productores. También resultó decepcionante el imperdonable desperdicio de Monica Bellucci, quien aparece menos de cinco minutos en el film. Una lástima que los guionistas no pudieron encontrarle la vuelta para que ella se destacara más en la trama A la organización Spectre (que no tiene nada que ver con la de las viejas películas) también le faltó un poquito más de desarrollo en el guión y nunca llega a lucirse como debería. Sobre todo porque el eje del conflicto estuvo puesto en la relación entre Bond y Ernst Blofeld, el clásico villano de 007 interpretado por Christoph Waltz. El actor, que ya cuenta con experiencia en estos roles, presenta un buen trabajo como Blofeld si bien nunca llega a robarse ninguna escena como lo hizo Javier Bardem en Skyfall, con un villano mucho más sólido. Reitero, ninguna película de Bond es perfecta y siempre se encuentran elementos débiles en los argumentos. Acá lo importante pasa por otro lado. Spectre retomó el verdadero espíritu del cine Bond que muchos amamos de esta saga y se había perdido en el inicio de esta nueva etapa del agente secreto. Muy especialmente en Quantum of Solace. Sam Mendes volvió a poner las cosas en orden y aportó otra gran película que se concibió para ser disfrutada en la pantalla grande. Spectre es una celebración del cine tradicional de 007 y le hace justicia a uno de los grandes íconos del cine de acción que se extranó muchísimo en los últimos años.
Licencia para no matar ?En una clara involución respecto de la anterior Skyfall, este nuevo trabajo del director de Belleza americana reincide con la idea de regodearse con los traumas familiares y sentimentales de Bond (Daniel Craig). Una película con personajes a medio perfilar, falta de fluidez de la narración y una anodina Léa Seydoux, cuyo principal atractivo pasa por sus nexos con anteriores films de la saga, que permitirán a los connaisseurs del universo 007 descubrir múltiples guiños y referencias.??? Pese a la cantidad de guionistas que aparecen en los títulos de créditos de Spectre, no cabe duda de que estamos ante una película de Sam Mendes (el director de Belleza americana y de la anterior entrega de Bond, Skyfall), que consigue de nuevo llevar al agente secreto creado por Ian Fleming a su territorio, el del drama psicológico. ?? Como ocurría en la magnífica Skyfall, el motor de la acción de la discreta Spectre son los traumas de Bond, heridas del pasado familiar y sentimental que rebrotan en un presente en caótica transformación. El arranque de la película –una suerte de homenaje al plano secuencia inicial de Sed de mal, de Orson Welles, ambientado en México D.F.– sitúa a Bond en los márgenes de la ley. Cumpliendo el último deseo de la M encarnada por Judy Dench, Bond (interpretado con la contundencia y eficiencia habitual por Daniel Craig) destapa una organización criminal que parece responsable de la mayoría de los males del planeta: corrupción farmacéutica, trata de blancas, terrorismo global, espionaje industrial... El problema para Bond es que, en su empeño por vivir en paz con su pasado, terminará abriendo nuevas compuertas hacia recuerdos turbulentos, al tiempo que se ganará la desconfianza de sus superiores: el nuevo M, encarnado por Ralph Fiennes, y C (Andrew Scott), quizás el personaje más relevante de Spectre. C es un joven y ambicioso integrante del Servicio de Inteligencia que no cree en los métodos primitivos de Bond y que aspira a sustituir a los viejos espías por tecnología de última generación: la idea es reemplazar a los 00 por drones. Cabe decir que esta subtrama relativa al cambio de paradigma en el espionaje mundial termina siendo mucho más interesante que la central de Bond, aunque al final veremos que están interconectadas. Dicho esto, es una pena que Scott no tenga el carisma actoral suficiente (del que va sobrado Fiennes, por ejemplo) para darle una presencia mayor a C. Por su parte, Bond presenta en Spectre su cara más tosca y arcaica. Para acentuar el contraste con la modernidad encarnada por C, Bond debe enfrentarse cuerpo a cuerpo a un matón forzudo que remite claramente al Jaws (Richard Kiel) de Moonraker o La espía que me amó. Unas escenas de acción que, por cierto, nunca terminan de integrarse orgánica y fluidamente en el relato. Da la impresión de que Mendes cumple a regañadientes con los requisitos básicos de la saga, convirtiendo las escenas de acción en elementos accesorios, perfectamente olvidables. Aunque el mayor problema de Spectre son dos de los tres vértices que componen el esqueleto narrativo de la película. Con un Bond sobradamente consolidado, los que fallan son la chica Bond (una Madeleine Swann interpretada por una anodina Léa Seydoux) y un villano llamado Oberhauser que encarna Christoph Waltz. En su habitual rol de cavernícola ilustrado, el sibilino Waltz construye su personaje con el piloto automático, demostrando muy poca implicación, incapaz de conferir un aura amenazante a este malévolo genio de la tecnología. Aunque quizás la debilidad de Oberhauser esté más en la composición del personaje que en la interpretación de Waltz. En su afán por exprimir la dimensión traumatizada de Bond (que queda muy patente en el juego de espejos de los títulos de crédito iniciales), Mendes imagina un villano que es la suma de todos los adversarios de la historia reciente de Bond. Y, confiando en la fuerza (fallida) de este planteamiento, los guionistas descuidan otorgar a Oberhauser una mínima profundidad psicológica y algún tipo de misterio, cualidades que abundaban, por ejemplo, en el personaje de Silva (Javier Bardem) en Skyfall. ?? En uno de los pocos hallazgos notables de Spectre, Bond se adentra en una de las guaridas de Oberhauser y allí encuentra una especie de telaraña construida con cuerdas. Los cinéfilos no tendrán problemas para vincular dicha imagen con la realidad trastornada de Spider, de David Cronenberg, película protagonizada justamente por Ralph Fiennes. Sin embargo, esta interesante representación física de la psique atormentada de Bond no termina de resonar con fuerza en una película plagada de momentos más bien risibles, como el anecdótico encuentro de Bond con una complaciente viuda italiana a la que da vida Monica Bellucci, o las conversaciones del héroe con Swann (Seydoux), que como no podía ser de otra manera es psicóloga y sabe cómo tocar la fibra emocional del traumatizado 007. Spectre no defraudará a los fans de Bond. De hecho, al subrayar sus nexos con anteriores películas de la saga, los connaisseurs del universo Bond seguramente se lo pasarán en grande cerrando cabos abiertos en el pasado. Sin embargo, las debilidades de la película (los personajes a medio perfilar, la falta de fluidez de la narración) no permiten hablar de una obra satisfactoria. Veremos si, en el futuro, los responsables de la saga prosiguen su investigación de este Bond convertido en “caballero oscuro” o si se plantean una saludable renovación.??
En Spectre tras recibir un mensaje misterioso que proviene de su pasado, James Bond sigue la pista para destapar una organización siniestra. Mientras M lucha contra fuerzas políticas que amenazan con acabar con el servicio secreto, Bond revelará la verdad detrás de la malvada organización criminal que titula el filme. Después de Skyfall Sam Mendes vuelve a ponerse detrás de las cámaras para dirigir esta nueva aventura del agente 007 con un Daniel Craig más duro que nunca. La trama atrapante y laberíntica, nos traslada por distintos paisajes, en los que Bond hará gala de su habilidad con las armas, los autos y las mujeres. Tras un prólogo electrizante en México en plena celebración del día de los muertos, la película no para en una montaña rusa de adrenalina cuyo climax en pleno Londres corta la respiración. Tras la fantástica Skyfall, la vara estaba alta, Specte está a la altura y mantendrá a los espectadores al filo de la butaca durante sus 2 horas y media de metraje.
James Bond inoxidable con ingredientes para los fans: acción, chichés, homenajes a otras pelis de la saga, villanos y mujeres bonitas en este caso inteligentes y distintas. Mucha acción, lugares fascinantes y un villano que si bien no llega a las alturas de Javier Bardem tiene lo suyo con Christoph Waltz. Para los seguidores de la saga, un plato fuerte. Un Bond que renuncia a ser una máquina de matar. Entretenida y espectacular.
Con sabor a despedida Sam Mendes vuelve a ponerse al frente de la franquicia más antigua de la historia del cine y el resultado es una película entretenida pero que queda muy alejada de su predecesora. En 007 Spectre, Daniel Craig se despide del personaje de James Bond y, lamentablemente, no lo hace de la mejor manera. En plena reconstrucción del MI6 luego de los eventos de la película anterior, Bond recibe un mensaje que lo llevará a enfrentar a Franz Oberhauser, el hombre que se encuentra al mando de la organización Spectre. El agente dará la vuelta al globo para terminar con el hombre que tanto daño le ha causado. Luego de algunas idas y venidas, Sam Mendes volvió a dirigir una nueva aventura del espía creado por Ian Fleming y el resultado dista mucho de la pequeña joya que fue Operación Skyfall. Sin lugar a dudas aquella película fue un quiebre en la historia del 007 y mostró un costado que nunca habíamos visto sobre el personaje. En 007 Spectre, Mendes vuelve a la senda que tantos otros realizadores recorrieron y centra la atención sobre los artilugios y las elaboradas secuencias de acción más que a la trama. El principal problema es que usa y abusa de estos elementos pero no los pone al servicio de la trama sino que son un fin en sí mismos. La causa de esto es que el director busca abarcar demasiados temas y se basa en un guión con muchos deslices. Y, si bien en una película de la factoría Bond pueden otorgarse algunas licencias, en 007 Spectre se hacen demasiado evidentes. Por otro lado, nadie duda de las cualidades interpretativas de Christoph Waltz pero el villano que compone no es convincente y en algunas secuencias hasta resulta cómico. Asimismo, el rol de su secuaz interpretado por Dave Bautista tiene una sola línea de diálogo en toda la cinta y también resulta hilarante. En fin, quienes busquen una aventura clásica del agente más famoso se atragantarán con este collage de explosiones y velocidad, pero los que buscamos que todo esto sirva para contar algo más nos veremos amargamente defraudados.
Un Bond menos, que pase el que sigue Siempre las “Chicas Bond”, secuencias en autos; helicópteros; aviones y trenes, una alta cuota de facilismo para salir de situaciones intrincadas, pero todo con mucho estilo. Estos condimentos fueron, son y serán los básicos que todo director de la franquicia del agente “doble 0 7” debe incluir en el martini doble seco para crear una nueva entrega. Sam Mendes (Belleza Americana -1999-, Operación Skyfall -2012-), en su retorno a la franquicia, vuelve a luchar007 1 contra todo este orden preestablecido y, por momentos, a diferencia de Skyfall, esta película se vuelve caos. No es ninguna tarea fácil diagramar una nueva historia del agente secreto más conocido de Gran Bretaña, sobre todo teniendo en cuenta que es la entrega número 24. Las secuencias de acción son las escenas que más favorecidas se vieron con el paso del tiempo -la queja en una película de Bond nunca vendrá por ese lado-, la mayor presión se encuentra en: dominar al personaje James, cosa que Daniel Craig ya hace con naturalidad y los villanos, he aquí en donde Sam Mendes peca de superficial. Christoph Waltz (Bastardos sin gloria -2009- , Django Unchained -2012-) encarna al maligno cabeza maestra de una organización internacional, que logra infiltrar gente dentro de MI6 -cuartel general de la inteligencia británica- y desde allí pretenden cancelar el proyecto de 0073agentes secretos y lograr la clásica dominación mundial, bien al estilo Doctor Evil en Austin Powers, International man of Mystery -1997-. El carisma del austríaco-alemán, fetiche de Quentin Tarantino, está intacto, pero el guión no acompaña. Dave Bautista (Drax en Guardianes de la galaxia -2014-) es el matón de turno y co protagonista de muy buenas peleas mano a mano contra 007. El problema es que en la mezcla final del largometraje, tanto el latino musculoso como la voluptuosa -ya MILF- Mónica Bellucci, quedan como participaciones efímeras -hasta válido como un simple cameo-. Si la ficha técnica no hizo sonar ninguna alarma, para ello está el cuerpo del texto: la película es Apta para Todo Público, raro en la franquicia Bond, esto implica escenas de violencia muy lavadas y los clásicos encuentros sexuales de Bond pasando con sus señoritas reducido a dos pasajes fugaces sin la menor chispa. Otro aspecto central de una película Bond es la chica. En esta vigésimo cuarta edición, la chance fue para la bombona francesa Léa Seydoux (novia de Adele en La vida de Adele -2013-), sus rasgos tan particulares siempre resaltan en pantalla pero, al igual que con Christoph Waltz, lo que empaña el rol es la falta de dimensiones de su personaje. La relación con el agente secreto -que también por fórmula siempre debe arrancar en odio para lograr llegar al amor salvaje y pasional-007 5 llega en términos forzados, dicho pasaje del odio al amor tuvo tal vez demasiados atajos, además de la diferencia de edades entre Craig y Seydoux hacen que Bond parezca un tanto “robacunas” -por no decir pedófilo-, siendo que ya da más para papá que amante. ¿Cuánto mejor hubiese sido si los productores se hubiesen puesto los pantalones y la Chica Bond hubiese sido la cincuentona potra de Mónica Bellucci? En líneas generales, Spectre -2015- logra la mixtura de una película James Bond, pero queda muy por debajo de su predecesora Operación Skyfall -2012-. Daniel Craig redondea una tetralogía más que correcta y sólo restará esperar por el nuevo ¿James Bond negro?
La acción salva a la nueva aventura de 007 La última película de 007 empieza con un pintoresco prólogo mexicano durante el Día de los Muertos: Bond deja una chica esperándolo en la cama y caminando por cornisas se dedica a liquidar a un enigmático villano, tarea que implica hacer explotar un par de edificios y que sigue con una furibunda persecución entre la multitud disfrazada de esqueletos más una temible pelea en un helicóptero. Luego, igual o más que en la anterior "Operación Skyfall", la trama se pierde en los conflictos de la nueva organización de los servicios de inteligencia británicos que están por dar de baja a todos los agentes doble cero. Ralph Fiennes, el nuevo M, debe seguir compitiendo con la ex M, Judi Dench, que desde la tumba le pide a Bond una nueva tarea, que partiendo desde un funeral en Roma lo lleva a infiltrarse en la tenebrosa organización de archicriminales Spectre, liderada por un verborrágico Christoph Waltz. Cuando empezó en el 2006 la nueva parte de la franquicia protagonizada por Daniel Craig con la excelente "Casino Royale", había un cambio hacia una violencia y una crueldad más serias que realmente renovaba la serie, pero ahora esa seriedad se volvió un poco pretenciosa y da la sensación de que las escenas filmadas por el director Sam Mendes no encajan demasiado bien con las escenas de acción filmadas por el equipo de segunda unidad. Asi es como "Spectre" levanta vuelo cada vez que las cosas explotan en los tiroteos y persecuciones, pero se estanca cuando se limitana mostrar paisajes de Marruecos o a insistir con revelar innecesarios secretos biográficos del agente con licencia para matar. Entre los mejores momentos hay una crudísima pelea en un tren (que de todos modos recuerda bastante a la de "De Rusia con Amor") y un encuentro erótico con Monica Bellucci. También hay un divertido, quizá por poco serio, enfrentamiento con Waltz, que está determinado a clavarle sofisticadas agujas en la cabeza a Bond y hacerle algún tipo de lobotomía. La excesiva duración de 148 minutos realmente no ayuda, aunque la fotografía es excelente y las variaciones del famoso tema de Bond a cargo del músico Thomas Newman incluyen momentos notables. El clip psicodélico de títulos probablemente sea el más flojo desde el comienzo de esta serie en 1962.
¿Te parece que después de taaanta espera James Bond podía fallar? Obvio que no. Daniel Craig y Sam Mendes nos entregan - nuevamente - una película para disfrutar de principio a fin. El inicio, situado en México, más exactamente en el festejo del día de los muertos, es soberbio, y eso es justamente el comienzo de una aventura que dura algo así como dos horas y media de explosiones, algún que otro paso de comedia y acción a más no poder. La historia - el guión - no cae en ningún momento. Daniel Craig, por su parte, es un auténtico Bond experimentado y lookeado impecable aunque caiga de un precipicio lleno de polvo. Algo para destacar: "los títulos" - con música de Sam Smith - son para levantarse y aplaudir de pie. Si sos fan de 007 seguramente la vas a disfrutar como nunca porque cada secuencia de acción recuerda a algún momento de las pelis anteriores. La dirección de Mendes es impecable y hace que uno, como espectador, sea un testigo más de cada movimiento y truco de Bond... James Bond. Una gran peli que no podés perderte.
Fin de ciclo Spectre es la última Bond con Daniel Craig y a partir de ahora van a correr cientos de nombres de actores y directores posibles para llevar adelante la nueva saga. Es que las Bond no son simples películas de acción. La personalidad de cada serie termina reflejando, casi en su totalidad, las inquietudes estilistas de su época (al menos en el mundo anglosajón). Las 007 post 9-11 terminan en Spectre y todavía es impensable definir qué rumbo van a tomar las próximas. El Bond ligeramente alcohólico, el que se permite sangrar y vive luchando contra fantasmas del pasado, se va con Daniel Craig. El MI6 repleto de topos, las agencias paralelas y la paranoia a escala global probablemente no terminen en esta entrega. Todo indica que (al menos) en el universo Bond, esa herida todavía no fue subsanada. Spectre está por debajo de ese hermoso homenaje que fue Operación Skyfall (Skyfall), sin embargo, tiene tres secuencias cinematográficamente perfectas. La primera empieza en el arranque mismo y termina cuando empieza la secuencia de créditos. En esas escenas que transcurren en México en el día de los Muertos se pueden condensar todas las virtudes de Sam Mendes como realizador. La pasión que tiene la composición de cada encuadre y la forma en la que maneja los tiempos son abrumadoras. Esta nueva entrega tiene dos problemas no menores. Su guión está demasiado presionado para dar la idea de final de era. Con este objetivo, termina siendo una especie de “Bond se enfrenta al más malo de los más malos” (interpretado por Christoph Waltz). En este nuevo enemigo recaen gran parte de las fallas. No por el desempeño actoral de Waltz sino porque su personaje no sólo encarna a una especie de fusión de los villanos anteriores sino porque además pretende cerrar parte de ese pasado latente que persiguió al espía británico en sus primeras travesías del siglo XXI. Con tantos elementos interesantes, la organización Spectre (la misma de Dr. No) y su líder (Waltz) generan una enorme cantidad de expectativas cuya resolución finalmente no se percibe a la altura. Spectre está por debajo de ese hermoso homenaje que fue Operación Skyfall. El otro de los problemas radica en la poca importancia que da Mendes a los personajes secundarios a medida que transcurre el metraje. Es muy raro tener a Monica Bellucci para que interprete sólo una escena. También lo es mostrar la relación Craig-Léa Seydoux de la forma en la que lo hace. En cierto momento, las mujeres de Spectre son mostradas con tal distancia que parecen espejismos del personaje de Craig. Spectre tiene imágenes que reflejan a la perfección el rumbo que tomó el 007 de la nueva era. Es posible, además, que tenga entre algunos de esos pasajes, el gen de lo que serán las nuevas entregas y por consiguiente, los primeros esbozos cinematográficos del imaginario social de la próxima década.
Un agente calmo Se deben contar con los dedos de las manos los personajes que generan un cataclismo mundial cada vez que se sabe que una nueva película sobre ellos está en los planes. Y seguramente son muy pocos los que trascienden más allá del actor (todo el mundo sabe que Indiana Jones es Harrison Ford y viceversa, ¿no?). James Bond, el agente 007 al servicio de su Majestad es uno de ellos. El espía británico copa este fin de semana las pantallas con su nuevo largometraje "007 Spectre" (2015). Bond (Daniel Craig) se encuentra en México siguiendo una pista que le dejó su antigua jefa (Judi Dench). Allí descubrirá el primer indicio que lo llevará a conocer Spectre, una siniestra organización criminal con ramificaciones por todo el mundo y que, aunque el agente todavía no lo sepa, tiene mucho que ver con su historia. Mientras tanto Gareth Mallory (Ralph Fiennes), el nuevo M, tendrá su propia lucha política para evitar que el MI6 desaparezca y sea reemplazado por una iniciativa de vigilancia global. El 007, con la ayuda de la hija de un antiguo enemigo (Léa Seydoux), irá atando cabos hasta descubrir que su enemigo proviene de su pasado y que su sed de venganza es infinita. A grandes rasgos -y para no contar mucho más y evitar spoilers-, de esto se trata la película número 24 del agente secreto, según el conteo oficial que omite a "Casino Royale" (1967) y "Nunca digas nunca jamás" (Never Say Never Again, 1983). "Spectre" y la próxima conocida como "Bond 25" no están basadas en ninguna historia escrita por Ian Fleming, el creador del muchacho; pero sí utiliza villanos, personajes secundarios y algunas cosas de la larga historia del espía. El famoso guiño para los fanáticos. Es indudable que Craig le cambió la cara al personaje ajustándolo al nuevo milenio, y también ayudó que lo dotaron de un lado más oscuro. El James Bond del actor alcanzó su clímax con "007: Operación Skyfall" (Skyfall, 2012), sin lugar a dudas, y este filme lo encuentra casi recorriendo el mismo camino personal. Ayuda también que repita el director Sam Mendes, que le tomó el pulso al personaje, al igual que los guionistas. Pero aunque sea el largometraje más caro de toda la franquicia ($350 millones de dólares de presupuesto) y también el de más duración, esas cosas no alcanzan para convertirla en la mejor. Básicamente, hay demasiado diálogo y poca acción. La película se mata en demasiadas explicaciones y vueltas que no ayudan mucho a la historia, más teniendo en cuenta que se apela mucho a la memoria del espectador y lo ocurrido anteriormente. Sí entretiene y posee escenas memorables, como por ejemplo el plano secuencia inicial que transcurre en México o la pelea en el tren. Tal vez sea culpa de la duración, pero las escenas de acción saben a poco y no alcanzan para cubrir la cuota de un filme de estas características. Algo similar ocurre con las chicas Bond: falta más de Monica Bellucci y Seydoux parece no estar a la altura histórica. Christoph Waltz está impecable, pero a su personaje le falta fuerza y maldad, eso si recordamos al que nos regaló Javier Bardem, llamado Silva. ¿Somos demasiado exigentes? Podría ser, pero no si se toma en cuenta que tuvieron tres años para hacerla. James Bond está peligrosamente acercándose a una franquicia que está más preocupada por ver cuántas marcas ponen sus productos en las películas. Tal vez exageremos, o tal vez sea mejor que los productores vuelvan a leer las historias escritas por Fleming y no perder esa mística. Esperemos que la próxima película de Bond venga agitada y no revuelta.
El glamour que se niega a morir Anunciada como la peor película de James Bond, Spectre tiene algunos detalles sustanciosos en lo cinematográfico que se hacen notar desde el primer minuto. Es que la dirección de Sam Mendes (Belleza americana) no podrá doblegar a un guión esencialmente ampuloso, pero el oficio, en definitiva, de algo sirve. Con un guiño grande como la pantalla del DOT a Sed de mal, el clásico de Orson Welles, la película arranca durante la celebración del día de los muertos en Ciudad de México; un largo travelling atraviesa a la multitud hasta posarse en Daniel Craig (el último Bond, muy posiblemente, en su última encarnación), oculto en una máscara de calavera, sombrero ladeado y con una chica enganchada del brazo. La cámara se le pega en la espalda, una esquelética vértebra, y lo acompaña por varios metros. Sexy, llena de suspense, la escena parece el anticipo de algo formidable. Pero no. La mayor dificultad de Spectre es la cantidad de material que en un serial televisivo, por ejemplo, funcionaría a la perfección, pero montada en un film, aun uno de 148 minutos, lo ancla al fondo cual Titanic. En memoria de su desaparecida M, Bond desobedece al nuevo superior (Ralph Fiennes) y sale a la caza de una organización criminal llamada (claro) Spectre. Los villanos vienen calibrados como patovicas (Dave Bautista) o con una sonrisa pegada con Poxipol (Christoph Waltz, ¿quién otro?), y el campo de operaciones se complica con la llegada del perverso C (el irlandés Andrew Scott, de Sherlock), que toma la jefatura del MI6 con intenciones de desarmarlo. En la telaraña, un culebrón ultraviolento, se destaca la fotografía de Hoyte van Hoytema: en los relieves de los Alpes, Roma y Marruecos, en las curvas de la inoxidable Monica Bellucci, Naomie Harris o Léa Seydoux. O en el propio Craig, nuevamente de espaldas, viendo un atardecer de Londres por la ventana, copa en mano, reflexionando, quizá, si vale la pena reincidir en el papel.
Bond, el agente 007, siempre está volviendo La fórmula de siempre esta vez no logra aportar nada nuevo. Eso sí, hay una escena inicial magistral, en México D.F., una secuencia impactante, muda vertiginosa en el Zócalo, con un gentío celebrando el Día de los Muertos bajo un helicóptero que no se decide a caer. Lo que viene después es lo de siempre: persecuciones de varios colores, organizaciones siniestras, encontronazos de todo calibre y una pelea interna (el internismo no respeta géneros) contra un recién llegado que quiere jubilar a 007 y sus métodos algo arcaicos. El film funciona para los seguidores de la franquicia. Hay un gran villano (muy poco logrado) escenarios cambiantes, lujos y tecnología sofisticada. Pero el libro es pobre y al final la aventura que cuenta parece ser un catálogo turístico que deja poco lugar a los personajes. Pese a todo, Mendes sabe lo que hace y la acción, como lo exige la serie, no decae, aunque los diálogos no tienen chispa. La historia se agotó, parece decirnos el guionista. La maldad del mundo de estos días ha dejado atrás las amenazas de estos malditos de pantalla grande que ni rozan a los verdaderos. Se extraña el glamour, esa mezcla de elegancia y peligro y hasta las chicas Bond, que fueron parte de su iconografía. Lo que queda es lo de siempre, vistoso y bien presentado.
Lo acompañan hermosas chicas Bond: la mexicana Stephanie Sigman, la actriz y modelo italiana Mónica Bellucci, la británica Naomie Harris y la francesa Léa Seydoux (como verán internacional). Un Bond más atlético y rudo. Todo se desarrolla a pura adrenalina y bastante humor. Salen a flote secretos, contradicciones y traumas familiares. De la galería de villanos, el peor es el que compone una vez más como en otras películas Christoph Waltz. Estupenda dirección de fotografía, Hoyte van Hoytema (“Interstellar”) conserva gran parte de la estética de su antecesor. El director Sam Mendes (“Belleza americana”, "Skyfall") sabe como poner la cámara y posee un buen comienzo con un plano secuencia increíble y cuenta con la banda sonora de Thomas Newman. Esta bate records en taquilla aunque para mi "Skyfall" fue mejor. En Argentina se estrena en 215 pantallas de 160 cines. Formatos: 2D, XD, Imax, y Monster Screen. Versiones: Subtitulada y Doblada. Queda abierta para una próxima entrega.
Entre fallas y aciertos En “007: Spectre”, Bond se mueve con la elegancia de siempre, pero la película se enreda en pasos de comedia que le quitan eficacia. La apertura de Spectre, la nueva James Bond, es potente, vigorosa, con planos secuencia virtuosos y pulso firme. La acción transcurre en la Ciudad de México durante la celebración del Día de los Muertos, y de entrada quedan expuestos los elementos más representativos de la saga: la elegancia del protagonista trajeado, su debilidad por las mujeres bellas, su agilidad para salir ileso de situaciones complicadas y su destreza con las armas. Antes de los característicos créditos iniciales todo parece prometedor. ¿Podrá Sam Mendes, su director, mantener durante 150 minutos este ritmo vertiginoso? Lamentablemente, después del impresionante arranque la película empieza a desinflarse de a poco. Lo del comienzo es sólo un veranito para el espectador. Lo que sigue es un largo invierno a modo de despedida de la era Daniel Craig (supuestamente es la última vez que estará en la piel del galán del espionaje). Los fanáticos de la franquicia 007 quedarán agradecidos con esta 24ª entrega ya que reaparece la mítica organización criminal Spectre (la Sección de Poder Ejecutivo para Contraespionaje, Terrorismo, Revancha y Extorsión de los primeros filmes), identificada con el logo de un pulpo y liderada por el demente Franz Oberhauser (Christoph Waltz). Spectre es el mal y quiere controlar la seguridad mundial y para eso reúne a varias organizaciones de modo de reducir las probabilidades de que se produzcan atentados terroristas (como si ellos fueran buenos). El trabajo de Oberhauser se basa en instalar el caos en las ciudades para que todos tengan miedo y se sumen a su red de seguridad: un sistema de vigilancia global. Y Bond deberá detener el plan. No hay que olvidarse de que Bond, James Bond, es ante todo un asesino con licencia para matar y en el transcurso de sus misiones secretas, entre encamadas y vodkas Martini, no duda en ejecutar a sus objetivos, siempre con la corbata en su lugar. Esta vez, las mujeres que lo acompañan son la hermosísima Léa Seydoux, en el papel de Madeleine Swann, y Monica Bellucci como Lucía (que aparece sólo unos minutos y no se sabe bien para qué). Hay secuencias de acción destacables en distintos lugares del mundo, con sus paisajes y arquitecturas de fondo. Sin embargo, Spectre tiene muchos puntos muertos en los que su director parece no saber adónde ir. El malo interpretado por Waltz, por ejemplo, nunca llega a meter miedo con sus muecas mecánicas, todo lo contrario de la efectiva maleficencia caricaturesca de Javier Bardem de Skyfall (2012) donde veíamos a un Sam Mendes seguro, convencido de lo que hacía, porque recurría a los elementos de su propio universo cinematográfico. En cambio, en Spectre, no ayuda la incorporación del humor de un modo más consciente debido a que no es un recurso que le pertenezca. Usar la comedia (como se usa acá) y la artificiosidad propia de Bond para contrarrestar el dramatismo de la historia no hace más que perjudicarla. A pesar de ser una película olvidable y una de las más flojas, siempre termina ganando la mística que caracteriza a la saga, y eso puede llegar, incluso, a salvarla del fracaso.
Por cuarta vez, Daniel Craig vuelve a encarnar a James Bond y por segunda bajo la dirección de Sam Mendes luego de su trabajo juntos en “Operación Skyfall” (2012). La trama de la aventura número 24 del personaje creado por Ian Fleming, tiene que ver con el pasado de éste cuando algunos de sus efectos personales son recuperados tras la explosión de la mansión familiar de los Bond; hechos desarrollados en la entrega anterior. Un mensaje encriptado envía a 007 a una misión secreta a la Ciudad de México (impresionante escena de apertura con un plano secuencia en medio de la celebración del Día de los Muertos) y luego a Roma, donde conoce a Lucía Sciarra (brevísima aparición de la italiana Monica Bellucci), la hermosa viuda de un infame criminal, interpretado por Alessandro Cremona. Bond se infiltra en una reunión secreta a la que se accede con un misterioso anillo (con un pulpo grabado) y descubre la existencia de una siniestra organización que da nombre al film. Poco a poco, durante las 2 horas y media de metraje, esta entretenida producción va revelando los puntos que se conectan con “Casino Royale” (2006), “Quantum of Solace” (2008) y la mencionada “Skyfall” (2013), cintas que componen este reinicio de la franquicia más duradera de la industria cinematográfica. De modo encubierto, y con la ayuda de Moneypenny (Naomie Harris) y Q (Ben Whishaw) el protagonista trata de localizar a Madeleine Swann (una correctísima Léa Seydoux), la hija de su antiguo archienemigo, el Sr. White (Jesper Christensen), porque puede que tenga la clave para desentrañar el misterio de SPECTRE, que apareció en “Dr No”, “From Russia With Love”, “Thunderball”, “You Only Live Twice”, “On Her Majesty’s Secret Service” y “Diamonds Are Forever”. A medida que Bond se aventura hacia el corazón de SPECTRE, se entera de una estremecedora conexión entre él mismo, sus orígenes y el enemigo que busca, Franz Oberhauser, interpretado muy bien por Christoph Waltz, aunque su poca presencia en pantalla le impidió desplegarse mucho más como el legendario villano Ernst Stavro Blofeld. Mientras Bond da vuelta por el mundo (a las ciudades que visita se suman Sölden en Austria y Tánger en Marruecos), en Londres, y en plena reconstrucción del cuartel del MI6, Max Denbigh (Andrew Scott), es nombrado el nuevo director del Centro para la Seguridad Nacional. Su primera medida es cuestionar las acciones de Bond y poner en duda la importancia del programa “00” del Servicio de Inteligencia Británico, encabezado por M (Ralph Fiennes). A diferencia de otras entregas, aquí el guión no es el punto fuerte, haciendo más hincapié en aquello que indudablemente disfrutamos de cada película del glamoroso espía: una excelente fotografía y paisajes, muchos tiros, acción, un poco de seducción (a cargo del personaje de la francesa Seydoux, una de las “chicas Bond” de turno) y vertiginosas e impresionantes escenas de persecución en auto, destacándose la que protagonizan el Aston Martin DB10 de Bond y el Jaguar C-X75 del personaje de Dave Bautista, Mr Hinx, pasando por las puertas del Vaticano a toda velocidad. Nos da gusto y nos encanta volver a ver a Bond… James Bond… y esperemos que la siguiente, cuente con Craig, aunque la conclusión nos deja con una sensación de despedida.
En el cine, como en otras cuestiones de la vida, siempre es bueno ir de menor a mayor, aprender de los errores, corregir falencias y potenciar los aciertos. El James Bond de Daniel Craig llegó a su punto más alto en Spectre, el cuarto film que lo tiene como protagonista y que presenta a la mejor versión del agente secreto en muchísimos años. Lástima que no acompañó la película. Con el empuje de un mensaje críptico, James Bond se introduce en pleno México durante el Día de los Muertos y descubre una siniestra organización criminal llamada Spectre. Pese a que es suspendido por M por los destrozos ocasionados, el agente 007 decide averiguar que hay detrás de estar organización criminal, mientras su jefe debe pelear contra fuerzas políticas que intentan eliminar el servicio secreto. Dirigida por Sam Mendes, el mismo que dirigió Skyfall (2012), la película llega al punto cúlmine de la historia que se viene construyendo desde Casino Royale. Allá por el 2006 el estreno sorprendía con un Bond más cercano a Jason Bourne (The Bourne Identity, 2002) que al pensado por Ian Fleming y que tan bien se interpretó en cine mucho años antes por otros actores. Pero en esta ocasión, y mejorando lo realizado por sus compañeros y por él mismo, Mendes logra que Craig jamás convierta al personaje en un chiste, pero a su vez mantiene el perfil de anti-héroe que se había presentado en Casino Royale. La única diferencia es que este Bond tiene más que ver con Bond. Fleming una vez reconoció que quería que sea “un hombre extremadamente aburrido, carente de interés al que las cosas le sucedieron.” También quería que Bond sea un “objeto contundente.” Bueno, con Craig todo esto se consiguió. Su poderío físico, su frialdad y las pocas chispas que fue tirando con Mendes detrás de las cámaras demuestra que, a pesar de haber sido criticado durante mucho tiempo, hoy sea uno de los mejores. Pero el problema para esta versión es que su mayor conflicto tiene que ver con una cuestión interna, emocional. Excelente la primera escena donde Craig y la cámara deslumbran en la coodinación de sus acciones y en el despliegue. Desde su introducción en aquella muchedumbre hasta la caída de aquel helicóptero, todo es una genialidad. Hay más, por supuesto, incluyendo persecuciones automovilísticas en diversas locaciones y una pelea de gran tamaño con Dave Bautista encarnando a un matón que desea detener a Bond sin importar el costo. Una suerte de Jaws contemporáneo. Pese a los cuatro guionistas que posee la película: John Logan, Neal Purvis, Robert Wade y Jez Butterworth, el film es débil en la construcción de los personajes que rodean al protagonista. Mal perfilados y poco interesantes. La hermosa Léa Seydoux, que interpreta a Madeleine Swann, no tiene consistencia, no está del todo bien construida ni mucho más para ofrecer que su bella figura. Christoph Waltz, villano de lo más prometedor de la grilla cinematográfica del 2015, solo quedó en eso, una promesa. El némesis de Bond, más relacionado con un conflicto familiar, no genera empatía ni antipatía, solo está y es una consecuencia de la narración. Lo mismo sucede con los papeles de Monica Bellucci y Ben Whishaw. Ralph Fiennes cumple en su función como el nuevo M, un superior que trata de mantener a Bond dentro de la ley pero a su vez es su mayor protector ante las nuevas normativas que empezaran a regir en breve. El encargado de cumplirlas el nuevo régimen es el joven C (Andrew Scott). Quizás sea el personaje más relevante de Spectre, joven y ambicioso integrante del Servicio de Inteligencia que no cree en los métodos primitivos de Bond ni de los otro 00. Representa la idea de sustituir a los viejos espías por tecnología de última generación y reemplazar a los agentes por drones. En Argentina el estreno de Spectre tendrá lugar en 215 salas en todo el país, incluyendo las de formatos especiales como el IMAX, Monster, XD y Extremo. Sin dudas, esta saga está pensada para romper taquillas. Dentro de los países en los que se estrenó, la película ya recaudó U$80.1 millones y sólo en Reino Unido obtuvo U$63.8 millones en su primera semana de estreno. Así se aseguró un nuevo récord de taquilla de ese país en toda su historia. Al marcar un nexo con anteriores películas de la saga, seguramente los fans la pasarán de mil maravillas. ??Un hermoso espectáculo cinematográfico que no pueden perderse, pero con la certeza de que el film que lo tiene por cuarta vez a Daniel Craig en el papel de James Bond, nació para ser taquillera y romper cuanto récord se le interponga. No caben dudas que Spectre rendirá en los números, pero no en todos los corazones.
La película número 24 de la saga coloca nuevamente la acción, el despliegue visual en escenarios internacionales y la intriga en primer plano. Elegancia, sofisticación y villanos "retro" reaparecen de la mano de Daniel Craig. Y llegó la película número 24 de la saga Bond, una marca registrada dentro del mundo cinematográfico del espionaje. Con gran despliegue de escenarios, la acción salta desde México con la celebración del Día de los muertos -filmada en un impactante plano secuencia- pasando por Londres, Roma, Tokyo, Austria y hasta Tanger. La nueva aventura del agente 007 gira alrededor de un mensaje críptico que trae el pasado de Bond -Daniel Craig quizás en su última intervención en la serie después de cuatro pelìculas- y lo coloca en pista para descubrir a la siniestra organización que da título al film. El Servicio Secreto corre peligro y el mismo Bond es suspendido de sus actividades por el nuevo líder M -Ralph Fiennes- tras la muerte del personaje encarnado por Judi Dench en la entrega anterior, mientras los tentáculos de Spectre se sacuden rápidamente hacia diferentes direcciones y actúan a nivel global. El villano de turno, Oberhauser, encarnado por Christoph Waltz resulta una vuelta a los malvados más clásicos del cine y somete al protagonista a siniestras torturas. Está secundado, claro está, por su ejército de secuaces, como Mr Hinx, el papel jugado por el ex luchador de la WWE, Dave Bautista -Guardianes de la Galaxia-, un gigante que recuerda al papel de "Mandíbula" de Richard Kiel en Moonraker y La espía que me amó. El costado femenino pisa fuerte en esta aventura: Monica Belucci aparece como la seductora y misteriosa Lucia Sciarra en un papel corto pero contundente y la fría Lea Seydoux, en el rol de Madeleine Swann, es la nueva adquisición del agente para vivir el vértigo y la aventura. Agentes asesinados, derrumbes de edificios, persecuciones en autos, lanchas, aviones, trenes y helicópteros -no falta nada, muy del estilo de los filmes iniciales-, el relato de Sam Mendes también aprovecha los resortes del laberíntico guión escrito por el mismo equipo de Operación Skyfall -John Logan, Neal Purvis y Robert Wade- y las conexiones con las historias anteriores, pero nunca olvida el clima que se concentra en la pantalla gracias a una trama eficaz que trae entretenimiento a gran escala en sus dos horas y media de duración. Párrafo aparte para la presentación de los títulos, siguiendo la tradición del videoclip, con la canción interpretada por Sam Smith, "Writing's On The Wall", en una suerte de collage policromático donde los tentáculos atrapan cuerpos y enroscan armas en un logrado juego de edición que también seduce como la misma máscara de la muerte.
Bond no es para siempre El espíritu de James Bond ya no está en las películas de Bond: ‘Spectre’ no logra transmitir la sensualidad y el humor que alguna vez tuvo la serie. En el principio fue James Bond. Cuando los productores Harry Saltzman y Cubby Broccoli compraron los derechos del personaje de Ian Fleming y contrataron al inglés Terence Young para que lo traslade a la pantalla grande, seguramente no imaginaron que sería el comienzo de una serie que llegó ya a las 24 películas en medio siglo y, sobre todo, que creo un estilo de espías cool, con aventuras y humor, sensualidad y chicas en bikini. En Dr. No, Young logró transportar la historia de los '50 al swinging London de los '60 y fabricar con el escocés Sean Connery una estrella, y con la suiza Ursula Andress una bomba sexual emergiendo de una piscina en un traje de dos piezas. Pero pasó más de medio siglo y la serie parece haber tomado un camino equivocado o, al menos, no estar pudiendo aprovechar sus virtudes intrínsecas adaptándolas a los usos y costumbres de hoy. La idiosincrasia Bond ya se extendió a otras películas que la representan con mucho más ingenio y talento. La última película, la número 24, es Spectre. La primera secuencia -anterior a los títulos- promete mucho: es un festival de ideas con un helicóptero fuera de control sobre una multitud en el DF mexicano. Aunque sólo a un borracho se le pudo haber ocurrido encargarle esto a Sam Mendes, que también dirigió la anterior Operación Skyfall pero es reconocido por Belleza americana y es un tipo que no tiene la habilidad para manejar escenas “grandes”. De todas formas, la originalidad del concepto supera la ejecución torpe y la cosa parece que puede funcionar. Después viene la escena de títulos que siempre es una estrella en las películas de Bond -empezando por aquella famosa creada por Maurice Binder desde adentro del barril de una pistola- y nos encontramos con otra decisión digna de un ebrio a cargo de un estudio cinematográfico: la canción “Writing’s on the Wall” de Sam Smith no sólo no pega con la secuencia de títulos -que es extraordinaria si le sacamos el sonido- sino que es un anticlímax total respecto de la secuencia anterior. Para ese momento ya sabemos que hay algo que no funciona y todavía quedan más de dos horas de película, porque además de todo Spectre dura dos horas y media. La película falla también en sus personajes secundarios: el villano Christoph Waltz y la chica Bond Léa Seydoux son perfectos en los papeles -aunque Waltz villano ya quedó quemado desde Bastardos sin gloria- pero acá no se lucen, no tienen diálogos picantes, ni escenas en las que puedan brillar. Lo de Seydoux es casi milagroso en el mal sentido: la despojaron de todo sex appeal. La elección del henchman Dave Bautista, una de las revelaciones de Guardianes de la galaxia, es muy buena, pero no le dieron ni una línea de diálogo. Es como si hubiera hecho el camino inverso: primero un mudo forzudo en Spectre, y después un forzudo con un twist humorístico en Guardianes. Pero no, Spectre le disminuyó el registro. Fue imposible no recordar dos muy buenas películas de este año: Misión imposible: Nación secreta y El agente de C.I.P.O.L. Ambas son claras deudoras de James Bond -MI5 hasta tiene a su protagonista femenina emergiendo en bikini de una pileta- pero logran, cada una a su manera, transmitir el humor, la sensualidad y la originalidad que tuvo en su momento Dr. No. Sin dudas Christopher McQuarrie y Guy Ritchie son mucho más capaces para este tipo de películas que Sam Mendes, pero el problema es previo y está en la gente que eligió a Mendes, la misma gente que eligió la canción de Sam Smith, los vestidos feos de Léa Seydoux y que fue incapaz de cortar la película para que, por lo menos, dure 90 minutos.
Llega la nueva aventura del espía más famoso del cine en un año en donde el subgénero de espionaje a tenido más de un estreno exitoso como Misión Imposible: Nación Secreta o Kingsman: El Servicio Secreto. Spectre es la película número 24 en la saga del agente 007 James Bond, con Sam Mendes (Skyfall) como director junto a los guionistas Neal Purvis (Otro Día Para Morir), Robert Wade (Otro Día Para Morir), John Logan (Penny Dreadful) y Jez Buttenworth. Spectre es la cuarta película de Daniel Craig (Casino Royale) como el espía británico, acompañado por Ben Whishaw (Paddington) Naomi Harris (Asesino Ninja) y Ralph Fiennes (El Gran Hotel Budapest). Los nuevos integrantes del elenco son Monica Bellucci (La Verdad Oculta), Léa Seydoux (Misión Imposible: Protocolo Fantasma) junto con los villanos Dave Bautista (Los Guardianes de la Galaxia) y Christop Waltz (Django sin cadenas). Luego de la exitosa y bien recibida Skyfall, Sam Mendes y compañía debían superar ese film con creces, para ello hicieron un ambicioso producto que conecta narrativamente con los 3 largometrajes de Bond protagonizados por Craig. Parte de esa ambición era resucitar a la mítica organización criminal conocida como Spectre (Cuya primera aparición fue en El Satánico Dr, No, de 1962) luego de que los productores lograran recuperar los derechos de ese nombre. Por último, la producción de Spectre ideó un plan para crear un gran villano para combatir al espía secreto inglés, para ello se contrató al actor europeo Christop Waltz, ganador de 2 Oscar. El gran problema que tiene la nueva Bond es su guión. En el 2014 la empresa Sony sufrió un hackeo en donde se develaron los problemas de preproducción de esta película, donde distintas cuestiones de la narrativa no convencían a los ejecutivos de Sony y durante un largo tiempo estuvieron debatiendo modificaciones a dicho guión con ayuda de distintos escritores. Viendo el producto final, se puede sospechar que se modificó, en parte con refilmaciones de último momento, al 3er. acto sobre todo. Spectre sufre de malos chistes, diálogos forzados, motivaciones vagas, una conexión tenue y confusa con los dos largometrajes anteriores y muchos tiempos muertos. Al menos con un pulido a los diálogos el film hubiese mejorado notablemente. Algunos de los problemas recaen bajo la responsabilidad del director Mendes, al crear una larga secuencia de persecución de autos muy mediocre y que el film tenga un ritmo lento y poco ajustado (Lo cual explica la duración de 148 min.). A pesar de haber hecho un buen casting, los actores no pueden hacer mucho para elevar el material, en especial Monica Bellucci, quien termina siendo la más desaprovechada, con poca duración en el metraje. Daniel Craig sigue siendo eficiente en el papel protagonista de Bond, Waltz es perfecto para el papel de villano, Dave Bautista aporta su físico amenazante para enfrentar al protagonista y Léa Seydoux su belleza como co-protagonista. Los elementos positivos son: La secuencia inicial de la película en Mexico, el enfrentamiento entre Bond y Hinx (Bautista) en un tren en movimiento, el enfrentamiento final de la película y la música del compositor Thomas Newman. A pesar de sus graves deficiencias, el nuevo film de James Bond es un entretenimiento que cumple con las exigencias de su público. Spectre no es el punto más bajo de la era de Daniel Craig como 007, sino que es al menos un film digno.
James Bond nunca sabe cuándo morir De unidad conceptual con la precedente Skyfall, la nueva película de James Bond indaga en el pasado del célebre personaje, en las películas previas, y abre interrogantes críticos sobre el nuevo siglo. ¿Qué lugar le queda al viejo James Bond? Después de tantas películas, actividades espías, asesinatos a sangre fría, mujeres y bebidas, ¿cuánto más podía esperarse de este agente doble cero? No demasiado pero, sin embargo, el glamour que exhibe, las marcas publicitarias que lo financian, su proceder fascista, todavía prosperan. ¿Alguien lo duda? Por eso, James Bond es signo de los tiempos: de aquéllos -fríos, de guerra encapsulada- y de éstos. La manera desde la cual se articula hoy, lo señalan no sólo sus películas, sino la estela que permanece, que repercute en otras aventuras, como las protagonizadas por el espía Jason Bourne. En este sentido, no sería exacto decir que con el actor Daniel Craig, Bond toma prestadas características del personaje de Matt Damon sino que 007 continúa como el eje de gran parte del árbol genealógico del espionaje. O también, ¿cómo leer a Robert Ludlum sin la influencia de Ian Fleming? Ahora bien, no es casual que personajes tan drásticos, de simpatías ideológicas deleznables, cumplan a veces el mejor móvil narrador. En este sentido, tampoco es coincidencia que las mejores películas de los estudios Marvel sean las de Capitán América. Hay algo en este tipo de caracteres que abre posibilidades inesperadas, que sin deshacer lo que los personajes son, imprimen una mirada que dialoga de modo problemático con el entorno. Tanto Bond como Capitán América son hijos de sus años, de luchas resueltas. Continúan en la marquesina de novedades porque son franquicias que explotar pero, acá lo mejor, porque reúnen aspectos que todavía dicen algo. Mitos de la sociedad de consumo, pero mitos al fin. Éste fue el aspecto nodal que Operación Skyfall (2012) abordó. Con el director Sam Mendes a cargo, el agente tuvo que soportar su deconstrucción pausada, gradual, última: Mendes/Craig destrozaron el mito para aportarle un brío nuevo. La continuación sólo podía ser de ellos. En este sentido y antes que segunda parte, Spectre es consumación de un díptico. Para ver Spectre debe verse Skyfall. Una está hecha pensando en la otra, entre las dos construyen la reflexión final sobre el mundo Bond, sobre sus más de veinte películas, sobre su lugar en el mundo actual y en el cine digital. Este aspecto es tomado en Spectre de manera argumental, a través de este fantasma tentacular que tiende su vigilancia sobre todos y, particularmente, sobre Bond. Las nuevas tecnologías están en el centro de la trama; con ellas, los mecanismos de espionaje dejaron de ser lo que eran, con el cine -con Bond- sucedió otro tanto. Este es el aspecto que abre un interrogante en Bond, porque lo hiere en su esencia. Las películas de Sam Mendes han tomado esta herida como lugar central para su puesta en escena; es decir: James Bond es un personaje desajustado, es un maniquí que reitera pasos de comedia ya vistos. Sus viejos trucos no guardan correlato con las estridencias del cine de efectos digitales. Un auto que dispara fuego ya no es momento de asombro para el espectador. Es esta contemplación de Bond como héroe anacrónico la que Sam Mendes acentúa para, de acuerdo con ello, permitirse que Spectre contenga, otra vez, un auto que escupe fuego. No es lo que se espera de un film actual; por eso mismo, Spectre es una película sorprendente. Por otra parte, el enigma que encierra "Spectre", la clásica organización que Bond combate, tendrá resolución doble: de manera general, con la continuidad iniciada con Sean Connery en El satánico Dr.No (1962); de manera puntual, sobre el ciclo protagonizado por Craig desde Casino Royale (2006). Pero esto es apenas epidérmico, lo más profundo radica en lo que allí se cifra, en la habilidad del film para jugar con las referencias que la larga lista de títulos de Bond ofrece sobre esta organización, para ahondar en algo que será personal -presagio ya supuesto por Skyfall-, con muchos guiños hacia los seguidores de la saga -de talante lúcido, apenas referidos, reformulados-, pero con una mirada impiadosa sobre los tiempos vigilantes actuales. Sin quererlo, con Spectre Bond culmina por asomar como garante de una libertad individual, privada, que parece en vías de extinción. Ya no hay resquicios donde desaparecer. Todos vigilados, pero en síntesis, ¿quién vigila? No es que se trate de una mirada reaccionaria, de melancolía por tiempos idos, sino crítica por acorde con el cine del director de Belleza americana y Soldado anónimo, quien sabe mirar la sociedad e instituciones como ámbitos problemáticos, integrados por individuos perseguidos por su entorno pero también por sí mismos. En este sentido, y tal vez como uno de sus mejores momentos, sobresale la resolución formal que de la visita a la cueva secreta del lobo hace el héroe. Allí donde todo terminará con una explosión, con él erigido como portavoz involuntariamente lúcido de una sociedad que todavía resiste, que no confía en depositar sus secretos en las manos de corporaciones con sonrisas de empresa. Mendes lo articula desde una operación argumental brillante. Se ha dicho de esta película que parece interesada en desocultar lo que hasta ahora nunca se supo de la vida de Bond. Es todo lo contrario. El Bond de Mendes no permitirá, nunca, que se sepa lo que él prefiere mantener sólo suyo. Por esta premisa, es que Bond revienta todo. Eso sí, quizás nunca actuó antes de esta manera. Por eso, es una incertidumbre saber cómo proseguirán sus aventuras. Si Craig y Mendes continúan, la historia tendrá puntos suspensivos que invariablemente habrán de conformar una tríada de rigurosa unidad formal y conceptual. De no ocurrir esto, podrá entonces decirse que con Spectre lo que se ha visto es al héroe en una salida de escena genial, imposible de perpetuar. Haber logrado esta síntesis, que es repaso y reformulación, que es mirada lúcida sobre un personaje pero, sobre todo, respecto del contexto en el que se desenvuelve, hace de Spectre una obra grande dentro de la galería fílmica del personaje, pero también de cara al cine que todavía dice llamarse Hollywood.
De Bond queda un espectro James Bond es un gran personaje. No tanto por lo que él representa, sino por el entorno en el que se mueve. Bond es él más su contexto, y la fricción que se genera ahí es lo que termina por construir uno de los universos más prolíficos de la historia del cine. Por eso que lo que más resiente el recorrido de esta nueva saga protagonizada por Daniel Craig es la intención de abordar el mundo interior del agente. Adentro de Bond no hay nada, el personaje es una cáscara vacía que se mueve zigzagueante en un mundo de villanías universales, lujo desmedido, chicas seductoras y peligrosas, y ambigüedad. Por eso que la síntesis perfecta del personaje son las escenas de acción, especialmente aquellas que le dan inicio a cada aventura. Intentar darle a eso una carnadura moral es una de las grandes fallas. Y Spectre es un nuevo viaje en ese sentido, tal vez el último si tenemos en cuenta que Craig se despide del 007. Si las películas de Bond deben entenderse como segmentos individuales que intentan continuar un movimiento que simbolice la aventura (sin lograrlo nunca, existen pocas grandes películas del personaje), hay que reconocer que Spectre aprendió algunas lecciones. La enorme secuencia de arranque en México, por ejemplo, es una demostración cabal de lo que el personaje y su mundo habilitan: hay un largo y elegante plano secuencia, que culmina con un par de esos momentos donde el personaje brilla. La acción hiperbólica, desmesurada, se vuelve verosímil ante la dimensión que adquiere un personaje imposible como este. Lamentablemente, el resto de la película no está a su altura y el film se va desinflando acorde transcurren los minutos. Más allá de lo que pueda decir cierta parte de la crítica que lo desprecia, la presencia de Sam Mendes dentro de la saga Bond permitió que el personaje disfrute algunos pasajes de buen cine, cosa que parecía bastante alejada del más prosaico mundo de acción directa del 007. Hay encuadres poderosos, un uso de la luz que es asombroso y un trabajo del sonido que refuerza la fisicidad buscada. Si bien estas películas parecen más de diseño, hay que aceptar que ese esteticismo no le sienta del todo mal a un personaje que es en primera instancia pura superficie. Pero hay que decir que así como en Operación Skyfall ese viaje hacia el interior del personaje lograba darle cierta solidez a las secuencias de acción, en Spectre el intento cae en saco roto y resulta menos interesante. Si bien el villano de Christoph Waltz tiene motivaciones personales, se extraña esa locura y exageración de los malos que ha enfrentado el agente con licencia para matar. Y ahí está una de las falencias de esta nueva saga: si por un lado hay un arco dramático que evidencia un crecimiento del personaje de película en película (y aquí vuelve más la sexualidad y el humor, tradicionales en el personaje), también hay intensidad buscada que nunca llega y deja al descubierto la futilidad del personaje: porque un Bond con consciencia deja de ser Bond automáticamente y se convierte en otra cosa no demasiado satisfactoria. En ese viaje, Spectre tiene para lucir algunos buenos momentos y no mucho más.
MATAR Y DEJAR MORIR La muerte en el universo Bond no había tenido tanto peso desde que Daniel Craig se puso el traje del espía. Desde CASINO ROYALE (2016) hasta SPECTRE (2015), y sobre todo en la entrega más reciente de la saga, el peso y las consecuencias de la mortalidad fueron haciéndose cada vez evidentes en esta reinvención más oscura de 007. Claro que el personaje principal siempre estuvo adentro de una burbuja protectora: sabemos que, no importa cuantos golpes y disparos reciba, nada puede pasarle. Sin embargo, la muerte rodea al personaje: está en los seres queridos que pierde en el camino y en los villanos que liquida en sus misiones (sin contar a los secuaces menores, claro, que esos caen como Stormtroopers sin que a nadie le importe). Y aunque suene raro poner el foco sobre la muerte en una saga inmortal sobre un personaje prácticamente invulnerable, hacía allí apuntaron los realizadores del film número 24 de la franquicia. No es casualidad, entonces, que esta nueva aventura comience en la celebración del Día de los Muertos, en México, con un magnífico plano secuencia cortesía del director Sam Mendes. Este atractivo inicio da pie a una serie de intensas escenas de acción que dejan la vara demasiado alta para el resto de la película. Sin el apoyo de la organización para la que trabaja, Bond (un Craig muy seguro y bien plantado, ya totalmente metido en el papel y haciéndolo de taquito, sin que eso le quite méritos) comienza a investigar a una misteriosa y muy poderosa organización terrorista conocida como SPECTRE. Las pistas van apareciendo de manera algo forzada y llevan al protagonista de un lado a otro del mundo, sin que el cambio de países este justificado de forma totalmente orgánica. Como debe ser, en la misión habrá persecuciones, luchas y tiroteos, pero ninguna de estas secuencias logra ser tan asombrosa como la inicial. En sus andanzas, Bond estará acompañado por Madeleine Swann (Léa Seydoux), una joven bella y resuelta, pero cuya presencia no tiene el peso suficiente como para superar, ni por asomo, a la gran chica Bond de la era Craig, Eva Green. En cuanto al villano, la interpretación de Christoph Waltz puede dividirse en dos: al principio del film hace su ya clásico "loquito contenido y controlador"; después, se desata un poco con un villano más siniestro, algo caricaturesco y retro-bondiano. De todos modos, no se trata de un antagonista demasiado jugoso, aunque el problema es del guión, no del actor. Por su parte, Dave Bautista es puro músculo y presencia física, un matón al estilo de Oddjob en GOLDFINGER (1964): a pesar del efecto nostálgico (que está diseminado aquí y allá, en todo la película) y de una sola brutal pelea, queda la sensación (sobre todo para los que lo vimos en GUARDIANES DE LA GALAXIA) de que al grandote el rol le quedó chico. Para satisfacción de los fans del Bond de Craig, SPECTRE ata algunos cabos sueltos de entregas anteriores y reflota, aunque más no sea en menciones, a algunos personajes de CASINO ROYALE y sus continuaciones. Al mismo tiempo, resulta un acierto que Q (Ben Whishaw) y M (Ralph Fiennes) tengan un poco más de participación en el desenlace. Por otra parte, el concepto de la muerte, bien planteado a lo largo de toda la trama, resulta más que adecuado para este film con cierto sabor a despedida. Sabemos: los actores vienen y van, pero Bond es tan eterno como los diamantes y la muerte.
La idea de un nuevo Bond lleno de conflictos morales, menos sarcástico, realista e implacable resulto una idónea renovación para un personaje y una franquicia que denotaba cierta fatiga durante el periodo de Pierce Brosnan al frente del personaje. La actual encarnación de Bond con Daniel Craig al servicio de su majestad y de realizadores como Martin Campbell, Marc Foster y en especial Sam Mendes renovó y consolido el interés general de la franquicia. Con SPECTRE llega el final para una exitosa era de Bond, donde guionistas John Logan, Neal Purvis, Robert Wade y Jez Butterworth conectan en SPECTRE todos y cada uno de los sucesos anteriores (casino royale, Quantum of Solace, Skyfall), para conceder al relato una impronta conspirativa a partir de una grabación entregada a Bond luego de la muerte de "M" (Judi Dench), quien le confiesa al agente secreto, que todos los antiguos villanos a los que se ha enfrentado formaban parte de una misma organización. Una instancia que llevara a nuestro (Anti) héroe a participar de un juego del gato (angora por tradición) y el ratón por diversas regiones del mundo ante el misterioso Franz Oberhauser , interpretado por Christop Waltz. Villanos de turno y tradición Bond siempre tuvo villanos icónicos y en este Magnus Opus final es el turno de Franz Oberhause para salir a escena, interpretado ahora por Christoph Waltz (Inglorious Basterds, Django Unchained), quien corona su composición de un personaje omnipresente en la historia de 007 desde 'You Only Live Twice' (1967). Waltz hace su versión sin encasillarse en los modismos del personaje, y subiendo la apuesta de todo amaneramiento propio de un genio criminal y supervillano de turno Si, incluso con un pulcro gato angora. Grabs-from-the-new-trailer-for-latest-James-Bond-film-called-Spectre También se da cita el descomunal y letal Hinx. interpretado por el ex luchador de la WWF, Dave Bautista (Guardianes de la Galaxia) , inspirado por la tradición de gigantescos personajes de la franquicia de 007, como Jaws, personificado por el actor Red Grant cuyas características físicas denotaban unas mandíbulas de acero, o el propio Sandor, interpretado por Milo Reid. Ambos personajes hicieron su primera aparición en la película “The Spy Who Loved Me” de 1977. Como era de esperar la realización resulta ejemplar de principio a fin, permitiendo al espectador a entender exactamente lo que está sucediendo, aun ante la compleja construcción de las diversas secuencias de acción, lo que habla por sí mismo del oficio narrativo de Sam Mendes. El James Bond de los últimos tiempos encontró en Sam Mendes la exquisitez de un realizador que aporto la vehemencia de una impronta narrativa con notable pulso para el suspenso, en mixtura con la orquestada espectacularidad de escenas de acción que hacen del agrado y beneplácito del público, una combinación que hace a la plusvalía que una película de Bond requiere. Daniel Craig aporto desde su debut en Casino Royale (2006), la composición de un James Bond mas atormentado que “afectado” por su carisma. El Bond de Craig es aún más arrogante que la icónica representación de Connery, algo que de algún modo resulto como un revés de la trama para las usuales fórmulas de la franquicia. En SPECTRE se recurre al punto débil de esta encarnación de Craig / Bond, mediante el amor y la tragedia que representa la perdida de Vesper Lynn (Eva Green), acaso la más recordada chica Bond de los últimos tiempos, y el talón de Aquiles del agente secreto. El fin de una era Skyfall (2012) aporto la exploración mas exhaustiva que se haya realizado para con el personaje, una producción que ofició a modo de un controvertido "cambio en la continuidad" de la franquicia, pero apenas reformulando -cual signo de los tiempos- y dejando en su lugar cada uno de los elementos simbólicos pertinentes a la tradición cinematográfica del personaje. Con SPECTRE, la era de Bond que llega a su fin, ha logrando constituir idóneamente un ambiente realista influenciado por paranoias contemporáneas como el terrorismo, las guerras virales, o el terror corporativo sobre naciones emergentes, que la vincula con demás sagas y superproducciones, caso de Jason Bourne de Paul Greengrass o incluso el Batman de Christopher Nolan. SPECTRE llega a los cines con el semblante de una despedida, cuestionando el lugar que le corresponde a los super-espías, hoy considerados como anticuados recursos ante los continuos avances tecnológicos de un mundo donde el poder está en la intervención del flujo de datos digitales y no en la posesión de secretos de estado. En definitiva, SPECTRE pone de manifiesto toda la tradición y la esencia misma del personaje en una producción dotada de la osadía y grandilocuencia necesaria para representar el broche de oro que signa el fin de una era para 007.
Una importante respuesta de público no es garantía de buena película Las películas de James Bond, el agente 007, ya tienen un lugar asegurado en las carteleras cinematográficas y “007 Spectre” no parece defraudar las expectativas en lo que a taquilla, tanto local como internacional, se refiere. Otra cuestión muy diferente es cuando se analizan sus cualidades artísticas e incluso como posible entretenimiento. Desde el lejano 1962, en que Sean Connery interpretara al primer Bond (“El satánico Dr.No”, se llevan filmadas dos docenas de películas del popular agente secreto. Las últimas cuatro tienen a Daniel Craig en dicho rol y no se puede decir que sus actuaciones decepcionen. La que sí lo hace es la película que acaba de estrenarse, cuya duración resulta excesiva y con pobre contenido de la trama. Otro de los puntos fuertes de las películas de Bond son las famosas “chicas” y no está de más recordar que en la primera quien lo acompañaba era la bella Ursula Andress. Aquí hay dos, pero la primera de ellas y también “escultural” (Monica Belluci) está totalmente desaprovechada. Algo mejor le va a Léa Seydoux, quien tuvo su rol sensual no hace mucho en “La vida de Adèle”, ganadora del Festival de Cannes en 2013. Como siempre hay también un “malo” de la película y en esta oportunidad se trata de Ernst Stavro Blofeld, un personaje recurrente que en 1967 interpretara el inolvidable Donald Pleasance en “Sólo se vive dos veces”, uno de los mejores films de la serie en toda su historia. Aquí le da carnadura Christoph Waltz, a quien se prefiere en “Bastardos sin gloria”, que lo lanzara al estrellato. Tampoco convencen Naomie Harris como Moneypenny ni Ben Whishaw como Q y quien sale más a flote es Ralph Fiennes como M, aunque sin llegar a la altura de la gran Judi Dench. Lo que menos interesa es la historia de “007 Spectre”, nombre de la malvada organización que imaginó Ian Fleming para combatir al célebre personaje por él creado. El film se pasea por la ciudad de México el “Día de todos los muertos” (secuencia inicial bien lograda) para luego trasladarse a Roma en un costoso Aston Martin, Tanger (Marruecos) pésimamente aprovechada (ciudad que este cronista venera) y Londres. Hacia el final la acción se incrementa pero ello no alcanza para redimir a este capítulo no muy logrado y que dirigiera Sam Mendes (“Belleza americana”).
Spectre es un film que no defraudará a los seguidores de la saga ya que brinda mucha acción, espectacularidad y buena fotografía, pero no logra fascinar ni subir la adrenalina del espectador al tope. Una vez más se respeta a rajatabla el esquema habitual: los viajes por el mundo, las escenas impactantes de persecuciones al...
Cuando uno recorre el cast de este último James Bond (quizás la despedida de Daniel Craig de la franquicia), se entusiasma porque el conjunto es bueno. Un villano jugado por Christoph Waltz, dos chicas Bond (una, la francesa Léa Seydoux; otra, la italiana Monica Belluci, que aparece demasiado poco), y un jefe como Ralph Fiennes, más otro villanito por ahí jugado por Dave “Guardián de la Galaxia” Bautista. Está todo bien. Y no. La única verdadera razón por la cual este film sobreproducido, sobreescrito, sobredecorado es digno de verse es porque Daniel Craig es el mejor Bond de todos los tiempos (sí, de todos los tiempos). Una mezcla de brutalidad y humanidad que ninguno de los anteriores había logrado porque, probablemente, sea el único actor que haya comprendido cabalmente la persona de Bond y no solo el personaje. Así, incluso si hay grandes secuencias muy entretenidas, incluso si en cada una se desparrama de manera incluso grosera el lujo y el presupuesto, nos vamos dando cuenta de que al realizador Sam Mendes le importa mucho menos lo que está contando que el “que quede lindo” que brilla por todas partes. No así Craig, que como un director de sí mismo, es no James Bond contra Spectre sino Ethan Hunt en la misión imposible de transformar esta sucesión poco cohesiva de secuencias costosas en una película. Lo logra porque, digamos la verdad, la película es él y da gusto. Si es cierto que se retira del rol, la verdad, lo vamos a extrañar. Demasiado.
El Bond de Daniel Craig cierra el círcuto Tras una misión en México, James Bond encuentra la pista capaz de conducirlo al corazón de la más siniestra organización: Spectre. La lucha no será sencilla, porque en Londres el programa de los agentes 00 está en la mira de nuevos y ambiciosos burócratas del espionaje. “Spectre” subraya una discusión que amenaza con volverse eterna: ¿cuál es el verdadero espíritu de James Bond? ¿El del galán hedonista, decidido a salvar el mundo sin renunciar al humor zumbón de una buena película de acción? ¿O el oscuro, profundo, seco e implacable que descubrimos en los últimos tiempos? Esta entrega de la saga -la número 24- afloja la tensión instalada a lo largo de la tetralogía protagonizada por Daniel Craig (“Casino Royale”, “Quantum of solace”, “Skyfall”). Tal vez porque el actor anunció el adiós al personaje campea esa sensación de fin de ciclo. Finalmente, el Bond de Craig se relaja un poco. A la vez hay un regreso a las fuentes narrativas, porque Spectre y el hiperperverso Blofeld vienen desde el corazón de los novelas de Ian Fleming. Es un balance apropiado para nuevos y viejos fans. La historia retoma el hilo de “Skyfall” (cuya altura, por más que lo intenta, no alcanza “Spectre”; no era sencillo). Hay un nuevo M: Ralph Fiennes (que hace unos años pudo haber sido un muy buen Bond) reemplazó a Judi Dench. A M lo acusan de pieza de museo. La guardia joven del espionaje quiere reemplazar a los agentes 00 por un gran hermano digital. En tanto, Moneypenny cambió a Bond por un enamorado de verdad. El signo de los tiempos. En Spectre radican claves del pasado de Bond. Los cabos se irán atando en el DF mexicano (brillante escena en pleno Día de los Muertos), Roma (a Bond lo sigue Dave Bautista, el asesino de turno), Austria, Tánger y, por supuesto, Londres. Léa Seydoux es una chica que a Bond le mueve realmente el piso, mientras que Christoph Waltz se mete en los zapatos de un villano que ya habían jugado el inmenso Donald Pleasence, Telly Savalas y Charles Gray. Hay gato y cicatriz, a pedido de Mike Myers, quien lo caricaturizó como el Dr. Evil. Habrá más Bond, no con Craig. La vara, como siempre, luce altísima. “Spectre” deja las cosas en los estantes adecuados.
Fantasmas del pasado En algún punto, “Spectre” ofrece paralelismos con “Misión: Imposible - Nación Secreta”, que salió hace unos meses, pero también hay ciertos contrapuntos. Parecería ser que la batalla de los espías es por su supervivencia, tanto biológica (como siempre) como conceptual. Si Ethan Hunt tenía que enfrentarse a una agencia de inteligencia sin país, James Bond acá tiene que luchar contra una organización que está atrás de una iniciativa global por unir la inteligencia de los principales países. También ambos se ven atrapados en un proceso de reestructuración de los servicios, que los convierte en “obsoletos”, y deberán estar clandestinos y por su cuenta durante más o menos tiempo. En el caso de Bond, la cosa se potencia, porque la tensión conceptual entre el agente de smoking (prototipo del field agent de otros tiempos, especialmente de la primera etapa de la Guerra Fría) y la inteligencia de la era de los satélites, los drones y las escuchas de telecomunicaciones alcanza altos niveles de contraste. Desde el pasado La historia nos lleva a México, durante el Día de los Muertos: Bond está por la suya siguiendo a un tal Marco Sciarra, que planea volar un estadio. La confrontación subsiguiente hace explotar la bomba, evitando una tragedia mayor pero generando el suficiente revuelo como para que surjan cuestionamientos (como le pasa a Hunt tras los hechos del Kremlin de la penúltima película). Acá también hay que remitirse a sucesos anteriores: tras la muerte de M en “Skyfall”, Gareth Mallory es el nuevo M, haciendo equilibrio en una fusión entre el MI6 y el MI5. La reestructuración de la inteligencia británica es comandada por el nuevo C, un muchacho con aspecto de burócrata instalado en un flamante edificio (tras la destrucción de la central anterior) pagado por “aportes privados”. En realidad, Sciarra es una punta a seguir que dejó la antigua M, que lo mate y que no se pierda su funeral. El funeral lo lleva a Roma, a conocer a su viuda, Lucía, y entre ella y el anillo del muerto con un pulpito lo arrastrarán a una reunión donde se discute el futuro del mundo. “Spectre” cierra un arco que abarca las cuatro películas en las que que Daniel Craig vistió el manto de 007: todos los villanos enfrentados en esta etapa remiten a la organización Spectre, que no por nada tiene a un pulpo como símbolo. En realidad, es un relanzamiento de la organización de películas de la era clásica del personaje, y de su líder Ernst Stavro Blofeld, ahora alguien del pasado del espía británico. Altos y bajos El mejor costado de “Spectre” pasa por la relectura “humana” que del personaje se ha hecho en este ciclo. Esta incluye su afición al alcohol, la pérdida de sus padres, la ausencia de vida personal (a pesar de sus consabidos amoríos), y entre medio de eso su relación con el amor, de la pérdida de Vesper Lynd (en “Casino Royale”) al encuentro ahora de Madeleine Swann, una nueva oportunidad, que lo pondrá en la toma de opciones. Pero también tiene un buen punto en la combinación de eso con la casi parodia al Bond clásico: su aplomo en situaciones catastróficas, en impecable traje con corbata o smoking blanco, su facilidad para llevarse una mujer a la cama en el momento más inverosímil o el villano que se toma el trabajo de explicar todo antes de tratar de matarlo de una forma aparatosa; todo eso sumado a varios guiños a los seguidores de la franquicia. Y la música es un acierto: desde la “bondesca” banda sonora compuesta por Thomas Newman (no pasa desapercibida, a diferencia de muchos scores de los últimos tiempos), a la canción “Writing's On The Wall” de Sam Smith (rara para la serie, y acompañada por una vistosa secuencia de créditos), pasando por la obra sacra cantada por el contratenor Andreas Scholl, en la escena de Lucía. ¿Qué le podemos reprochar a la cinta dirigida por Sam Mendes? Que queda un poco atrapada en tópicos del renacido género de espías e inteligencia marginal, tanto en temas como en estructuras narrativas: primera misión que tira la información, vuelta a casa a procesarla pero hay problemas (conspiración, infiltración); nueva partida con destino incierto, que lleva a jugar a un “¿Dónde está Carmen Sandiego?” por diversos países; tener en alguno de esos lugares una persecución automovilística digna de “El transportador” o “Rápido y furioso”, y de ahí al clímax final, con el héroe entero o a pedazos. Trazo firme Mientras se debate entre si dejar el personaje o estar para su 25ª aparición, Daniel Craig se expande en su Bond, sabedor de que en su etapa le aflojó el moño al agente de Su Majestad, y seguramente se divierte entre lo descontracturado y lo pomposo. Como contracara está el ya consagrado Christoph Waltz como Blofeld, ideal para un villano inverosímil, apelando a los mismos recursos expresivos que usó en su consagratorio Hans Landa de “Bastardos sin gloria”. La Madeleine de Léa Seydoux se encarama como una “chica Bond” en toda la regla, con su estampa de damisela combativa y con un halo de sensualidad (aunque no muestre nada; total, nada puede hacer más fuerte que lo que mostró en “La vida de Adèle”): ¿será ésta la definitiva? En el equipo, Ralph Fiennes le pone el cuerpo al nuevo M: después de tanto villano, el inglés puede interpretar sin problemas a “uno de los buenos” que al mismo tiempo tenga pasta de burócrata para lidiar administrativamente; será duro con James, pero es el que más lo defiende como concepto, junto con alguna idea de democracia. Como contracara le pusieron a Andrew Scott como C, un tinterillo con ínfulas. Ben Whishaw como Q (el armero/asistente tecnológico, sin caer en el estereotipo del nerd) y Naomie Harris como Eve Moneypenny (ex agente devenida en asistente del jefe, con algún atisbo de tensión con el protagonista) completan con solvencia el equipo. Monica Bellucci tiene oportunidad para desplegar su sensualidad como Lucía Sciarra y, a los 50 años, convertirse en la actriz de mayor edad en interpretar a una “chica Bond”. Dave Bautista, en el otro extremo, es el encargado de ponerle su voluminoso cuerpo a Mr. Hinx, el sicario bruto. Y los mexicanos no nos dejarían pasar Stephanie Sigman como Estrella, una especie de “chica Bond por un ratito”.
MI PASADO ME CONDENA Si Spectre terminara antes de los créditos iniciales, habría que aplaudirla de pie. Tremendo prólogo el acontecido en México durante el Día de los muertos que sirve, travelling mediante, para anunciar que el agente 007 deberá, esta vez, hacerle frente a los “fantasmas del pasado”. Sam Mendes había dejado la vara muy alta con Skyfall y luego de tamaño arranque uno confiaba en que se venía el doblete, pero la magia se disipa luego de la primera hora y los casi 150 minutos de Spectre se hacen muy cuesta arriba. El argumento gira en torno a un plan que pretende dar de baja a los agentes doble cero y reemplazarlos por drones con el fin de ganar efectividad. Además, se propone unir varios servicios de inteligencia para acceder a un estado de “vigilancia total”. Para prevenir el crimen lo más importante es compartir información pero, claro, como se dice en Watchmen: ¿Quién vigila a los que vigilan? Todo se reduce, entonces, a un Bond vs. Snowden, ya que el impulsor de la propuesta es un villano omnipresente e intangible que, cual espectro, todo lo sabe, pues tiene ojos en todas partes sin estar en ninguna. Es la misma omnipresencia de la que habla Cronenberg en Cosmópolis y Laura Poitras en Citizenfour. El problema es que la cara detrás del mal es la de Christoph Waltz cuyo Oberhauser no tiene nada que hacer frente al Hans Landa que supo interpretar en la reciente Django Unchained. Optar por el actor austríaco, doblemente oscarizado, fue una decisión tan sencilla como equivocada, aun más en una franquicia reconocida por entregar villanos memorables. A Waltz le pasa lo que le ocurría a Bond en Quantum of Solace: parece un niño caprichoso. La otra pata de la mesa que tampoco hace pie es la chica Bond: a Léa Seydoux los vestidos le quedan muy bien pero la química con su pareja es nula. Sin chica y sin villano, los que vienen en auxilio del rubio y tosco Craig son Ralph Fiennes, heredero de Judi Dench, como M y el infalible Ben Whishaw, como Q. Hay que destacar también el enfrentamiento con Hinx (Dave Bautista, de Guardianes de la galaxia), que parece salido de Rápido y furioso, en sintonía con el Bond más “sucio” y físico de la última década. Con tanta referencia a las películas anteriores de la era Craig y con “Writing’s On The Wall”, el tema medio melanco de Sam Smith (“Tell me is this where I give it all up?”) se hace imposible no hablar de “fin de ciclo”, pues Spectre cierra un gran arco argumental inaugurado en Casino Royale, allá por el 2006. Hace tiempo Craig dijo que se cortaría las venas antes de volver a ser Bond, pero la declaración la hizo dos días después de finalizado el rodaje de Skyfall. El tipo estaba cansado y sacaron la frase de contexto. En reportajes más recientes aclaró que lo hará hasta que le dé el físico y teniendo en cuenta que ronda los 47 años tranquilamente puede filmar una o dos más. Es cierto que Pierce Brosnan se retiró a los 49, también luego de cuatro películas, pero Roger Moore no dijo adiós hasta los 58 y otros Bond como el propio Moore o Sean Connery han aparecido en seis títulos. Sea como sea, la próxima entrega deberá hacer algo más que cumplir. A no olvidar que estamos ante la saga más antigua de la historia del cine. Hay que hacerle honor al apellido.
Bond extraviado en su propio laberinto La nueva peli del agente 007 no es mala aunque está bastante alejada de -al menos- las dos anteriores que realmente fueron destacables. El director Sam Mendes se une nuevamente al actor protagonista Daniel Craig, sin dudas el Bond más frío y oscuro de todos, y ofrecen una nueva aventura, aunque a saltos de cabalgadura con algo del pasado y personajes que tuvieron conexión anterior con el espía británico y su entorno. Con una muy buena apertura que recrea los festejos del Día de los muertos en Méjico, la trama como es costumbre va de paisaje en paisaje (Roma, Marruecos, Austria, etc) buscando resolver cuestiones o confirmando cosas, que en la mayoría de los casos quedan truncas o son poco entendibles, hay algunos fantasmas del pasado, más la novedad que JB se sale de eje para vengar la muerte de la anterior ´M´(que hacía Judy Dench), encima Craig en sus 47 años, asegura que se está despidiendo del célebre personaje. En esta producción, donde Christoph Waltz compone su villano en piloto automático, y hasta uno lamenta la muy acotada aparición de Mónica Bellucci, se suma un nuevo ´M´ bastante cínico (Ralph Fiennes). La canción de títulos tampoco posee encanto o ritmo pegadizo, es decir el agente secreto parece aquí más propenso a tener licencia para ...aburrir, de a ratos da esa impresión.
James Bond parece eterno. 53 añitos en la pantalla cumple el agente británico, y un poco más en las librerías del mundo. Ha tenido, como todo personaje longevo en el cine, sus buenas épocas, sus altibajos, pasos en falso y momentos dorados en este recorrido que no parece tener límites. Mientras los productores andan intercambiando mails y llamados por celular para insistirle a Daniel Craig que se calce el traje una vez más, se estrena la cuarta que lo tiene como protagonista desde hace nueve años. 2006 con “Casino Royale”, fue claramente un renacer para el fanático de los Martinis con vodka. Más duro, humano, actual y también más conflictuado. Conocimos un héroe con costados oscuros, pasado turbulento y futuro incierto. No fue lo único que aportó esta etapa. Como nunca los guionistas se ocuparon de amalgamar más de cincuenta años de historia con referencias, nombres, regresos y varios eslabones perdidos. La idea de esta empresa es que el espectador tenga poca necesidad de recurrir al archivo y enfrente lo venidero con una noción global de la saga y del personaje que tuvo su mayor exponente en la anterior. “Skyfall” (2012) fue perfecta. Dejó la vara muy alta y ahora “Spectre” (que ya desde el título nos lleva a 1962, cuando la organización criminal apareció por primera vez), trata de ponerse a la par repitiendo casi el mismo equipo de la anterior: Sam Mendes en la dirección, los tres guionistas, Thomas Newman en la banda de sonido, etc. El capo di tutti capi de la organización Ernst Stavro Blofeld, alguna vez interpretado por Donald Pleascense, Telly Savallas y en 2015 por Christoph Waltz, anda con ganas de dominar el mundo otra vez, pero como ya no estamos en la Guerra Fría la cuestión se dirime con el control total de las redes y de la unión de todos los servicios de inteligencia de las potencias mundiales comandados desde el cuartel general en Londres. “¿Cree que se puede comparar a Bond con drones y tecnología?” espeta C (Andrew Scott). Claro, tratar a 007 como algo obsoleto podría sonar a chiste, pero resulta que como todo tiene que ver con todo, el ser enemigos no va a ser el único vínculo que une a James Bond con el resto de los villanos. Por ahí pasa la cosa en “Spectre”, pero en lugar de apoyarse por completo en los hilos dramáticos propuestos desde “Casino Royale” a esta parte, el guión elige darle la misma importancia a lo circunstancial de las escenas de acción (muy bien filmadas por cierto) con lo cual algunas situaciones parecen algo demodé y hasta suenan a culebrón durante algunas fracciones de segundos. Esta circunstancia en particular alargan el relato pues los momentos de transición son tanto para conocer el pasado de James Bond como para unir a la chica de turno, Madeleine (Lea Seydoux), en la red hereditaria de los viejos enemigos. Un eslabón que si no existiese no cambiaría mucho de la trama pero, claro, nos quedaríamos sin “la chica Bond” de este año. Aparecerán numerosas referencias al mundo de Ian Fleming, incluso en los títulos decorados por la canción más insulsa, melosa e intrascendente de la historia del personaje. Se podría decir que la jugada por el entretenimiento sale bien, pero es en lo otro en donde la saga ha ganado terreno y sería bueno no abandonarlo para la que viene.
Al servicio de la solemnidad Spectre, la nueva película del agente 007 y la número veinticuatro de la serie, prometía mucho. Un villano a cargo de Christoph Waltz, la francesa y delicada Lea Seydoux y la femme fatale italiana Monica Belluci como las chicas Bond y, por supuesto, Daniel Craig: sin dudas el mejor Bond de todos los tiempos. O por lo menos el que mejor supo comprender y llevar debajo de su traje el espíritu del espía creado por Ian Fleming con una mezcla de rudeza y elegancia que ninguno de los anteriores había logrado. La elección de los actores parecía indicar que todo saldría bien. Pero no. Resulta incomprensible que a los productores les haya parecido una buena idea que Sam Mendes sea el encargado de cargarse al agente secreto al hombro. Primero, por ser un director sin antecedentes en el cine de acción, que intenta hacer pie dentro de un género que no entiende. Segundo, por su incapacidad para filmar grandes secuencias, algo que era bastante claro en el desenlace de Skyfall, que sucedía en una casona abandonada donde la acción resultaba bastante confusa y no se comprendía del todo lo que pasaba. Es más, había momentos en los que ni siquiera podíamos identificar a Bond. El juego que construía Skyfall entre los antagonistas pedía a gritos un duelo final que lamentablemente nunca tendría lugar; Mendes resolvía la muerte del villano interpretado por Bardem con un cuchillo por la espalda en un final frío y distante, al igual que en esta ocasión lo hace con el de Christoph Waltz, al que abandona mucho antes de que termine la película. Sin embargo, la secuencia previa a los míticos títulos era uno de los mejores momentos de la primera incursión de Mendes en la saga: una exhaustiva persecución con un ritmo narrativo muy fluido y acertado. Pero una vez finalizada esta escena, la película, al igual que nuestra ilusión, comenzaba a desmoronarse minuto a minuto. Lo cierto es que, mientras uno veía ese atrapante comienzo, Skyfall parecía tenerlo todo para estar a la altura de la película que inició la era Craig. Casino Royale y, en menor medida, Quantum of Solace, funcionaban como películas de acción gracias al oficio de directores como Martin Campbell y Marc Foster. Ahora se nota la ineptitud de Mendes para sostener una coherencia y un ritmo narrativo cuando aparecen los créditos iniciales con una canción de Sam Smith que resulta completamente anticlimática con respecto a la secuencia anterior, que a esta altura vaya uno a saber si la dirigió Mendes. Todo lo que tenía potencial para brillar vuelve a ser aplastado por la solemnidad, la falta de gracia y de erotismo sumado a la excesiva duración. El villano de Waltz es el menos convincente de toda la saga, repitiendo su papel del alemán de Bastardos sin gloria, pero esta vez más cerca de lo risible que de lo aterrador. Una Lea Seydoux casi asexuada con un vestuario que no le hace honor a su curvilínea figura, y una Monica Belluci desperdiciada, que aparece en una sola escena en la que primero le pega a Bond y luego termina acostándose con él. “En otra época, él le hubiese devuelto la cachetada”, largó David Obarrio en una charla que mantuvimos después de ver la película, pero claro, hoy sería algo imposible de filmar. O por lo menos nadie se animaría a hacerlo. Spectre parece una película hecha por gente que ningunea el entretenimiento, como si eso no fuese suficiente y necesitara traer otra vez el pasado del agente, sobredecorar todo y teñirlo de un tono grave. De esta manera se aleja del misterio, atractivo principal del tipo de cine al que pertenece la saga, presentando un universo donde ya no parece haber lugar para la fantasía, pieza fundamental en la mitología de la franquicia. El pasado personal de Bond y su nueva moral impiden que la trama de espionaje con su propio y distinguido estilo se desarrolle con normalidad. MI:5 y Kingsman: El servicio secreto, dos de las grandes películas de espías de este año, son la antítesis del Bond de Mendes. Para el director de películas nefastas como Belleza americana y Solo un sueño, los delirantes gadgets que le solían dar al agente son una estupidez; en cambio, para Matthew Vaughn, no. Su película es una declaración de amor a las de James Bond de los años sesenta y setenta y a los ridículos elementos con los que contaba el agente, desde propulsores submarinos, mochilas-cohete y lapiceras explosivas. Todo lo contrario a la preocupación actual por anclar al espía en un mundo hiperrealista, explicando a los personajes desde el psicoanálisis, con traumas infantiles incluidos y con la intención de volverlos más humanos. Lo que queda de esta nueva y fallida entrega no es más que una sucesión de escenas mal filmadas y torpemente editadas que desembocan en un final que pareciera estar hecho a las apuradas, como si Mendes quisiera terminar con el asunto de una vez por todas. Esperemos que así sea.
En esta ocasión, James Bond investiga un mensaje que Q le deja luego de su muerte, y se encuentra con una organización secreta llamada SPECTRE, que también tiene misteriosos vínculos con su pasado. Mientras tanto, en Londres, M tiene problemas para mantener el proyecto de los agentes 00, y debe liberar una batalla política para mantener y probar su vigencia en el mundo de hoy. Luego de una de las mejores películas de la saga, Sam Mendes volvía a ponerse al mando del timón 007. Él mismo había puesto la vara muy alta e iba a ser difícil igualar o superar la genialidad de Bond 23, o más conocida como Skyfall. Sinceramente tenía muchas ganas de que la saga siga un par de entregas más con Daniel Craig. Él era un agente diferente, más serio y apegado al realismo (estilo que dejó asentado el Batman de Nolan), sin tantos chiches, pero bastante diferenciable de los Bond de Brosnan y Connery. Sin embargo SPECTRE me deja con una sinsabor en la boca, de haber visto un Bond aguado, deslucido, un punto medio que no funciona para el agente 007. No sólo el personaje -y no es culpa de Craig- sino toda la película. Las escenas de acción son aburridas y monótonas y no deslumbran como suelen hacerlo, los personajes son unidimensionales y previsibles (¡teniendo a grandes actores como Ralph Fiennes, Lea Seydoux!), y el villano, interpretado por Christoph Waltz, puede llegar a ser uno de los menos llamativos de la larga existencia del señor Bond. De vuelta con Sam Mendes. Este gran director que tiene claro el oficio, habiéndonos dejado sendas películas como American Beauty o Road To Perdition. Sin embargo en esta película parece embobado, tal vez demasiado enfocado en mostrarnos un pasado de Bond, sentimientos, infancias, y conexiones que sirven como accesorio para mover la trama pero que se van desdibujando mientras transcurre la película. No sólo eso, sino que las grandes y llamativas locaciones, las escenas de peleas y persecuciones quedan como excusa para tapar las fallas de la trama y los acontecimientos totalmente inverosímiles que dejan mucho que desear de esta dupla Mendes/ Craig. Hay un aspecto que cabe destacar y es la idea de que todas las películas de este Bond (Craig) están interconectadas. Como me dijo el gran Flecha Lástrico: “Es como una serie de televisión y SPECTRE es el último episodio”. Todos las películas convergen en esta última entrega, como cerrando un capítulo, una era, una idea. Puntaje: 6 – Queda la sensación de que este Bond no tiene un rumbo claro, y que tal vez para recuperarlo tendríamos que volver a los gadgets, a las chicas Bond, a las armas y a las explosiones.
Spectre es un licuado de grandes escenas y pésimas ideas argumentales; excelentes actuaciones y conceptos a medio cocinar; grandes acrobacias y rebuscados hilos dramáticos. Hay una parte de mi que puja por ponerle 2 Connerys mientras que, por otro lado, siento que el filme me ha satisfecho mucho mas que Quantum of Solace. Quizás el problema sea que se trata de un armatoste sobreproducido que precisaba un argumento muchisimo mas pulido. Como quien dice, es un partido mediocre jugado por grandes jugadores, en donde el resultado es apenas pasable y dista mucho de lo memorable que debía ser. Acá vamos a ir directo a la llaga, así que creo que nadie se morirá de un infarto si decimos que Christoph Waltz es Ernst Stavro Blofeld (hay un retorcido vericueto para llegar a semejante identidad). Para los tipos de menos de 25 años, el nombre no significará nada y para los veteranos como yo (que se vieron todas las de 007, desde Doctor No hasta la fecha), la movida se puede anticipar desde 100.000 kilómetros de distancia, especialmente cuando Waltz aparece en algunas fotos con trajecito de cuello Mao y dice que es el lider de Spectre. No es el secreto inviolable de, por ejemplo, El Juego de las Lágrimas. Por otro lado, es una movida que despierta un apetito feroz en los fanáticos de la franquicia. A final de cuentas Spectre quedó archivado en 1971 con Los Diamantes son Eternos (último filme de la era Connery), simplemente por una cuestión de derechos. A principios de los 60 Kevin McClory co-escribió un libreto para cine junto con Ian Fleming y allí aparecía Spectre - la super organización criminal capaz de jaquear al planeta entero con un par de bombas atómicas robadas -. Luego el script - como no enganchó a nadie para producirlo - terminó siendo archivado y años mas tarde Fleming decidió reciclarlo en forma de novela, dando a luz Operación Trueno. Al toque McClory le saltó a la yugular del inglés reclamando su participación en los derechos de la novela primero y, más tarde - cuando Broccoli y Saltzman decidieron rodarla - en los de la adaptación fílmica. De ese modo McClory se volvió el forzado co-productor de Thunderball y, ni bien terminó el rodaje y el estreno del filme, se lanzó de lleno a una sangrienta batalla judicial contra Broccoli, Saltzman y Fleming por los derechos sobre la franquicia. Si bien McClory es co-creador de Spectre, al tipo se le ocurrió que también era co-creador de James Bond aunque el personaje existiera desde hace rato y hubiera aparecido en unas cuantas novelas publicadas antes que se imprimiera Thunderball. Después de muchos años la cosa se zanjó con una decisión judicial salomónica, la cual decía que McClory era co propietario únicamente de Operación Trueno y del concepto de Spectre y que, por lo tanto, podía hacer todas las versiones que quisiese de esa historia - lo que derivó en el regreso de Sean Connery al personaje en Nunca Digas Nunca Jamás (1983), la cual es una remake no oficial de Thunderball -. Ello no bastó para el inquieto McClory, el cual siguió hinchando las petunias durante años hasta el punto de organizar una segunda remake de Thunderball y quedar a punto de contratar a un retirado Timothy Dalton a mediados de los años 90 (prácticamente sobre el inicio de la era Brosnan). Los estudios se encargaron de torpedear el proyecto negociando a escondidas de McClory un intercambio de derechos (la MGM cedió los de Spiderman a cambio de que la Sony le entregara los de Thunderball y se comprometiera a cancelar cualquier tipo de reclamo a futuro sobre la franquicia del agente secreto), y haciendo que el tipo reventara en su salsa. McClory se murió en el 2006 sin poder seguir adelante con sus remakes, y sus herederos prefirieron el camino fácil, vendiendo los derechos de Thunderball a la MGM en el 2013. De ese modo Spectre quedó legalmente bajo el mismo techo que 007, y la organización quedó en condiciones de reutilizarse después de haber pasado en estado durmiente las últimas 4 décadas. Ciertamente la posibilidad de que Spectre fuera resucitada pasó por mi mente desde el momento en que mencionaron que Casino Royale era un reboot de la franquicia. Digo: si en aquel momento la saga de 007 parecía estar sintonizando la misma onda que el género de superhéroes - con un tono mucho mas oscuro a lo Batman Inicia -, existía una alta probabilidad de seguir con dicha mentalidad comiquera y considerar a los villanos clásicos de la franquicia (el doctor No, Goldfinger, etc) como némesis inmortales y recurrentes tal como pasa en el mundo de la historieta (o incluso partícipes de un universo cinemático compartido a lo Marvel). Si la primera aventura de Daniel Craig implicaba su ingreso en el cuerpo de agentes doble 00, ello significaba que nunca se cruzó como Emilio Largo o Ernst Stavro Blofeld, con lo cual se podían generar versiones remozadas o alternativas de dichos personajes - como el Khan de Star Trek: En la Oscuridad -. Y lo que parecía un pálpito se convirtió en una realidad palpable con el rodaje de Spectre, el cual es el primer film Bond con sabor clásico de la era Craig: regresa la secuencia de la mirilla del arma (gunbarrel) al principio del filme, la banda sonora intercala con frecuencia el tema clásico de Monty Norman, tenemos un villano mesiánico, un secuaz ultra letal, un montón de referencias / homenajes a filmes anteriores (desde locaciones como el hospital en los alpes austríacos donde trabaja Lea Seydoux - ¿quién no pensó en la guarida de Blofeld en OHMSS? - hasta peleas en el tren - Desde Rusia con Amor -, smokings clásicos cortados a lo Connery, autos plagados de gadgets, o un Rolls Royce que parece salido de Goldfinger), y el humor seco y mordaz que caracterizaba a 007. Ahora, la pregunta del millón es: ¿realmente la serie necesitaba volver a ese carril tan transitado y reciclado?. ¿No era mejor mantenerse frescos siguiendo a Jason Bourne o a la Mision Imposible de Tom Cruise?. Si bien el bondizaje de Spectre satisface al fanático, por el otro lado tiene algo de decepcionante, la sensación de que no se puede escapar de los carriles tan fuertemente demarcados por la franquicia. Parte del problema son los libretistas (siempre Purvis & Wade metiendo la mano), que necesitan ser reemplazados por tipos con una visión mas iconoclasta. El otro punto es cómo meter a algo tan elefantiásico como Spectre - una organización acostumbrada a delirios épicos como robar cápsulas espaciales a los rusos o mandar a la estratósfera satélites plagados de cañones lasers - en el universo realista que la franquicia viene pisando desde Casino Royale. Suena algo desinflado que el plan ultramaestro de Spectre sea hackear información de un sistema de vigilancia a escala global - una idea robada de Capitan America: El Soldado de Invierno -; por otra parte, parece forzado que el villano haya bombardeado medio mundo para producir un estado de terror tal que culmine en una alianza de las agencias de seguridad para formar dicho sistema de supervigilancia (era mucho mas estremecedor este mismo argumento, pero como lo manejaban en Misión Imposible: Nación Secreta). Ni siquiera se explica por qué estos tipos fueron a armar su sistema paralelo en el medio del desierto del Sahara (alerta spoilers) el cual es absurdamente destruido con un par de balazos a las cañerías de gas de la instalación. ¿Era un centro de computos o una estación de bombeo de Gas del Estado?¿Para qué querrían tener tanto gas acumulado? ¿Porque en el desierto hace mucho frío en invierno?. (fin de spoilers). oferta software de sueldos Pero si las motivaciones de Spectre son bastante sosas, esperen a ver el culebrón que armaron los guionistas para darle algún tipo de motivo personal al villano de marras. En un ataque de ridiculez han decidido hacer que Bond y Blofeld sean medio hermanos. Sí, como Austin Powers y el Dr. Evil (Dios santo... ¿no se les ocurrió otra cosa mejor?). Resulta que el padre de Oberhauser / Blofeld se encargó de un adolescente Bond cuando éste perdió a sus padres en un accidente de ski hace años. Después al alemanote le agarraron celos, se piró, agarró su gatito blanco, liquidó a su viejo y cargó toda su bronca personal contra 007, tal como le pasaba al personaje de Mike Myers. Ciertamente es de admirar que Christoph Waltz salga a flote con alguna de las líneas ridiculas que le reserva el libreto, en donde se recarga con un resentimiento estúpido y absurdo. ¿Cómo el hijo de un entrenador de ski pudo crear semejante megaemporio del espionaje sin que nadie se enterara en todas estas décadas?. ¿Ganó el dinero en la lotería y se puso una agencia internacional de extorsión?. Si la organización es floja y el villano está mal perfilado, esperen a ver lo mal compaginado que está el final. (alerta spoiler) Está fragmentado y carece de punch literalmente. Volvemos al absurdo de las organizaciones malvadas multitudinarias en donde el villano de turno termina haciendo las cosas en persona; o que las balas de una misera Walther PPK de escaso calibre funcionen como misiles tierra aire y derriben a una aeronave en pleno vuelo, o que el tipo - que puede irse a Mozambique si enfila el helicóptero por cualquier avenida - prefiera ir por el río para que lo baleen a gusto y piacere desde una lancha. Ni que hablar de que el asesino frio e impersonal se vuelva piadoso a ultimo momento - ah, sí: tenemos que mantener vivo a un personaje importante e interesante, tal como sacrílegamente hacía Joss Whedon en Serenity -. Los cinco minutos finales de Spectre bordean lo indignante (fin spoilers). ofertas software para estudios contables Aún con todo el veneno destilado en las líneas previas, me animaría a recomendar Spectre. El manejo de cámaras - sobre todo en la escena inicial del Dia de los Muertos, en donde hay una toma única e imposible - es formidable. Craig sigue siendo un Bond soberbio pero ahora tiene mas humor y cinismo, muy a lo Connery. Los secundarios del Mi6 - Moneypenny, M, Q - realmente son muy buenos. Lea Seydoux es adorable y carismática, y tiene mucho sparring verbal con Craig, el cual es de alto vuelo (¿por qué no escribieron el resto del filme así?). Waltz empieza siendo Waltz - afable, descontracturado, casi payasesco - pero después da un par de giros que le dan algo de estatura y oscuridad (igual no es un gran villano, y debe ser de los Blofelds mas flojos de la saga pero al menos zafa), y lo mejor del filme debe ser Dave Bautista. Es frio, expeditivo, brutal, pero estremecedoramente calmo. Hay un chisporroteo casi cómico con Bond que me hace acordar a la química que tenía Roger Moore con Richard "Jaws" Kiel. Y definitivamente la pelea en el tren es de las mejores escenas de la totalidad de la franquicia (aun cuando carezca de originalidad). Spectre es un Bond tan espectacular como desprolijo. El viaje es muy entretenido, pero el argumento es mediocre. El script tiene problemas de tono y las soluciones aplicadas dejan mucho que desear. Mi veredicto final sería un 3.5 pero, como carezco de puntajes intermedios (y porque no me gusta lo que hicieron con Blofeld, aparte del climax), prefiero quitarle medio punto. Ok: divierte mucho, los personajes tienen su chispa, hay buenos actores y muy buena acción, lástima que al libreto le falten un par de horneadas.
Completando el rompecabezas Un mensaje críptico, proveniente del pasado, embarca a James Bond en una misión solitaria a la ciudad de México y eventualmente a Roma, donde descubre la existencia de una siniestra organización. Es un gran filme de acción, que entretiene a pesar de los lugares comunes que recorre y de los que desea escapar. Fiesta del Día de los Muertos en México. Un enmascarado Bond (Daniel Craig) deja a una hermosa morocha esperando por él en su habitación, porque el deber llama, y va a una terraza a matar a un mafioso. La charla entre su blanco y su secuaz lo distrae y lo que debía ser un trabajo limpio, se transforma en una persecución callejera entre miles de personas y luego, por el aire, peleando a muerte con un helicóptero, estrepitándose descontroladamente a tierra. Si bien podría ser el final de la historia, la secuencia de acción es la apertura de “Spectre”, filme en el que reaparecen villanos del pasado y que continúa la historia que comenzó a contarse, con la excusa de la franquicia de espías, en “Quantum of Solace” y “Skyfall”. Estas dos son la primera y segunda parte de una trilogía, que parece cerrar con “Spectre”. James Bond decide responder al llamado de su antigua y fallecida jefa M, sin hacer muchas preguntas, tras recibir el mensaje de que debía eliminar un mal potencial. Tras ser suspendido porque nada tenía que hacer en México, el agente secreto decide volver a la acción y viaja a Roma, para infiltrarse en una reunión que sirve de reencuentro fugaz con alguien de su pasado, el gran enemigo a vencer, Oberhauser (Christoph Waltz). Siendo un perseguidor perseguido, Bond viaja al frío a ver a Mr. White, viejo conocido de “Quantum of Solace”, que, en su lecho de muerte, le dará una pista para llegar a conocer el plan de esta nueva -clásica en la saga Bond- organización: su bella hija, Madeleine Swann (Léa Seydoux), será la pieza que lo lleve a la verdad. Una vuelta más La historia se hace más larga por la aparición de un subvillano, que viene del lado de los buenos: Max Denbigh (Andrew Scott), es el nuevo director del Centro para la Seguridad Nacional, y planea cerrar el MI6, por creerlo obsoleto y reemplazar su trabajo de campo por drones. “Una licencia para matar es también una licencia para no matar”, debe explicarle a Denbigh el jefe de Bond, M (Ralph Fiennes), antes de ser desplazado de su cargo, intentando mostrar lo imprescindible que es el héroe James, a pesar de toda la tecnología y nuevas estrategias que emerjan. Sin mucho sentido, ver el largometraje sin pasar por las dos anteriores de la franquicia, “Spectre” se erige como un gran filme de acción, que entretiene a pesar de los lugares comunes que recorre y de los que desea escapar (el clishé está, quieran o no). El agente británico inoxidable, un poco más sociable y tan repetitivo como confiable, lo hizo de nuevo.
Cuando se ecucharon las primeras noticias sobre el nuevo 007 realmente me entusiasmé, finalmente estaríamos viendo la organización SPECTRE y probablemente unos de los villanos mas importantes del cine como Blofeld. Soy fan de la serie 007 y poder ver una nueva versión de las dos cosas era emocionante. A pesar de no estar contra del 007 de Daniel Craig, no era el mismo estilo que el de las antiguas. De la famosa Bournearizacion de James Bond, siempre me pareció que faltaba ese glamour y hasta la exageración de las películas de la época de Sean Connery o del mismo Roger Moore. Pensé que con la entrada de Spectre y Blofeld estaríamos yendo para ese lado, infelizmente fue todo lo contrario. Es probablemente, salvo una u otra escena, la más “realista” de las películas de Bond, y a pesar de tener momentos buenos, y varios fan services, creo que se perdió toda la esencia de 007. Creo que el mayor problema acá es crear un canon y querer atar todo, una de las mejores cosas de las películas de 007 para mi es justamente eso, salvo lo clásico del personaje no tener que limitarse a seguir y atar toda la historia, siendo una película independiente de la otra. En Spectre 90% de la película esta echa para atar la trama de las últimas cuatro películas y cerrar todo perfecto, funcionado como un final de arco y un inicio de uno nuevo, que por las ultimas declaración del Daniel Craig no será con el. Me parece exagero querer crear toda un vínculo del villano con Bond, o mismo ser tirado en nuestra cara a todo momento que una cosa tiene relación con tal o tal película. Otra cosa característica de las películas de Bond siempre fueron las escenas de acción. La primera escena de la película es excelente, probablemente la mejor del film, después siento que se perdió toda la inspiración, la escena clásica de persecución de auto que siempre es aprovechada para mostrarnos los nuevos juguetes que tiene, es realmente decepcionante, parece mas una persecución de Fast and Furious que una de Bond. Las escenas de acción no son malas, pero ya vimos una docena de ellas en varias películas, principalmente en un año que tuvimos una excelente como Misión Imposible o mismo la locura de Mad Max, esta queda como perdida en comparación, parece hasta filmada con desinterés por Sam Mendes, todo muy burocrático y sin mucha imaginación. Burocrático también en la forma que usa los villanos, mostrando un contenido Christoph Waltz queriendo hacer un misterio donde claramente es innecesario, intentando llegar a un plot twist al final que realmente no convence. O incluso el personaje de Dave Bautista que era para ser el clásico villano que no habla, pero es una máquina de matar de las película de Bond, termina siendo usado de forma pobre. Las Bond Girls maravillosas y lindas como siempre, pero termina quedándose en eso, no acrecentando en nada a la película. Creo que Misión Imposible hoy es la serie que más se acerca a lo que fueron las 007 del pasado, e infelizmente después del excelente comienzo como Casino Royale, que para mí está entre las mejores de la serie, mostrando que un poco de realismo le venía bien, ahora no lo supieron aprovechar y terminaron sacando todo lo que daba el glamour a James Bond, que salvo el nombre y uno que otro detalle se podría confundir con cualquier película de acción que Hollywood produce hoy en día.
El autor de todo tu sufrimiento. Crítica de 007 SPECTRE de Alejandro Páez Spectre es uno de esos films donde la formula se ejecuta de manera tan perfecta que el resultado es un producto frío carente de cualquier tipo de aura. No hace falta ser un espectador inquisidor para descubrir la matemática de la estructura, todo está allí: los gadgets que anticipan la situación donde van a ser utilizados, el secuaz silencioso, la tortura, las persecuciones, la seducción, el Martini revuelto no batido, la tediosa explicación, las intricadas trampas mortales, todo. Excepto una cosa, lo humano. Sí, así de simple, la cinematografía es impecable, pero no representa a nadie, de alguna manera Sam Mendes se las arreglo para no dejar evidencia de su paso por el film. Es el crimen perfecto, no hay una huella, no hay una muestra de ADN, sólo queda la víctima y el remordimiento.
En la delgada línea entre lo bueno y lo básico Vuelve el agente más famoso del mundo con una nueva aventura que camina en el límite de lo magnífico y lo ridículo. En una mirada rápida uno puede decir que esta nueva misión del agente 007 es espectacular en todo sentido, porque nos presenta a su némesis, porque trae más y mejor acción, porque es más pintoresca, porque incluye sociedades secretas de escala mundial, porque pone en verdadero peligro la vida de nuestro protagonista. El problema es que una vez pasada la calentura del momento, nos ponemos a pensar un poquito más en la propuesta que nos hizo el director inglés Sam Mendes ("Belleza Americana", "Skyfall"), y acá empiezan a aparecer los problemas. En primer lugar debo decir que me decepcionaron la personalidad y la motivación que tiene el villano principal encarnado por el gran Christoph Waltz ("Bastardos sin Gloria"). No quiero spoilear, pero como se ve en el trailer su personaje conoce muy bien a Bond desde hace mucho tiempo y de hecho se atribuye todo el dolor que le hizo pasar. Cuando se devela la relación que tienen ambos y las motivaciones que llevaron al villano a hacerle la vida imposible a Bond, uno no puede evitar decepcionarse un poco. Es un tanto inverosímil y roza el cliché. Toda la previa que se hace de este tema esperando la revelación final de los motivos es grandilocuente, pero cuando llegamos a ese momento clave, las razones parecen ser simples caprichos de un nene malcriado. No es un tema menor ya que básicamente esta relación es la que guía toda la trama y en mi opinión la afectó negativamente. Otra cuestión que resulta rara es la edición y la correlación de la historia. Hay momentos un tanto confusos. Por ejemplo en un momento Madeleine (Seydoux) se aleja de Bond y la peligrosa vida del espionaje y en la escena siguiente vuelve a aparecer en el medio de todo... O por ejemplo hay otra escena donde se tortura a un personaje explicándole las consecuencias que esto le dejará físicamente, y en el acto seguido el personaje se encuentra totalmente lúcido y peleando... Hay varias incoherencia de estas que no entiendo porqué no se pulieron. Desde lo técnico y la acción no hay nada que criticar. Las peleas son intensas, realistas, espectaculares y vertiginosas. Es un verdadero festival de piñas, patadas, tiros y explosiones. También respeta ese misticismo clásico y elegante que tiene el mundo del espionaje y puntualmente las películas de Bond, pero en un balance general deja un gustito un tanto desabrido. No pido un trama existencial y profunda para ver a nuestro espía favorito pateando traseros, pero creo que sí se puede armar un contexto atractivo y que no nos tome por básicos. De las cuatro películas protagonizadas por Daniel Craig, a esta nueva entrega la pongo en la estantería inferior junto a "Quantum of Solace".
Nuevos tiempos, viejos villanos La nueva película del agente 007 repite director y protagonista y encuentra una manera interesante de inyectarle nuevos aires a una franquicia que los necesita constantemente. Eso si, un poco larga. Pasaron ya tres años desde la última vez que vimos a James Bond, el agente 007 al servicio de su majestad, en la piel del actor Daniel Craig, afrontando duras pérdidas y un futuro incierto en la ficción. En el plano real, la franquicia quedó en un momento inmejorable tras el estreno de Skyfall, una película que regresó al personaje a un status quo ideal para contar nuevas historias con el personaje creado por el ex expía Ian Flemming en 1953. Lo cierto es que en su tercer film en la franquicia, Craig logró encontrar el punto justo de un personaje que ha sabido hacer suyo y eso se reflejó no sólo en la recaudación -la mejor para un film de toda la historia de Bond- sino también en las críticas y las nominaciones a premios internacionales. Debido a esta situación, no fue extraño que tanto el protagonista como el director, el británico Sam Mendes (sí, el de Belleza Americana y Camino a la Perdición), aceptaran repetir roles para una nueva aventura que demoró tres años en materializarse. Ahora, llega esta vigésima cuarta entrega cuyo peor pecado radica en ser, precisamente, la que continúa a esa verdadera obra maestra y que presenta no pocas novedades que en ocasiones pueden llegar a ser contraproducentes para los fanáticos más radicales del personaje. En Spectre, Bond vuelve a encontrarse (en realidad lo hace por primera vez teniendo en cuenta que todo se reinició con la ya lejana Casino Royale de 2006) con la legendaria organización terrorista que supo hacerle la vida difícil tanto a Sean Connery como a George Lazenby y, en menor medida, a Roger Moore antes de quedar en el olvido. Bond encuentra una grabación que su difunta jefa M le dejó antes de pasar a mejor vida en la que le da instrucciones para eliminar a un sospechoso de integrar una organización internacional al estilo de la extinguida Quantum. Las pistas llevan a Bond a Italia donde descubrirá que Spectre no sólo está planeando algo realmente grande sino que el grupo está íntimamente ligado a sus orígenes. Como siempre, el espía está rodeado de bellas mujeres, en este caso de una deliciosamente madura Monica Belucci y de una Lea Seydoux en la flor de su carrera, pero ambas garantía de la belleza y sensualidad que se necesita para ser una Bond Girl. Franz Oberhauser, el villano de esta entrega corre por cuenta del galardonado Christoph Waltz (el coronel Hans Landa de Bastardos Sin Gloria), que tiene sus momentos pero no llega a los niveles de maldad del Silva de Javier Bardem de Skyfall. ¿Y el recordado Ernst Stavro Blofeld? Eso es un secreto que el filme se ocupa de revelar oportunamente. También hay un villano de segunda línea a cargo de Andrew Scott (el Moriarty de la serie Sherlock), como un burócrata que desea eliminar el programa de agentes doble cero con apretar una tecla y que funciona como una amenaza extra. También son parte de este film Ralph Fiennes como M, la bella Naomie Harris como Moneypenny, BenWishaw como Q y Rory Kinnear como Tanner, que obtienen geniales intervenciones. Hay también paisajes y vehículos de esos a los que sólo las personas muy adineradas pueden acceder, así como también acción a raudales y de la buena, de la mano de varios extras y de Dave Bautista, que retoma la tradición del villano forzudo al que Bond deberá vencer con algo más que sus puños y su Walter PPK. Mendes, junto al guionista John Logan -el creador de la sensacional serie Penny Dreadful- construye una historia en la que reúne todos los cabos sueltos de los últimas cuatro aventuras y la deja cocinarse, a veces a fuego lento y otras en punto de ebullición. Es quizá esta combinación -lamentablemente los fans de Bond estamos mal acostumbrados después de Skyfall, insisto- la que pueda caer en ocasiones un tanto pesada dada la larga duración del filme (¡dos horas y media!) pero los resultados valen la pena. Es por eso quizá por todo esto que la película se lleve un "muy bueno" en lugar del "excelente" que merecería, eso sin contar los "ajustes" de rigor que continúan cambiando los estándares de la franquicia que con este filme está en condiciones de llegar a un merecido final allá en lo alto. Aunque todos sabemos que eso no va a pasar.
Luego de las cifras récords obtenidas con Skyfall (2012), el agente 007 está de regreso. Otra vez bajo la dirección de Sam Mendes, el actor Daniel Craig vuelve a ponerse el traje del agente secreto más importante de la historia del cine en Spectre (2015), el capítulo número 24 de la saga cinematográfica. Durante esta nueva misión, James Bond se enfrentará con un oscuro misterio de su pasado que lo pondrá bajo la mira de una organización siniestra, Spectre. Siguiendo su sello personal de manejarse de forma independiente a los mandatos del M16, Bond viaja a México siguiendo las pistas de un mensaje que lo pondrá "cara a cara" con su nuevo villano de turno, el siniestro y misterioso Franz Oberhauser, interpretado por Christoph Waltz. Pero no todo es trabajo sucio en la vida de nuestro adorado 007. También sabrá hacerse un lugar en su abultada agenda para concretar algunos encuentros amorosos con Monica Bellucci, que interpreta a Lucia Sciarra -la mujer de un miembro de la criminal organización- y sobre todo con Léa Seydoux, que se pone en la piel de la seductora Madeleine Swann, la nueva chica Bond. Un festín para pocos Este nuevo capítulo de la saga nos deja gusto a poco. Aunque dure más de dos horas y media, no logra terminar de enganchar del todo al espectador. Por momentos vibra con partes correctas y entretenidas, de una fluidez narrativa intensa -sobre todo por un arranque de quince minutos que son lo mejor de la película-, pero también transita etapas irregulares que aburren. Igualmente, si uno lo piensa en su totalidad, la película sale airosa. Los motivos son varios: la cantidad de buenos momentos de acción, sumado a las hermosas locaciones -por México, Italia, Londres y Austria-, el deleite visual y, sobre todo, la excelente decisión de lograr atar algunos "cabos sueltos" que los fanáticos de la franquicia podrán disfrutar a costa de los recién iniciados. El bueno y el malo Aunque aún no está confirmado, Daniel Craig se estaría despidiendo de un personaje con el que filmó un total de cuatro películas: Casino Royale (2006), Quantum of Solace (2008), Skyfall (2012) y Spectre (2015). El actor supo interpretar a un Bond frió, seco, imperturbable, siendo el que más se asemeja al personaje original creado para la saga literaria de Ian Fleming, algo que no se veía desde los tiempos de Sean Connery. Ahora, el actor vuelve a demostrar toda su versatilidad, cumpliendo con los requisitos físicos y con una interpretación insensible y oscura. Por todo esto Craig es al que mejor le calza el traje del agente 007. Pero si hay algo que caracteriza a esta franquicia es "el malo de la película". Sin un villano de peso el producto pierde uno de sus mejores recursos. En Spectre, el malvado brilla por su ausencia. Christoph Waltz interpreta a un Franz Oberhauser que queda reducido a un simple ostentoso delirante millonario ávido de poder. No se puede entender la falta de eficacia para resolver ciertos tramos de un vinculo personal con el protagonista que por momentos parece estirarse hasta el hartazgo, perdiendo el estilo y la elegancia. Quizás a Spectre le haya sucedido lo mismo que a Quantum of Solace. Ambas películas llegaban cargadas de tanta expectativas que les terminó jugando en contra. Sea como sea, la verdad es que toda esta reinvención de Bond le permitió a Hollywood generar ganancias nunca vistas en el medio siglo de historia. Cada nueva historia estrenada es más cara, pero también supera en ingresos a la anterior. Evidentemente, y de esto no hay dudas, la necesidad imperiosa del mercado por capitalizar a cualquier costo, apresurando estrenos o sintetizando grandes ideas, le puede jugar una mala pasada hasta a una franquicia con más de cincuenta años de historia.